Sobre la belleza, de Zadie Smith

Epifanías de lo cotidiano: Zadie Smith escribe un tratado sobre estética disfrazado de ficción en una trama de triángulos amorosos y celos profesionales que será difícil de olvidar.

La escritora británica Zadie Smith | FotoKATJA LENZ/Getty Images
Por Michelle Roche Rodríguez | 30 de Diciembre, 2010
Sobre la belleza es una novela obligatoria para los amantes del arte y quienes deseen comprender su significado para la vida. La tercera publicación de la británica Zadie Smith, autora de Dientes Blancos (1997) y El cazador de autógrafos (2006), es un tratado estético vestido de narración, escrito con una prosa vibrante y que tiene personajes con sólidas tramas narrativas, así como epifanías contundentes. En esta ficción, el concepto abstracto de belleza se encarna en los temas favoritos de la escritora como la negritud, la femineidad y las relaciones sentimentales.

La maestría de Smith consiste en construir por medio de signos de la teoría estética, sin aburrir al lector, lo que en cualquier otro escritor menos virtuoso hubiera sido una historia más de infidelidades y celos profesionales. La crisis de la mediana edad que enfrenta Howard Belsey, profesor de la Universidad de Wellington, tiene matices trágicos. Por una aventura con la joven Victoria peligra su matrimonio de 30 años con Kiki, un ama de casa obesa que otrora fuera una sensual y ferviente activista afroamericana. Además, su futuro académico está amenazado por la llegada al campus su adversario intelectual, Monty Kipps, que como él es especialista en Rembrandt.

Sus tres hijos, Jerome, Zora y Levy están absortos en sus propias vidas. Cada uno representa una definición propia de arte, así como tres maneras distintas de ver y verse en el mundo. Jerome cree que la belleza es un concepto único e irrebatible. Zora imita el tipo intelectual de su padre. El menor busca su propia identidad fuera de la casa, entre definiciones estereotípicas de su raza, como el rap, el gueto, y la calle.

Las confrontaciones entre los personajes pueden resumirse en dos escenarios: el de la erudición y el de la cultura popular. Los representantes de la academia son Howard, Monty, Zora y Victoria. Kiki y Levi encarnan el mundo externo a la universidad, junto a Carl, un poeta callejero. Entre ambos escenarios está la figura romántica de Jerome, que busca un lugar que no encuentra. El bagaje intelectual de los personajes, sin embargo, queda reducido a un lustroso pero frágil escudo individual diseñado para protegerlos del desamparo ante la experiencia de lo sublime.

La descripción de las epifanías individuales permite que el discurso subyacente en la novela se mueva de la definición de la belleza hacia la descripción de la importancia del arte para los seres humanos: acceder a lo sublime.

Kiki consigue su epifanía en el Réquiem de Mozart. “La experiencia de oír una hora de música que casi ni conoces, en una lengua muerta que no comprendes, es una extraña experiencia de caída y asunción”, dice en el libro. Su marido se burla del simplismo grosero de su arrobamiento, frente a la pieza que él defenestró como un “sublime cristiano”, marcado por “ideales metafísicos que intentaban colarle por la puerta trasera”.

El “intelectualismo escrupuloso” de Howard no le impidió, unas 300 páginas después, hallar a su propio sublime, al escuchar otra pieza de Mozart, el Ave Verum. Allí su incapacidad de comprende con algo diferente a la razón se convirtió en el obstáculo para la epifanía. Antes que la experiencia de salirse de su cuerpo, lo sublime le aterroriza, como un abismo. Tanto tiempo pasó con la cabeza entre los libros, que se le opacó la visión de la vida y, peor, de la belleza.

He allí el mensaje que intenta transmitir la autora en la novela ganadora del premio Orange 2006 y finalista del Booker 2005: para encontrar la belleza hay que trascender la academia y los libros ya hay que saber buscarla en la vida.

Fuente: 
http://prodavinci.com

Michelle Roche Rodríguez es periodista, crítica literaria y narradora. Sus reflexiones ensayística son plasmadas en su blog personal.

sábado, enero 01, 2011

Falleció don Elisur Lares, Cronista de Achaguas

guasFue profesor ordinario de la Universidad Nacional Abierta de San Fernando de Apure; destacado intelectual e investigador.


Elisur Emilio Lares
Por José Obswaldo Pérez
Este domingo el mundo cultural del estado Apure y más allá de sus fronteras ha sentido la pérdida a uno de sus más activos intelectuales y docentes universitarios. Elisur Emilio Lares Bolívar, quien en su larga trayectoria de docente, escritor, poeta, profesor universitario, cronista de Achguas, brindó grandes aportes a la región apureña falleció tras padecer de una complicada diabetes.
Lares Bolívar fue cronista de Achaguas su pueblo natal, en el estado Apure. Allí nació el 08 de Febrero de 1956. Licenciado en Educación, egresado de la Universidad Católica “Andrés Bello”. Se desempeñó como docente en el C.B.C. “Dr. Saverio Barbarito” de Apurito y en el C.C. “Diego Eugenio Chacón” de Achaguas en el Estado Apure.

Se inició en el campo de las letras como colaborador al componer numerosos artículos históricos y literarios en diferentes periódicos y revistas apureñas, a saber El Llanero, La Idea, Letras, Pueblo (órgano informativo de la Fundación Cultural Rómulo Gallegos) y Correo del Apure. Su dinámica actividad educativa, cultural y de investigación lo ha hecho merecedor de múltiples reconocimientos.

A lo largo de su existencia dejo una gran cantidad de trabajos inéditos tanto geográficos, históricos y literarios como poéticos. Entre ellos se mencionan Dr. Saverio Barbarito Echenique, vida y obra, 1982; Reseña de la Batalla de las Queseras del Medio, 1983; Semblanza del Dr. Eduardo Hernández Carstens, 1983; Arichunenses notables, pequeñas biografías, 1984;Cuentos Apureños Nº 1 —coautor 1984—; Breve Historia de Achaguas, 1986; Cronología Vital de Julio César Sánchez Olivo, 1987; Algunos sanfernandinos notables, 1988; Cuentos apureños Nº 2 —coautor 1988—;La mujer y la cultura en Apure, 1991 y Geografía descriptiva apureña, 2003.
lunes, diciembre 27, 2010

Militares y orden público

En las últimas dos décadas, desde que se completó la transición a la democracia de la mayoría de países latinoamericanos, un objetivo crucial ha sido mantener a las fuerzas armadas por fuera de la misión de proteger a la ciudadanía.

Foto: Reuters

Por Marcela Sánchez

El 28 de noviembre, miembros de una fuerza militar y policial conjunta izaron una bandera brasileña en la cima de una colina en Río de Janeiro. Habían llegado como conquistadores, 2.600 en total, autorizados por los Gobiernos de la ciudad y el país para asumir el control de uno de los vecindarios más pobres y abandonados de Río, que estaba en manos de violentas pandillas criminales.

El operativo, celebrado a lo largo de Brasil, significó un cierto alivio para los 400.000 residentes del Complexo do Alemão, un conjunto de favelas que se había convertido en una guarida para los bandidos y en un infierno en vida para los demás. La ofensiva fue la acción más reciente y atrevida en el ambicioso plan del Gobierno de Río para reducir la actividad criminal en zonas peligrosas, en anticipación al Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

Otras ciudades en la región han intentado tácticas similares. A comienzos de 2007, poco después de su toma de posesión, el presidente de México, Felipe Calderón, lanzó una ofensiva militar y policial contra pandillas de drogas de la ciudad fronteriza de Tijuana. En 2002, el mandatario colombiano, Álvaro Uribe, envió a 3.000 militares y policías a las comunas de Medellín como parte de la Operación Orión. En pocos años, esta ciudad se convirtió en ejemplo de éxito y, de hecho, ha servido de inspiración para Brasil.

Ahora es Río el modelo en boga. Sus logros, incluso, han llevado a reconsiderar la renuencia en la región de emplear fuerzas armadas en asuntos policiales.

Expertos regionales en seguridad, reunidos en la Organización de Estados Americanos (OEA) en la última semana, están ciertamente más abiertos a la idea. El secretario de Seguridad Multidimensional de la OEA, Adam Blackwell, se refirió a la acción militar como un desarrollo "positivo" y agregó que para combatir criminales despiadados muy bien organizados, los Gobiernos en la región debieran usar todas las fuerzas a su disposición, incluidas las militares.

"Lo que percibo es una nueva disposición de, por lo menos, discutir el rol militar siempre y cuando ocurra bajo supervisión civil", aseguro Blackwell en una entrevista. "Este no es un tema de la izquierda o la derecha, del norte o del sur, del este o el oeste. La gente ... no quiere ser abatida a tiros en las calles".

En las últimas dos décadas, desde que se completó la transición a la democracia de la mayoría de países latinoamericanos, un objetivo crucial ha sido mantener a las fuerzas armadas por fuera de la misión de proteger a la ciudadanía. La mayoría de las naciones, como parte de su consolidación democrática, tienen ahora ministros de defensa civiles, fuerzas policiales civiles y una clara separación entre las misiones de la policía y los militares.

Pero los esfuerzos por sacar de las calles a los militares han sido vacilantes e incompletos. Grupos de derechos humanos están particularmente preocupados por una posible expansión de la misión militar por parte de fuerzas que todavía no han superado plenamente su legado de represión.

Adam Isacson, experto en seguridad regional de la Oficina para Asuntos Latinoamericanos de Washington, reconoció que circunstancias excepcionales, como cuando la policía es superada por criminales mejor armados, amerita una acción militar de protección y disuasión, pero dicha participación debe durar poco.

La presencia militar a lo largo de, al menos, siete meses en la favela Complexo do Alemão que proponen los funcionarios brasileños es un lapso demasiado largo, lo que podría sentar "un precedente terrible", dijo Isacson en una entrevista. La pregunta ahora es ''¿cómo van a mantener estos vecindarios?, y esa no es una interrogante de carácter militar''.

Afortunadamente el plan de seguridad del Gobierno de Río es multifacético. Después de la ofensiva inicial, la policía comunitaria, organizada en "unidades policiales de pacificación", debe empezar a establecer una presencia a largo plazo, al tiempo que se implementan otros programas e inversiones gubernamentales.

Es muy difícil saber, claro, si la estrategia tendrá éxito. Sergio Fajardo, el ex alcalde de Medellín a quien se le atribuyen buena parte de los logros en reducción de criminalidad en esa ciudad, reconoció en una entrevista que es limitado lo que puede hacer un líder local para derrotar crimen financiado por un negocio internacional. "Mientras haya narcotráfico, hay violencia", dijo. Aún así, agregó, el enfoque debe estar en crear nuevas oportunidades en aquellas áreas donde por mucho tiempo la criminalidad ha sido la alternativa más atractiva para una ganancia financiera.

Lo que es indiscutible es que temas de seguridad serán prioridad para los Gobiernos en la región ahora y en años venideros. Noventa por ciento de los latinoamericanos teme ser víctima de crimen en algún momento en su vida. Uno de cada dos habitantes de la región quiere mayor presencia policial en las calles, según el último informe de Latinobarómetro. Esto "podría interpretarse como una solicitud autoritaria", según Marta Lagos, directora ejecutiva de Latinobarómetro; pero es una petición "civilizada" cuando uno no puede salir y sentirse seguro.

La historia justifica la preocupación ante el creciente rol de los militares de la región. Pero a menos que los Gobiernos latinoamericanos puedan reducir la criminalidad, los delincuentes seguirán representando una amenaza desestabilizadora para las democracias de la región, mayor que cualquier otra.


FUENTE: The New York Times Syndicate


Marcela Sánchez ejerce el periodismo en Washington desde comienzos de los noventa. Esta es su columna semanal
miércoles, diciembre 15, 2010
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