Históricamente, este antiguo vecindario del municipio Ortiz surgió como un área cercana al Hato San Pablo de Paya, hacia la primera década del siglo XIX . El nombre del lugar es un legado de los africanos traídos durante la trata esclavista a Venezuela. Especialmente, el vocablo es originario de los negros mandingas.

José Obswaldo Pérez
Alrededor de Mesa de Paya, en la región histórica del pueblo de Ortiz, surgió, espontáneamente y dentro del propio espacio geográfico, un caserío rural formado por “gente de color”, descendientes de esclavos negros. El nombre de este caserío es Cumbito, el cual se ubica en una posición astronómica de latitud 9 32' 08'' y una longitud de -67 17' 14''. Se trata de una comunidad rural enclavada – geográficamente- en un banco de sabanas al suroeste de la población orticeña, a menos de 10 km de este centro urbano, cerca del fundo La Ceiba. Esta área ocupa una extensión aproximada de 32,6 kms, en una zona orográfica perteneciente a la depresión llanera y la serranía interior. Geológicamente, esta área está compuesta por rocas de origen sedimentario, en su mayor parte, que se transformaron durante el terciario y cuaternario, aflorando en las formaciones Riecito y Quebradón, e intersectan al Caño Antonio Pérez. Hidrográficamente, se encuentra entre los ríos Paya y Guárico.
Un paisaje vegetal de llanura que va desde las Galeras de Ortiz hacia el sur de los llanos, conbinado con relieve piemontano, con abundante palmeras y una gran variedad de especies animales. Para el censo Nacional de 1961, Cumbito poseía 12 viviendas y en 1971 tenía 117 habitantes y 20 viviendas, entre las cuales había 18 ocupadas y dos desocupadas.
Históricamente, este antiguo vecindario del municipio Ortiz surgió como un área cercana al Hato San Pablo de Paya, hacia la primera década del siglo XIX . El nombre del lugar es un legado de los africanos traídos durante la trata esclavista a Venezuela. Especialmente, el vocablo es originario de los negros mandingas. En el país, los cumbes han sido considerados por la historiografía como espacio de “resistencia africana”. Este concepto surge de la antropología para tratar de definir el fenómeno del cimarronaje en las provincias hispanoamericanas: esclavos rebeldes huidos de los hatos y haciendas agrícolas, pese a la represión de sus amos y/o de las autoridades provinciales. También, en nuestro Llanos, predominó la denominación "rochela" para designar, en la época provincial, a los caseríos de negros, indios, sambos, mestizos, pardos y blanco fugitivos (Rodríguez, 1994). Estos espacios eran habitados por estos grupos sociales que acosaban a los centros poblados, haciendas y hatos; se dedicaban al contrabando, el abigeato y la sustracción de víveres (Carrasquel 1946, Mendoza, 2005). Un fenómeno sociocultural que prevaleció en muchas localidades del hoy estado Guárico del siglo XVIII, como una expresión de “resistencia cultural” ante el vasallaje de los colonizadores europeos.
Un lugar de reunión
Desde el punto de vista toponímico, Cumbito es un historiotopónimo o/y ecotopónimo dentro de la denominada clasificación taxonómica. También, como hemos subrayado, su nombre es proveniente de la lengua mandinga que significa "lugar de reunión, grupo o asiento de negros" (Salazar Quijada, 1991). Aunque es un término bastante polisemántico y polémico por las diversas interpretaciones que se le dan, en nuestro caso, nos referimos a un diminutivo hispanizado de Cumbe (Kumbe, Nkumbi), cuyo significado procede de un baile africano originario de la Guinea continental española. A su vez, la voz kumbe (nkumbi) significa tambor (Ortiz, 1985: 184; Álvarez D´ Armas, 2005).
Sin embargo, Álvarez D Armas (2005) citando a Fernando Ortiz señala que la palabra Cumbito deriva de la raíz kumb, la cual se encuentra muy difundida en el oeste africano y que, en Venezuela, “llamamos cumbe, a las comunidades fundadas por los esclavos liberados…”. Por otra parte, el investigador agrega que el especialista en idiomas africanos en América, William W. Megenney, apunta los siguientes sinónimos para el referido término: Cumbe (s.), palenque, quilombo, escondite; y, seguidamente, sitúa la voz cumbe como un verbo en los idiomas Fang: kumbe. Shona: kumbe. Bambara: kumbé, cuyas inferencias podrían ser:agruparse, estar reunidos,encontrarse con, entre otras interpretaciones lingüísticas (Megenny,1983; 119).
A parte del Cumbito ubicado en la Mesa de Paya de Ortiz, también, con este mismo nombre, se conoció en la actual parroquia de San Francisco de Tiznados, un sitio en 1791, propiedad del ganadero Felipe Urbina. Del mismo origen existe en San José de Tiznados un vecindario con el nombre de Cumbote (actualmente conocido como Cumbote I y Cumbote II) que, en bantus, significa "rana". Es una variante de Cumboto y, a su vez, proviene de Cumbo o Cungo (voz mandinga, de etnia africana), que significa " lugar apartado, heredad". Edler (1997;p.34) señala que los vocablos Cumbe y Cumbo son aportes de las etnias mandiga y fang, procedentes de las sacas de esclavos de las regiones del antiguo Sudán y del África Ecuatorial, respectivamente.
Está muy claro que el topónimo Cumbito se extiende por otros lugares de Venezuela, especialmente en Guárico y Aragua. E igualmente en otras partes del mundo. Por ejemplo, en Guinea-Bissou se halla un pueblo con el nombre Ponta Cumbito y una población en Angola.
Huellas de africanía
Al indagar sobre este espacio orticeño hemos podido encontrar el surgimiento de un valioso legado cultural que sobrevive en la actualidad. Esto demuestra que la presencia africana en Ortiz y sus parroquias, durante el período provincial y poscolonial, se manifiesta -hasta hoy-, en lo que hemos denominados huellas de africanía. Una definición que interpreta los hechos históricos de los afrodescendientes, a través de su legado y sus iconos. La definición es, también, conocida como “cadenas de asociaciones icónicas”, cuyo axioma nos permite situarnos en el lenguaje de las imágenes, tal como ha sido planteado por el científico social Gregory Bateson. Sus ideas, a su vez, podrían relacionarse con el concepto de “orientaciones cognoscitivas” propuesto por Sidney Mintz y Richard Price, para aproximarnos a los problemas de la evolución de las culturas afroamericanas. Todo este tema, también, ha sido bien desarrollado por los antropólogos colombianos Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha, quienes han abordado esta tesis a partir de los procesos de reintegración étnica ocurridos a raíz de la trata esclavista desde el siglo XVI, cuando gente de igual o similar procedencia volvió a encontrarse en escenarios distintos a los de su cotidianidad africana (Friedemann, 1993)
Según estos autores los procesos de reintegración étnica constituyen la génesis de nuevos sistemas culturales afroamericanos en regiones como Venezuela, que debían haberse iniciado tan pronto se juntaran las primeras víctimas de la trata esclavista con nuestros espacios llaneros. La dinámica interétnica de esta génesis ha sido discutida por Mintz y Price (2012) con relación a la diáspora africana y sus relaciones análogas, como parte de una propuesta para explicar la teoría sobre el control cultural en la formación de grupos étnicos diferenciados, también referidas a culturas negras, examinadas por Bonfil Batalla (1987) y denominativas por ese autor como etnogénesis, para describir la dinámica de las relaciones interétnicas.
Al entender a Cumbito como parte de un sistema cultural producto de un proceso de reintegración étnica es uno de los aspectos que juzgamos fundamentales a la hora de demostrar la urdimbre integradora entre geografía cultural y las diversas cosmovisiones en la comprensión de la perspectiva geohistórica de la influencia de los afrodescendientes en las relaciones entre hombre y espacio. Demostración esta que se observa en esta comunidad, ya que en su etnohistoria guarda mucha relación con su nombre y el grupo étnico que lo habita. Algunas de sus múltiples manifestaciones culturales son el resultado de ese intercambio del mestizaje (o meeting pot) que se distingue en las zonas rurales provenientes de los caseríos enclavados en estos bancos de sábanas. Un ejemplo de sus expresiones culturales más resaltantes son las fiestas de violín, el tradicional culto a la Cruz de Mayo, en la que se celebran velorios, danzas y juegos como la Marisela; así como las festividades a Nuestra Señora del Carmen y, en un tiempo no muy lejano, las de San Juan Bautista.
Entre los bailorios, la danza de la Marisela es una festividad mestiza que consiste en un “baile de adivinamiento” que recuerda a las sambas de origen africano o afroantillano. El baile radica en una danza trémula en la que una persona se disfraza de cualquier cosa y empieza hacer piruetas y a cantar bambas y recoger prendas. Las bambas, según el investigador Arturo Álvarez D’ Armas, son “cuartetas recitadas en los velorios de santos en los llanos centrales”. En otras palabras, las bambas son sucesiones de coplas con pie forzado y sobre un mismo tema.
En el Cumbito de Ortiz, las bambas – tal como nos los ha explicado Álvarez D’ Armas -llevaban un sentido satírico y de jocosidad, a fin de colocarle “esa pimienta de humor para mantener el grado de ánimo necesario en la concurrencia”. Dice nuestro citado autor que el término Bamba viene del quimbundu Mbamba; es decir, es una palabra de origen bantus. Un ejemplo de estas cuartetas recogidas en Cumbito es la siguiente:
“Marisela se perdió su madre/
la anda buscando calle arriba/
y calle abajo/
y Marisela bailando
Tú eres una garza blanca
arriba de un alcornoco
a ti nunca te faltarán
piojos, lagañas y mocos”
El baile sigue. La Marisela recoge las prendas y luego se realizan las penitencias para devolverlas. Se enciende una vela y la Marisela dice:
A la una el reloj y la fortuna,
a las dos la campana y el reloj,
a las tres esta prenda de ¿quién es?...
que se quema, que se quema
La dueña de la prenda tiene que hacer lo que Marisela inventa para recuperar su prenda.
Fernando Rodríguez, Cronista Municipal de Ortiz, recoge en un artículo que, entre las Mariselas más famosas de Cumbito, encontramos a: Juan Arana, Remigio Tovar, Nelson Díaz y Panchito Ascanio, este último ya fallecido. Igualmente, el autor se refiere a otros juegos tradicionales en los bailorios de Cruz, entre los que cita La Tortuguita y El Brujo. Todas estas manifestaciones constituyen algunos "rastros difuminados" o "huellas de africanía" de culturas afrodescendientes. Rasgos de una “cultura híbrida americana” que influyó en la formación histórica de la cultura en nuestras localidades rurales (Bastide, 1969; p.51; Marcano Jiménez, 2001; pp.58-59). En el presente, algunas de estas festividades y bailes de esta localidad fueron declarados Patrimonio Nacional por el Instituto de Patrimonio Histórico de la Nación, en el año de 2005[7].
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