El roble de la esquina del Roble/Monólogo

Eduardo López Sandoval

PRESENTADOR: Corren aún las primeras horas mucho antes del amanecer que se anuncia deforme, contrahecho e incierto en esta llanura. Igual que antes de llegar los hombres a esta tierra plana, la sombra de la palma es larga al salir el sol y decrece al éste subir hasta los copos del Roble que sirvió de guía para hacer la calle que se llamó dos siglos después de llegar los barbudos a estas llanas tierras Carrera Doce.

El Director de esta obra de teatro de la Villa de Todos los Santos de Calabozo, es Usted. (Director, empecemos el trabajo teatral).

El actor de la obra es este vetusto árbol. Nombre científico: Quercus robur. Nombre común: Roble. Entre nosotros los calaboceños se conoce a este Ciudadano como el Roble de la Carrera 12 –Ciudadano porque él es de los primeros habitantes, de los más estimables y adestrados ciudadanos: este árbol es la ciudad. Y hoy hablará de sus experiencias viejas...

Escenario: Esquina del Roble, Villa de Todos los Santos de Calabozo. Que se ubica frente al Banco Venezuela, de ayer; que era el Banco Federal anteayer; trasanteayer el Banco Principal. Pero tras trasanteayer, era un corral de vacas jorras donde una soga de cuero al pescuezo de un maute sirvió la doméstica caza de un jaguar. Al toro encerao, los colmillos del gato grande lo salvaron del cuchillo de Eduvigito García, el matarife de la casa de hato de don Eduardo Celis Saune, que tenía su casa de habitación en los espacios del llamado Gran Hotel Guárico hoy. Hotel Mencey ayer. Este torito, fue el último vacuno que sirvió de almuerzo a un felino en las sabanas de esta Mesa que es el casco de la ciudad hoy, donde se ubica la ciudad de Todos los Santos. Cuenta el Padre Loreto, que estudiante aún, en el Seminario de Calabozo, que para ese septiembre del año 1926 funcionaba donde es el actual Colegio Coromoto, frente a la Plaza Bolívar, plaza que honra la memoria del Libertador Simón Bolívar, quien sabe SI POR AHORA… El seminarista Loreto, en compañía de un nutrido grupo de compañeros de estudio, se aventuró a incursionar a la recientemente inaugurada Plaza Urdaneta. Esta plaza, que honra al prócer maracucho, Rafael Urdaneta, se inauguró el 24 de julio de 1926, el programa del evento, publicado el 20 de julio en el periódico de la ciudad, que “El Diario” se llamaba, dice: “Por disposición del ciudadano Presidente del Estado, el próximo 24 de los corrientes, aniversario del Natalicio del Libertador y a la vez del Benemérito J. V. Gómez, será celebrado en esta ciudad de acuerdo con el siguiente PROGRAMA: (…) A las 10 a.m. Inauguración solemne de la Plaza Urdaneta …”.

Visitar la nueva plaza era una aventura que significaba salir de la ciudad, por ocho cuadras, para adentrarse en la sabana de los peligros del campo llanero. Y el riesgo, ¡por cortos pasos del camino no se hizo tragedia! Al aproximarse a la Plaza Urdaneta, cercanía que marcaban con la sombra del Roble, ya se preparaban para ver el ganado del General Sarmiento, ciertamente lo vieron, pero barajustados corriendo hacia ellos por el caminito que luego es la Carrera Doce, asustados como huyendo de las garras de la muerte venían hacia los jóvenes el ganado espantado. Los seminaristas todos, olvidando el nimio objetivo de esa tarde, -el visitar la plaza que los llaneros dedicaron a un maracucho, al General Urdaneta-, corrieron en atropello. Corrieron y corrieron para echar el cuento. Luego la historia la oyeron en la cercana ciudad, se enteraron que un becerro amarrado en el tronco de este Roble fue la comida de un tigre. El animal, sin libertad primero, y sin vida después. Pudiéramos hacer incómodas remembranzas citando algún adagio que hable del Derecho Humano a la Libertad y a la Vida, quien entrega mansamente su Libertad, ya no tiene que decir nada por la Vida … Pero un becerro es un animal … Pero dejemos que un testigo de excepción nos hable de los hechos que pasaron. Oigamos a un protagonista…

(La iluminación desde la completa oscuridad hace el amanecer con las sombras largas que se acortan de Este a Oeste).

ROBLE: Yo, que soy roble. Yo, que fui un bosque entre muchas especies del Llano, ahora estoy solo en la calle principal de la principal ciudad de estos Llanos Colombovenezolanos, la Villa de Todos los Santos de Calabozo. Le doy nombre a una esquina, la más conocida de este Llano. Yo, que nací y crecí en este pedazo de tierra, hoy les contaré algunas de las hojas de la Historia de la cual soy testigo. Yo, veo en la esquina frente a mí el Banco Bicentenario, a viejitos de edad y a muchos jóvenes que son viejitos de esperanzas, en largas colas casi todos los días, que son los días laborables donde no se hace ninguna labor transformadora, menos creadora, para cobrar los hambreados sueldos mínimos en el banco, mínimos y totales, porque no alcanzan para comprar un templero para la sopa de la familia … Soy testigo presencial de los sucesos importantes de esta Mesa de Calabozo, de los menos trascendentes por lo lejano, soy testigo referencial de TODOS los sucesos de este pueblo y del mundo… , por lo contado por ustedes bajo mi sombra. Yo, que cargo con poco más de seiscientos años, que soy testigo de la soledad sin nombre, en mi juventud vi hombres lampiños vestidos con lanzas, tiznados de rojo, arcos y flechas. Tiznados de onoto, desnudos sobre su tierra. Años más, y contemplé veloces los hombres barbudos, cubiertos de ropas, armas de fuego y cruces en sus peludos pechos. Galopaban sobre caballos que hacían vibrar la tierra, se hicieron acompañar por otros animales cuadrúpedos. De pronto, dentro de un corto espacio de cien años, se reprodujo el ganado hasta que atiborraron toda esta tierra llana que baña al río Orinoco, del vibrar menudo, parco y perceptible de sus cascos. Los mismos indios que caminaban sobre sus pies desnudos por el Llano de su propiedad, ahora galopan sobre los cascos de los caballos de peludos dueños, sobre la misma tierra, pero ahora ajena. Siempre desnudos sobre su antigua propiedad.

En 1695 se fundó sobre esta misma mesa el pueblo de indios JESÚS NAZARENO DE CALABOZO, este conglomerado humano fue la progenitora de la VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO, fue quien marcó la idea del derecho de existir bajo el sol. Los misioneros capuchinos, al borde de siglo, realizaron el primer intento evangelizador en esta Mesa de Calabozo.

El Historiador Lucas Guillermo Castillo Lara escribe el texto “VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO”, colosal obra que como fundamental que es de la historia de este conglomerado social llanero, también es fundamento de la presente perorata. El título del libro se complementa con ”El derecho de existir bajo el sol”, frase que deja ver la lucha valerosa de los clérigos fundadores en contra de los terratenientes, que apoyados por su característico poderío económico, y casi siempre actuando en gavilla con el poder político de Caracas y Madrid, tal Goliat contra David, guerreaban contra El derecho de existir bajo el sol de esta VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO.

Escribe Castillo Lara un Aparte que denomina sabiamente, “Con empeño y ardor a defender a Calabozo”. Indica que en el año 1742 la autoridad eclesiástica representada por el recién electo prefecto, Fray Prudencio de Braga, solicita ante el Teniente Justicia de Calabozo, Enrique González Araña, se depongan testigos conocedores de la existencia del pueblo de indios Jesús de Nazareno de Calabozo, tiempos cuando no había señal alguna de posesión de hatos de ganado por estos llanos. Se preparaba una acción judicial contra la sentencia que le confería estas tierras de Calabozo al hatero Diego Domínguez de Rojas, cito: “Los testigos debían declarar, entre otras cosas, sobre las leguas que había desde la Villa y Misión de Nuestra Señora de los Ángeles a las casas de moradas y hato de Domínguez de Rojas y como éste se hallaba introducido dentro de su jurisdicción.”, dice Castillo Lara.

La estrategia de los padres capuchinos convertidos en abogados de El derecho de existir bajo el sol, apuntaba a probar que este sitio de hato antes había sido el pueblo de indios Jesús de Nazareno de Calabozo, por lo que no podían argumentar la data de la Posesión que decía tener, “pues cuando los Misioneros fundaron a Jesús de Nazareno de Calabozo las tierras de San Diego, estaban desiertas y realengas.”.

Este sitio, como el Hato El Caimán, el lugar donde nació el llanero, -el sitio donde el barón de Humboldt hizo la primera descripción científica de esta neoetnia, el llanero-, también estaba perdido de nuestra Historiografía. Recién, en este siglo, un Historiador también ha encontrado a Jesús de Nazareno de Calabozo, más bien reencontrado con viejas lecturas de la obra VILLA DE TODOS LOS SANTOS DE CALABOZO, de Castillo Lara.

La serendipia ocurre cuando en investigación de campo que realizaba este Historiador calaboceño, con su hermano Ubaldo Ruiz, también Historiador y calaboceño por más señas, en búsqueda de tres de los cinco manantiales que rodean a la iglesia de la Misión de los Ángeles, (difíciles de acceder, por el estado de abandono que sufren en este siglo XXI, como los otros manantiales de esta Mesa de Calabozo, como son La Aguada, Pozo Azul, La Arestinga, Elsita, La Piscina, La Tapita y Tinajón, entre otros, desatendidos), conversaban acerca del manantial que se ubica en el sitio del primer conglomerado humano fundado sobre esta Mesa de Calabozo, en el pueblo que el religioso fundador llamó Jesús de Nazareno de Calabozo. Y se preguntaron, ¿dónde está este sitio hoy en el último trimestre de 2015? Y se respondieron: Dicho sitio se encuentra en el llamado Hato San Diego, el mismo que dio pelea a esta Villa de Todos los Santos para que justificara su existencia por el “Derecho de existir bajo el sol”, el mismo que está ubicado hoy en la vía que va de Calabozo a Palo seco, inmediatamente después del Hato Tierra Bella. El mismo que los testigos a favor de la existencia bajo el sol ubican en su declaración así: “Todos los testigos estaban acordes en afirmar, que había cuatro leguas desde la Villa hasta las casas y corrales de Dominguez…”. Es el mismo sitio que yo desde mi altura estoy viendo ocupado, primero por el pueblo de indios JESÚS NAZARENO DE CALABOZO, desde el año 1695.

En 1724, más con cruces que con armas, fundaron la ciudad, la Villa de Todos los Santos de Calabozo, los barbudos con vacas y encomiendas de indios, no querían que los barbudos con caballos, esclavos y armas, les compitieran por su derecho a existir bajo el sol. Los primeros dueños de esta tierra, los indios, parecen destinados por los dioses de los barbudos a ser desplazados de sus dominios. Son los mismos indios que al final de mi Carrera Doce, hoy, en el semáforo más cercano a mis verdes ramas, piden limosna sobre la tierra arrebatada, ahora visten con franelas tiznadas color rojo rojito. Pero siguen desnudos sobre su misma tierra. Doscientos años antes, estos mismos indios, que luchan por su derecho a existir bajo el sol de la Carrera Doce, se les hizo volver la hoja del espejito de la Libertad y la Igualdad. Se hizo la Independencia de Venezuela, de España y de la Gran Colombia. El cañón de las armas de fuego y de las puntas de las lanzas, se apuntaron entre los originales dueños de estas tierras, cruzados con la tinta sangre de la raza de hombres negros desplazados de su continente, África. Siempre desnudos sobre su misma tierra. Siempre. Siempre, mientras mis hojas verdes rumoren al paso del viento que viene desde donde nace el sol de septiembre. Siempre. Siempre recordaré a Bolívar, a Páez y a Urdaneta. Plaza Urdaneta, Plaza Bolívar, Plaza Sucre y Plaza Páez, en el orden de mi distancia. Las plazas que marcan los cantos de los poetas que le entonan sus musas a la Villa de Todos los Santos de Calabozo. Los dueños de los nombres de estas plazas estuvieron en la batalla donde se hizo Venezuela. Sólo Antonio José de Sucre, y el caballo de sus ideas de libertad, no se cuentan en los partes de guerra de esta batalla. La estatua de Sucre fue en algún momento sacrificada, hoy fue rebautizada como Plaza de los Obispos. Años antes, en 1800, el sabio Alejandro de Humboldt, en su Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, dice: “Encontramos en Calabozo, en el corazón de los llanos, una máquina eléctrica de grandes discos, electróforos, baterías, electrómeros, un material casi tan completo como el que poseen nuestros físicos en Europa. No habían sido comprados en los Estados Unidos todos estos objetos; eran la obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie podía consultar, (…) El Sr. Carlos del Pozo, que así se llamaba aquel estimable e ingenioso sujeto, había comenzado a hacer máquinas eléctricas (…)”. Esto lo dijo Humboldt en 1800. 68 años después, la Academia de Ciencias de Berlín envió a uno de sus académicos a probar lo que había informado Humboldt, especialmente lo referido a la existencia en estos Llanos de un pez que descargaba electricidad para defenderse, es nuestro conocido temblador. Sí, 68 años para reaccionar; sin duda los más adelantados científicos de la época no soñaban las comunicaciones de ahora, pero para nosotros es difícil imaginarnos la incomunicación del siglo XIX. 68 años. Vimos en un soleado y seco mes de abril de 1868 al viajero alemán Carl Sachs, médico por más señas, quien dentro de sus tareas. Dice, “tenía curiosidad de saber si la obra de este hombre ingenioso había sido conservada, y, por tanto, poco después de mi llegada pregunté por los aparatos eléctricos de Carlos Pozo”, lo dirigieron a la llanura al sudeste de la ciudad, que luego fue escenario para el teatro de la Batalla de Calabozo, y hoy es el aeropuerto de la ciudad.

Dice Sachs: “donde vi varios pararrayos montados en altos palos y conectados con tierra mediante cadenas de hierro (…) De hecho no he tenido conocimiento de que las terribles tempestades, que en los meses de lluvias se descargan diariamente sobre la región, hayan tenido alguna vez por resultado un incendio en Calabozo”. Este pasaje de Carl Sachs debería estremecer nuestra conciencia de llaneros, 68 años después habíamos olvidado las enseñanzas de Carlos del Pozo, tal lo cuenta el médico alemán, y hoy doscientos y tantos años después, no lo queremos recordar. En Wikipedia dice de la creación de este hermoso invento, que ha salvado tantas vidas en el mundo como las hojas de todos los árboles de esta Mesa de Calabozo, que su inventor fue, y cito: “En 1749 Benjamín Franklin inició sus experimentos sobre la electricidad; defendió la hipótesis de que las tormentas son un fenómeno eléctrico y propuso un método efectivo para demostrarlo. En 1749 inventó el pararrayos en América y quizás, independientemente, también fue inventado por Prokop Diviš en Europa en 1754.”

Pero de la invención independiente, en este Llano, por el calaboceño Carlos del Pozo, no dice nada. El científico primero de todas estas tierras, que se destacó por la invención de manifestaciones relacionadas con la electricidad, tiene una avenida con su nombre, -si se pudiera llamar avenida a este oscuro callejón-, sin bombillos eléctricos. De los llaneros escribió el amigo Carl Sachs en Calabozo, cito textualmente: “Al Norte de aquí, los llamados llaneros forman una clase propia de gente de color nacida por la mezcla de las diferentes razas del país: roja, blanca y negra.”. Al Norte de Calabozo, en la Mesa de Paya, al Sur de Ortiz, es el lugar donde Humboldt escribió el primer registro científico acerca del llanero, donde nació el llanero o más bien donde se le saca la Partida de Nacimiento al llanero. Citamos al Sabio “Hombres desnudos hasta la cintura y armados con una lanza recorren a caballo las sabanas.”. A estos mismos llaneros, dieciocho años después, -ahora sí en tiempos de guerra-, el Libertador Simón Bolívar arenga, “Llaneros, vosotros sois invencibles”, Proclama del 17 de febrero de 1818, que este próximo 17 de febrero cumple su bicentenario, que lanza desde El Sombrero; por primera vez alecciona a los habitantes de la región de los llanos de una manera consagratoria. Les dice el Libertador a los llaneros: “Un ejército de hombres libres, valiosos y vencedores, no puede encontrar resistencia; la victoria marcha delante de nosotros; y Venezuela verá rendirse o perecer a sus crueles conquistadores –Llaneros- vosotros sois invencibles; vuestros caballos, vuestra lanza y estos desiertos, os libran de la tiranía. Vosotros seréis independientes a despecho del imperio español”. Esos son los llaneros que acompañaron a Urdaneta, Páez y a Bolívar en aquella mañana del 12 de febrero de 1818 en la llamada Batalla de Calabozo, que bien debe llamarse la Batalla de Venezuela. Bolívar venía con Urdaneta desde San Fernando, Páez recién se le había unido con 5.200 hombres, el 9 de febrero los independentistas cruzaron el río Apure en dirección a esta ciudad. Enterado Morillo se puso en marcha de inmediato. El día 10 arribó con 1.800 hombres a Calabozo para reforzar la guarnición local de sólo 650, así el grueso de las fuerzas realistas se encontraban destacadas en Calabozo, ciudad que fue fortificada con un parapeto de tierra, cuatro reductos y una casa fuerte. (No olvidemos llaneros, por favor, el reducto, que de él hablaremos pronto, de esta palabrita nos dice la red: “Reducto es una obra, bien permanente bien temporal, destinada a refugio…”). La Batalla de Calabozo fue una derrota aplastante para los realistas. Se vieron forzados a refugiarse en la ciudad. El jefe realista, con su golpeado ejército queda reducido a la ciudad de Calabozo. Bolívar ordenó poner sitio a la ciudad y ofreció indulto a Morillo, quien terminó evacuando a Calabozo dos días más tarde, trasladándose a El Sombrero, donde se le dio derrota en la Batalla del Samán el día previo al 17 de febrero de la Proclama que hoy quiero recordar.

Saltemos ahora 200 años, vengamos a la Plaza Urdaneta.

En los cortos días de este siglo, en el año 2002, tiempos de golpes de Estado, uno de los locos del pueblo, -violento-, de cuyo nombre no quiero acordarme por ahora, quien se declaraba fiel seguidor de uno de los bandos en conflicto, -el trastornado estaba con el Poseso; en la cumbre de su desvarío concluyó que el busto de la Plaza Urdaneta no era el de Bolívar, por tanto era el de un escuálido, había que ajusticiarlo. Y en lo más profundo de mi cofia guardo este recuerdo, fui testigo, vi a un desquiciado con la razón de un revolucionario, descabezar con un largo objeto contundente, la estatua del General Rafael Urdaneta, la misma estatua que hizo Leonel de Jesús Muñoz Bracho, Escultor, descendiente de la etnia aborigen de los Añü, del estado Zulia, quien inducido por Miguel Rivero, también artista plástico zuliano, quien durante una visita a Calabozo le comentaron que en esta ciudad existía una plaza Urdaneta, y que no tenía busto. Esta inquietud la llevó al Zulia el artista, y los zulianos respondieron obsequiando a este Llano el busto que en el 2002 fue decapitado por el orate revolucionario. Este grupo de zulianos murieron casi todos en un trágico accidente el 23 de julio de 1995, cuando viajaban para los actos protocolares del establecimiento del busto, hecho ocurrido en el trecho llamado Las Maravillas, el artista zuliano Leonel de Jesús Muñoz Bracho fue uno de los dos sobrevivientes, perdió una pierna y estrechó su amistad con esta tierra por las atenciones que le brindamos ante el accidente, y nos dijo Gracias obsequiándonos la obra Los Fundadores que está en la Redoma de la Avenida 23 de Enero, en la entrada de la ciudad. Los maracuchos planearon celebrar el 23 de octubre, fecha del cumpleaños del prócer, la estatua ya la había traído el artista plástico Miguel Rivero, 10 de los amigos maracuchos murieron en el accidente, pero contra esta adversidad la estatua fue instalada, en la inauguración Julio Portillo editó las palabras de homenaje. Pero el busto fue decapitado por un enajenado que se dice revolucionario, a quien mientan Cirio. Ante la ausencia del busto del homenaje al último presidente de la Gran Colombia, el maracucho Rafael Urdaneta, los calaboceños esta vez laboraron para Calabozo un nuevo busto. El Maestro Martín Funes guio a Jorge Wuanqi, artista peruano, discípulo del eminente escultor, para que hiciera un nuevo busto, y lo instalaron otra vez.

Pero.

Pero un mal día del 2014, en el entrar de una noche oscura, nóminos maleantes, innombrables y presuntos revolucionarios, presuntamente actuando bajo la dirección de Cirio, el loco violento, quien, -presuntamente, repito hasta redundar-, dictaba ordenes desde el Centro Geriátrico de Macaira, -como loco. Siguiendo precisas instrucciones secuestraron a Rafael Urdaneta. Los plagiarios no comunicaron nada acerca del destino de la imagen del prócer por un largo tiempo en que los calaboceños, y yo personalmente como guardián de la estatua, pensábamos que posiblemente eran capaces de seguir el conocido modus operandi de estos orates, con el cual ya se presentaron, y le cortaran la cabeza. Nos preguntábamos, ¿Su destino será el del busto de Sucre, que de su plaza fue sustituido en tiempos de la Presidencia de un llamado Carlos Andrés Pérez? Pregunta que se hicieron con callada protesta los calaboceños. Ante esta disconformidad callada de un pueblo, después que habían colocado en el puesto de Urdaneta una estatua a pie, que parece la de un oficial que complació en su ejercicio a los intereses de un Imperio Insular, que la más destacada actuación fue que en una escaramuza se escondió cobarde en un reducto... Simbólicamente a la Plaza de Rafael Urdaneta, -quien sí ofreció su pecho por la existencia libre de esta Patria-, la convierten en un reducto más. Recuérdese que “Reducto es una obra, bien permanente bien temporal, destinada a refugio…”).

Recordamos una frase del caraqueño Simón al maracucho Rafael, poco antes de morir dijo: "El no habernos compuesto con Santander nos ha perdido a todos". Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco, se lo dijo a su gran amigo, el General Rafael José Urdaneta Farías, antes de iniciar su último viaje… Hoy, con la metáfora que nos permite esta poesía, acerca de las palabras del Libertador, podemos decir que Rafael y Simón somos tú o yo, y/o cualesquiera de ustedes… Pregunto, ¿Quién representa a quien nos pierde a TODOS en este teatro de socialismo? ... Me despido a la llanera y despedirme no quisiera, con esta palabra, SALUDOS. Que significa salud para TODOS, porque en el hospital que alcanzo a ver desde mis copos no hay médicos, y en la farmacia no hay medicinas. ¡Salud!.

Me despido más aún porque no encuentro manera, con un poema del mismo Historiador al que se ha hecho referencia, que contrapuntea con la idea de estos mismos orates que atropellan a Rafael Urdaneta, que atropellan la historia de Calabozo todo, con la loca idea de cambiar el nombre de Calabozo, porque según ellos le insinúa la idea de cárcel y pretenden rebautizarla con el penoso nombre de Ciudad de la Libertad, el poema dice:

CALABOZO


Hay un pueblo con forma de hoz.


Y corazón de árboles grandes,

que se los traga el calor:

del sol que pica,

de la tierra que nace con la muerte.


Caminaron … caminaron … caminaron.


Ese pueblo nació por cansancio:

Lo fundaron en febrero.


En desquite por sus heces,

la tierra les regaló:

… una flor entre los saetales.
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