Historia en un periódico

AQUELLA MAÑANA ENTRÓ por la puerta del periódico El Pregonero, un hombre singular de mediana estatura, trajeado en chaleco y palto, con un reloj de leontina. Caracas respiraba sus aires gumancistas; se ínfulaba, en esos días tormentosos, como una ciudad cosmopolita. Era tranquila, acogedora; con calles empedradas, casas y casonas de uno y dos pisos; edificios modernos, de una arquitectura romántica, construidos en la administración de Guzmán Blanco. Caracas pretendía ser un petit París y el francés era la lengua predilecta de la gente distinguida y mundana; el habla de quienes hacían gala de erudición y recuerdos de viajes "por la Europas".

Corrían casi tres años de la revolución que llevó al poder por segunda vez al general Joaquín Crespo Torres. Eran días en que la crisis económica y financiera del país hacia crujir las bases del gobierno. La vida económica venezolana estaba muy difícil, casi de bancarrota. Crespo, quien no ocultaba esta realidad, hacía esfuerzos para aliviar la situación a través de un plan de desarrollo de nuevas obras públicas hasta donde lo permitían los limitados recursos de la época, al tiempo que cambiaba ministros de Hacienda como cambiarse de camisa.

La ciudad de los techos rojos, de las fiestas y de los grandes bailes de salón en los clubes El Concordia y El Venezolano, reencuentro de los habitantes, que entre risas de cócteles, con aparente tranquilidad y aires afrancesados, parecía en verdad una urbe cosmopolita. Tenía varios periódicos importantes como El Constitucional, El Diario de Avisos, El Tiempo, La Religión y este último, El Pregonero, que en cuyas hojas de papel se registraba impreso un país sumergido en el atraso económico, en el personalismo político, en el sarcasmo y en la contienda verbal diaria.

Caracas venía - tal vez sin darse cuenta y si para bien o para mal- transformándose técnicamente a través de una serie de innovaciones comunicacionales desde 1856, cuando entró en actividad la primera línea del telégrafo eléctrico venezolano, entre Caracas y La Guaira, y la llegada del teléfono en los primeros años de la década de 1880, como lo apunta Manuel Pérez Ávila en su libro Para la Historia de la Comunicación Social. Este proceso de cambio, poco a poco, sería el paso del puente hacia los tiempos modernos, que incluiría un tímido desarrollo de la prensa periodística.

De este modo, Venezuela entraba en una época de la información con el mundo. Un acontecimiento inaugurado por las agencias internacionales y locales de noticias, a través de la aparición del cable francés. De allí, el país estaba a las puertas del "imperio de la noticia", aunque la prensa venezolana no tenía conciencia del significado de las nuevas técnicas de la comunicación, como se demostrará posteriormente.

Un caso curioso tiene esta historia. Nadie pensaría que, en un país sumergido en guerras y conflictos armados, hubiera habido un empresario con valentía de atreverse a cruzar el puente de la modernidad. Un puente angosto y difícil. Por eso, nada ingenuo tuvo que - en esos días de crisis político-económica- se haya producido un cambio en la redacción de El Pregonero, uno de los periódicos más importantes e influyentes de la Caracas del siglo XIX, quien tendría como su redactor estrella al periodista liberal Ismael Pereira Álvarez.

Pereira Álvarez asumió la jefatura de la publicación el 2 de julio de 1894; se trataba de un individuo de principios morales honestos, que recibía un buen trato por parte del gobierno liberal el cual se hallaba en el poder. Era un intelectual de prestigio y experiencia periodística, gozaba de reconocimientos como editor y fundador de periódicos en el interior de la provincia. Además, era culto; dueño de una especial inteligencia y muy mesurado en la lid política.

Su entrada al periódico correspondió al director y dueño de El Pregonero, Odoardo León Ponte, quien lo eligió para el cargo, dado que el más indicado para la orientación del periódico era él. Pero esta designación se explicaba, sobre todo, por la amistad y la afinidad política que había entre ambos. Los dos eran militantes del partido liberal amarillo, pero con pensamientos distintos; la adhesión partidista los había llevado por separados al terreno de la confrontación ideológica, en medio de debates polémicos.

Pereira Álvarez era el prototipo del nuevo redactor-jefe; redactor nato que impondría un fresco concepto al periodismo incipiente del siglo XIX. Era conocido en la capital y en el interior del país como un hombre culto y ponderado, proveniente de un respetable ambiente social. Hace dos años atrás, la opinión pública lo aplaudía por un artículo publicado en la prensa de la capital en defensa del entonces presidente Raimundo Andueza Palacio, bajo el seudónimo de “un liberal”. Decía en aquel artículo, mordaz y atacante, que “Son los godos que asoman la lívida frente haciendo muecas al partido liberal”.

Desde la redacción, Ismael Pereira Álvarez corregía, analizaba y observaba los comunicados pagados por los opositores del régimen que llegaban al periódico para su publicación. Se trataban de artículos injuriosos y mordaces. Además de atacar al Jefe de Estado, se dirigían sobre todo al ministro de Hacienda, artífice de la gestión administrativa de Crespo.
miércoles, junio 13, 2007

Tiznados: El acento de un pueblo guerrero

Desde punto de vista histórico, Tiznados fue un antiguo sitio y hato que perteneció a Don Agustín Cevallos, en el siglo XVII. Para 1722, en este lugar existía una capilla pública que funcionaba como la “matriz y la principal”, junto a siete capillas aledañas. La unidad geográfica inmediatamente precedente al lugar fue el hato, cuyo nombre y perímetro sirvió para configurar y denominar el Valle de Tiznados. ..................................................................... José Obswaldo Pérez *
TIZNADOS es topónimo hispánico, cuya voz identifica a un hidrotopónimo y un área geográfica, especialmente a las actuales parroquias San Francisco, San José y San Lorenzo de Tiznados. Según las Crónicas de Indias, el nombre fue puesto por los españoles a un grupo de indígenas de origen caribe que habitaban esa región en el siglo XVI. Estos indígenas llamados “tiznados” tenían los rostros pintados de ciertas rajaduras creados por ellos. Se sacaban alguna sangre sobre la cual ponían tizne o carbón molido y sumo de hierba mora, con lo cual quedaba su pintura señalada para siempre en sus cuerpos.

Esto demuestra que los indígenas se provocaban heridas en el rostro sobre cuya incisión se pintaban tatuajes permanentes. Según explica el Diccionario de la Real Academia Española, tiznado proviene de tiznar: “manchar con tizne, hollín u otra materia semejante”. Estos indígenas estaban habituados a costumbres guerreras (Ortega, 1992:51).

A través de investigaciones etnológicas y arqueológicas realizadas en la región de la Sierra de Tiznados se puede reconstruir, aunque muy parcialmente, algunos aspectos del nivel de desarrollo cultural de aquellas comunidades indígenas asentadas en el espacio que nos ocupa. Por ejemplo, el doctor José María Vargas creyó reconocer cráneos hallados en sitios de la Sierra, caracteres de una raza Caribe, dominadora del bajo Orinoco y las pequeñas Antillas. Se cree que sus apreciaciones parecen corroboradas por el concepto de Sivers, en la geología y geografía de esta cordillera.

Estudios etnohistóricos recientes elaborados por el doctor Adolfo Rodríguez y el antropólogo Carlos Ríos Roldán, entre otros investigadores de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela, han podido encontrar vestigios de esas culturas en el sitio de Paya Arriba, en la actual jurisdicción de la Parroquia de Parapara, representados en utensilios de uso domestico como platos, vasos, figuras de barro en general, piedras trabajadas o lítica, entre otros elementos.

 Desde punto de vista histórico, Tiznados fue un antiguo sitio y hato que perteneció a Don Agustín Cevallos, en el siglo XVII. Para 1722, en este lugar existía una capilla pública que funcionaba como la “matriz y la principal”, junto a siete capillas aledañas. La unidad geográfica inmediatamente precedente al lugar fue el hato, cuyo nombre y perímetro sirvió para configurar y denominar el Valle de Tiznados. Hidrográficamente es un importante afluente que cae al río Portuguesa, e inunda a todos los hatos de ganado que hay en sus márgenes y vegas circunvecinas.

Dice Aguado (1535-1589) que fue un nombre puesto por los españoles: “...a causa de que la gente de aquella provincia todos traían los rostros pintados de ciertas rajaduras que en ellos se hacían, haciéndose y sacándose alguna sangre, sobre la cual ponían tizne o carbón molido y zumo de yerba mora, y quedaban las pinturas señaladas siempre. De esta manera de galanía usan algunas naciones de moros de la costa de Berberia”. (Aguado, 1987, T.l:23).

 La raíz indohispánica de Tiznados va acompañada con el nombre de San Francisco, el Señor San José y San Lorenzo, como producto de un manifiesto sentimiento religioso de los colonizadores, los cuales los llevó a designar a numerosos centros poblados prehispánicos y, más tarde, a los surgidos durante la Colonia, con nombres del santoral romano. De este modo se hizo muy usual que el nombre religioso estuviese seguido por uno indígena. El primero respondía a los requerimientos de los fieles o de los sacerdotes y obispos, mientras el segundo a lo geográfico o a lo tradicional. El nombre religioso era el impuesto y nombre indígena era el autóctono (Vila, 1979)

 Sin embargo, el sentido común del pueblo acoge la brevedad de los nombres, lo cual fue acortando con manifiesta tendencia a hacer que subsistiera el término de origen indígena. Esto ocurría sin adoctrinamiento alguno; así, la expresión cultural de lo autóctono -como son los nombres de pueblos, parajes y accidentes geográficos de raíz indígena-, predominó sobre el vocablo aportado por la cultura introducida. Unos ejemplos son los nombres como San Francisco, San José y Santa Rosa de Lima, los cuales son hagliotopónimos productos del sentimiento religioso durante la colonia, referentes a figuras venerables por las comunidades que respondían al intenso culto mariano o franciscano. Aunque, en 1988 se intentó cambiar o bautizar el nombre de San Francisco de Tiznados por Ciudad Roscio, propuesta formulada sin éxito por la Corporación de Desarrollo de la Región de los Llanos, CORPOLLANOS.

 En definitiva, un proceso de traslación toponímica dio origen al nombre de San Francisco de Asís de Tiznados. Nombre que surgió como hagliotopónimo en 1746, cuando ya había en este lugar cura e iglesia parroquial dedicada a San Francisco de Asís. Es la referencia más antigua del nombre de la población, lo que se confirma en una matrícula de 1758, cuando ya tenía 1.763 habitantes y era cura propio, el párroco Santiago Armada. Pero, muchos años antes, Tiznados se conocía con los términos a secas de “sitio Tiznados”, “Valle Tiznados” y “Partido Tiznados” (1720), cuya extensión geográfica abarcaba hasta lo que en el presente conforman los tres municipios de la Cuenca de Tiznados; mientras, el Señor San José de Tiznados aparece en 1780 y San Lorenzo de Tiznados en 1992. El primero por disposición eclesiástica y el segundo por decisión legislativa, promovida por el Concejo Municipal de Ortiz.

  NOTAS BIBLIOGRAFICAS
 BOTELLO, OLDMAN (1998): Los Tiznados. Caracas: Congreso de la República. Ediciones de la Cámara de Diputados
CARVAJAL, (FRAY) JACINTO (1956): Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco. Madrid: Edime.
CASTILLO LARA, LUCAS G (1984): San Sebastián de los Reyes. La ciudad Trashumante. Tomo I. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.
CORPOLLANOS (Octubre, 1988): Estudio Integral de la Cuenca del Río Tiznados. Calabozo: Rodríguez Hurtado, J & Asociados C.A Gaceta Oficial del Estado Guárico. Ley de División Político-Territorial del Estado Guárico. San Juan de los Morros, 30 de Mayo de 1992.
ORTEGA, MIGUEL ÁNGEL (1992): La Esclavitud en el contexto agropecuario colonial. Siglo XVIII. Caracas: Editorial APICUM, colección Otro Discurso Nº 2
PÉREZ, JOSÉ OBSWALDO (2005,06 Diciembre) La Iglesia de San Francisco de Tiznados (I). San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, p A-4
RODRÍGUEZ, ADOLFO (1994): El estado Guárico. Orígenes, Mundo y Gente. San Juan de los Morros: Ediciones de la Comisión regional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos SIMÓN, PEDRO (1882): Noticias Historiales de las conquistas de Tierra Firme en la Indias Occidentales (1924). Bogota.
VILA, MARCO A (1978): Antecedentes Coloniales de Centros Poblados de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Facultad de Humanidades, UCV.
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*José Obswaldo Pérez es periodista, profesor universitario e historiador venezolano.
viernes, junio 08, 2007

Historia y periodismo

Un aporte a la autoconciencia y autoestima de un poblado es la reconstitución de la historia local. Esto permite que “ los grupos vivan significativos procesos de refuerzo de autoestima social, recuperando sentidos colectivos de humanización”. Además, la recuperación de la historia local produce un valor agregado significativo para la planificación del desarrollo, más pertinente con la propia realidad. Es decir, orienta las políticas públicas del gobierno local, regional o nacional, respecto del desarrollo cultural y social de la población.


JOSE OBSWALDO PÉREZ

La historia (local) es una historia con la gente misma, permite que el protagonismo no se circunscribe sólo a una élite, sino que abarque también a la gente anónima, consigue que la historia pase por dentro hacia afuera de de la comunidad. Ayuda a los menos privilegiados y sobre todo a los más viejos a recuperar su dignidad”.
Paul Thompson. Historiador
“¿Qué otro oficio permite vivir la historia en el instante mismo del devenir y también ser un testimonio directo? El periodismo es un privilegio extraordinario y terrible...“
Oriana Fallaci. Entrevista con la Historia.


Sobre este tema de periodismo e Historia, me gustaría decir que es algo mucho más cercano a nosotros de lo que nos pueda parecer. No sólo, porque la prensa sea un material documental muy utilizado por los historiadores para nuestra investigación sobre el pasado, sino por que la prensa al pretender dar noticia de lo que ocurre en la sociedad y en el mundo, recurre con frecuencia al pasado, para explicar cosas que suceden en la actualidad. Por lo tanto el Periodismo y la historia están más cerca de lo que muchos piensan. Si estamos de acuerdo en que para dar, o mejor para explicar las noticias que cada vez con más rapidez se suceden y aparecen en la prensa es necesario dar explicación de cosas del pasado, algo que creo fundamental es la participación de historiadores en la elaboración de las noticias, y en la explicación de ellas. El periodismo necesita historiadores, pero no sólo para escribir artículos de opinión, sino que trabajen en él de forma activa, periodistas-historiadores, que ayuden a esclarecer las noticias que la prensa transmite a la sociedad. Suele trazarse una neta línea divisoria entre el periodismo y la Historia. Pero el periodismo, por su cercanía a los hechos, es una forma de hacer Historia y la Historia, al interpretar los acontecimientos, es también una forma de hacer periodismo.

miércoles, junio 06, 2007
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