Nacimiento de Valle de la Pascua

Manuel Vicente Soto Arbeláez

Valle de la Pascua, a diferencia de otras ciudades venezolanas como Caracas, Valencia, Barquisimeto, Cumaná y otras, no tuvo una fundación formal con toma de tierras a nombre del rey de España, estandarte, escudo, juramento, curato o diócesis, etc. Su nacimiento se remonta a 1725 cuando don Joseph Zamora, su esposa de apellido Hernández y un cuñado de apellido Sánchez Sajonero, le compraron a la familia Herrera-Mezones, dueña del gran hato Santa Juana, un lote de tierra y se asentaron hacía el sur de la actual calle Real, hasta el llamado caño de la vigía. Esta gente (Zamora) vino de Altagracia de Orituco. Quince años después ya estaban también asentados allí por compra a los dueños de Santa Juana los Laya, Requena, Arzola (su apellido era Del Hoyo y Arzola); Guzmán, Del Peral y otros. Para 1758 ya estaba asentado allí el canario Juan González Padrón, casado con una Arzola, y era el gran terrateniente tuvo 14 hijos y fue el gran padrote.

Pero en el lapso de tiempo (1735-1788), ¿qué sucedía en Valle de la Pascua?. La respuesta está en el libro de monseñor Rafael Ángel Chacín Soto, Orígenes de Valle de la Pascua, op.cit., que varias veces hemos comentado. Ya lo afirmamos en un párrafo anterior: el padre Chacín agotó el tema hasta ese último año y allí terminó su magistral libro. De nuevo hacemos la recomendación para que el interesado recurra a esa fuente y despeje sus dudas, o ahonde consultando la bibliografía que allí se señala.

Planteadas las cosas en esos términos vamos a tratar de contestar la pregunta que Chacín Soto se hace en la página # 60 de su libro, cuando escribe, refiriéndose a Juan González Padrón: “Tocóle al segundo párroco, Dr. don Francisco Roque Díaz, realizar el cometido (de asentar la población). Edificó iglesia decente y capaz en reemplazo de la destartalada ermita que halló al tiempo de su instalación en el curato, en octubre de 1788, trazó calles y plaza y atrajo vecinos al poblado. ¿Sería ésta, acaso, la oportunidad de la donación de González Padrón de sus tierras en La Vigía? Es sólo una hipótesis más”... ¡Y vaya que fue una hipótesis bien fundamentada en un claro razonamiento de investigador histórico!, porque en la época que él escribió su libro, en 1969, el Archivo Arquidiocesano de Caracas no estaba catalogado como lo estuvo a partir de 1990, cuando lo hizo el padre Jaime Suriá. Efectivamente, el documento intuido por Chacín Soto, sobre la donación, existe. He aquí la prueba:

La contribución de Juan González Padrón para la iglesia de La Pascua en 1790.

"Heme aquí mi Dios arrodillada, en súplica del cielo que me tienes prometido"; es, palabras más o menos, la plegaria de Santa Teresita de la Cruz para Jesucristo. Nada pedía desde el punto de vista material, sólo paz y regocijo para la vida eterna, sólo compensación espiritual tanto en la tierra como en el cielo, aspiración desde todo rigor objetivo que solamente esperan conseguir los santos.

Si lo anterior es válido para el que todo lo da sin esperar compensación en "busca del cielo prometido", como lo pide la Santa en sus versos, no se compadece con lo exigido por Juan González Padrón, poderoso señor canario ternifeño, avecindado en Valle de la Pascua en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando en un larguísimo documento registrado ante la parroquia de La Candelaria, regentada por el Pbro. Dr. Francisco Roque Díaz, en 1789 pide "la concesión de sepultura de mi cadaver, mi muger, hijos y demas descendientes, y parientes hasta el quarto grado inclusive en la ygla. de Valle de la Pascua”(..); pues, "a pedimento del Thente. Don Pedro Victores de la Cueba di para la yglecia que se esta fabricando en frente de la culata de mi casa esquina de la plaza pr. el sur sinqta y cinco varas de fondo y veinte y cinco de frente”(..).

Asegura González Padrón que en unión de sus hijos y esclavos donó la mano de obra para la erección del templo, además de que "di mesa de rebestir, cajon de ornamenttos, manteles, silla de confisionario, dos silletas, tarima para el altar, pila de agua bendita, la escalera del coro pagué su hechura, con los mas vecinos di una campana, corté madera de los montes pa' la fabrica de la casa de los curas”(..), y continúa señalando una larga lista de donaciones, que complementa el Dr. Roque Díaz al afirmar que a petición del obispo Mariano Martí, González Padrón donó "trescientos treinta varas de tierra para la planta de la nueva parroquia y población adyacente”(..).

En carta del 27.12.1789, el cura pide al obispo se le conceda al canario su petición, carta que contesta don Mariano Martí el 10.1.1790 diciendo: "concedemos en remuneración que el cadaver del susodicho Don Juan Gonzáles Padrón, su muger, hijos y demas parientes y descendientes hasta la cuarta generación”...(..); es decir, la autoridad dio más de lo pedido pues concedió hasta la cuarta generación, y "que no otras personas sean sepultadas en la referida yglesia y sin perjuicio de otros parroquianos"(..).

Un dato urbanístico importante que se extrae de este documento es que la donación de tierras fue de setenta y ocho solares para los que quisieran avecindarse, los cuales fueron asignados por el teniente Víctores de la Cueba a los nuevos vecinos.

A propósito de la llegada de González Padrón tenemos que la presencia canaria en Valle de la Pascua fue estudiada en los años 1990s por el ciudadano Miguel Álvarez Díaz, nativo de esas islas y gran colaborador cultural en la ciudad, quien afirma, en trabajo presentado ante el “VII Encuentro de Cronistas e Historiadores del Estado Guárico”, celebrado en el municipio Infante en el mes de marzo del 2003, que “Don Francisco Zamora Granados nacido en la isla del hierro y llegado a Venezuela muy joven era hijo de don Francisco José Zamora el viejo, fallecido en San Rafael de Orituco en 1724. Gabriel Sánchez Sajonero, (cuñado de Zamora el Joven), nació en Canarias y don Pedro Joseph del Hoyo y Arzola, también era canario de Tenerife, nacido en el pueblo de Garachico, teniendo su familia un oratorio en el pueblo de Los Silos, en honor a la Virgen de La Luz, de cuyo pueblo es patrona”(..).

Continúa Miguel Álvarez Díaz asegurando, en base a investigaciones propias y corresponsalías en su tierra natal que “Don Juan González Padrón, según referencias del libro parroquial de Santa Ursula de Tenerife, nació el 30 de mayo de 1724, en el sitio o barrio de La Corujera. Se tiene referencia que un Juan González Padrón que sale de Santa Cruz de Tenerife el 22 de mayo de 1746 en el barco velero de la flotilla canaria Nuestra Señora del Rosario a cargo del capitán Antonio Miranda y Ravelo, hermano completo de don Sebastián de Miranda, padre del futuro generalísimo don Francisco de Miranda. González Padrón tuvo que pagar 135 pesos, siendo su fiador el armador canario don Gabriel de Mendoza”(..).

Asimismo dice el señor Álvarez Díaz que fueron de esas islas los siguientes personajes íntimamente ligados al desarrollo de estos pueblos del Oriente del Guárico: “Don Clemente Gutiérrez, de Santa Ursula, otros canarios, o de ese origen, fueron los Apolos, Báez, Álvarez, Francisco Rodríguez, Josefa Fernández, Miguel Hernández, José Félix Zamora, Juan Lorenzo Ledezma, José María Requena, José Eugenio Ojeda, don José Gerónimo Álvarez, Lorenzo León Martínez, Juana Ignacia Guedes. De la isla de Gran Canaria: Joaquín Moya, Valentín Ramos, Francisco Remigio García y Juan Francisco Regalado. Del Tanque de Tenerife: los Navarro. Los Matos, de la isla de La Palma y los Franquis de de la Orotava”(..). Por los lados de El Sombrero y El Calvario encontramos otros canarios que contribuyeron al desarrollo de esos parajes sabaneros. A don Pedro de Aquino y Ponte, emparentado con la oligarquía caraqueña por los Ponte, se le considera uno de los fundadores de El Calvario. De hecho donó los terrenos para el asentamiento de los pobladores.

Don Fernando Marrero Ledezma fue uno de los grandes terratenientes del pueblo, conjuntamente con sus hermanos Pedro y Juan Bautista. Eran los dueños del hato La Peña, entre los ríos Manapire y Orinoco, con una extensión de 45 leguas españolas. Si consideramos que una legua de tierra equivalía a una extensión de 1780 hectáreas, entonces estos señores poseían la enorme propiedad de 80.100 hectáreas. El obispo don Mariano Martí, cuando estuvo en estos parajes denominó el sitio del hato como “La Peña de Marrero”. Desde tiempos remotos este lugar ha sido paraje de veraneo y vacacional, especialmente para los vallepascuenses quienes en bandadas han ido todas las Semanas Santas a pasarla bien, debido a su buen clima y la abundante pesca de especies autóctonas de esos cursos de agua.

Hato “Santa Juana”. Los primeros dueños de las tierras vallepascuenses. Familia Herrera-Mesones.

Cuando el presbítero doctor Rafael Chacín Soto afanosamente –con el característico entusiasmo que imprimía a sus acciones-, andaba buscando documentos y croquises para tratar de ubicar el sitio exacto donde el doctor y capitán don Juan de Urpín había fundado -en 1637- la Villa de Santa María de Manapire encontró; tanto en la Universidad Católica Andrés Bello, de Caracas, como en los libros del Registro Subalterno de Altagracia de Orituco; varios documentos referentes al gran terrateniente don Francisco Carlos de Herrera y Ascanio. Éste era el dueño del hato Santa Juana y en sus posesiones del Orituco “Mantuvo de su peculio cien hombres armados que como perros de presa perseguían a don Juan Francisco de León, rico hacendado canario asentado en Barlovento, quien se atrevió a desafiar a la corona española a través de su lucha contra la Compañía Guipuzcoana”(..).

Pero, ¿quién fue este personaje dueño de Santa Juana? De acuerdo a datos que gentilmente me ha dado el Dr. Antonio Herrera Vaillant y Buxó-Canel, presidente del Instituto Venezolano de Genealogía, periodo 2002-2004, “Francisco Carlos de Herrera y Ascanio nació en Valencia del Rey, (Carabobo), el 04.10.1671 y murió en Caracas el 05.02.1730. Fue hijo de Agustín Nicolás de Herrera y Loaysa y de doña Isabel Mauricia de Ascanio y Correa de Benavides. Se casó en San Sebastián de los Reyes el 13.11.1691 con Juana Rosa de Mesones y Mendoza, nacida el 05.07.1674 en Barcelona, (Anzoátegui), y murió en Caracas el 09.04.1726. Fue hija de don Pedro de Mesones y Bárcenas y de María de Mendoza Sotomayor.

Herrera y Ascanio fue Maestre de Campo y Procurador general de Caracas en 1697, Regidor y Alcalde Ordinario de la ciudad en 1724 y como tal Gobernador y Capitán General interino de la Provincia de Venezuela, y uno de sus más ricos propietarios. De los datos aportados por el Dr. Herrera Vaillant se desprende que “Siendo Juez de los llanos, en 1723 (Herrera y Ascanio) llevó a cabo un censo ganadero de la provincia de Venezuela, en el que él mismo consta con un hato en el sitio de La Cruz, que procedía de don Luis de Mesones, que había sido muy cuantioso, pero se había deteriorado por las muchas desjarretadas que hacían en los llanos. Tenía 287 vacas y novillas, 25 toros y toretes, 49 caballos y yeguas, casa, corrales y sitio, más seis esclavos, entre ellos el mayordomo Luis de Mesones. De este lugar se llevó ganado al sitio de Santa Juana, donde Herrera fundó un hato. También tenía un sitio en Taguay, fundado hacía 22 años con ganado procedente de La Cruz, que tenía 57 vacas, 10 toros, 35 yeguas y caballos, un negro libre y otro esclavo que era el mayordomo Domingo Antonio Meneses. Otorgó testamento ante José Antonio Gascón el 25.01.1730”(..). El matrimonio Herrera – Mesones tuvo 19 hijos.

Podemos colegir que el hato Santa Juana es anterior a 1725, año en que el padre Chacín Soto fija la llegada de los primeros blancos criollos al sitio de Valle de la pascua y se ubicaron justo en el lindero norte del hato prenombrado de Herrera y Ascanio.

El hato tenía como límite norte el llamado camino real a la Nueva Barcelona, que a su vez era el lindero, también norte, del sitio de “La Vigía”, en Valle de la Pascua, llamado posteriormente “La Gonzalera”, fundo del canario tinerfeño capitán don Juan González Padrón. Por el lado este lo limitaba el río Quebrada Honda, por el sur el cerro Tucusipano y por el oeste el curso del río Manapire y el Otocuao. Es decir el área detentada por esta familia, cubría buena parte de los distritos Infante y Zaraza del estado Guárico. Por ello decimos que a este señor Herrera y su esposa, heredera del hato, se le pueden considerar como los primeros propietarios de de las tierras que, a partir de 1725, conformarían a la actual Valle de la Pascua.
Después de 1725 hubo otros propietarios, pero muy pequeños en comparación con los Herrera-Mesones y sus sucesores. Además, estos recién llegados se ubicaron al norte de la posesión del hacendado valenciano, como hemos señalado.

A la muerte de Herrera y Ascanio sus herederos vendieron lotes de terreno a los allegados a la zona que iban formando fortuna. La mayor de esa ventas, cuatro y media leguas, se la hicieron a don Pedro Joseph del Hoyo y Arzola, que incluía la parte Este de “La Vigía” y vastos territorios al sur de valle de la pascua entre ellos a “El Caribe” y “Jácome”. En 1754 testó la viuda de Del Hoyo y Arzola, doña Catherina Álvarez Guedes y Ávila del Barrio Feria (de Arzola), partiendo la propiedad entre los hijos, e hijas, todavía vivos, de un total de 14, que hubo en el matrimonio. (Nótese que ya la viuda no usa el apellido Del Hoyo, sino Arzola, a secas. Costumbre se mantiene hasta nuestros días).

Los vendedores estuvieron representados por Juan Manuel, Agustín Nicolás José y Carlos Francisco de Herrera Mesones (1705-1765). A este último se le designa en el testamento de doña Catherina como Dr. Carlos Herrera. Pero abundando en detalles nos apoyaremos en las notas genealógicas que me ha cedido el Dr. Antonio Herrera Vaillant que definen a este Carlos Herrera como “Presbítero y doctor, Canónico Magistral y Tesorero de la Catedral de Caracas, que obtuvo el grado de Doctor en Teología de la Universidad de caracas el 08.12.1730 y otorgó poder para testamento el 05.06.1761. Sacerdote.”(..).

Pero las ventas no pararon allí, pues Juan Manuel de Herrera y Mesones, (1712-1767), casado con Ana María Josefa de Rada y Soto, (1719-1768), y que entre sus muchos hijos se cuenta a Martín Eugenio de Herrera y Rada, (1754-1810), quien casó con María Teresa Rodríguez del Toro e Ibarra, (1765-1825), hija del tercer marqués del Toro, al igual que su padre también vendió una legua de tierra de Santa Juana a don Juan González Padrón. Un sobrino de Juan Manuel, llamado Nicolás Francisco de Herrera y (?), también negoció un lote con el mismo González Padrón. Estos datos están señalados en el documento probatorio que promovieron los herederos, (nietos), del capitán canario registrado en Valle de la Pascua en 1829, para demostrar la legitimidad de las compras y el acrecentamiento de la fortuna de su ascendiente, que por muchos años, debido a este documento, fue tenido como el fundador de la capital infantina, hasta que en 1969 el presbítero doctor Rafael Chacín Soto, en su libro Orígenes de Valle de la Pascua, op.cit., demostró que mucho antes de la venida del ilustre isleño, “Ya existía el “sitio” poblado por los Zamora Granado, Sánchez Sajonero, Requena, Quiroz, Charmel y otros”(..).

En 1791 ante la orden dada por el obispo Martí para que se creara la parroquia de Espino, don Martín Eugenio de Herrera y Rada pidió al obispo que se anexara su hato Santa Juana, en los límites del nuevo curato, al de Valle de la Pascua, pero monseñor no atendió la petición. En 1808 don Juan Manuel de Herrera (¿y Rada?) en un largo expediente de 50 páginas, pretende que su hato del sitio de “Manapire” sea separado de la jurisdicción de Chaguaramas y se anexe a Valle de la Pascua. Esta es la última referencia documental que tengo sobre la posesión del hato por esta familia, que evidentemente la venía vendiendo por lotes desde mucho antes.

En los párrafos anteriores sobre este tema de la propiedad de la tierra a los inicios de Valle de la Pascua como caserío disperso en la cuenca del río, o quebrada, de La Pascua hemos establecido –y vamos a iterar, para que quede definitivamente sentado- que antes de la llegada de los primeros habitantes provenientes del Orituco, en 1725, ya esas tierras tenían dueño, al menos todas las ubicadas al sur del “Camino Real a Barcelona”, que incluía al área denominada “La Vigía”, indistintamente también conocida posteriormente como “La Gonzalera”. Creo y sostengo, aún sin la documentación requerida en la mano, que el antiguo camino a Barcelona coincide con el alineamiento actual de la Calle Real, vía a Tucupido hacia el levante y a Chaguaramas hacia el poniente.

Una vez allegados los primeros habitantes buscaron la forma de legalizar su estancia. A los efectos citaremos el expediente promovido por don Carlos del Peral Velasco Cabello y de la Parra contra Gabriel Sánchez Sajonero y Joseph Zamora Granados, (cuñados), sobre un sitio de hato en Valle de la Pascua, según documento que se encuentra en el Registro Principal de Caracas, Civiles, página 14, año de 1726. El 21 de julio de ese año el capitán don Francisco Carlos de Herrera y Ascanio mediante documento autorizó a Joseph Zamora Granados para que poblara la aguada de Valle de la Pascua, en los siguientes términos, respetando la redacción: “Nos el capitán Franco. Carlos Herrera, vesino desta ciudad de Caracas, y Joseph Samora vesino de la de San Sebastián de los Reyes, decimos que Yo el dicho cap. Don Franco. Carlos de Herrera doy licencia para que se pueble la Aguada del Valle de la Pascua, que está en el camino Real a Barcelona, que viene del sitio de las Palmas, y Yo el dcho. Joseph Samora desde luego acepto la dcha. licencia y permiso que me concede el dcho. Don Franco de Herrera y confieso ser suias dchas. tierras que por hacerme buena obra me ha concedido dcha. licencia sin intereses ninguno y pa. que en todo tiempo conste lo firmamos oy veinte y uno de julio de mil sepos. y veinte y seis años”(..).

La redacción no deja dudas: el señor Herrera era el dueño de las tierras. La data de su tenencia se remonta al último decenio del siglo XVII, (los 1690s), cuando las obtuvo por herencia recibida por su señora esposa, doña Juana Rosa de Mesones y Mendoza, hija de don Pedro de Mesones y Bárcenas y de María de Mendoza Sotomayor, primeros dueños del hato Santa Juana (de la Cruz), que ya hemos descrito anteriormente.

Para los años 1740s comienza a aparecer en los documentos sobre tierras en el Guárico don Jacobo Ramírez de Salazar, tío de los Tovar Bañez y Ramírez, quienes heredaron casi todas o todas sus propiedades, que se extendían entre Altagracia de Orituco hasta la “Isla de Parmana”. Parmana al menos quedó en la familia por el lado de los Buroz, por lo menos hasta 1847, según datos que me aportó el Dr. Antonio Herrera Vaillant y Buxó-Canel.

Don Francisco Roque Díaz, el urbanista de Valle de la Pascua. Parte 1.

Francisco Roque Díaz arribó a Valle de la Pascua a mediados de 1788. Sustituyó en la parroquia al Pbro. Br. Domingo Lander, quien allí estuvo desde 1785 al desmembrarse la parroquia de Chaguaramas para crearse la correspondiente de La Candelaria, tal como lo había dispuesto, desde el verano de 1783, su Ilma. y Rvdma. Monseñor Mariano Martí, obispo de la provincia de Caracas, a la cual estaba adscrito todo el territorio del Guárico. Lander nunca se habituó a estos charamizales. En tres años nada hizo. Siempre rindió el sacrificio de la misa en la ermita de “bajareque y paja brava” del hacendado Juan González Padrón. El caserío estaba disperso, teniendo la mayor concentración de gente hacia el sur, en La Vigía, llamada también La Gonzalera. Pero eso no indica que Lander fuera inepto. Simplemente no le satisfacía un beneficio curado de tan poca monta. Mediante influencias de sus familiares en Caracas, se hizo nombrar capellán de las tropas del rey en la capital de la provincia. Allí fue donde pudo desarrollar todo su potencial y distinguirse hasta finales de la Colonia, en 1810, cuando le perdí los pasos. Fue Lander, entonces, el primer cura titular de la parroquia de La Candelaria. Monseñor Chacín Soto lo señaló como protopárroco.

Roque Díaz, en cambio, llegó recién graduado de doctor en los “Dos Derechos”, en la Universidad de Caracas, con 26 años de edad, directamente al llano y desbordando entusiasmo creador. En muy poco tiempo convenció a don Pedro Victores de la Cueba, justicia mayor y juez de tierras de Chaguaramas, para que le dejara desarrollar el urbanismo de Valle de la Pascua, en base a convenio que había firmado -autorizado por Mnsr. Martí- con Juan González Padrón en el cual éste cedía 78 parcelas para nuevos habitantes y una para la iglesia “en el Alto de los Pocitos” y otra para el cementerio, a cambio de que la parroquia le permitiera “a él y sus familiares hasta la cuarta generación ser enterrados en la Ygla”(..). Roque compuso los bosquejos urbanos fijando los lotes, el sitio de la plaza principal, el lugar para la iglesia y el cementerio; que por cierto, no fue construido sino hasta 1808, por el Pbro. Pedro Ruiz. En sus ordenanzas Roque y De la Cueba fijaron el ancho de las calles, su trazado en cruz con orientación norte-sur y levante-poniente, el cual todavía se conserva.

Víctores de la Cueba, en su carácter de representante del gobierno colonial, convenció a los blancos de los alrededores de Chaguaramas y de la quebrada de La Pascua para ocupar los lotes y así consolidar el núcleo urbano primigenio. Fueron cuatro los hombres que más influyeron mediante su empeño en el nacimiento de Valle de la Pascua: Monseñor Mariano Martí, Pbro. Dr. Francisco Roque Díaz, Juan González Padrón y Pedro Victores de la Cueba.

Dr. Roque Díaz primer gran dirigente de Valle de la Pascua. Parte 2.

En realidad Francisco Roque Díaz era el menor de una familia de doctores egresados de la Ilustrísima Universidad de Caracas. Según Héctor Parra Márquez la esquina caraqueña conocida como “Dr. Díaz” lleva ese nombre porque allí tuvo su bufete por muchos años el Dr. José Bernabé Díaz, hermano mayor de Roque. Fue Bernabé uno de los más connotados juristas de su época, perteneciente al grupo de Juan Germán Roscio y Miguel José Sanz. Fundador del Colegio de Abogados y Rector de la Universidad de Caracas en 1805. Ministro del Tribunal de Apelaciones. Cursó estudios en Santo Domingo donde obtuvo los grados de Bachiller, Licenciado y Doctor en Derecho Civil, títulos que le fueron revalidados en la Universidad de Caracas en 1785. Participó como abogado del gobierno en contra de Gual y España, con motivo de la conspiración contra el rey. Esto le valió ser nombrado Oidor de la Real Audiencia de Santo Domingo.

Desde los primeros momentos José Bernabé Díaz se incorporó al movimiento revolucionario iniciado el 19 de abril de 1810. La Junta Superior de Caracas lo nombró Ministro de Apelaciones. Por voto popular el pueblo de Caracas lo hizo Elector por Santa Rosalía, para que él, a su vez, votara en elecciones secundarias para diputado al Congreso que iba a reunirse en Caracas en 1811. Pero algo le hace cambiar de parecer y se involucra en la llamada “Conspiración de los Linares” en contra del nuevo régimen, que lo condena a la pena de muerte, conmutándosela posteriormente por destierro a Barcelona. (Para más detalles de su vida ver: Sitios, sucesos y personajes caraqueños, de Héctor Parra Márquez).

¿Pero qué relación conectiva hay entre Bernabé y el apostolado de su hermano Francisco Roque Díaz en Valle de la Pascua, en plena Colonia?. Muy sencilla: varios documentos demuestran que Bernabé era apoderado de Roque para hacer gestiones de per miseria, tanto ante las autoridades civiles como eclesiásticas.

Pruebas al canto: al iniciar sus contactos con don Pedro Víctores de la Cueba; teniente justicia de Chaguaramas, agrimensor de San Sebastián de los Reyes y juez de tierras; para asignar las 78 parcelas donadas por Juan González Padrón para urbanizar a Valle de la Pascua, Roque Díaz se hace asesorar con su hermano el abogado. Lo mismo hace cuando comienza los trámites para la construcción de la iglesia, pues debió presentar la matrícula eclesiástica e identificar a los feligreses “con posibles” y solicitar el permiso de construcción ante el obispo, en Caracas, cosa que hizo José Bernabé con éxito. En 1794, al terminar la iglesia, el cura recurrió ante su hermano quien en extenso documento pide al jefe de la Iglesia la autorización para que Roque consagre el templo a La Virgen de la Candelaria, trámite que hizo también con éxito.

Terminado el edificio y con el conglomerado ya urbanizado, gracias a la ayuda de De la Cueba, el Dr. Francisco Roque Díaz consideró terminada su obra en Valle de la Pascua y optó por el beneficio curado de El Sombrero, ganándolo. Allí estuvo de 1795 a 1802, cuando, inexplicablemente, pasó como coadjutor de un templo menor en Calabozo, donde murió en 1808 de caquexia hipocondríaca, según certificado médico. Tenía 46 años. Era un viejo para la época. Valle de la Pascua le debe a este religioso su estructura urbana y su nacimiento como ciudad, pero allí ni siquiera una plaza o callejón lleva su nombre.

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