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FIESTA, DISCURSO Y PUEBLO (I)

Venezuela respiraba una paz supina. Gobernaba un hombre de carácter autocrático y de firmeza dura. El general Juan Vicente Gómez, el gerdamen necesario, cuyas manos guante se extendían hasta pueblos tan olvidados como Ortiz, a través de sus jefes civiles y hombres de confianza. Hubo gente que celebraba la ideología del régimen, cuyas consignas políticas eran: Orden, Paz y Progreso. Propaganda servida para alimentar a sus camaleones locales en su adhesión al gobierno y al oportunismo político de turno.
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Por José Obswaldo Pérez A COMIENZO DEL SIGLO XX, el escenario musical del pueblo de Ortiz era testigo de un período de abandono y muerte cultural. Las enfermedades palúdicas, finales de la centuria pasada habían dejado sus heridas en la población. Casi habían borraron del ambiente las expresiones artísticas formado en la época anterior. Muy pocos músicos, nativos o venidos de otras regiones, sobrevivieron a la hecatombe dejada por las epidemias y los destrozos de la Guerra Federal. Los que se habían quedado, al poco tiempo, abandonaron la ciudad con el rastrojo de la endemia palúdica en los corazones. Sin embargo - por la resistencia de unos -, la población se negó a morir. Pero, el pueblo que llegó ser bautizado como La Rosa de los Llanos por su apogeo económico y cultural era sólo ruinas, casas abandonadas y una bibliografía necrológica sumergida detrás de la leyenda negra del oscurantismo y el aislamiento gomecista. Venezuela respiraba una paz supina. Gobernaba un hombre de carácter autocrático y de firmeza dura. El general Juan Vicente Gómez, el gerdamen necesario, cuyas manos guante se extendían hasta pueblos tan olvidados como Ortiz, a través de sus jefes civiles y hombres de confianza. Hubo gente que celebraba la ideología del régimen, cuyas consignas políticas eran: Orden, Paz y Progreso. Propaganda servida para alimentar a sus camaleones locales en su adhesión al gobierno y al oportunismo político de turno. Sin embargo, la resistencia de unos hombres aún apegados al régimen del stablisment siempre dejó espacio, como herencia de su época de oro, para las grandes fiestas y, por su puesto, para la música. En esa lucha y perseverancia los habitantes del pueblo pudieron mantener sus fiestas oficiales y religiosas. En 1910 la comunidad había organizado una recoleta para la adquisición de un armonio para la iglesia y las fiestas patronales eran amenizadas por la banda calaboceña que dirigía el profesor Gregorio Ascanio, nativo de Guatire, estado Miranda. Ascanio tocaba bandolina, guitarra y armonio; además, era escritor de música religiosa. En esa misma época, José Ángel Bosch Landa, distinguido intelectual villacurano, vino a Ortiz, con la idea de establecer en esta ciudad un plantel educacional, con el apoyo de José de Jesús Trujillo, según lo informaba el periódico El Imperial de Villa de Cura. Bosch Landa fue profesor de música, junto con Pedro Oropeza Volcán, oriundo de Guardatinajas y autor del famoso vals “Claro de Luna”, según Adolfo Rodríguez. Por ese tiempo, también, el general y doctor Roberto Vargas Díaz – nativo de Ortiz-, había sido nombrado presidente provisional del estado, el 31 de agosto de 1909. Durante su gestión de gobierno deja fundada la Banda Roscio, que dirigió el orticeño Manuel Antonio Piñero, hijo adoptivo de Rudesindo Piñero y de una señora de apellido Becerra. Según, Darío Laguna en su trabajo La Música en El Sombrero señala que fue “un músico de muchos conocimientos, quien inició jóvenes en el estudio de la música. El maestro ejecutaba varios instrumentos y era, además, compositor. Dejo varias partituras con sus composiciones musicales, que han desaparecido” (1989:74-75). Manuel Aquino, Cronista de El Sombrero, afirma que fue un hombre de una gran personalidad, promotor de los estudios musicales en la ciudad de Mellado. Llegó a esa localidad a finales del siglo XIX como Contador Público y ocupó diferentes cargos de la administración local. Fundo una escuela para enseñar teoría, solfeo y tocar piano, armonio y otros instrumentos. Fue maestro de Prudencio Isáa, uno de los músicos universales de la Historia Contemporánea de Venezuela, oriundo de la población sombrereña. Además, se le conoce como el arreglista del Himno del estado Guárico. “Manuel Antonio Piñero – creámosle a don Manuel Aquino – fue, en toda la cabalidad de la palabra, un profesor de música”. Cuenta Aquino una anécdota que, una vez, en un concierto en Tacarigua, estado Aragua, a Piñero se les fueron rompiendo las cuerdas de su violín, quedándole una sola, con la cual termino su presentación" ( Entrevista Personal, Octubre 10,1999). Murió como los elefantes, volviendo a su pueblo de Ortiz, donde falleció el 12 de diciembre de 1912. El Concejo Municipal le rindió un merecido homenaje en su deceso. Después de la muerte de Piñero, sucedió la dirección de la Banda y la Escuela Filarmónica, el intelectual Juan Marrón Cabrera, quien fue violinista y periodista local. En 1914, paso su dirección al profesor Pedro Oropeza Volcán, quien fue muy reconocido por la aristocracia orticeña representada por las familias Rodríguez, Rodríguez Sierra, Marrón Cabrera, Toro Meléndez, Meléndez Roscio y entre otras. Los bailes y los agasajos de las luces del pro-gomecismo contrastaban con la otra realidad que vivía el pueblo de Ortiz: su pobreza humana.

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