Comentarios/EDGARDO MALASPINA O LAS TRAMPAS DE LA NOSTALGIA
Los dos artículos caen como anillo al dedo, cuando aquí en Venezuela se discute sobre la reforma constitucional y sobre pretensiones del presidente Chávez de llevarnos al comunismo. Régimen político que llevó a Rusia a la debacle económica y que termino en la década de los ochenta del siglo XX, con la caída del Muro de Berlín.
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Los dos artículos caen como anillo al dedo, cuando aquí en Venezuela se discute sobre la reforma constitucional y sobre pretensiones del presidente Chávez de llevarnos al comunismo. Régimen político que llevó a Rusia a la debacle económica y que termino en la década de los ochenta del siglo XX, con la caída del Muro de Berlín.
Son muchas las descripciones que nos deja Malaspina en su Diario… “En Moscú hay pocos automóviles. No veo colas y los carros no forman alboroto con sus bocinas. El silencio es casi total. Hay trolebuses (buses que trabajan con electricidad para no contaminar el medio ambiente) con una conexión en una red de cables eléctricos. También hay tranvías. Conozco el Metro. Es una vía subterránea gigantesca.Ya visité la Plaza Roja. De regreso me perdí en el Metro. Unos muchachos del Komsomol me auxiliaron y me llevaron a la residencia”.
Hay un relato político interesante: “Las clases son de nueve a doce, y luego de la una hasta las tres y media. Mi profesora de ruso se llama Elsa Alfredovna. Es una señora entrada en años con destellos de haber sido bella en su juventud Dice estar escribiendo un manual de ruso para latinoamericanos. Cometo la imprudencia de preguntarle sobre lo que pasó con Podgorny, el Presidente del Soviet Supremo defenestrado. Me llama aparte y me dice en voz baja que hay cosas que no se deben indagar”.
De cómo una vez contribuí a construir el comunismo narra las labores de las brigadas estudiantiles de trabajo voluntario (stroiatriad), donde el estudiante Malaspina, en la región de koljoz, en Shortandí, ganaba un poco de dinero extra y aprendía hacer trabajo solidario. “Las brigadas estudiantiles de trabajo voluntario permitían obtener un dinero extra, pero también era una actividad idealista: una parte de lo ganado era destinado a un fondo de solidaridad con los pueblos en lucha contra el imperialismo, el neocolonialismo, el fascismo y la reacción. Así nos lo transmitían. Así lo repetíamos con orgullo. En 1978 aportamos tres días de nuestro trabajo a esos fondos solidarios”.
A final se tratan de relatos que quedan atrapado en el embudo del realismo socialista y que , a veces, nos sirven para hacer trampas de la nostalgia.
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Historiografías se ha convertido en un site selecto. Se trata de un weblog administrado por mi buen amigo, el poeta y escritor guariqueño Jeroh Motilla, donde postean escritores, cronistas, poetas e historiadores de Guárico y de otras partes de Venezuela. Los temas son muy variados e interesantes. Recientemente, el escritor e poeta Edgardo Malaspina ha escrito dos excelentes crónicas De cómo una vez contribuí a construir el comunismo y Diario De Moscú, que recogen las historias de vida de un llanero en la mística y bucólica ciudad imperial: Moscú o, la tercera Roma como se le ha llamado.
Los dos artículos caen como anillo al dedo, cuando aquí en Venezuela se discute sobre la reforma constitucional y sobre pretensiones del presidente Chávez de llevarnos al comunismo. Régimen político que llevó a Rusia a la debacle económica y que termino en la década de los ochenta del siglo XX, con la caída del Muro de Berlín.
Son muchas las descripciones que nos deja Malaspina en su Diario… “En Moscú hay pocos automóviles. No veo colas y los carros no forman alboroto con sus bocinas. El silencio es casi total. Hay trolebuses (buses que trabajan con electricidad para no contaminar el medio ambiente) con una conexión en una red de cables eléctricos. También hay tranvías. Conozco el Metro. Es una vía subterránea gigantesca.Ya visité la Plaza Roja. De regreso me perdí en el Metro. Unos muchachos del Komsomol me auxiliaron y me llevaron a la residencia”.
Hay un relato político interesante: “Las clases son de nueve a doce, y luego de la una hasta las tres y media. Mi profesora de ruso se llama Elsa Alfredovna. Es una señora entrada en años con destellos de haber sido bella en su juventud Dice estar escribiendo un manual de ruso para latinoamericanos. Cometo la imprudencia de preguntarle sobre lo que pasó con Podgorny, el Presidente del Soviet Supremo defenestrado. Me llama aparte y me dice en voz baja que hay cosas que no se deben indagar”.
De cómo una vez contribuí a construir el comunismo narra las labores de las brigadas estudiantiles de trabajo voluntario (stroiatriad), donde el estudiante Malaspina, en la región de koljoz, en Shortandí, ganaba un poco de dinero extra y aprendía hacer trabajo solidario. “Las brigadas estudiantiles de trabajo voluntario permitían obtener un dinero extra, pero también era una actividad idealista: una parte de lo ganado era destinado a un fondo de solidaridad con los pueblos en lucha contra el imperialismo, el neocolonialismo, el fascismo y la reacción. Así nos lo transmitían. Así lo repetíamos con orgullo. En 1978 aportamos tres días de nuestro trabajo a esos fondos solidarios”.
A final se tratan de relatos que quedan atrapado en el embudo del realismo socialista y que , a veces, nos sirven para hacer trampas de la nostalgia.
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*José Obswaldo Pérez es periodista, profesor universitario e historiador venezolano