Las Políticas de Salud Pública en Ortiz, durante el período del gomecismo 1908-1927
Una revisión de las Actas del Concejo Municipal del Distrito Roscio, como fuente primaria, nos acerca a una etapa de la historia municipal de Ortiz, durante el período del gomecismo, fenómeno que se estudia en uno de sus aspectos sociales como la salubridad pública y su incipiente institucionalización en Venezuela.
Por Jose Obswaldo Perez
Introducción
De tal modo que el propósito de este trabajo es
presentar una aproximación sobre un aspecto fundamental del conocimiento del
pasado de la sanidad en la región: especialmente en la relación entre el
desarrollo de la salud pública y el poder político, poniendo énfasis en el rol
de los concejos municipales como instancias de administración pública.
La investigación se justifica porque aborda la
incipiente institucionalización de la salubridad en Venezuela, mediante un
proceso social civilizatorio y de urbanización de la sociedad, primer cambio histórico y pacifico que generó
una transformación cultural del siglo XX[1]. En este contexto, el Concejo
Municipal del Distrito Roscio se alineo a las pautas en materia de políticas
públicas del régimen gomecista, como también lo hizo en el pasado, con el
castrismo. Su cuerpo edilicio, por principios del siglo XX, estaba impregnado
en lo político e ideológico en el marco de la corriente positivista bajo el
símbolo del progreso. Ya, desde el siglo XIX, esta teoría había influido en el
diseño de las políticas sanitarias como herencia a las aplicadas por el
gobierno de Antonio Guzmán Blanco, dando origen a los lineamientos pragmáticos
en materia de salud pública. Esta filosofía del gobierno de Juan Vicente Gómez
pone de manifiesto el interés de comprender la influencia del medio físico
hostil en el entorno local. En el caso de Ortiz, como bien señala Rodríguez
Dellán (1974), los factores fisio-bióticos desencadenaron negativamente en el
proceso de decadencia local.
Dentro de esta concepción política, Ortiz fue
considerado como espacio hostil afectado no sólo por las condiciones ambientales
sino también por las económicas, políticas y sociales. En este contexto, Ortiz
era una población empobrecida y gubernamentalmente abandonada. Por lo tanto, la
transformación social del medio físico fue una de las metas de la corporación
distrital, cuyos logros en este campo fueron parciales por no decir nulos. El
escaso presupuesto destinado por el Ejecutivo Regional y los pocos recursos por
recaudación de rentas municipales no eran suficientes para atender las
necesidades humanas de la población.
El Concejo Municipal del Distrito Roscio, a
través de sus concejales- en especial la Comisión de Policía e Higiene-,
debatía sobre la problemática de salud y el medio ambiente local, aglutinados
en un discurso oficial para ofrecer la imagen de una localidad sana y libre de
cíclicas epidemias: construcción de un nuevo cementerio y un matadero
municipal, la apertura de un hospital y el incremento del alumbrado público,
son ejemplo de obras de esta acción gubernamental. El simbolismo del progreso y
la modernidad, como discurso, son asumidos por la elite local como bandera
política; pero, esta postura no se refleja colectivamente, en lo material, por
lo escaso en la construcción de obras públicas.
El Concejo Municipal y la salud publica
A finales de la década del siglo XIX,
principalmente a partir del año 1891, el estado Guzmán Blanco pasó a
denominarse estado Miranda, divido en distritos y cabeceras. Entre los
distritos, figuraba el Distrito Roscio, con Ortiz como cabecera y los
municipios de Santa Rosa de Lima, Las Mercedes (parroquias urbanas), Parapara,
San José y San Francisco de Tiznados. En 1901, el estado Guárico recobró su
autonomía y se estructuró en distritos. Roscio permaneció con su misma
estructura hasta 1936, cuando la población de Ortiz fue despojada de su
investidura municipal distrital a raíz
del traslado de la capital a San Juan de los Morros, convirtiéndose esta ciudad
en sede de los poderes públicos.
Cuando Juan Vicente Gómez asume el poder, la
microregión de Ortiz se encuentra en condiciones precarias, en una fase de
estancamiento[2],
en lo económico, social y político. Fundamentalmente en el tema de la salud y
los servicios sanitarios son casi inexistentes. Esto se entiende por la
existencia de políticas dependientes de la administración gubernamental. Cuando
se habla de salud pública se incluye la idea del Gobierno. Precisamente, este
elemento juega un papel importante en el Concejo Municipal del Distrito Roscio,
por su tarea relativa a la atención de la salud a través de la comisión de
policía e higiene. Consecuentemente, un hecho de enclave histórico constituirá
el Congreso de Municipales[3], convocado para reunirse en
1911, en conmemoración del centenario de la Independencia, el cual servirá de
encuentro para discusión de una visión objetiva del país. En las Memorias y
Actas del Congreso se trazan las líneas de las reformas sanitarias, que trata
de impulsar el ministro Samuel Darío Maldonado[4].
Durante ese tiempo, la Municipalidad de Roscio,
como órgano de representación del municipio, tendrá un papel importante dentro
de sus competencias que ocupaban en todas las materias de la vida local. Entre
ellas la de salud, cuyo aspecto resalta en algunos hechos históricos
sintetizados cronológicamente. En octubre de 1909, el Jefe Civil del Distrito,
Ismael Capote, prohibió los enterramientos en los cementerios del sureste del
municipio capital Ortiz. En abril de 1910, el gobierno Regional solicitó al Concejo
Municipal, “recomendar este cuerpo de mutuo acuerdo a dicho Magistrado la
construcción de una obra pública de mayor necesidad para este distrito”. Al
respecto, la municipalidad aprobó, en sesión extraordinaria, por unanimidad
“pedir al ciudadano Presidente se designe decretar la construcción de un
cementerio a propósito para esta ciudad que carece en absoluto de dicho
edificio”.
En otra sesión extraordinaria, en el mes de 3 de
mayo de 1910, el presidente de la Corporación Municipal, Carlos H. Trujillo,
sometía a consideración de la cámara una manifestación de apoyo a la medida de
clausura de los cementerios, decisión tomada por el Jefe Civil como “medida
higiénica y de salubridad pública, medida que ha recibido el aplauso general de
todos, a pesar de no haber otro cementerio habilitado para el servicio
público”. La manifestación de la Municipalidad sobre este tema, también,
exhortaba a la autoridad civil del distrito a “...doblar con mayor fuerza tal
prohibición, no permitiendo la inhumación ni exhumación de ningún cadáver en
dichos cementerios”.
Con la medida de seguridad y control de los
camposantos, el Concejo Municipal del Distrito Roscio inicia, ese año de 1910,
una campaña de saneamiento ambiental en el municipio capital de Ortiz y
el año siguiente, la Corporación Municipal, mediante una resolución obligaba a
la población a desmontar y limpiar sus solares, asimismo reparar sus
“empalizadas” con alambres, palo a pique o varas[5]. La acción estaba dirigida a
cumplir con las competencias que se le asigna a los concejos municipales de
“velar por el mejoramiento de las poblaciones y conservación de su estado
sanitario”[6]. Con los aportes de un 50% de
la recaudación de las multas por saneamiento ambiental se pretendía mantener el
funcionamiento del Hospital San Antonio, el cual había sido establecido en el
año de 1911.Pero, años antes, a finales del siglo XIX, ya se hablaba de un
hospital en Ortiz, de acuerdo con documentos primarios de la jefatura civil del
Distrito Roscio. No solamente eso, durante su tiempo de capitalidad regional y
esplendor económico, también, había contado con dos casas de beneficencia
pública y cuatro farmacias.
También, en sesión ordinaria del 01 agosto de
1910, el concejal José Lorenzo Márquez, denunciaba la presencia de un “barrial
infeccioso” que perjudicaba la salud pública en la Calle del Llano, en la parte
comprendida desde la casa antigua la Alayonera a la Matutera, esta última que
habitaba el ciudadano Ramón Vilera. “Es de la opinión que se proceda hacer
tapar con ripio por cuenta de las rentas y que la suma que se invierta en el
trabajo se cargue al ramo de fomento”, propone el edil en la Cámara Municipal.
En esta política de salubridad pública y
embellecimiento del municipio, el concejal Germán Matute propuso en el Concejo
Municipal un proyecto de acuerdo dando cabida a los dueños de casas o
encargados de ellas a refaccionarlas y pintarlas “convenientemente”, con fin de
que la municipalidad procediera a la denominación de calles y numeración de
casas “bajo la pena, al contraventor, que el mismo acuerdo establezca”. En esta
línea de acción hubo la necesidad de establecer una nueva relación con respecto
a la transformación de los espacios habitados. Los alumbrados públicos pasan a
ser indispensables, en primer término, al incorporar a la población a la vida
nocturna; pero, sobre todo, brindarles seguridad y protección a sus habitantes.
Ya, en ese año de 1910, el Concejo Municipal aprobaba un aumento del alumbrado
público con dos faroles más; uno, en la Esquina de la Plaza San Rafael y el
otro en la Calle del Ganado, frente la Casa de Comercio de Cándido Castillo y
el Botiquín de Pedro Tovar, para lo cual el ayuntamiento destinó la cantidad de
10 bolívares. En este sentido, el Concejal Sixto Manuel Páez propuso el diez de
octubre de ese año, al cuerpo edilicio, incrementar el alumbrado público con
siete faroles más y 30 bolívares para gastos; proponiendo su colocación en las
esquinas siguientes o en las casas de don Francisco Paradisi, José Alberti,
Gaspar Marchena, La Logia, doña María F de Ramos, Raquel Meléndez y otro, en el
Matadero Público. “Con la condición de que el interesado lo proveerá del
correspondiente aceite”. Sin embargo, el Recaudador de Rentas Municipales
manifestó posteriormente que no tenía faroles disponibles y servibles, al
contrario, se necesitaban 200 bolívares para comprar nuevos faroles para
habilitar los deteriorados que existían. No obstante, el 21 septiembre 1925, el
Ejecutivo Regional decretó la reinstalación del alumbrado público, el cual
crece en absoluto en aquella población.[7] El alumbrado público es
progreso y sus gastos cuentan con la buena acogida por parte de la población.
En 1911, se crea la Junta de Sanidad del
Distrito Roscio por recomendación del Inspector de Sanidad del Estado. Esta
junta estaría integrada por el Jefe Civil del Distrito, Presbítero José María
Moreno Matute y los concejales, licenciados en Farmacia Cesar Díaz y Mariano
Polanco. A esta junta la corporación municipal le asignó 20 bolívares mensuales
para su funcionamiento y se instaló a mediado del mes de noviembre de ese año.
Igualmente, en el mes de abril de 1912, el Jefe Civil de San José de Tiznados,
general José Eugenio Herrera, participa al Concejo Municipal de la instalación
de la Liga Antipalúdica de aquel municipio.
En 1913, el periódico oficialista El Nuevo
Diario informaba que el Concejo Municipal de Distrito Roscio había
aumentado el alumbrado público y que la corporación se ocupaba seriamente de
equilibrar las rentas municipales. Mientras, en 1916, el inspector de Instrucción
Pública, Antonio J. Sotillo, anunciaba la divulgación de una Cartilla
Antipalúdica escrita por el doctor Vicente Peña, la cual fue elogiada por
varios facultativos e impresa y distribuida en las diferentes escuelas del
estado Guárico, durante la administración del General David Gimón. Este librito
informativo fue propuesto por Sotillo y su publicación ordenada por el
Ministerio de Instrucción Pública, para “ampliar las nociones de Higiene con
especiales explicaciones del paludismo, que tengan por fin la preservación del
individuo y la defensa social”[8].
Los signos del progreso y la modernidad se hacen
presentes hacia un período de transición contemporánea. En 1914, el automóvil
aparecía por primera vez en la población, con su carácter social y
transformador. Según Rodríguez Dellán (1974; p.51), a partir de 1917, la
población de Ortiz comienza a mejorar progresivamente con el ensanchamiento,
engranzonado y asfaltado de la Calle del Ganado. Pero, con un cuadro brusco
de saltos y contrastes. Ese año, la población de Ortiz contaba con 4 mil
habitantes; y, también, estaba afectada por las fiebres palúdicas y el
beriberí. El año siguiente apareció la epidemia llamada “gripe española”
acabando con los pocos habitantes de la urbe y el campo. Fue la estocada final.
Como Miguel Otero Silva narra en Casas Muertas: “Sobre aquel pueblo
llanero, ya devastado por el paludismo y la hematuria, ya terrón seco y
ponedero de plagas, cayó la peste como zamuro sobre animal en agonía” (p. 36).
También, un relato de Arturo Rodríguez, un informante clave del devenir
histórico de Ortiz, confirmaba que la peste española afectó en toda Venezuela,
“pero, en Ortiz fue terrible; encontró el terreno abonado. Un pueblo palúdico
con hambre y mísero; en el último estado de abandono”[9]
Un avance silencioso
A raíz de las proposiciones del Congreso de las
Municipalidades en materia de salud, el gobierno de Juan Vicente Gómez adopta
las líneas generales dichas propuestas asumiendo las recomendaciones para la
creación de un modelo sanitario promovido internamente con el apoyo de
instituciones del exterior. Este modelo fue impulsado por la Fundación
Rockefeller (Rockerfeller Foundation, en inglés), que se concretó en el
control de algunas enfermedades epidémicas[10]. A partir de 1920, sin
hipérbole, comienza un proceso de avance silencioso en materia sanitaria. Ortiz
-la capital del Distrito Roscio- que aparece como un pueblo de aldea
abandonada, con apenas, entre 300 y 500 habitantes sólo en la urbe, es
tímidamente objeto de la atención de las políticas de salud del régimen
gomecista. A consecuencia de los tantos factores implícitos en este periodo
gubernamental, el petróleo parecía rendir sus frutos en el presupuesto
nacional, ya que en materia de salud se comenzaba una reforma total con la
creación y modernización de las instituciones sanitarias[11].
En 1923, el general Juan Vicente Gómez decretó
el tratamiento del paludismo, anquilostomiasis y la epizootia o desgarradera en
Venezuela, enfermedades a la que estaba expuesta la población orticeña y sus
parroquias. Este decreto dividió a las regiones infectadas en secciones: Ortiz
y sus parroquias que pertenecían al Distrito Roscio, correspondían a la sección
central. A esta sección estaba a cargo el doctor Pastor Oropeza, quien fue
comisionado por la Dirección de Sanidad Nacional, el 15 de febrero de 1924. Su
misión estaba orientada a llevar a cabo una serie de medidas sanitarias de
sanidad general[12].
Una comisión organizada por el doctor Juan
Iturbe, especialista en enfermedades tropicales y autor del excelente trabajo La
biología de los Llanos, visitó a Ortiz, en mayo de 1927, con el fin de
realizar un diagnóstico en la zona. El estudio - conocida como Misión Iturbe-
consistió en extraer “muestras de sangre, fotografías de enfermos y cuantos
datos e informaciones estimamos útiles para la defensa de sus habitantes contra
el mortífero paludismo, la anquilostomiasis y la ulcera tropical” [13] También, en abril de ese
año, los doctores Isaac Benarroch y Rolla Hill, miembros de la Fundación
Rockefeller[14],
visitaron esta población donde realizaron investigaciones sobre el avance la
fiebre palúdica. El estudio fue publicado en su libro Anquilostomiasis y
paludismo en Venezuela, editado por el Ministerio de Sanidad y Asistencia
Social, en 1940.
Apuntaciones finales
Sin duda, las políticas de salud pública durante
el gobierno de Juan Vicente Gómez, en el contexto geohistórico de la
microrregión de Ortiz, son un aporte de datos nuevos y significativos para la
ampliación historiográfica regional y local, como información en el campo de la
historia de la medicina. El estudio de las Actas del Concejo Municipal del
Distrito Roscio de 1908 – 1913, nos permitió cotejar las pesquisas con
otras fuentes documentales y orales, arrojando este primer acercamiento sobre
una temática que se revela mucho más compleja e interesante de lo que
aparentemente puede parecer.
A partir de 1920, el proceso modernizador se
destaca en las transformaciones que suceden en materia de salud. A penas con la
innovación puesta con la iluminación de lámparas de acetileno y en la
construcción de algunas pequeñas obras de ornato público, sirvieron como
enclaves que acompañarían a una incipiente transformación sanitaria en el país,
gracias a la primeras bondades del petróleo que los venezolanos comenzaban a
percibir.
Bibliografía
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[1]BAPTISTA, ASDRUBAL (1986). Más allá del optimismo:
Transformaciones fundamentales del país. En: NAIN, M y PIÑANGO, R (1986).
El caso Venezuela: Una Ilusión de Armonía. Caracas: Ediciones IESA,
pp.23-34
[2]Se trata del período histórico que va desde 1889 hasta 1917, con el
advenimiento de la explotación petrolera.
[3]El representante por la Municipalidad de Roscio, para este Congreso,
fue el ciudadano Luis Corrales por recomendación del general J. A. Hernández.
[4] Samuel Darío Maldonado obtuvo el Doctorado en Ciencias Médicas en
la Universidad de Valencia (1893) y poco después fue a Estados Unidos donde
realizó estudios de otorrinolaringología y en
oftalmología (1894-1898) (Silva Álvarez, 1988, DHV, p.794)
[5]CONCEJO MUNICIPAL DEL DISTRITO ROSCIO. Sección Ordinaria del 02
de octubre de 1911. En: Libro de Actas.
[6]Ídem.
[8]SOTILLO, ANTONIO J (1916). Informe de la Inspectoría Técnica de
Instrucción Primaria, Secundaria y Normalista de la Séptima Circunscripción
Escolar. En: Memoria del Ministro de Instrucción Pública. Vol 1,
T.1. Caracas: Imprenta Nacional; p.303
[9]PEREZ A, JOSÉ OBSWALDO (1996, diciembre 16). La salud publica en
Ortiz en tiempos de Gómez. San Juan de los Morros: Diario La Antena,
p.4
[10]CUETO, MARCOS (2005). Instituciones sanitarias y poder en América
Latina. Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustrandam.
Vol. 25;pp. 49-57
[11]CORDOVA, VICTOR (1997). El Gomecismo y el modo de vida del
venezolano. En: SOSA, ARTURO Y OTROS (1987). Gómez, Gomecismo y
Antigomecismo. Caracas: Fondo Editorial de Humanidades y Educación, UCV.
[12]AQUINO D, MANUEL (1996). Huella y presencia de la medicina y
médicos en El Sombrero. Zaraza: IV Encuentro de Cronistas e Historiadores.
[13]ITURBE, JUAN (1927, mayo).La Misión Iturbe a los Llanos del
Guárico. En: Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas.
[14]Desde 1927, los Estados Unidos comienzan a mostrar un interés
especial en Venezuela, por ser ésta importante fuente de petróleo y de caucho.
También la FR manifiesta su interés en ese mismo año en iniciar los trabajos
contra la Uncinariasis. Conjuntamente con la Dirección de Sanidad Nacional de
Venezuela, la Fundación emprendió, en 1927, la campaña, pero está estaba más
interesada en la lucha antimalárica en Venezuela que en la Uncinariasis, pues
la malaria era un problema de salud más importante en las zonas petroleras. Ver
RUIZ, CALDERÓN HUMBERTO (1997). Tras el fuego de Prometeo. Becas en el
exterior y modernización en Venezuela (1900 – 1996). Mérida: Editorial
Universidad de los Andes, Venezuela, p, 251, 252.