Ortiz-Calabozo: Historia de una carretera
Eduardo López Sandoval.
Al realizar una investigación para intentar ubicar el sitio actual del fundo El Caimán o La Guadalupe, (que es el lugar donde nada más y nada menos nació el llanero como etnia, cuestión que trataremos en entregas por venir), nos encontramos con importante información que es de capital trascendencia en estos momentos de la construcción del tren que une a Calabozo y Ortiz por los mismos espacios de la actual carretera. Los momentos primeros de esta carretera, que une estos anchos espacios llaneros, por donde no había vía en el primer tercio del siglo pasado, son descritos así por LA MISIÓN ITURBE A LOS LLANOS DEL GUÁRICO”, que en un informe que hace de la excursión medico-científica que se realizó en mayo de 1927, dice: “Muy avanzado el medio día abandonamos a Ortiz para de allí a poco, en “Los Dos Caminos”, equivocar el nuestro, tomando por la abandonada vía que conduce a Calabozo, vía del Rastro y perdiendo las ventajas de la magnifica carretera de los Llanos, (…)”.
Narraremos las vicisitudes del paso de los primeros vehículos de motor por esta frontera de los Llanos colombovenezolanos. La “magnifica carretera de los Llanos”, -como textualmente lo dice el Informe Iturbe-, era pasando por El Sombrero. Sin embargo, la Comisión médica, por equivocar el camino, siguieron por la orientación por donde es hoy la carretera que une a Dos Caminos con Calabozo, que es exactamente por donde se construye el tren, por donde no había vía, menos para vehículos con motor. Pero antes, antes de que existieran carreteras y carros de motor, por este camino de caballos y mulas, habían transitado el Obispo Mariano Martí y el sabio Humboldt. También pasaron, y narraron sus viajes, Ramón Páez y Friedrich Gestäcker, y de eso estaremos hablando en sendas entregas por estos mismos espacios impresos.
En las labores de búsqueda del sitio del Fundo El Caimán, lugar donde el sabio Humboldt registró la existencia de esta nueva etnia llamada llanero, (sitio de hato que por cierto aún no ubicamos), realizamos entrevista al Señor Coco, conocedor de la zona y habitante del poblado de Los Matafrailes. Y nos contó Coco que su abuelo, muerto hace poco octogenario, le narró que su abuela –la abuela del anciano-, le había contado a su vez, “que ella vivía en lo que es hoy el Hato La Cueva , y que allí llegaban en esa época de enfermedades muchos hombres enfermos, que ella les daba de comer y los atendía en su enfermedad en el chinchorro de un cuarto, que la mayoría moría, que quien se salvaba seguía su camino por el llano, y que cuando se morían ella los enterraba en un sitio del hato, en un cementerio creado por ella para los viajeros enfermos, que eran sin familia y sin destino, porque no iban a ninguna parte, huían de la muerte y la muerte los alcanzaba en el Hato junto a ella. Entonces la abuela de mi abuelo les colocaba piedras arregladas para identificarlos, por si acaso algún familiar venía buscando alguno de ellos. Las piedras colocadas en flecha marcaban la tumba del indio aquel que decía que no era indio, las piedras con forma de casco recordaban al negro que llegó en un burro... Y que nunca algún familiar buscó a un muerto” . Este cementerio marcado por estas piedras, que marca un capítulo de la historia del Llano que no se ha escrito, corre el peligro de ser borrado por la construcción del tren de marras. La huella puede ser borrada.
Razones suficientes para que planteemos a los organismos oficiales a cargo de esta importante construcción, que se haga la historia de esta carretera. La historia de los nombres de los sitios. La historia de los sitios viejos que dejaron de ser, y la historia de los que aún son, …y por qué. Este estudio serviría para todos los extremos de la ciencia, la geografía, la antropología, la historia, la arqueología, la medicina, por ejemplo, especialmente para reafirmar nuestra identidad de llaneros. Imaginémonos, dentro de un lustro, que en un placentero viaje en tren, que cruza la sabana de palmas llaneras, y de garzas blancas, y corocoras rojas, y que el tren disminuya la velocidad, y la operadora con graciosa voz dice: “Estación Fundo El Caimán”.
El Caimán es el fundo pecuario que el Obispo Mariano Martí visitó en su afamada visita pastoral del siglo XVIII, que está ubicado en mitad del camino de Ortiz a Calabozo, que fue el lugar donde Humboldt, veinte años después, describe a esta nueva etnia para el mundo. Interpretamos nosotros que el Sabio le expidió la Partida de Nacimiento al llanero como etnia en el Fundo El Caimán. A la expedición de la Partida de Nacimiento del llanero como etnia por parte de Humboldt, le damos nosotros el mayor sentido metafórico, invitamos a Usted para que también le dé esta lectura poética a la obra VIAJE A LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE, Traducción de Lisandro Alvarado, Tomo III, Ediciones del Ministerio de Educación, 1956. Páginas 178 y siguientes.
Humboldt hace una descripción del llanero que resultó ser la partida de nacimiento de esta nueva etnia para el mundo: “El ganado, toros, caballos y mulos, (…): vagan libremente en una extensión de varias leguas cuadradas. No hay cercas en ninguna parte. Hombres desnudos hasta la cintura y armados con una lanza recorren las sabanas para ojear los animales, recoger los que se alejan demasiado de los pastos del hato, marcar con un hierro encendido todo lo que no tiene aún la marca del propietario. Estos hombres pardos, designados con el nombre de peones llaneros, son unos libres o manumisos, otros esclavos. No hay raza más de continuo expuesta a los ardores voraces del sol de los trópicos. Se nutren con carne desecada al aire y escasamente salada. Aun sus caballos comen a veces de ella. Siempre sobre la silla, creen que no pueden hacer el menor camino a pie…”