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Bolívar y los tiranos

A lo largo de todo su discurso político expresado en una diversidad de documentos, Bolívar parte de premisas basadas en un respeto profundo a las instituciones republicanas y a la moral pública, de esta forma planteó lo que sigue: “Si no hay respeto sagrado por la patria, por las leyes, la sociedad es un abismo, es conflicto singular de hombres de cuerpo a cuerpo”. 


 por Diego Márquez Castro

 En los tiempos que corren, el nombre de Simón Bolívar se manipula propagandísticamente para justificar lo injustificable y en tal sentido, los ciudadanos de este país no terminamos de salir del asombro al contemplar como tomando por bandera y excusa a este gran hombre, se agasaja, exalta y condecora a gobernantes extranjeros cuyas trayectorias no son precisamente las democráticas sino las de haberse erigido en reconocidos autócratas cuyos regímenes sojuzgan con mano de hierro a sus pueblos. Ante tal situación bien vale repasar el pensamiento del Libertador respecto a lo que él opinaba sobre los tiranos y las tiranías. A lo largo de todo su discurso político expresado en una diversidad de documentos, Bolívar parte de premisas basadas en un respeto profundo a las instituciones republicanas y a la moral pública, de esta forma planteó lo que sigue: “Si no hay respeto sagrado por la patria, por las leyes, la sociedad es un abismo, es conflicto singular de hombres de cuerpo a cuerpo”. Con esto advierte que todo gobernante debe someterse a la Constitución y a las leyes y, cuando no lo hace, el abuso de poder conlleva a una continua conflictividad social y al enfrentamiento entre los ciudadanos; por esa razón afirma la necesidad de cultivar las virtudes y los valores porque “sin virtud perece la República”.

Estas reflexiones conllevan a otras que deben llamarnos la atención a quienes vivimos en la Venezuela de hoy; dice Bolívar: “Es un tirano el que se pone en lugar del pueblo, y su potestad, usurpación”. Buena visión tuvo cuando previó la posibilidad de futuros caudillos y autócratas gobernando a esta tierra nuestra, aun cuando varios de ellos lo hicieran envolviéndose en su nombre y sus ideales. La historia nos habla de situaciones enmarcadas en ese contexto en el pasado y en el presente. Para Bolívar el gobierno que actúa signado por el autocratismo es sumamente peligroso porque afecta negativamente la moral de la sociedad y en consecuencia “…la destrucción de la moral pública causa bien pronto la disolución del Estado”. Esto se traduce en el sometimiento de los poderes públicos a un poder unipersonal y todo el desajuste institucional y social que de tal hecho se deriva.

Su aversión a aquellos gobernantes que buscan perpetuarse en el poder es clara y notoria, por ello cabe destacar en el texto de su discurso ante el Congreso de Angostura estas palabras: “Yo someto la historia de mi mando a vuestra imparcial decisión (…) Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título de buen ciudadano, preferible para mí al de Libertador que me dio Venezuela (…) En este momento, el jefe supremo de la República no es más que un simple ciudadano; y como tal quiere quedar hasta la muerte”. Visto está que Bolívar no quiso permanecer en el gobierno sino el tiempo necesario y en tal sentido se mostró partidario de la alternabilidad republicana. Tomando como punto de partida lo expuesto, enfatizó: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente”. ¿Qué diría Bolívar si viese lo que esta generación de venezolanos confronta en este decenio? Y lo peor ¿Cómo se sentiría al ser comparado con gobernantes que se han atornillado tiránicamente al poder, por décadas, en sus países y que hoy son laureados y glorificados en la tierra que le vio nacer?

Sobre los efectos de una sociedad sometida a la tiranía, en el mismo discurso señaló: “La esclavitud es hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es instrumento de su propia destrucción (…) Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud, que el imperio de las leyes es más poderoso que el de los tiranos (…) que las buenas costumbres y no la fuerza, son las columnas de la leyes; que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad”. Y más adelante, Bolívar complementó estos argumentos con otro que nos interpela en el presente venezolano: “Son los pueblos los que arrastran tras sí la tiranía (…) y miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la libertad bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad (por ello) sólo la Democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta libertad”. Frente a la tiranía y a los tiranos como forma de gobierno, el Libertador contrapuso un paradigma civilista y democrático: “Dadnos un gobierno en que la ley sea obedecida, el magistrado respetado, y el pueblo libre: un gobierno que impida la transgresión de la voluntad general y los mandamientos del pueblo (…) El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”. Como conclusión, Bolívar nos previene en el sentido de que “no conviene que el gobierno esté en las manos del hombre más peligroso; no conviene que la opinión y la fuerza estén en las mismas manos, y que toda la fuerza esté concentrada en el gobierno”. Sabias palabras.

dmarquezcastro@yahoo.com En: Correo del Caroní. Ciudad Guayana: 4 de octubre de 2009.

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