Rafael Caldera

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por Fausto Masó La muerte tiende un manto de condescendencia sobre los desaparecidos y comienza así el proceso de falsificación histórica. En realidad habría que hablar de los muertos como de los vivos, con la misma dureza o la misma admiración. Caldera fue además un luchador que no daba cuartel y poseía un gran sentido del poder, no es extraño que se granjeara tantos enemigos, representaba un estilo de hacer política poco frecuente, una personalidad que no abunda en el país. Caldera es el presidente de la pacificación, y llega a Miraflores por segunda vez con votos de la izquierda que lo había combatido a muerte en su primer período. Los juicios sobre los presidentes los altera el tiempo que sepulta las pasiones del momento y permite una visión más justa, o sencillamente el olvido. La valoración de los grandes políticos varía constantemente, resucita a personajes vilipendiados, empequeñece a sus enemigos. Quizá a Caldera le toque ese destino, esperar un tiempo antes de recibir un juicio histórico justo, porque además de carecer del ángel de otros presidentes, representaba lo contrario del venezolano dicharachero y bonchón. A Caldera lo culparon de pecados ajenos. Cómodamente le atribuyen la llegada de Chávez al poder. Los mismos que votaron por el inquilino de Miraflores, que lo aplaudieron después del 4 de febrero, quieren creer que hubiera bastado con no sobreseer su causa y liberarlo para borrarlo de la vida pública. En realidad, todos los candidatos a la presidencia en 1993 prometieron liberar a Chávez, con la excepción de Claudio Fermín. Nadie, o casi nadie, criticó la medida de sobreseimiento. Este cronista no adivinó el futuro pero escribió en este mismo espacio que ya no había razones para no dar golpes de Estado en Venezuela, después de concederle la libertad a Chávez. El país se lavó las manos y llevó a la presidencia a un golpista. A continuación prefirió frívolamente creer que bastaba con culpar a Rafael Caldera. Caldera comentaba que mucho le había costado ser presidente. Como se ha dicho nunca fue un personaje popular en el sentido que lo era un Carlos Andrés Pérez, tampoco contó con un partido igual a Acción Democrática, importante en Venezuela desde mediados de los años cuarenta.. COPEI le debe a Caldera mucho más que Acción Democrática a Rómulo Betancourt. Caldera contó con un aliado en Betancourt quien consideró vital su apoyo en los primeros años de la IV República, en su segundo período Alfaro le prestó un gran apoyo. En Venezuela los gobernantes aspiran a seguir en el poder. Es casi una tradición nacional que con gran mérito rompió Rómulo Betancourt al rechazar ser reelecto, y que Chávez quiere exacerbar convirtiendo su presidencia en vitalicia. Quizá esa fue la razón por la que ni AD ni el COPEI de Caldera le abrieron las puertas a los delfines, un error. Sobraban argumentos para defender a la cuarta república, reconociendo sus fallos y la necesidad de un cambio. Nadie salió a responderle en 1999 a Chávez, quien impuso una visión de la historia que mucho lo ha ayudado a mantenerse en el poder.
Caldera escribió un libro que era una defensa del pasado civil de Venezuela y que vuelto a publicar por este cronista en Libros Marcados demostró que había un público que quería contar con otra visión del país.
maso1951@cantv.net

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