La educación liberadora o popular y el nuevo espiritu moderno

Por  José Obswaldo Pérez
El proceso de transición de la educación colonial a la  educación republicana comenzó a gestarse en el siglo XIX (1811), con lo cual marca un nuevo momento histórico para la consolidación de la República. Desde sus inicios este periodo historiográfico se conoció como la Integración de la Gran Colombia, modelo de gobierno propuesto con la unión de la Nueva Granada y Venezuela y, posteriormente, con las provincias de Quito y Guayaquil. Durante este tránsito socio-político se marca el nacimiento de la  primera República y, en el lapso de fundación de la Patria, sus fundadores le atribuyeron un papel fundamental a la “instrucción pública”. Luego las constituciones bolivarianas, en especial la de Cúcuta y sus desarrollos legislativos ratificarían esta idea fija: La Educación era la llamada a transformar el viejo orden colonial a partir de la formación de una conciencia en el nuevo ciudadano para cristalizar en sus virtudes la utopía Republicana. Era la materialización del ideario moderno que pretendía transformar el viejo orden para lograr “la felicidad, el progreso, el bienestar” de la patria mediante la transformación de la población en “ciudadanos útiles”.
En la narrativa de estos discursos, se repetían las propuestas de los enciclopedistas y de la Ilustración; pero, en la práctica, con las dificultades para la fundación de un nuevo orden de iguales en una sociedad profundamente desigual; se asumiría con vida propia cuando se instituyera definitivamente la República de Venezuela (1830)[1]. En consecuencia, la endogénesis de este  pensamiento se halla en los discursos y  las posturas filosóficas de Simón Rodríguez, Miguel José Saz, Andrés Bello y Simón Bolívar[2], entre otros contemporáneos de la ilustración criolla que,  a la luz del razonamiento y el idealismo,  intentaron influir en nuevas prácticas pedagógicas en el país. Un revisionismo eurocentrista  animó e impulsó la noción de la educación como servicio público, como expresión de libertad y de derecho humano.  La Revolución Francesa de 1789 había influido en nuestros patricios venezolanos, a  través de documentos y textos  filtrados provenientes  de la Madre Patria.
En 1790, Miguel José Sanz pronuncia un discurso en el cual ridiculiza la enseñanza colonial y señala la necesidad de nuevos estudios, de fundar escuelas y de pagar maestros. Igualmente realiza una fuerte crítica a los mecanismos para iniciar al niño en la educación primaria, enfocándose en dos aspectos fundamentales: El primero,  en la enseñanza religiosa  y el segundo, en el  conocimiento de la lengua castellana. Sanz señala,  insistentemente,  la falta de pertinencia social y el extrañamiento que  vician al sistema educativo colonial. El hecho de que los párvulos comiencen a estudiar el latín sin tener el menor conocimiento de su propia lengua, de que se les instruyan conocimientos del todo inútiles:
 Creen que todas las ciencias se hayan contenidas en la Gramática  Latina de Nebrija, en la Filosofía de Aristóteles, en los Institutos  de Justiniano, en la Curia Filípica y en los escritos teológicos de Gonet  y Larraga  (...) Sin embargo, la decencia, según su opinión,  les impide seguir los trabajos de la agricultura y les hace tratar las artes mecánicas con el más soberano desprecio.
Estas posturas filosóficas,  en  materia de instrucción,  formarán  parte de la  república liberal naciente que concebía a la educación popular como un servicio público encaminado a la integración política y al control social, “configurándose como un servicio financiado con fondos públicos y secularizado, bajo la gestión de los poderes públicos y con finalidades definidas por los representantes de la nación[3].
El nuevo paradigma educativo nacional  propondría constituir una agrupación de individuos sometidos a un mismo poder político en un mismo territorio.  Es así, como  para las últimas décadas del siglo XVIII y primera del siglo XIX,  se notará la presencia de un grupo de universitarios, sacerdotes, funcionarios y maestros, preocupados por formarse y sacar a la  sociedad del oscurantismo en el cual se encontraba. Un  ejemplo  regional lo constituye el  prócer Juan Germán Roscio, abogado  y pensador guariqueño, quien  forjó dentro de la  ilustración y la reflexión religiosa una nueva actitud de repensar el pensamiento local influenciado por las  ideas eurocentristas  de la época[4]. La producción intelectual de Roscio tendrá una gran  influencia del empirismo inglés y del llamado El Círculo de Filadelfia (Estados Unidos de Norteamérica), cuyas ideas políticas se enmarcan en dos  categorías: en la emancipación mental y en la educación de la conciencia del pueblo (Gómez Castillo, 2009: 126).
Para Roscio, la educación fue un tema estratégico para la consolidación de la nueva república. En una oportunidad nuestro patricio guariqueño expresó a Santander en 1820 su opinión sobre las dificultades de la Independencia, manifestándole lo siguiente:
los republicanos franceses tenían una población de veinticinco millones y no obraban contra los franceses realistas con sólo la guillotina y el cañón; a la par de las armas marchaban los instrumentos de persuasión: un diluvio de proclamas, de gacetas, escritores y oradores ocupaban la vanguardia de los ejércitos, llenaban las ciudades, villas y aldeas; los teatros en todas partes, sin fusiles y bayonetas, declamaban contra la tiranía y a favor de la revolución y el republicanismo, y sin efusión de sangre aumentaba el número de republicanos” (Roscio, 1984:148).

Dentro de este proceso de transformación, modernización y construcción social se entablaron una serie de esfuerzos conducentes al cultivo de la razón, manifestando su rechazo a la ignorancia. Los patricios se propusieron desplazar las viejas creencias, suplantándolas por las ideas filosóficas propias de la razón científica, las cuales se convertirían en la base de las instituciones político-sociales, para garantizar la libertad, la igualdad y la propiedad.
El  fin  del  absolutismo desembarcará en esta plataforma de ideas,   las cuales  sirvió de base a las aspiraciones del mantuanaje  criollo para conseguir la emancipación  del imperio español.  Los criollos utilizaron todas las herramientas posibles, en  primer  lugar, la  construcción  de  una  estructura jurídica  y la utilización de medios impresos como estrategia nada desdeñable en  la arquitectura del  nuevo poder. Más  tarde,  logrado los  objetivos de romper el nexo colonial con España y superada la época de la guerra independentista, se plantea la necesidad urgente de educar al pueblo antes que adoptar un sistema de gobierno. La educación se convertía en el vehículo por excelencia para la construcción de esa nueva estructura de  nación y  nacionalidad. Una nueva epistemología del pensamiento brotaba de las cabezas de  los intelectuales y líderes políticos. Afianzar la conciencia y  la  memoria histórica se convirtió, también, en una herramienta necesaria para perpetuar el recuerdo de los Héroes de la Guerra de  la Independencia. La   narrativa del  texto de  historia nacional, a  través de la  pedagogía en esta centuria, se convertía en un medio muy importante para el reconocimiento del proyecto político en marcha y, por lo tanto, los historiadores y la  elite política consideraban necesario, reconocer los esfuerzos de los hombres más destacados, que habían sentado las bases de dicho proyecto  de país.  De esta manera se construye una mitología patria a través de una épica del discurso de nación.
Simón Bolívar, el Libertador, demostraba en sus escritos la comprensión que tenía en tomo a la educación. Bolívar  entendía   este dispositivo como un medio eficaz para superar las desigualdades y elevar los niveles de conciencia social e  histórica. En el Discurso de Angostura (15 de agosto de 1819) pedía al Congreso que priorizara la educación para formar ciudadanos, hombres y mujeres libres, sin la sujeción de la ignorancia y el dogma por los que España había dominado el Nuevo Mundo.
Argumentaba – el  Padre espiritual de la nación-, más que por las armas, por un  nuevo  hombre y  una nueva mentalidad  nacional  a fin de convertir el vasallo monárquico en un ciudadano Republicano. Afirmaba que debían sustituirse los valores divulgados por el absolutismo por valores de libertad, de la igualdad,  propiedad y  seguridad[5].  Apuntaba que  si en la colonia se formaba para ser vasallos y defender al monarca, en la república  el nuevo sujeto se formaría  para la autonomía política con la colaboración de las ciencias y técnicas liberales; por lo que la primera se fundamenta en la fe y el dogma medieval del derecho divino de los reyes y la segunda en la razón, con todas las consecuencias que una y otra cosa suponen en cuanto a los fines o  la  teleología: el uno tiene como referente a Dios y el otro al hombre.
En este sentido, Bolívar en su mensaje al Congreso de Angostura en 1819 refiriéndose a esa gran empresa de reconstrucción de una nueva mentalidad, dice lo siguiente: “Así Legisladores, vuestra empresa es tanto más ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del error y por incentivos nocivos ... la educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso: moral y luces son los Polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades” (Bolívar, 1984:175).
En las manifestaciones discursivas de los sucesos del 19 de abril de 1810 y del 5 de julio de 1811, la educación - por lo menos en las declaraciones públicas más importantes-, se constituyó en base fundamental para la formación de  un  nuevo sujeto  histórico, bajo el establecimiento y los preceptos de la República liberal,  mediante una educación que auspiciara las categorías de independencia, libertad e igualdad. De modo que, en la letra y en la acción, se desplegaron iniciativas de diverso tenor para instituir y auspiciar la instrucción pública en  las distintas provincias de la república.
Tanto para el bando patriota como el bando realista la educación se convirtió en una estrategia de persuasión a la causa, pero progresivamente se fue consolidando como un vínculo esencial para el fortalecimiento de la República. Inspirado en las ideas de la Ilustración, la educación en contexto de la República naciente buscaba la formación de ciudadanos para el ejercicio de su condición: libre, crítico y respetuoso de las leyes”.

 En más  de  doscientos años de vida republicana el tema educativo siempre estuvo  presente en la gestión y la política pública del Estado, y en las iniciativas individuales y colectivas de los venezolanos y venezolanas que entienden que, frente a otras opciones sociales, la educación es un factor esencial en el desarrollo cultural, político y material del pueblo de Venezuela. Así, de la mano del liberalismo decimonónico había de desarrollarse la escuela en el tiempo de la República, del que por demás el pensamiento del Libertador es tributario, con su fe en la ciencia y la técnica como propiciadores de progreso y civilización.   Pero, dentro de ellas estaban las bases del  nacimiento del pensamiento bolivariano, filosofía endógena que marcaba a la  Patria en su memoria colectiva.  Sin  embargo, el proyecto educativo bolivariano encontró dificultades para implementar un  sistema extendido de enseñanza debido a   la  crisis económica la cual  vivía  la naciente nación que surgía.
Según el discurso histórico de principios del siglo XIX, sólo una elite (política, económica e intelectual) tenían la capacidad de procrear una república, unas  instituciones modernas y en fin, un orden social que significara, en primer lugar (por lo menos teóricamente), la reivindicación del pueblo venezolano a través de la libertad y la justicia y; en segundo lugar, la construcción de una sociedad "civilizada", que se acercara al progreso experimentando por otras naciones del mundo, colocándose casi siempre como ejemplo las Europeas. Esta elite a la  que nos  referimos fue la de los patricios liberales. Aquella en la que se formó el cuartorepublicanismo, el  periodo más largo de la  historia contemporánea de Venezuela, después de la separación de nuestro país de la Gran Colombia (1831)
De modo que las ideas educativas que surgieron al calor de esta concepción, tenían la responsabilidad en la formación de determinados valores, tales como, la moral, el sentido de  pertenencia  o arraigo nacional. También estos valores fueron acompañados por otras cosmogonías ontológicas como la libertad, la igualdad, la civilidad, la democracia, el trabajo productivo, entre otros aspectos filosóficos, que son propios de la cultura moderna occidental. Las ideas racionalistas de la Ilustración y  el liberalismo como dispositivos ideológicos, también, fomentaría nuestro valor histórico por excelencia: la identidad nacional. Pero, su orientación hacia la figura del héroe – como  mito o el hombre predominante- dejó poco espacio protagónico a las masas.  La escuela y el  mito son temas de reflexión más adelante: el culto al héroe estuvo íntimamente ligado o relacionado con la fundación de la república y con la conciencia histórica nacional.
Para  sentar las bases  de la nueva república  y desarrollar una nación era necesario, entre otras cosas, crear  una conciencia histórica. Un  factor clave para que el naciente sujeto se identificara con los procesos económicos, sociales y políticos  con  la nueva república, lo cual se habían adelantado con la lucha emancipadora. Pero, además, con los esfuerzos que la elite dirigente y gobernante estaban poniendo o pretendía poner en marcha. La escolarización de la población y el ordenamiento discursivo fueron los fundamentos ideológicos para construcción de una arquitectura jurídica que estableció los marcos legales, administrativos y pedagógicos dirigidos a orientar el funcionamiento de aquel incipiente sistema educativo, vinculado con el nacimiento del Estado  y la nación venezolana[6].
Tal como sucedió en la elite político-económica latinoamericana, Venezuela, tras haber adoptado el pensamiento ilustrado europeo, concibió también esa misma necesidad axiológica. Pero, guardando las diferencias históricas y culturales, dichas elites pusieron todo su empeño para presentar el proyecto político-independentista como el que convenía a  sus intereses como sociedad; pero, para ello tuvieron que imponerse no sólo al ejército español, sino a toda la cultura que se gestó durante el período colonial, con sus grupos sociales y étnicos. Tres repúblicas sucumbieron durante este proceso de construcción de Estado-nación.




[1] Uzcátegui Pacheco, Ramón Alexander (2010).Itinerario legal de la instrucción pública en el proceso de gestación de la República de Venezuela (1810-1830). Caracas: Revista Anales de la Universidad Metropolitana. Vol. 10, Nº 2; pp.141-167
[2] GUZMAN, CESAR A (1990). Algunos ideas precursoras de la educación venezolana. Caracas: Revista de Ciencias de la Educación. Universidad Católica Andrés Bello. Año 1 - Número 2
[3] Zuluaga Garcés, Olga Lucía (Segundo semestre 1996- primer semestre 1997). De la educación estamental a la educación como servicio público. Universidad de Antioquia Revista Educación y Pedagogía
[4] NUÑO, JUAN (1990). La escuela de la sospecha. Nuevos ensayos polémicos. Caracas: Monte Ávila Editores, pp.125-132.
[5] Rincón Finol,  Imelda (Marzo, 2002). De una educación para la revolución hacia una revolución en la educación. Revista Utopía y Praxis Latinoamericana, año/vol. 7, número 016. Maracaibo: Universidad del Zulia, pp. 81-91
[6] ROJAS, REINALDO (2006, 17 de enero). Educación y nación: la formación del sistema escolar público  en Venezuela, primera mitad del  siglo XIX. Mérida ULA: Revista Heurística No.007,p.

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