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El lado oscuro de una epopeya

No odio a aquellos a quienes combato / Ni amo a quienes resguardo", reza un célebre verso del laureado poeta irlandés W.B.Yeats -"Those that I fight I do not hate / Those that I guard I do not love - que bien podría ser el lema regimental de tantos irlandeses que vinieron a morir a las actuales Venezuela y Colombia y de quienes tan poco sabemos los contemporáneos.
EL MUNDO

IBSEN MARTÍNEZ |EL MUNDO
El relato canónico acerca de la llamada "Legión Británica" quiere que los extranjeros que vinieron de Europa a ponerse a la órdenes de Bolívar en Angostura a partir de 1817, lo hayan hecho movidos por intensos sentimientos de simpatía por la causa independentista.

Así, es frecuente leer que tal o cual oficial inglés, irlandés, alemán o francés, quiso venir a morir en nuestros cangilones imbuido del mismo espíritu romántico que llevó a Lord Byron a morir en la batalla de Missolonghi, luchando por independizar al pueblo griego del yugo otomano.

La verdad, sin embargo, parece haber sido muy otra, como sugieren los más recientes estudios. Uno de ellos, sumamente notable, lo ha escrito Matthew Brown, un historiador militar de quien no sabría yo asegurar si es inglés o irlandés, pero sí que enseña historia hispanoamericana en la Universidad de Bristol y que el suyo es un libro sencillamente estremecedor. Un libro que echa por tierra toda mistificación lírica acerca de los legionarios extranjeros en las guerras de Colombia. Se titula: Aventuras en las Colonias Españolas: Simón Bolívar, los mercenarios extranjeros y el nacimiento de nuevas naciones" ( Adventuring through Spanish Colonies: Simón Bolívar, Foreing Mercenaries and the Birth of New Nations, Liverpool University Press, 2006).

Brown ha logrado elaborar una base de datos que puede consultarse "en línea" y que permite hacerse una idea muy distinta de los motivos de, y el papel jugado por, los combatientes extranjeros en nuestra guerra de independencia.

Se calcula, sobre bases sólidas, que entre 1810 y 1825, más de 7.000 -no unos cuantos centenares- mercenarios ingleses e irlandeses zarparon de Inglaterra a combatir en los ejércitos de la Gran Colombia. Estas cifras no pueden explicarse sino por una deliberada y vasta operación de reclutamiento de soldados de fortuna ordenada desde la más alta posición de mando. Y por la necesidad de oponer a las curtidas y disciplinadas tropas profesionales de don Pablo Morillo -quien ganó su rango de general combatiendo a las tropas invasoras napoléonicas- recursos humanos mejor preparados que las antiguas hordas de Boves trocadas, luego de la llegada del cuerpo expedicionario español en 1815, en fuerzas irregulares a las órdenes de Páez.

En sus páginas nos enteramos de algunos sorprendentes hechos capitales: a la mayoría de los reclutados provenían de la famélica Irlanda, b un número crecídisimo de ellos no había tenido ninguna experiencia bélica anterior. Esto contraría la afirmación de que se trataba, en su mayoría, de oficiales y tropas desmovilizados y a media paga, luego del fin de las guerras napoleónicas en 1815, c se atrajo a los combatientes con ofrecimientos más económicos que políticos, tales como doscientos dólares, no bien desembarcasen en Angostura, promoción a rangos superiores de los ostentados en el ejército inglés y proporcionales al número de hombres atraídos por dichos oficiales, incluso tierras cultivables. Como cabe suponer, tales ofrecimientos fueron incumplidos las más de las veces.

Muy pocos títulos se ocupan de esta cuestión, notablemente el de Clèment Thibaud (Repúblicas en Armas, Planeta, 2003). Por eso, es muy de celebrar la aparición en Venezuela de un libro necesario y fascinante: El lado oscuro de una epopeya: Los legionarios británicos en Venezuela (Editorial Alfa), del brillante historiador Edgardo Mondolfi Gudat.

Mondolfi es rara ave como historiador: escribe alarmantemente bien, a diferencia de muchos de sus colegas, como puede constatarse al leer sus biografías de Boves y del Gran Reclutador en Londres, Luis López Méndez.

Y, al tratar el tema de los legionarios, mercenarios, aventureros o voluntarios combatientes de la libertad, según sea el caso de cada uno de ellos, Mondolfi no está en terreno desconocido para él. El estudio de las relaciones entre la naciente Venezuela y el Imperio Británico informan buena parte de su obra pero, esta vez, ha logrado un resultado magnífico que se beneficia de un delicado equilibrio entre la probidad académica con que Mondolfi se acerca a sus datos y el amigable talante didáctico que tiene su prosa.

Los motines, los duelos, el choque cultural que para un hijo de Donegal o Yorkshire ha debido ser la travesía Orinoco y Apure arriba hasta llegar a Achaguas están tratados en su libro con exhaustiva nitidez.

Leyendo a Mondolfi, recordé que, justamente en la región de Achaguas, prevalece un rasgo genético estabilizado: el color claro, grisáceo, de los ojos. A esa característica los lugareños la llaman "el paso del inglés".

El extraordinario libro de Mondolfi rinde tributo a aquellos extranjeros que, embaucados o no, merecen la atención de los lectores venezolanos interesados en poner en claro cómo se forjaron los primeros días de nuestra nacionalidad.

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