El libro combina la precisión historiográfica con la fuerza poética. Las citas de Humboldt y de cronistas locales se entrelazan con imágenes literarias: la sal como moneda de la vida, la lanza como varita mágica que mide la sabana, el caballo como hermano de sangre.
Por José Obswaldo Pérez
En tiempos donde la memoria histórica suele quedar atrapada entre archivos polvorientos y caminos olvidados, Eduardo López Sandoval entrega una novela que es, al mismo tiempo, investigación, testimonio y metáfora. Donde Nació el Llanero se presenta como un viaje narrativo hacia el origen de una identidad que ha marcado la vida política, social y cultural de Venezuela y Colombia: el llanero.
La obra se abre con un recurso literario poderoso: el abuelo Alejandro Jesús y sus nietos, figuras que encarnan la transmisión oral de la tradición, se convierten en protagonistas de un diálogo intergeneracional. A través de ellos, el lector recorre caminos de polvo, extravíos históricos y encuentros con cronistas y sabios como Humboldt, Martí y Bolívar. El escenario central, el mítico Hato El Caimán, se erige como símbolo de nacimiento y extravío, un punto de referencia que la novela convierte en mito fundacional.
El libro combina la precisión historiográfica con la fuerza poética. Las citas de Humboldt y de cronistas locales se entrelazan con imágenes literarias: la sal como moneda de la vida, la lanza como varita mágica que mide la sabana, el caballo como hermano de sangre. López Sandoval logra que la historia se lea como una epopeya íntima, donde la geografía se convierte en destino cultural.
Más allá de la reconstrucción histórica, la novela introduce un elemento contemporáneo: la digitalización de la memoria. Blogs, correos electrónicos y redes virtuales se convierten en nuevos caminos para rescatar la identidad llanera. El “cable y el caballo” aparecen como metáfora de continuidad: tradición y modernidad cabalgando juntas.
En definitiva, Donde Nació el Llanero no es sólo una novela histórica. Es un manifiesto cultural que reivindica al llanero como neoetnia y como símbolo de resistencia. Su lectura interpela tanto a investigadores como a lectores comunes, porque recuerda que la identidad no se hereda únicamente: se busca, se confirma y se celebra.
