¿Murió Fidel?

“…sacaremos el ataúd sin la autorización y pondremos el muerto en la calle”.

La Hojarasca, Gabriel García Márquez


por NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN

Fidel Castro Ruz
“Era una hojarasca alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales”. El día que leí esas palabras de Gabriel García Márquez en su novela La Hojarasca me transporté de nuevo a mi niñez, marcada para siempre por el comienzo de “la revolución”.

La hojarasca “todo lo contaminaba”, llegó con “secreción de olor a flor de piel y de recóndita muerte”. Medio siglo después mis vivencias de esos días del comienzo de aquel enero de 1959 son grises, en blanco y negro, sin una gota de color o alegría y con el imaginado olor de la sangre que corría con la furia de la venganza desmedida con que Fidel Castro y sus esbirros llegaron al poder.



Aquel barbudo desconocido para mí hasta ese entonces, pasaría a ser esa entidad malvada, indescriptible, que en contra de la voluntad de cada uno de nosotros, conscientes de ello o no, terminaría siendo factor decisivo en nuestras vidas. Y como parece que a veces el diablo es quien dirige los destinos de Cuba, aquel comandante devenido en tirano que con el transcurso del tiempo lo llegamos a ver vestido de guerrillero octogenario, vivió para ejercer su férreo control sobre una isla que se deterioraba lentamente y no merecía semejante infierno.

Llegó el día que los cubanos perdimos hasta el entusiasmo de festejar su muerte, porque de una coma, pasó a ser un anciano senil, sin batallas que librar y cambió su atuendo verde olivo por un pintoresco jogging suit para satisfacer su delirio de vivir disfrazado. Sus botas, que jamás pisaron el campo de batalla, fueron reemplazadas por unos tenis de marca imperialista, tirando por la borda su antigua prédica antiyanqui. Y así poco a poco fuimos testigos de como su voz se fue apagando, sus ojos se fueron hundiendo, su cuerpo encorvando y su poder traspasado al heredero de turno en la tropical dinastía de los Castro.

Ahora de nuevo es comienzo de ese cruel enero en el cual llegó la hojarasca a Cuba y Fidel Castro no hace mutis. No se divisa su deteriorada imagen, ni siquiera una foto retocada, un fugaz video o una de esas monótonas reflexiones que la prensa controlada publicaba con frecuencia para recordarnos que todavía existía.

Quizás estemos condenados a que algún día recordaremos que alguien le robó a los cubanos los sueños y las esperanzas y nunca sabremos cuándo murió. Quizás lo planeó así para perturbar nuestro sueño y hacernos creer en su infinita maldad que nunca se iría del todo.

Lo cierto es que vivo o muerto pasó a ser un cadáver político hace algún tiempo. Quedará en nuestro recuerdo como esa hojarasca que arrastró a todos con su “impetuosa fuerza” pero al final se le acabó el viento que la impulsaba y finalmente desapareció no sin antes dejar una estela de crueldad, crímenes y tragedia que marcarán para siempre a Cuba.

¿Lo mostrarán de nuevo? ¿Lo veremos al menos en su ataúd para así confirmar su última y añorada comparecencia? ¿Cómo o cuándo sería el momento de su muerte? Nunca lo sabremos. Me imagino que quizás tuvo un destello de lucidez y como todo “jefe máximo”, algún grandioso pensamiento en torno a su posteridad. Tal vez su arrogancia le hizo creer que en el momento de su partida Cuba finalmente se hundiría en el mar con las lágrimas de sus súbditos lamentando su fin.

Se equivocaba, no pudo entender que ese inmenso mar manchado de sangre que rodea a esa desafortunada isla, ese mar donde tantos cubanos han perdido la vida huyendo de su omnipresente voluntad con las lágrimas derramadas durante sus 56 años de crímenes y destrucción, también celebrará su partida con majestuosas olas que se llevarán la fetidez de su nefasto reinado.

En presencia de su cadáver o no, su partida es ya manantial de esperanzas que brotará eternamente para recordarnos que los tiranos, quieran ellos o no, junto a quienes se prestaron a mantenerlos en el poder, a servirles de apologistas o a enriquecerse a su sombra, eventualmente terminan en el basurero de la historia arrastrados por la voluntad de sus pueblos con la inevitable fuerza y fatalidad de un ineludible fenómeno atmosférico.

*Comentarista radial cubanoamericana.


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