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El organero de la colonia

Carlos Duarte, en una excelente investigación, se refiere a Pedro José de Osío como un gran músico y un hombre de una cualidad “bastante inteligente”. Sin embargo, el autor se pregunta, así mismo, con curiosidad sobre las circunstancias que envolvían a este personaje y su vida pública en aquella época colonial.

Por José Obswaldo Pérez



Uno de los personajes más notables en la historia de la música colonial en Venezuela, en la segunda mitad del siglo XVIII, fue Pedro José de Osío (Castillo & D’Amico, 1982; p.78). Su presencia no se suscribe sólo a la ciudad de Caracas sino que su figura se extiende a otros lugares de la provincia. Tenía 49 años, en 1779, cuando vivía en Parapara desempeñándose en el cargo de Teniente de Justicia Mayor, con la obligación de atender a Ortiz y San Francisco de Tiznados, dos pueblos de intermediación significativos para la Capitanía General por su desarrollo ganadero y su despegue del control militar hacia el sur.
Este importante músico, organista y fabricante de claveles, había nacido en Santa Marta, en el virreinato de Santa Fe, Colombia, el 19 de octubre de 1729. Fue hijo legítimo del gallego Juan Estévez de Osío y de doña Silveria Antonia de Acosta, también natural de Santa Marta. Más tarde, se casó en Caracas con doña Dominga Antonia Lindo, hija legitima Pedro Lindo y de doña Manuela Robín, naturales de la Ciudad Santiago de León de Caracas. Del matrimonio nacieron diez hijos: Nicolás, Pedro José Antonio, Manuel Isidro, Francisco, Juan José, José Antonio, Silveria, María del Rosario, José Jacinto y María Josefa.
Su presencia en los llanos de Caracas es de 1766, cuando marcho con su familia a la Villa de San Carlos de Austria (Duarte, 1972; p.32), donde permaneció un tiempo dedicado a actividades musicales. Regresó a Santiago de León en 1770 hasta 1774, cuando renunció al cargo de Maestro de Capilla de la Catedral de Caracas, por discrepancia entre los músicos de la tribuna. Es, a partir de ese año, cuando se marcha “a tierra adentro” y aparece como Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y Tiznados, donde dura seis años en el cargo hasta 1779.
Durante este lapso de tiempo, Osío se ve envuelto en un juicio promovido por los habitantes de Ortiz, según por abuso de autoridad y por entorpecer los justos derechos sobre la propiedad de sus tierras realengas (Pérez A, 2002; p.8). De modo que, el 15 de diciembre de 1788, se ve obligado a otorgar poder a don Luis Antonio Medina, Procurador Numerario de Caracas y de la Real Audiencia, para que lo defienda de estas denuncias que él consideraba calumniosas.
Sin embargo, Osío fue remplazado por el caraqueño don Manuel de España, quien había sido designado Teniente de Justicia de Parapara, Ortiz y Tiznados, hasta el mes de julio de 1779. Era casado en Caracas; pero, en Ortiz, vivía con la viuda doña Javiera Moreno, mujer blanca (Martí, 1998;192). No obstante, el Gobierno de la Provincia de Caracas nombra, en su sustitución, a don Francisco N. Osío y Lindo, el cuarto hijo del organero Pedro Osío, también músico. Hay constancia documental que este Osío, tres años después, construyó un órgano para la iglesia de Lezama, en la actual Altagracia de Orituco y, a instancias del Obispo Martí, se consiguió que un particular financiara el instrumento para esa parroquia. (Martí, 1998b: p.500). Este Francisco Osío fue también Teniente de Justicia de Santa María de Ipire y casó allí con una hija de Carlos Vargas Machuca, dueño del hato San Simón y fundador de la Parroquia San Gabriel de Zaraza (Rodríguez, 1998; p.38).
Entre 1777 y 1778 se halla en Valencia y según testimonio del Obispo Martí, vivía allí. Pero, hacia 1779 volvió a mudarse a Parapara, donde ejerce como Teniente de Justicia Mayor (Calzavara, 1987). Es así que, el 27 de julio de 1787, era testigo y firmaba como autoridad civil los documentos del litigio de las tierras realengas del pueblo de Ortiz.

No obstante, entre 1790 y 1791, los vecinos de Ortiz y Parapara continúan el pleito contra el Teniente de Justicia y piden al Rey de España “la fianza de calumnia y la imposición de sus penas”. Es decir, la querella había subido a los más altos niveles del poder imperial que, según Calzavara (1987; pp. 56-57), los denunciantes alegaban “entre otras cosas, que Osío había cometidos muchas arbitrariedades en su cargo, tales como haber puesto en libertad gente indeseable y criminales…”. Para esta fecha, su hijo mayor el doctor Pedro José Antonio Osío y Lindo, quien fue rector de la Universidad de Caracas, entre 1793 a 1794, era su defensor en el juicio.
Carlos Duarte, en una excelente investigación, se refiere a Pedro José de Osío como un gran músico y un hombre de una cualidad “bastante inteligente”. Sin embargo, el autor se pregunta, así mismo, con curiosidad sobre las circunstancias que envolvían a este personaje y su vida pública en aquella época colonial. Dice Duarte (1972; p.271) que “… resulta hoy mucho valor conocer el juicio que sobre el maestro se tenía entonces, emitido en una población del Interior de la Capitanía General. Su fama, extendida por la provincia probaría solamente la importante actividad que desempeño aquel hombre, en el campo musical en nuestro país”.
Como una paradoja de la vida, otro de su hijo llegaría a ser cura del pueblo de Ortiz en 1810. El presbítero José Jacinto Osío y Lindo, sería pastor de almas de aquel lugar donde se le recordaría por su participación en la Independencia de Venezuela. Antes, había sido designado el primer sacerdote de Chaguaramal de Perales- el sitio génesis de Zaraza-, gracias a la influencia de su tío el doctor Gabriel José Lindo. También fue músico y organista en la Catedral de Caracas.
En aquella village agreste y humilde, donde los habitantes aún levantaban loas y vivas al Rey, el presbítero José Jacinto Osío y Lindo le tocó ser un ferviente republicano. Un vehemente divulgador de las ideas de Simón Bolívar que, entre sus feligreses, aprovechaba su posición de religioso para estimular voluntades a favor del despertar de la patria y la causa de la libertad.
Pero, lejos de los ideales de su hijo, la presencia de Pedro José de Osío – por un largo tiempo en esta apacible comunidad - fue un hecho interesante para historia local y regional, especialmente, por la introducción de la música clásica en las actividades religiosas. Un testimonio lo deja su propio hijo, el párroco Osío, en 1813, quien  escribió que fueron músicos de coro litúrgico Aniceto Rodríguez Vargas (monaguillo), Eusebio Acosta y Vicente Tabares, entonces muchachos que quizás llegaron a ser los herederos de esa grande y apasionante figura del mundo musical colonial venezolano. Así, como dice Calzavara, fue una de los personajes más dinámico de toda la música venezolana del siglo XVIII y que, aún, la historia espera por redescubrir.

Bibliografía consultada
CALZAVARA, ALBERTO (1987). Historia de la Música en Venezuela. Caracas: Fundación Pampero.
CASTILLO D, MIGUEL & D'AMICO U, GIOVANNI (1982). Órganos venezolanos del siglo XIX. Revista Musical Chileno, NO. 158, pp. 72-104.
DUARTE, CARLOS F (1972): “El Músico e Instrumentalista Pedro José de Osío”. Boletín Histórico de la Fundación Boulton No. 15.
GUIDO, WALTER (1978): Panorama de la Música en Venezuela. Cuaderno de Difusión. Serie En Venezuela. Nº7 Caracas: Fundarte.
MARTÍ, MARIANO. (1998B). Libro personal. Caracas, Academia Nacional de la Historia, Tomo II.
MILANCA, GUZMÁN (1993): La música venezolana: de la colonia a la república. Caracas: Montea Ávila Editores Latinoamericana.
PEREZ A, JOSÉ OBSWALDO (2002). Orígenes históricos del Pueblo de Ortiz. San Juan de los Morros: Ediciones de la Cámara de Comercio de Ortiz.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1986). El Oído en El Llano. El Daimón de Gallegos. San Cristóbal (Táchira): Fundación Cultural Barinas.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1998).Historia de la Tierra de Ipire. San Juan de los Morros: Fundación Guariqueña para la Cultura.
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1988).La música y los músicos del Estado Guárico. Tomo I. San Juan de los Morros: Coedición de CORPOLLANOS y FUNDACULGUA

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