Virtudes en las Sombras
Por Daniel R Scott
Hojeando los libros y leyendo los grandes titulares de los periódicos de circulación nacional e internacional, a diario nos enteramos de la existencia benefactora de seres que se engrandecieron dando un aporte benéfico a la sociedad, o de personas que se destacaron en cualquier otra actividad propias de su vocación, ya sea en lo político, cultural, científico, artístico, etc. Tenemos de todo: estadistas como Wiston Churchill, Primer Ministro de Inglaterra durante los feroces días de la Segunda Guerra Mundial; grandes cristianos como Charles Spurgeon, quien enseñó a la gente una nueva manera de vivir basado en la fe; pacifistas como Gandhi, quien logó la independencia de la India guiado por los postulados eternos de la No Violencia; científicos como Einstein, quien asombró al mundo con su Teoría de la Relatividad; piadosos como la Madre Teresa de Calcuta, quien dedico décadas a dignificar la vida de los más pobres entre los pobres; escritores como Gabriel García Márquez, quien se gano el Premio Nóbel de Literatura 1982 y pare usted de contar. A veces se trata ( que tristeza) de pobres personajes plásticos o de hojalata de falso brillo, los de la llamada "farandula internacional" que poco o nada dejan de positivo a sus lectores. Sin ofender a nadie ni herir susceptibilidades yo me digo: ¿Que me puede importar a mi que a la actriz fulana o mengana se le haya roto sus medias pantys en la alfombra roja o que una brisa traviesa le descubra a los fotógrafos su ropa interior? Esto último solo refleja estupidez y banalidad pues se trata de un mundillo de plástico que finalmente nihilíza y mata a sus habitantes.
Sin quitar el mérito al a quien lo merece, yo me pregunto: ¿Y que de la gente sencilla, honesta anónima, que jamás sale en los medios de comunicación pero que son personas de admirar por sus pequeños aportes de bien y rectitud en sus espacios vitales? Individuos que vienen y se van sin que nadie se percate de su estadía en este mundo. Estos conforman una sociedad de arquitectura social sólida y sana. Ciudadanos sin apellido ni abolengo pero cuya existencia son una bendición para la patria. ¿Por que el periodista y el público en general no entran al hogar humilde del padre de familia que lucha con espíritu íntegro para mantener una familia numerosa y reseña sus luchas, sueños e ideales? Algunas lecciones prácticas se darían a conocer ¿Por qué no se va a la fabrica y se le pregunta al obrero cual es su visión de la vida, su dolor, su pasado? Hombres de una sabiduría natural que no pudo ser cultivada por no tener acceso al estudio. ¿Y que del hombre de nuestros campos cuya inteligencia es dilatada, abundante y frondosa como los árboles del llano? ¿Por que no nos percatamos de que hay gente sin letras capaces de multiplicar con espíritu grande y generoso actos de filantropía que es lo que da color, sabor y sentido a la vida cotidiana? Después de todo, lo usual es movernos en esa vida cotidiana de la gente común y corriente y no en los laboratorios donde se intenta hallarle cura a las enfermedades que afligen a la humanidad. ¿Será que la virtud no tiene carácter noticioso y el mal sí? ¿Es más lucrativo hablar de un asesinato que de la madre que se desvela y ora por su hijo enfermo?
Recuerdo cierta vez que una tormenta arreció y me dejo atrapado en un lugar donde me era difícil guarecerme de la lluvia. Brillaba el relámpago y retumbaban los truenos. Si me quedaba allí me mojaría, pero si me iba me anegaría mucho más. No hallaba que hacer. De repente, de una humilde casa del otro lado de la acera, una señora me hizo unas señas desde la entrada que no pude comprender. De repente salio un joven con una sombrilla y se llego a donde yo estaba. "Venga a casa que se va a mojar" me dijo, invitación esta que yo acepte con vacilación. ¿Un desconocido auxiliándome? No lo creo. Es que eso no se ve ya para estos días. ¿Qué se traerá entre manos? Una vez dentro del cálido hogar (no era un palacio ni una mansión) se me ofreció una taza de café e inicie una amable conversación con una sencilla familia que desconocía por completo pero que tuvo el pequeño acto de caridad de no permitir que la lluvia me dejara goteando barro y agua. Este gesto: ¿es material digno para ser reseñado por las rotativas? Por supuesto que no, pero creo que quien es capaz de llevar a cabo un sencillo acto de bondad a la sombra del anonimato es capaz de beneficiar a la humanidad si se le ofreciera la oportunidad de ocupar altos cargos.
Soy partidario de que se levantara un grupo de profesionales civilistas que pueda de crear y redactar un diccionario biográfico narrando la vida del hombre desconocido pero virtuoso cuya existencia tenga algo que decirnos a nosotros y, sobre todo, le hable a esas luminarias fugaces que llegaron a la cúspide pero cuyas vidas cesaran cuando cese su efímera belleza. Porque la belleza física finalmente será echada por tierra por los años pero la belleza de la virtud trasciende el tiempo.
26 Julio 2010
Hojeando los libros y leyendo los grandes titulares de los periódicos de circulación nacional e internacional, a diario nos enteramos de la existencia benefactora de seres que se engrandecieron dando un aporte benéfico a la sociedad, o de personas que se destacaron en cualquier otra actividad propias de su vocación, ya sea en lo político, cultural, científico, artístico, etc. Tenemos de todo: estadistas como Wiston Churchill, Primer Ministro de Inglaterra durante los feroces días de la Segunda Guerra Mundial; grandes cristianos como Charles Spurgeon, quien enseñó a la gente una nueva manera de vivir basado en la fe; pacifistas como Gandhi, quien logó la independencia de la India guiado por los postulados eternos de la No Violencia; científicos como Einstein, quien asombró al mundo con su Teoría de la Relatividad; piadosos como la Madre Teresa de Calcuta, quien dedico décadas a dignificar la vida de los más pobres entre los pobres; escritores como Gabriel García Márquez, quien se gano el Premio Nóbel de Literatura 1982 y pare usted de contar. A veces se trata ( que tristeza) de pobres personajes plásticos o de hojalata de falso brillo, los de la llamada "farandula internacional" que poco o nada dejan de positivo a sus lectores. Sin ofender a nadie ni herir susceptibilidades yo me digo: ¿Que me puede importar a mi que a la actriz fulana o mengana se le haya roto sus medias pantys en la alfombra roja o que una brisa traviesa le descubra a los fotógrafos su ropa interior? Esto último solo refleja estupidez y banalidad pues se trata de un mundillo de plástico que finalmente nihilíza y mata a sus habitantes.
Sin quitar el mérito al a quien lo merece, yo me pregunto: ¿Y que de la gente sencilla, honesta anónima, que jamás sale en los medios de comunicación pero que son personas de admirar por sus pequeños aportes de bien y rectitud en sus espacios vitales? Individuos que vienen y se van sin que nadie se percate de su estadía en este mundo. Estos conforman una sociedad de arquitectura social sólida y sana. Ciudadanos sin apellido ni abolengo pero cuya existencia son una bendición para la patria. ¿Por que el periodista y el público en general no entran al hogar humilde del padre de familia que lucha con espíritu íntegro para mantener una familia numerosa y reseña sus luchas, sueños e ideales? Algunas lecciones prácticas se darían a conocer ¿Por qué no se va a la fabrica y se le pregunta al obrero cual es su visión de la vida, su dolor, su pasado? Hombres de una sabiduría natural que no pudo ser cultivada por no tener acceso al estudio. ¿Y que del hombre de nuestros campos cuya inteligencia es dilatada, abundante y frondosa como los árboles del llano? ¿Por que no nos percatamos de que hay gente sin letras capaces de multiplicar con espíritu grande y generoso actos de filantropía que es lo que da color, sabor y sentido a la vida cotidiana? Después de todo, lo usual es movernos en esa vida cotidiana de la gente común y corriente y no en los laboratorios donde se intenta hallarle cura a las enfermedades que afligen a la humanidad. ¿Será que la virtud no tiene carácter noticioso y el mal sí? ¿Es más lucrativo hablar de un asesinato que de la madre que se desvela y ora por su hijo enfermo?
Recuerdo cierta vez que una tormenta arreció y me dejo atrapado en un lugar donde me era difícil guarecerme de la lluvia. Brillaba el relámpago y retumbaban los truenos. Si me quedaba allí me mojaría, pero si me iba me anegaría mucho más. No hallaba que hacer. De repente, de una humilde casa del otro lado de la acera, una señora me hizo unas señas desde la entrada que no pude comprender. De repente salio un joven con una sombrilla y se llego a donde yo estaba. "Venga a casa que se va a mojar" me dijo, invitación esta que yo acepte con vacilación. ¿Un desconocido auxiliándome? No lo creo. Es que eso no se ve ya para estos días. ¿Qué se traerá entre manos? Una vez dentro del cálido hogar (no era un palacio ni una mansión) se me ofreció una taza de café e inicie una amable conversación con una sencilla familia que desconocía por completo pero que tuvo el pequeño acto de caridad de no permitir que la lluvia me dejara goteando barro y agua. Este gesto: ¿es material digno para ser reseñado por las rotativas? Por supuesto que no, pero creo que quien es capaz de llevar a cabo un sencillo acto de bondad a la sombra del anonimato es capaz de beneficiar a la humanidad si se le ofreciera la oportunidad de ocupar altos cargos.
Soy partidario de que se levantara un grupo de profesionales civilistas que pueda de crear y redactar un diccionario biográfico narrando la vida del hombre desconocido pero virtuoso cuya existencia tenga algo que decirnos a nosotros y, sobre todo, le hable a esas luminarias fugaces que llegaron a la cúspide pero cuyas vidas cesaran cuando cese su efímera belleza. Porque la belleza física finalmente será echada por tierra por los años pero la belleza de la virtud trasciende el tiempo.
26 Julio 2010