El Soldado de la Primera Guerra Mundial

Hoy habrá jaleo, es lo que piensa todo el mundo. El lo sabe. Lo ha visto otras veces. Lo ha vivido. No se engaña. Atisba las líneas alemanas desde su trinchera infestada de ratas y piojos. A su lado, el amigo de la armónica y noches de juerga se nota preocupado. Le tiembla el cigarrillo en los labios.


Por Daniel R Scott



"La Primera Guerra Mundial fue una guerra que nadie quería y una catástrofe que nadie 
pudo haberse imaginado." (Henry Kissinger)


Fue soldado en los aciagos días de la Primera Guerra Mundial o "Gran Guerra." Un francés de uniforme azul apostado en el "frente belga" junto a muchos compatriotas más, haciéndole frente al ejército alemán. Sin poseer la edad reglamentaria se alistó en el ejército, en el 38 regimiento de infantería. En el cuello de su uniforme se observa el numero 23. Era muy joven para lo que vio y le tocó vivir entre 1914 y 1918. Su rostro, mozo, de rasgos finos, estaba hecho para gozar de las cosas buenas que la vida suele ofrecer a la juventud. Pero el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Sarajevo en manos de un radical servio precipitó a Europa en un verdadero baño de sangre. "Europa no es cristiana." diría Gandhi.

Hoy habrá jaleo, es lo que piensa todo el mundo. El lo sabe. Lo ha visto otras veces. Lo ha vivido. No se engaña. Atisba las líneas alemanas desde su trinchera infestada de ratas y piojos. A su lado, el amigo de la armónica y noches de juerga se nota preocupado. Le tiembla el cigarrillo en los labios. Es que no vale la pena derramar el don de la juventud en los campos de batalla, donde hombres y caballos terminan descomponiéndose bajo el sol y la lluvia, según sea la estación del año. Por fin el grito destemplado de la oficialidad da la orden de asalto. Los hombres, como hormigas, salen bulliciosos de las trincheras corriendo en línea recta hacia el enemigo. Deben cruzar alambradas, terrenos descubiertos sin ningún tipo de protección, cubiertos de cadáveres, la llamada tierra de nadie. Jadeo, sudor, miedo. Balas que pasan de largo o dan en el blanco. Se esta en manos del azar, de lo que suceda, cualquier cosa. A su lado cae de espaldas el amigo, aquel de la armónica y las noches de juerga y camaradería. Se detiene e intenta levantarlo. "¿Donde te hirieron? ¡Levántate!" Lo alza para dejarlo caer de nuevo. Es inútil: quedo reducido a una maltrecha masa sanguinolenta. El que alegraba nuestras noches de permiso. Se observa brazos y manos: están manchados de sangre. Sigue adelante, impulsado por la impotencia y la ira. Detiene su marcha frente a un soldado alemán hundido hasta el cuello dentro de un pantano. Es que la explosión de las bombas, las lluvias continuas y la tierra removida crean estas arenas movedizas artificiales. ¿Ayudarlo? No es un rostro. Ni aun un ser humano. Es el uniforme enemigo, el que despedazó con un obús al de la armónica, el de las noches de juerga, el del cigarrillo en la boca. Con el tacón de la bota le golpea la cabeza hasta hundirlo varios centímetros bajo el barro. Se trata de otra victima anónima devorada por los campos de batalla. Sigue su marcha y al fin llega a unas pobres ruinas defendidas por los alemanes. Escombros bombardeados y quemados. ¿Que sentido tiene defenderlos? Ahora si viene el combate cuerpo a cuerpo. La lucha se torna feroz, sin tregua, impropia de una Europa civilizada, impropia de los que han leído a los novelistas franceses o estudiado a los filósofos alemanes. Aquí Balzac y Kant no tienen cabida y de nada sirven las manos del violinista o la pluma del escritor. Un verso no es escudo que defiende de la muerte. ¿De que le sirve a nuestro soldado haber leído las obras de Verne? Con su bayoneta atraviesa a su oponente y lo deja clavado del muro calcinado. Intenta sacarla pero resulta infructuoso, se atoró en el cuerpo y del muro. Desiste y toma del suelo el fusil de un soldado caído para continuar la refriega. No hay tiempo que perder. Matas o te matan. De eso se trata la guerra.
Se da la orden de volver a las trincheras. A mitad de camino le sorprende el estallido de una granada. El soldado se cubre en tierra pero unas esquirlas le alcanzan una comisura de la boca. Años más tarde, ya viejo y en otras tierras, en las fotos que se tomó de perfil, podía verse las secuelas de esa explosión. Eso decía su esposa. Se levanta y sigue adelante hasta llegar al refugio de su trinchera sano y salvo. Poco a poco se tranquiliza. Piensa en el del armónica, dejado atrás para siempre, abonando la tierra de nadie. Lamenta su muerte. Los demás también. Repasa mentalmente las muchas veces que la muerte le rozó como una bala enemiga. Respiró un poco de gas mostaza y sobrevivió. Un obús casi lo hace volar en pedazos la noche que montaba una guardia. "Me acababan de relevar," explica, "cuando oí a mis espaldas un gran estruendo. Regresé y sólo encontré trozos de carne y huesos."
Noviembre de 1918. Acabó la guerra. Alto al fuego. El 11 de noviembre se firma un armisticio muy desfavorable para el orgullo alemán. "Los traidores de noviembre" diría años más tarde un nazismo amenazante. Han muerto diez millones de soldados. Andrés Richier, el soldado de nuestro relato, fue condecorado: siempre se ofrecía de voluntario para misiones peligrosas, como buscando más la muerte que la gloria. Fue desmovilizado el 28 de septiembre de 1919 y, al igual que muchos jóvenes de su condición, le dio por recorrer calles silenciosas, noches solitarias y bulliciosos cabarets, buscando reordenar su vida...

Barbacoas, noviembre de 1929. Andrés Richier le obsequia a su prometida una foto con la siguiente dedicatoria: "Mirtala: conserva este recuerdo como yo conservo en mi corazón tu amor." En la foto esta vestido de uniforme. Casi un adolescente. Le contaría a su prometida episodios de la guerra tal cual están descritos arriba. Y yo quise preservarlos en tinta y papel. Contraen matrimonio en 1930 y el 16 de mayo de 1931 les nace su primogénita, María Antonieta Richier Sánchez, una niña con una cara de muñequita que le valió de por vida el apodo de "la nena." .Mi madre.

28 Abril 2011
jueves, abril 28, 2011

El Tercer Día de la Creación

Por Daniel R Scott

Como dije en mi libro que aún no termina de salir de la imprenta (apúrese poeta) mis padres y parte de la familia abandonaron sus respectivos empleos y emigraron al campo, allí donde abunda el mastranto, la palmera, el caño, y el cují, con el alma henchida de nobles proyectos, convencidos que dominarían a la perfección el arte y la técnica de la siembra y la cría de ganado para así levantar el fundo o emporio que sería la reina y envidia de toda la región. Y ¿por qué no? nuestras reses y productos envasados llegarían a abastecer a todo el país y al mundo entero de ser posible. Es que los sueños desenfrenan la cordura. "Y si fracasamos lo volveremos a intentar" afirmaba mi hermano Luis Eduardo desafiante y con convicción. Y yo pensaba "la cosa va en serio."

La familia pues se estableció en una casa rodeada de árboles, vacas, caños, lagunas y una quesera. En los meses de marzo y abril el apamate se adornaba con flor de oro y lo dejaba caer como manto real sobre el suelo llanero. Mamá, amante de la fertilidad de la tierra y del misterioso poder vital oculto en las entrañas de la semilla se ocupó con celo misionero de edificar sobre el amarillento suelo duro como el pedernal un huerto verde, fresco, colorido y jugoso semejante a una maqueta del paraíso perdido del que nos habla la página bíblica, si lo tal es posible, que no hacía juego con la árida geografía circundante. Allí cultivó que yo recuerde pimentón, ají, tomate, zanahoria, cebollín y algunas cosas más. Sus manos, al manipular la tierra, las plantas y las simientes, repetían a pequeña escala el tercer día bíblico de la creación: "que produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto. " Esta pequeña réplica de Dios que fue mamá demostró la existencia del creador probando científicamente el tercer acto creativo. Como predijo el profeta antiguo, hizo "reverdecer" el desierto. El fuego oculto de estas artes según sé, las heredó de otro enamorado del surco, la semilla regada y la planta de fruto maduro: su padre,  un francés quien también ponía a producir esta tierra azotada por el aliento candente del trópico. Pero su padre merece un capítulo aparte...

Era una tarde lluviosa de julio o agosto de 1975. No logro precisar el mes pero eso no importa. Carece de importancia. Era una llovizna menuda y delicada empeñada en imitar a las neblinas. Mamá, inclinada sobre el huerto, escardilla en mano, abre surcos para la semilla. En su mente y corazón ya ve la planta crecida y el fruto maduro. Desde los corredores de la casa la veo. ¡Que incansable! Parece el cuadro de algún artista famoso. Podría ser inmortalizada por el pincel y el lienzo que cuelga en el museo. ¡Cuántas ricas escenas cotidianas se escapan al ojo del artista! Pero esta vez mamá abusó. Que terca. El frío de la lluvia del llano le caló hasta los huesos. Deja sus labores y entra a la casa temblando de frío. Es un páramo o algo así. Papá la abrigan, la hacen entrar a las cálidas sombras de la habitación y le da un sorbo de su sacrosanto brandy "Capa Negra", haciéndola entrar en calor. Ahí los veo juntos en la cama mientras retumba el trueno sobre el llano y los techos de cinc. Años más tarde, no se la razón, mamá le recordó a mi padre ese episodio en una carta. Sin duda para ella, pura alma sensible, ese gesto significó mucho y la marcó positivamente. Sabe Dios qué valor le dio ella en su corazón. Se lo llevó al sepulcro y al cielo. Por eso, 36 años después, lo escribo para que nadie lo olvide.

25 abril 2011

miércoles, abril 27, 2011

Cuba “descubre” a los Beatles

  • "La Habana necesitaba un lugar como este", dijo Ernesto Juan Castellanos, director artístico del nuevo club que pertenece al Ministerio de Cultura.
  • Funcionarios culturales de la isla en las décadas de 1960 y 1970 consideraban que la música en inglés era "diversionismo ideológico". The Beatles no escapó a la censura


Infolatam/Reuters
En Cuba, donde la música de la banda de rock británica The Beatles estuvo prohibida por años, un club nocturno propiedad del Gobierno comunista está reivindicando al mítico grupo y borrando antiguos tabúes ideológicos, dijeron directivos y clientes.

Caricaturas y fotos de los músicos británicos y letras de canciones de la banda decoran las paredes azules del club estatal “Submarino Amarillo” en un céntrico barrio de La Habana.

Un televisor transmite vídeos del grupo que ganó fanáticos en todo el mundo con temas como “Hey Jude”, “Imagine” o “Love” y grupos cubanos en vivo cantan las canciones.

“La Habana necesitaba un lugar como este”, dijo aReuters Ernesto Juan Castellanos, director artístico del nuevo club que pertenece al Ministerio de Cultura, donde no se escucha ni salsa ni reggaeton.
Funcionarios culturales de la isla en las décadas de 1960 y 1970 consideraban que la música en inglés era “diversionismo ideológico”. The Beatles no escapó a la censura.

“Al tener de manera oficial un lugar, donde los Beatles pasaron de ser prohibidos a obligatorios, ya es una cosa que la gente se ve atraída a venir”, agregó Castellanos, que ha organizado eventos teóricos y escrito libros sobre The Beatles.

Castellanos aludió a la censura que sufrió la banda en el pasado, cuando férreos controles intentaron evitar la circulación de sus discos y medios estatales prohibieron su difusión.

El escenario varió luego. En el año 2000, el propio ex presidente cubano Fidel Castro asistió a la inauguración de una estatua de John Lennon en un parque de La Habana, a pocos metros de donde está ahora situado el “Submarino Amarillo”.
“(Al inaugurar la estatua) fue una forma de decir ‘lo sentimos’, ‘las cosas van a cambiar’, y las cosas obviamente han cambiado, ya tenemos un centro oficial del Ministerio de Cultura”, dijo entusiasmado Castellanos a Reuters.
Ahora el club está atrayendo a nostálgicos que una vez debieron escuchar en secreto a la legendaria banda.

Extranjeros, jóvenes cubanos y hasta algunos emigrantes se reencuentran con el país y aplauden la apertura del “Submarino Amarillo”.
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