La perpetua Soledad Loreto Ramos



Soledad Loreto Ramos
Por V. Loreto
¿Cómo es posible que una muchacha rica se quede soltera? Esto, hijos míos, es algo que nadie puede explicar -decía la Abuela Fabiana-, le propusieron algunos pretendientes. Sus dos hermanas y sus tres hermanos casaron a su debido tiempo, pero ella, Soledad -se quedó soltera. Muchos fueron a visitarla, primos de Puerto Cabello y hasta de Coro iban tras ella. Su padre don Pedro Isaac era rico ganadero con muchas tierras en Ortiz. Su madre procedía de una culta familia de Puerto Cabello.

En su juventud Soledad Loreto no fue fea ni mucho menos, aunque si excesivamente delgada, alta, sin busto y blanca mediterránea como su madre. Tenía negro los ojos e igual el cabello, aunque al paso de los años se le entrevero con gris. En el Ortiz ochocentista, al cabello de este color le llamaban hierba de cementerio. Sin embargo, las primas más feas que ella, se casaban. Las solteronas eran un raro fenómeno en aquellos tiempos, incluso en familias adineradas. En fin, ya lo sabéis -repetía la abuela Fabiana-, en los Loreto no tenemos conventos de monjas.


Hay muchachas que no pueden encontrar marido a causa de su carácter amargo o debido a que son demasiados exigentes. Pero Soledad no tenía tiempo para ser amarga. La causa de todos sus males radicaba en su locura por los vestidos y las ropas. Sencillamente, Soledad solo podía pensar en trapos.

La sesera de Soledad estaba totalmente envuelta en ropas y vestidos. Hasta cuando le presentaban a un hombre, lo primero que observaba cuando después comentaba el encuentro, era el modo en que iba vestido. Decía que llevaba el cuello de la camisa abierta y sucio, o los zapatos sin brillo. Se fijaba en cosas a las que las demás mujeres apenas prestan atención. Una vez dijo que a cierto hombre le salían pelos de los orificios de la nariz, lo cual le daba gran asco. En otra ocasión dijo que el futuro marido, que le habían propuesto, don Juan José Matute olía mal. En sus rabietas solía decir. "Todos los hombres apestan". Son unas palabras terribles. Además tenía la rara costumbre de lavarse constantemente y si le daba la mano a alguien en minutos estaba en el aguamanil con un fiasco de sales para oler.


En el viejo Ortiz, cuando alguien se hacía un vestido o un traje le duraba años. Sin embargo, si Soledad llevaba un mismo vestido tres veces ya le parecía que lo había llevado demasiado. Al morir su padre, Soledad heredo muchos bienes, eso le dio a Soledad gastar parte de su fortuna en cosas que ponerse encima.

A pesar de su soltería, la invitaban a bodas, cumpleaños y fiestas de esposales. Tenía gran número de parientes. Soledad les ofrecía regalos y cada regalo era para ella un gran problema, sí, porque procuraba que todos los chismes que regalaba fueran exactamente los adecuados a la ocasión.

Soledad repetía a menudo: "He de ir a probar". Siempre tenía que acudir al zapatero, a la modista o las tiendas de Caracas y Valencia. Y todo lo que llevaba tenía que armonizar. Si el vestido era verde, verdes debía ser los zapatos y verde el sombrero, verde la sombrilla para salir con el conjunto a la calle. Era además, suscriptora de revistas de moda, en las que se describían todos los nuevos estilos en el vestir. Cuando Soledad paseaba por las calles, los transeúntes se detenían a mirarla. Luego comentaban.

Muchos creen, que en el pasado la gente vestía mal, pero no era así ni mucho menos. Muchos se vestían con gran lujo y mil detalles. Ahora bien, en el caso de Soledad la afición a vestir bien llegaba a constituir una locura. Todo su armario estaba lleno a rebosar. También lo hacía por los muebles y las antigüedades.

Soledad, cuando iba los domingos a la Iglesia de la Santísima Santa Rosa de Lima, no oraba sino que miraba las ropas de las demás mujeres. Soledad no dejaba de hablarle al oído de la acompañante, de vestidos y joyas, sobre lo que aquella llevaba, lo que la otra se ponía encima.

En muchos años, Soledad Loreto tenía su persona una calidad macilenta que las ropas no podían ocultar, arrugada y con las prendas desbarajustadas como si hubiera dormido con ellas.
Existe la creencia de que las solteronas nunca alcanzan una edad avanzada.

Tonterías. Soledad sobrevivió a sus dos hermanas y a sus tres hermanos. Perdió los dientes y se quedó con la boca desguarnecida. Se le cayó casi todo el pelo, pero a pesar de esto, iba a los modistas y buscaba gangas, igual que en su juventud. Un día, Soledad comenzó a distribuir sus bienes para después de su muerte. Hizo un testamento y en el había tenido en cuanta a todos sus parientes, aunque solo a las mujeres, no a los hombres. Comenzó a guardar sus ropas protegiéndolas con bolitas de naftalina, tenía doce baúles llenos de ropas,

Debo pensar -dijo Soledad-, debo hacer los preparativos necesarios para el otro mundo. También tenía listo sus mortajas. Estaba confeccionado con telas del más puro hilo, con encajes preciosos y en gran abundancia, y unos velos dignos de una reina, y que para deslumbrar a los gusanos. A los 82 años de edad, fue enterrada en el cementerio de Ortiz la Señorita Soledad Loreto-Ramos.

Fuente:Publicado en el Diario El Nacionalista, 27 de septiembre de 1999
martes, mayo 17, 2011

Strauss Kahn, víctima de la tiranía de lo urgente

La experiencia demuestra que la escala de tiempo más rápida impone su ley a las otras. Así, los mercados y los medios imponen sus soluciones a los otros espacios; pueden destruir en pocos instantes una reputación económica, política y ética construida a lo largo de una vida: la realidad de un pasado no vale nada comparada con la apariencia de un presente.

Dominique Strauss Kahn . Foto AP
Por Jacques Attali
La terrible acusación que pesa sobre Dominique Strauss Kahn (DSK) es la ocasión para recordar que nuestra sociedad, que se ha vuelto sin fronteras, vive ahora en cuatro escalas de tiempo simultáneas. De ello se desprende que reglas de juego contradictorias se entrechocan, calendarios distintos se superponen, ritmos diferentes se penetran unos a otros.

La primera escala de tiempo es la del derecho, la de la investigación policial y la del procedimiento judicial; su ritmo está a discreción de los investigadores y de los jueces. Se impone a priori sobre todos los demás.

La segunda escala de tiempo es la de la política, que obedece a un calendario electoral preciso, en general inmutable.

La tercera escala de tiempo es la de los mercados y los medios de comunicación: obedece a la exigencia de la respuesta inmediata, de la novedad permanente, de la impaciencia y de la competencia; más aún desde la aparición de Internet.

La experiencia demuestra que la escala de tiempo más rápida impone su ley a las otras. Así, los mercados y los medios imponen sus soluciones a los otros espacios; pueden destruir en pocos instantes una reputación económica, política y ética construida a lo largo de una vida: la realidad de un pasado no vale nada comparada con la apariencia de un presente.

El tiempo de los medios lleva, entonces, a considerar que todo defecto de los políticos, incluso no demostrado, merece ser denunciado y los excluye de la vida pública. Esto lleva a buscar hombres cada vez más perfectos para ejercer funciones cada vez menos importantes, en las cuales por otra parte son cada vez más fácilmente reemplazables.

Los mercados son los últimos beneficiarios de este fracaso de lo político.

Dominique Strauss Kahn es víctima de estas contradicciones: los medios quieren, respecto a su caso, obtener y dar respuestas inmediatas a interrogantes que la justicia tardará meses en resolver, lo que lo excluye de las instancias políticas por venir.

Incluso si un día es disculpado, en el plano judicial, del terrible crimen del cual se lo acusa, habrá sido ya irreversiblemente condenado en el terreno político. En detrimento de la causa por la cual DSK ha luchado siempre: un estado de derecho planetario y una gobernancia mundial democrática y justa que domine a los mercados.

Esta tiranía de lo inmediato se manifiesta también en otras circunstancias y explica ampliamente la anarquía de la mundialización. Así, en materia financiera, las exigencias de respuestas mediáticas renovadas sin cesar lleva a los políticos a descuidar las soluciones de fondo, a rechazar la puesta en marcha del derecho y de las instituciones jurídicas planetarias necesarias, en provecho de las fotos que permite el G20 para gran beneficio, aquí también, de los mercados financieros.

Más allá de este caos, una última escala de tiempo viene siempre, al final, a sacudir a las otras tres y a darles todo su sentido irrisorio: la de la enfermedad o la muerte. El destino del hombre es el de olvidar esto, para no pensar más que en actuar en el interior de los otros espacios, bajo la tiranía de lo urgente.

A menos que se tenga la audacia de proyectarse fuera de las rutinas, de pensar el mundo más allá de todo calendario y de atenerse, con obstinación, a sus sueños.

(Traducción de Infobae América)


Fuente: Slate.fr


Jacques Attali es un economista y escritor francés. Cofundador y editorialista de Slate.fr y columnista de la revista L'Express. Preside Planet Finance y es autor de numerosos libros, siendo uno de sus últimos títulos Crisis, ¿y después?
lunes, mayo 16, 2011

Bolívar y los esclavos negros

...se devanan los sesos buscando en el político del siglo XIX el origen del socialismo del siglo XXI

ELÍAS PINO ITURRIETA |  EL UNIVERSAL
El tema advertido por el título ofrece problemas: no es poca la documentación que lo ilustra y se carece ahora de espacio para un tratamiento exhaustivo. La abundancia de fuentes sobre la esclavitud remite a su contradictorio tratamiento durante la Independencia, hasta el punto de que no se llegó entonces a solucionar el terrible problema de la servidumbre de los seres humanos; y tal vez no sea un periódico lugar aconsejable para un análisis susceptible de conducir a conclusiones definitivas. Sin embargo, dos motivos sugieren su tratamiento, así sea de manera superficial: el problema de la discriminación de los afrodescendientes, sobre el cual vuelve la "revolución" con el objeto de eliminarlo mediante la promulgación de una ley; y la supuesta inspiración que encuentra la "revolución" en Bolívar para convertir la lucha contra esa discriminación en una conquista de la sociedad nueva. Sobre el primero de los aspectos pudiera, de momento, dudarse de cómo una regulación sea capaz liquidar unos prejuicios que datan de la antigüedad; mas sobre el otro puede bastar la presentación de un documento esencial para evitar la proliferación de tonterías en torno a lo que pudo concebir el Libertador sobre el papel de los esclavos negros en la sociedad que se encaminaba hacia el orden republicano. Sobre tal documento versará el artículo de hoy. 


Es un documento de importancia trascendental, debido a que su autor lo concibió como complemento de la Carta de Jamaica y lo redactó junto con ella para buscar el auxilio de Inglaterra para la continuación de la guerra. Se titula Señor Redactor o Editor de la Gaceta Real de Jamaica y está fechado en Kingston en 1815, justo cuando escribe la célebre misiva de la isla. En medio de una severa crisis, solo y sin recursos económicos, Bolívar pretende presentar a los blancos criollos como garantes del proceso que sucederá a continuación. Las noticias sobre la Guerra a muerte han causado conmoción en el Caribe, y en el gabinete británico se han filtrado espeluznantes historias de sangre y depredación que aumentan la desconfianza en el proyecto insurgente, pero también el deseo de que la situación encuentre cauce razonable con el regreso de Fernando VII al trono. Eso no es necesario, argumenta Bolívar, debido a que los mantuanos, con su afable paternidad de los dependientes y con su influencia sobre la sociedad, serán capaces de evitar nuevas masacres. Sin embargo, ¿cómo demuestra las virtudes de una clase social que ha fracasado en sus intentos de Independencia, que no se ha caracterizado por la benevolencia frente a sus siervos y ha aprovechado el sistema esclavista para amasar inmensas fortunas? Muy fácil: convirtiendo a la esclavitud en una especie de trato afectuoso de los patrones en el cual sobresalieron los rasgos de la caridad y la fraternidad.



Llega a decir entonces Bolívar: "El esclavo en América vegeta abandonado en las haciendas, gozando, por decirlo así, de su inacción, de la hacienda de su señor y de una gran parte de los bienes de la libertad; y como la religión lo ha persuadido que es un deber sagrado servir, ha nacido y existido en esa dependencia doméstica, se considera en su estado natural como un miembro de la familia de su amo, a quien ama y respeta". El fragmento no tiene desperdicio debido a la enormidad de sus afirmaciones, y por el problema que puede presentar a quienes se devanan los sesos buscando en el político del siglo XIX el origen del socialismo del siglo XXI, o el fundamento de una ley contra la discriminación de los afrodescendientes. Niega de plano la existencia de la explotación de los negros. Los propietarios, entre quienes él se cuenta, fueron una especie de custodios angelicales de la mano de obra. La mano de obra no sufrió penalidades. Al contrario, experimentó los beneficios de una relación como la que se tiene en una espléndida familia distinguida por los buenos sentimientos y guiada por las virtudes teologales. Los esclavos, en suma, inspirados por el Evangelio y manejados en medio de las contemplaciones de un mantuanaje digno del altar, no fueron sirvientes sino miembros de la parentela. Pero de una parentela proverbial por las calidades del afecto prodigado a sus miembros, independientemente del oficio que ejercieran en el hogar y del color de su piel. 



La lectura de documentos posteriores de Bolívar obliga a conclusiones distintas, pero el papel de Jamaica que nos ha ocupado mueve el piso de quienes lo juzgan como adalid del igualitarismo y como enemigo jurado de la esclavitud de los negros. Después de la revisión del papel que escribe entonces, apenas se le puede considerar como portavoz de una estirpe que no hace la Independencia para beneficio de los hombres humildes de la época, sino para la preservación de la cúpula criolla de procedencia española que se formó durante el período colonial. En adelante cambiará de ideas, pero no lo suficiente como para juzgarlo como un hombre distinto de quien fue en su experiencia de 1815. De momento construye una escena en la cual difícilmente pueden aclimatarse los prejuicios contra los cuales pretenden reaccionar hoy los legisladores chavistas. De un cromo bolivariano sin diferencias esenciales entre el que lleva el látigo y el que recibe los latigazos, sin amos de verdad ni siervos sujetos a su coyunda, difícilmente pueden salir los desprecios, los monos y las chusmas en quienes se detiene hoy la mirada compasiva de la "revolución". 




Fuente: El Universal
domingo, mayo 15, 2011
← Newer Older →