Hacia una comunidad discursiva de la Historia de la Educación en Ortiz
POR JOSE OBSWALDO PEREZ
¿Conocen ustedes la diferencia entre ciencia verdadera y pseudociencia? La ciencia verdadera toma buena nota de su propia historia.
Michel Foucault
La construcción de las comunidades discursivas de Historia de la Educación en Venezuela está estrechamente vinculada a los aportes de Reinaldo Rojas, expuestos en trabajos como Historia Social de la Región de Barquisimeto en el Tiempo Histórico Colonial (1530-1810) (1995) y Temas de Historia Social de la Educación y la Pedagogía. (2001), la Línea de Investigación en Historia Social e Institucional de la Educación en la región centroccidental de Venezuela en el Instituto Pedagógico “Luís Beltrán Prieto Figueroa” de la UPEL en Barquisimeto; así como los trabajos y las investigaciones de Adolfo Rodríguez, expuesto en Breve bosquejo de la Educación en Guárico y las I Jornadas de Historia de la Educación en el estado Guárico (2006), organizada por la Universidad Rómulo Gallegos y el Centros de Estudios del Llanos de la Universidad Rómulo Gallegos.
Sin embargo, la historia social de la educación venezolana ha tenido un enfoque poco usado, y aún desconocido, por nuestra historiografía tradicional. Hasta ahora la historia de la educación venezolana ha pecado de un defecto, el de ser mera historia institucional de la educación, a saber, estudio sobre educadores, alumnos, currículos, legislación, entre otros. En la mayoría de los casos las historias de la educación se vincula, por razones obvias, con el desarrollo político del país, pero nada más la historia social de la educación debe entenderse “como una historia de Venezuela vista a través del prisma de la educación.”.
Por eso creemos que la educación no constituye un fenómeno aislado sino vinculado al resto de los componentes de la realidad social total. Tal vinculación es dialéctica, es decir, que la educación si bien es una resultante, al mismo tiempo también influye sobre las condiciones sociales que la determinan. La educación está integrada a la red intelectual de la sociedad, como una función ideológica. Resulta, por ello necesario, para la interpretación de cualquier sistema educativo, revelar las concepciones que expresan los educadores, así como los intelectuales y líderes políticos más resaltantes del momento. Estas concepciones hay que enmarcarlas dentro de la ideología, modos de pensar y concepciones acerca de lo que la sociedad debe ser, desde la perspectiva de particulares intereses de clase con el fin de difundirlas y defenderlas.
El imperativo de volver la mirada al pasado se impone con frecuencia a quien pretenda comprender el presente, ya que los hechos sociales con sentido poseen una trayectoria de eventos que conviene caracterizar diacrónicamente; es decir, por sus periodos mas importantes distinguiendo las especificidades. El presente hunde sus raíces, por así decirlo, en el pasado; las causalidades de ciertos comportamientos en lo individual o colectivo y hasta institucionales suelen ser consecuencia de modelos adoptados en el pretérito, remoto o contemporáneo.
El diagnóstico que se adelanta está referido a una concepción de la historia y del proceso socio-educativo que se sintetiza en la denominada Historia Social, entendida como historia síntesis o historia global, la cual se plantea abordar el proceso histórico como una totalidad. En el presente diagnóstico se toma en consideración sus hitos salientes, procesos conformantes en periodos particulares y sus fundamentos filosóficos, sociológicos y pedagógicos, así como los resultados- que históricamente se muestran en documentos; por tanto este ensayo habrá de tener un diseño precisamente documental pero su enfoque metodológico viene a ser el de la Ciencia de la Historia, la cual aspira lograr una visión de totalidad y de síntesis de procesos económicos, sociales y culturales que expresan la acción de los hombres en el tiempo y el espacio.
Esta corriente historiográfica tiene en la obra y enseñanzas de los grandes historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Fevbre, fundadores de la llamada Ecole des Annales y en el maestro Pierre Vilar, entre otros, a sus principales propugnadores y en nuestro país, al maestro Federico Brito Figueroa (1996). La misma nos ha permitido abordar desde el presente la historia de aquellas instituciones educativas donde se desarrolla el acto pedagógico, se expresan corrientes educativas y se ponen en escena todos los conflictos sociales y políticos que rodean el entorno escolar, pero en una visión de totalidad, donde lo educativo se analiza en su vinculación con lo social.
Por eso Brito Figueroa (1978) habla elogiando a la historia como una "Ciencia practica", que suministra rubros como los reportes de investigación y sus conclusiones que contribuyen a la toma de decisiones para resolver problemas de índole social en el presente. La Historia de la Educación en/desde América Latina presenta dos grandes concepciones que se diferencian por el área específica de estudio y métodos aplicados a la investigación. El primer enfoque tiene una visión restringida de la Historia de la Educación vinculada al estudio de la Historia de lo escolar. Esta visión coloca el centro de gravedad de la disciplina Historia de la Educación en el estudio de las prácticas pedagógicas, lo cual no sólo ha reducido su estudio a un pedagogicismo sino que conduce a visión hiperespecializada de la disciplina.
La segunda visión ubica la Historia de la Educación en la categoría de Historia Social, con un sentido de historia síntesis. En ese sentido la Historia de la Educación debe incorporar en sus análisis otras historias, puesto que al concebir la escuela como una de las instituciones encargadas de la preservación de la conciencia social y cultural, se le considera inserta en la matriz social de los pueblos y sociedades. Por eso, agregar el término "social" a la categoría Historia de la Educación no es redundante, puesto que se quiere hacer notar no el carácter social de la historia, que es de suyo, sino la necesidad de estudiar la Historia Social de la Educación, como dice Reinaldo Rojas (1995) con un sentido de: "Historia síntesis, historia global, concepción teórica y metodológica que asume el análisis histórico desde una perspectiva de totalidad. Como lo define Pierre Vilar, se trata de la reconstrucción, a través del tiempo, de las interacciones entre la producción material y todos los niveles de la actividad humana."
De esa manera, la Historia Social de la Educación debe preocuparse por las fuerzas sociales que entran en juego en la dinámica educativa y pedagógica, pero al mismo tiempo debe preocuparse por las motivaciones, los hábitos, las costumbres, los imaginarios, y las intervenciones económicas, políticas y culturales; por esa razón debe ampliar la esfera de las dimensiones que estudia y, por tanto, de las disciplinas en que se apoya.
En ese sentido, al hablar de historia de la educación en Venezuela suele partirse de la fundación hispana, sin embargo en puridad de verdad cabria mencionar la pedagogía aborigen o negra entendiendo por tal la transmisión de las practicas sociales de manera informal y consuetudinaria del aborigen y el negro junto a su prole en la cotidianidad de sus haceres y saberes; lo que Lanz Rodriguez (2003) da en llamar el "cimarronismo" e "indigenismo"; esa enseñanza se expresaría en las practicas del conuco, cestería y pesca tradicionales de comunidades campesinas y acerbo tradicional negroide, sus cantos y modos de vida, todo lo cual viene a ser un complejo socio-cultural llamado "resistencia", a lo que también se ha referido Brito García, (1986) conceptualizándolo como "resistencia contra-cultural" que pervive desde tiempos inmemoriales. Así pues, existe en Venezuela una educación informal de larga data no sistematizada.
En virtud de que las sociedades humanas se tornan más complejas, la educación se institucionaliza. Ya no es posible que los hijos acompañen al padre en el taller, aparecen los gremios de profesiones u oficios que se hacen de una practica, de una técnica y hasta una "teoría" sobre como hacerlo, de esa suerte tiene lugar el surgimiento de la "educación escolar" caracterizada por su intencionalidad, sistematicidad y organización institucional, prevalida además de una didáctica con sus métodos y tratadistas.
Esta debía entenderse como una educación ilustrada y de corte nacionalista teniendo como referentes los héroes patrios y en particular El Libertador. Los resultados sin embargo parecen indicar que continúo la práctica pedagógica tradicional, dominada por los métodos memorísticos escolásticos de recitar contenidos librescos de escasa vinculación con las demandas de la sociedad contemporánea. Solo la Escuela Nueva o Activa introduciría cambios. Algunas de estas demandas de Venezuela a la educación contemporánea están recogidas en el llamado "Programa de febrero", entregado por lo que seria hoy la sociedad civil al General Eleazar López Contreras, a la sazón encargado de la presidencia de la Republica, una vez muerto J.V. Gómez. Dos o tres exigencias sobresalían: alfabetización, ampliación de la cobertura escolar y tecnificación tanto del personal docente como de los procesos administrativos y construcción de edificaciones escolares. Cosa que se hizo aun en el periodo 1952 1958, con Pérez Jiménez.
Semejante al titulo de una obra de Luís Beltrán Prieto Figueroa, se debía pasar de una "Educación de castas a una educación de masas", ello bajo los postulados del humanismo democrático y el impulso del Estado-docente, en el contexto de la transición de una dictadura de mas de 27 anos a una democracia y donde los actores políticos se enfrentaban con propuestas diferentes. Semejante polémica la recoge Arturo Uslar Pietri en el libro De una a otra Venezuela, en particular en su ensayo "Responso por la educación venezolana" contradice la postura de Prieto Figueroa sobre la educación de las masas y el Estado- docente, senalando la necesidad de formar una elite ilustrada; la cual conduciría los destinos de la nación bajo principios liberales y democráticos, no marxista ni militarista, sino bajo los criterios de la ciencia y la técnica moderna.
La reinstalación, por así decir, del modelo de democracia representativa en 1958, con Rómulo Betancourt como magistrado electo y la hegemonía de su partido Acción Democrática, trajo como resultado la implantación de la tesis figueroista, la cual ya había sido recogida en la Constitución Nacional producto de la Asamblea Nacional Constituyente de 1947 y la Ley de Educación de 1940, todo lo cual se amplia en la Carta Magna de 1961 y la Ley Orgánica de Educación de 1980. Pero en ese sentido conviene aclarar que en el régimen democrático, que con sus rupturas se mantiene hasta hoy, ha desarrollado diversas políticas públicas de educación que seria prolijo enumerar. Tienen de común la finalidad de formar integralmente a la persona para vivir en una sociedad democrática y plural, donde la ciencia y la técnica contribuyan al desarrollo humano.
Sin embargo, se evidencia déficit en cuanto a cobertura, calidad y pertinencia de los contenidos educativos, junto a un modelo de sociedad agotado.
Los resultados, para el momento actual, de la nueva política educativa del llamado "Proyecto Bolivariano": Plan Simoncito, Escuela Bolivariana, Escuelas Técnicas Robinsonianas, Liceo Bolivariano, las Misiones y Universidad Bolivariana, aun no se evalúan cabalmente. Un problema típico de la historia actual, como diría historiador Agustín Blanco Muñoz o como lo ha debatido la doctora Judith Campos, en los cursos sobre el sistema educativo venezolano en el doctorado de Educación de la Universidad Rómulo Gallegos.
Como establece, la Constitución de 1999 garantiza (Art. 102) una educación gratuita y de calidad para todos, fundamentada en la valoración ética del trabajo; bajo la corriente del constructivismo y la reivindicación de las culturas ancestrales y tradicionales. Contrario a los anteriores proyectos educativos donde se asumía el conductismo y la tecnocracia.
Se concluye entonces que la educación posee un innegable componente político, sociológico y pedagógico que expresa el pensamiento de la época y el estado del conocimiento como interpretación de la realidad. Igualmente es de fuerza decir que en la democracia la educación formal propicia la movilidad social, evita los privilegios y cualquier discriminación. Resalta en cambio la dignidad humana, siendo la educación un derecho natural irrenunciable, algo que caracteriza la actual época.
¿Conocen ustedes la diferencia entre ciencia verdadera y pseudociencia? La ciencia verdadera toma buena nota de su propia historia.
Michel Foucault
La construcción de las comunidades discursivas de Historia de la Educación en Venezuela está estrechamente vinculada a los aportes de Reinaldo Rojas, expuestos en trabajos como Historia Social de la Región de Barquisimeto en el Tiempo Histórico Colonial (1530-1810) (1995) y Temas de Historia Social de la Educación y la Pedagogía. (2001), la Línea de Investigación en Historia Social e Institucional de la Educación en la región centroccidental de Venezuela en el Instituto Pedagógico “Luís Beltrán Prieto Figueroa” de la UPEL en Barquisimeto; así como los trabajos y las investigaciones de Adolfo Rodríguez, expuesto en Breve bosquejo de la Educación en Guárico y las I Jornadas de Historia de la Educación en el estado Guárico (2006), organizada por la Universidad Rómulo Gallegos y el Centros de Estudios del Llanos de la Universidad Rómulo Gallegos.
Sin embargo, la historia social de la educación venezolana ha tenido un enfoque poco usado, y aún desconocido, por nuestra historiografía tradicional. Hasta ahora la historia de la educación venezolana ha pecado de un defecto, el de ser mera historia institucional de la educación, a saber, estudio sobre educadores, alumnos, currículos, legislación, entre otros. En la mayoría de los casos las historias de la educación se vincula, por razones obvias, con el desarrollo político del país, pero nada más la historia social de la educación debe entenderse “como una historia de Venezuela vista a través del prisma de la educación.”.
Por eso creemos que la educación no constituye un fenómeno aislado sino vinculado al resto de los componentes de la realidad social total. Tal vinculación es dialéctica, es decir, que la educación si bien es una resultante, al mismo tiempo también influye sobre las condiciones sociales que la determinan. La educación está integrada a la red intelectual de la sociedad, como una función ideológica. Resulta, por ello necesario, para la interpretación de cualquier sistema educativo, revelar las concepciones que expresan los educadores, así como los intelectuales y líderes políticos más resaltantes del momento. Estas concepciones hay que enmarcarlas dentro de la ideología, modos de pensar y concepciones acerca de lo que la sociedad debe ser, desde la perspectiva de particulares intereses de clase con el fin de difundirlas y defenderlas.
El imperativo de volver la mirada al pasado se impone con frecuencia a quien pretenda comprender el presente, ya que los hechos sociales con sentido poseen una trayectoria de eventos que conviene caracterizar diacrónicamente; es decir, por sus periodos mas importantes distinguiendo las especificidades. El presente hunde sus raíces, por así decirlo, en el pasado; las causalidades de ciertos comportamientos en lo individual o colectivo y hasta institucionales suelen ser consecuencia de modelos adoptados en el pretérito, remoto o contemporáneo.
El diagnóstico que se adelanta está referido a una concepción de la historia y del proceso socio-educativo que se sintetiza en la denominada Historia Social, entendida como historia síntesis o historia global, la cual se plantea abordar el proceso histórico como una totalidad. En el presente diagnóstico se toma en consideración sus hitos salientes, procesos conformantes en periodos particulares y sus fundamentos filosóficos, sociológicos y pedagógicos, así como los resultados- que históricamente se muestran en documentos; por tanto este ensayo habrá de tener un diseño precisamente documental pero su enfoque metodológico viene a ser el de la Ciencia de la Historia, la cual aspira lograr una visión de totalidad y de síntesis de procesos económicos, sociales y culturales que expresan la acción de los hombres en el tiempo y el espacio.
Esta corriente historiográfica tiene en la obra y enseñanzas de los grandes historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Fevbre, fundadores de la llamada Ecole des Annales y en el maestro Pierre Vilar, entre otros, a sus principales propugnadores y en nuestro país, al maestro Federico Brito Figueroa (1996). La misma nos ha permitido abordar desde el presente la historia de aquellas instituciones educativas donde se desarrolla el acto pedagógico, se expresan corrientes educativas y se ponen en escena todos los conflictos sociales y políticos que rodean el entorno escolar, pero en una visión de totalidad, donde lo educativo se analiza en su vinculación con lo social.
Por eso Brito Figueroa (1978) habla elogiando a la historia como una "Ciencia practica", que suministra rubros como los reportes de investigación y sus conclusiones que contribuyen a la toma de decisiones para resolver problemas de índole social en el presente. La Historia de la Educación en/desde América Latina presenta dos grandes concepciones que se diferencian por el área específica de estudio y métodos aplicados a la investigación. El primer enfoque tiene una visión restringida de la Historia de la Educación vinculada al estudio de la Historia de lo escolar. Esta visión coloca el centro de gravedad de la disciplina Historia de la Educación en el estudio de las prácticas pedagógicas, lo cual no sólo ha reducido su estudio a un pedagogicismo sino que conduce a visión hiperespecializada de la disciplina.
La segunda visión ubica la Historia de la Educación en la categoría de Historia Social, con un sentido de historia síntesis. En ese sentido la Historia de la Educación debe incorporar en sus análisis otras historias, puesto que al concebir la escuela como una de las instituciones encargadas de la preservación de la conciencia social y cultural, se le considera inserta en la matriz social de los pueblos y sociedades. Por eso, agregar el término "social" a la categoría Historia de la Educación no es redundante, puesto que se quiere hacer notar no el carácter social de la historia, que es de suyo, sino la necesidad de estudiar la Historia Social de la Educación, como dice Reinaldo Rojas (1995) con un sentido de: "Historia síntesis, historia global, concepción teórica y metodológica que asume el análisis histórico desde una perspectiva de totalidad. Como lo define Pierre Vilar, se trata de la reconstrucción, a través del tiempo, de las interacciones entre la producción material y todos los niveles de la actividad humana."
De esa manera, la Historia Social de la Educación debe preocuparse por las fuerzas sociales que entran en juego en la dinámica educativa y pedagógica, pero al mismo tiempo debe preocuparse por las motivaciones, los hábitos, las costumbres, los imaginarios, y las intervenciones económicas, políticas y culturales; por esa razón debe ampliar la esfera de las dimensiones que estudia y, por tanto, de las disciplinas en que se apoya.
En ese sentido, al hablar de historia de la educación en Venezuela suele partirse de la fundación hispana, sin embargo en puridad de verdad cabria mencionar la pedagogía aborigen o negra entendiendo por tal la transmisión de las practicas sociales de manera informal y consuetudinaria del aborigen y el negro junto a su prole en la cotidianidad de sus haceres y saberes; lo que Lanz Rodriguez (2003) da en llamar el "cimarronismo" e "indigenismo"; esa enseñanza se expresaría en las practicas del conuco, cestería y pesca tradicionales de comunidades campesinas y acerbo tradicional negroide, sus cantos y modos de vida, todo lo cual viene a ser un complejo socio-cultural llamado "resistencia", a lo que también se ha referido Brito García, (1986) conceptualizándolo como "resistencia contra-cultural" que pervive desde tiempos inmemoriales. Así pues, existe en Venezuela una educación informal de larga data no sistematizada.
En virtud de que las sociedades humanas se tornan más complejas, la educación se institucionaliza. Ya no es posible que los hijos acompañen al padre en el taller, aparecen los gremios de profesiones u oficios que se hacen de una practica, de una técnica y hasta una "teoría" sobre como hacerlo, de esa suerte tiene lugar el surgimiento de la "educación escolar" caracterizada por su intencionalidad, sistematicidad y organización institucional, prevalida además de una didáctica con sus métodos y tratadistas.
Esta debía entenderse como una educación ilustrada y de corte nacionalista teniendo como referentes los héroes patrios y en particular El Libertador. Los resultados sin embargo parecen indicar que continúo la práctica pedagógica tradicional, dominada por los métodos memorísticos escolásticos de recitar contenidos librescos de escasa vinculación con las demandas de la sociedad contemporánea. Solo la Escuela Nueva o Activa introduciría cambios. Algunas de estas demandas de Venezuela a la educación contemporánea están recogidas en el llamado "Programa de febrero", entregado por lo que seria hoy la sociedad civil al General Eleazar López Contreras, a la sazón encargado de la presidencia de la Republica, una vez muerto J.V. Gómez. Dos o tres exigencias sobresalían: alfabetización, ampliación de la cobertura escolar y tecnificación tanto del personal docente como de los procesos administrativos y construcción de edificaciones escolares. Cosa que se hizo aun en el periodo 1952 1958, con Pérez Jiménez.
Semejante al titulo de una obra de Luís Beltrán Prieto Figueroa, se debía pasar de una "Educación de castas a una educación de masas", ello bajo los postulados del humanismo democrático y el impulso del Estado-docente, en el contexto de la transición de una dictadura de mas de 27 anos a una democracia y donde los actores políticos se enfrentaban con propuestas diferentes. Semejante polémica la recoge Arturo Uslar Pietri en el libro De una a otra Venezuela, en particular en su ensayo "Responso por la educación venezolana" contradice la postura de Prieto Figueroa sobre la educación de las masas y el Estado- docente, senalando la necesidad de formar una elite ilustrada; la cual conduciría los destinos de la nación bajo principios liberales y democráticos, no marxista ni militarista, sino bajo los criterios de la ciencia y la técnica moderna.
La reinstalación, por así decir, del modelo de democracia representativa en 1958, con Rómulo Betancourt como magistrado electo y la hegemonía de su partido Acción Democrática, trajo como resultado la implantación de la tesis figueroista, la cual ya había sido recogida en la Constitución Nacional producto de la Asamblea Nacional Constituyente de 1947 y la Ley de Educación de 1940, todo lo cual se amplia en la Carta Magna de 1961 y la Ley Orgánica de Educación de 1980. Pero en ese sentido conviene aclarar que en el régimen democrático, que con sus rupturas se mantiene hasta hoy, ha desarrollado diversas políticas públicas de educación que seria prolijo enumerar. Tienen de común la finalidad de formar integralmente a la persona para vivir en una sociedad democrática y plural, donde la ciencia y la técnica contribuyan al desarrollo humano.
Sin embargo, se evidencia déficit en cuanto a cobertura, calidad y pertinencia de los contenidos educativos, junto a un modelo de sociedad agotado.
Los resultados, para el momento actual, de la nueva política educativa del llamado "Proyecto Bolivariano": Plan Simoncito, Escuela Bolivariana, Escuelas Técnicas Robinsonianas, Liceo Bolivariano, las Misiones y Universidad Bolivariana, aun no se evalúan cabalmente. Un problema típico de la historia actual, como diría historiador Agustín Blanco Muñoz o como lo ha debatido la doctora Judith Campos, en los cursos sobre el sistema educativo venezolano en el doctorado de Educación de la Universidad Rómulo Gallegos.
Como establece, la Constitución de 1999 garantiza (Art. 102) una educación gratuita y de calidad para todos, fundamentada en la valoración ética del trabajo; bajo la corriente del constructivismo y la reivindicación de las culturas ancestrales y tradicionales. Contrario a los anteriores proyectos educativos donde se asumía el conductismo y la tecnocracia.
Se concluye entonces que la educación posee un innegable componente político, sociológico y pedagógico que expresa el pensamiento de la época y el estado del conocimiento como interpretación de la realidad. Igualmente es de fuerza decir que en la democracia la educación formal propicia la movilidad social, evita los privilegios y cualquier discriminación. Resalta en cambio la dignidad humana, siendo la educación un derecho natural irrenunciable, algo que caracteriza la actual época.