La teluridad en la poética de don Julio césar Sánchez Olivo

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Julio César Sánchez Olivo
Por Felipe Hernández G*.
UNESR – Núcleo Valle de la Pascua

felipehernandez56@yahoo.es
felipehernandez56@hotmail.com



Venimos a Apure, a la hermosa población de Achaguas, atendiendo la amable invitación que nos formulara el ilustre amigo, Cronista Mayor de Apure, don Argenis Méndez Echenique, a la conmemoración del Centenario del nacimiento de don Julio César Sánchez Olivo (21/10/1909 - 22 /04/1988). El mejor tributo de esta entidad y de Venezuela a uno de sus más reconocidos y preclaros poetas del siglo XX.


Fue don Julio César Sánchez Olivo un héroe, si su vida la seguimos en el sentido que dio Augusto Mijares a ese término, al escribir: “La humanidad ha dado siempre el título de heroísmo no al combatir vulgar, sino a una íntima condición ética, que es lo que pone al hombre por encima de sus semejantes: héroe es el que resiste cuando los otros ceden; el que cree cuando los otros dudan; el que se rebela contra la rutina y el conformismo; el que se conserva puro cuando los otros se prostituyen”.


Leer la obra de don Julio César Sánchez Olivo, y especialmente su poemario Por el Rumbo del Recuerdo, es asistir al llamado de la tierra a través de una voz sólida, de honda raigambre llanera. Poemas donde nada es casual, donde tanto la medida de cada verso como la textura de los símbolos, mayormente llaneros, interactúan en función de un minucioso enunciado general, para que cada imagen, cada palabra resulte imprescindible. Pudiéndose decir, que cuando Sánchez Olivo da rienda suelta a la magia que crean las palabras, nos ofrece una poesía de gran fuerza telúrica, lírica y épica, a la cual no son ajenas las reflexiones filosóficas y existenciales, que no disminuyen ni enajenan su intensidad estética.


La popularidad de sus versos se explica por los temas sacados de la vida y del paisaje cotidiano del habitante de las llanuras apureñas y venezolanas, y por el uso de formas métricas y estróficas de atractiva sonoridad y de larga tradición popular, heredadas de nuestro pasado hispánico: el octosílabo, la copla, la décima, el romance. Sus imágenes aunque casi siempre sencillas, son producto de una elaboración poética rica y compleja, elaboradas con los recursos de la cotidianidad de su diario vivir en una tierra que le es todo.


Es por eso que sus versos, responden a una vocación profundamente humana y universal. Un profundo contenido reflexivo, netamente existencial, que universaliza la angustia del poeta ante el mundo y la vida por lo que sabe suyo, y la expresión estética candorosamente elaborada, presentada en imágenes de la más variada especie para pintar al llano, apoyándose en un lenguaje a veces, aunque no siempre, típicamente popular, y muy frecuentemente traducida en imágenes sencillas, porque … el no conoce los moldes / que han fabricado los técnicos, no sabe lo que es gramática / ni que cosa llaman metro… sino que su forma por venir del llano, no dificulta captar y comprender plenamente su sentido.


Parafraseando a Argenis Ranuarez Angarita, se puede afirmar, que la vida de Sánchez Olivo, es la vida del llanero en el espacio al cual pertenece, en su territorio, en su llano, con un alto grado de desarrollo de la interacción recíproca de la naturaleza: Ella alimenta su cuerpo y su espíritu. De esa naturaleza vive, y vive en armonía: la meta alcanzada será la victoria cumplida que hacen del Sánchez Olivo un “hombre completo”, capaz de tener conciencia de si mismo y de “los demás”,
Su riqueza creadora es tal, que en efecto, en sus décimas es común que prácticamente todos sus versos contengan imágenes de hermosísima factura y de muy fácil comprensión. Así lo podemos apreciar en su Carta a José Natalio Estrada:


Por el rumbo de la vida
del mediodía hacia el ocaso,
llevando el llano por dentro
marchas con tu recio ánimo,
porque a tu alma de poeta
bien la templó el sol de marzo
en las sabanas de Arauca
y te la pulió el carrao
con sus cantos que son gritos
angustiados sin descanso,
cuando en las noches de agosto
llama el amigo extraviado,
según dice la leyenda
que ha de tener de cierto algo. (…)

Como se puede ver, la teluridad en la poética de Sánchez Olivo se expresa en sus versos, impregnados con el sabor de la tierra llanera y el amor hacia ella, hacia todo lo que con ella acompaña y la ejerce en sustancia, porque según el decir de Luis Felipe Ramón y Rivera: “Todo lo que no es sustancia es vanidad”, y en palabras del filósofo alemán Emmanuel Kant: “una supuesta edad de oro sólo existe en los imaginarios de quienes no les importa la libertad como el camino que dignifica y fortalece la existencia humana en un mundo libre”. Ya decía Víctor Hugo, "La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho”.
Es esa libertad la que va a nutrir lo telúrico, expresada con gran peso en su llaneridad, dándole plenitud a su trayectoria vital. Y ello mucha importancia posee desde el punto de vista de la concepción literaria y de la ubicación de su lenguaje lírico. El universo de la infancia, de la sabana, del llano, del rebaño, del horizonte, una expresión que exige, y al construirla sitúa al vate dentro de la vieja tradición de la poesía llanera, afincándose en la teluridad de la vida campesina llanera, prisionero y tributario del paisaje de las tierras bajas, con toda su manera de hacer y de decir, con todo un léxico peculiar, presente en hombres como Alberto Arvelo Torrealba y Francisco Lazo Martí, por memorar a los hegemónes en este tipo de canto. No es fácil zafarse al peso de una habitud tan densa como la literatura de la llaneridad, esconder las voces del hechizo del entorno del paisaje llanero. Debería más bien entenderse como una contribución, como un almojarifazgo a ese orbe de panoramas, costumbres - mores patrii -, vivencias, familia, amistades, lecturas; como un sumergirse en el pozo de la memoria y allí retomar fuerzas para volver a emerger en el real y duro, pero magnífico por la altura de su reto del presente y del futuro. Gran tiempo con el cual medirá el bardo, la fuerza de su mensaje y de su inteligencia. Más por de pronto, dedica Julio César Sánchez Olivo casi todo su Por el Rumbo del recuerdo, a un descolgarse en el tiempo, por una escalera de vocablos, que es como un anclaje impregnados de aquella circunstancia: cielo y palma, lirio sabanero y garzas, llanerías y cantares, esteros y palma sola, encierro y rodeo, quesera y hato, llano y leyenda, copla y arpa, sabana y soledad, toro y llanero, caballo y cantar, horizonte y lejanía, camino y corral, joropo y mastranto,… llanura bravía.


"Ahí fue donde yo nací,
en pleno Cajón de Arauca,
donde las mañanas huelen
a floración de sabana,
que es un perfume que pone
buena y olorosa el alma.
(...)
¡Oh, mi llanura preciosa,
siempre generosa y brava!...
¡Enorme… toda horizontes,
lo mismo que la esperanza…!”

Ese perfil humano y poético de Julio César Sánchez Olivo lo devuelve con prodigalidad por los placeres recibidos en el trato con poetas amigos, mediante la interpolación en las estrofas de versos de ellos, otras veces sus nombres, o recuerdos van y vienen. Como cuando rememora su afecto por José Natalio Estrada Torres, por Carlos Rodríguez Rincones, por José García, por Carlos Castillo, por el Indio Figueredo, por Pedro Elías Hernández, por Reinaldo Espinoza Hernández, o por el poeta Andrés Eloy Blanco, de quien cita:


“Esta es mi patria. En mi río
siento lo mío más mío,
porque aquí recuerdo yo
que luchando brazo a brazo
con la sangre de un flechazo
un indio me bautizó”.

Honora así aquel pensamiento de Epicuro en sus máximas capitales, que dice: "De los bienes que la sabiduría ofrece para la felicidad de la vida entera, el mayor con mucho es la adquisición de la amistad".


En ese mismo sentido, también es posible precisar en su poética, esa sensibilidad telúrica que se expresa como una vocación auténtica en la canta, los corríos, los decires y la poesía, la cual aflora con la sola remembranza de la vida llanera, siempre motivo para la emoción y la reflexión. A la sabiduría de la tierra de origen y a su hábitat la convierte de manera espontánea en poesía, expresada en versos que fluyen de manera natural y fácil, porque las imágenes con que se expresa las extrae de la esencia misma de la tierra y del sentir del llanero, manifestándose en una dádiva interpretativa de él mismo en su entorno, impregnándole un sentimiento sensible a lo telúrico, que expresa una inmensa pasión por el llano y una profunda originalidad que forma parte del sentimiento y la expresión de los llaneros.


En ese orden de ideas, Adolfo Rodríguez en un análisis de la obra de don Julio César Sánchez Olivo, dice lo siguiente:


“en ella se aprecia una teluridad, lo que hace que el legado de su obra, expuesto en cada uno de sus libros sea un Texto sagrado de los llaneros; pronunciamiento ante el avasallamiento etnocida, pueden catalogarse los poemas de Sánchez Olivo, recogidos en el poemario “Por el rumbo del recuerdo” (1978, 1975), con versos mayoritariamente escritos en la década del cincuenta, a manera de respuesta a la descomposición cultural como reforzadora de la política de "cemento armado", Sánchez Olivo habló en nombre del llano y de los llaneros y como lo falsificado era, sobretodo, la autenticidad expresiva de la región. Expone así su "ars poética":

"Mi verso viene del llano / y vuelve al llano: / de allá viene, hacia allá va, / por el rumbo del recuerdo. / Como me lo dio la tierra asimismo lo devuelvo / rudo, orgulloso, sencillo sin adornos forasteros".


Arremetiendo asimismo contra la música "disfrazá", es decir "la otra falsificá" que "se los juro, por Dios santo, del llano no tienen ná". Territorialidad y correspondiente cultura: "Llanura de mi cariño / dentro del pecho te cargo; / tu me enseñaste a ser hombre / y me diste lo que valgo". Agregando líneas luego: "porque no soy letrado, / doy lo que me dio la tierra".


Un modo de ser leal, agradecido, recíprocante, como se desprende del único relato del libro "La leyenda del carrao". "Para mi lo que vale / es ser del llano un buen hijo". La autenticidad que es aliada de la lealtad, y que en el caso de Sánchez Olivo es expresión de una continuidad, cuya alteración puede ser fatal: "mi calidad no la cambio / ni por el oro más fino". Fatal para la vida del llanero, cuya perennidad reside en la persistencia de la especificidad de su cultura y su espacio:
"Ese Juan Bruno Espinosa, / José Natalio no ha muerto, / como no morirás tú / ni tampoco moriremos / los que llevamos metido / muy hondo al llano por dentro / pues nuestra alma forma parte del llano inmenso”. Añadiendo que "cuando se acaben los rumbos / y el horizonte… allá lejos…/ entonces José Natalio, / si es verdad que estamos muertos / aunque andemos caminando / muy vivos de carne y huesos.

Finalmente, a manera de conclusión, diremos, que la poesía de Julio César Sánchez Olivo nos transporta a esa inmensidad que es el llano, a esa distancia que expresa lejanía, manifestándose de manera recurrente a través de imágenes metafóricas que son como una cierta voz que encuentra eco en parte de nosotros, haciéndonos vibrar con su contacto.


Su poesía retrata esa cotidianidad de la vida, de las faenas, propias de estas tierras de Dios, tan proclives a las gestas heroicas y a las ventoleras levantiscas, presentándolas como un sino, como que si eso fuera lo que nos tocara cual destino manifiesto, “porque nosotros somos venezolanos”. Porque el llano es Venezuela. Leer la poesía de Sánchez Olivo es revivir ese amor por el llano. Su ars poético nos pone en contacto con una parte de nosotros mismos, con lo que somos, haciéndonos sentir más nuestro terruño, avivando el sentimiento de querencia y arraigo por eso que llaman patria.


Oír por ejemplo, una interpretación de “Cajón de Arauca apureño” es grandioso, no sólo por lo que evoca y cada quien trata de completar con memorias propias del almanaque. Sino porque además rescata para todos, un orgullo, una índole, una raíz esquiva pero propia que nadie puede quitarnos, una tal reciedumbre, un sí se puede a pesar de todo, una individualidad y tozudez colmadas de ternura, marcas de fuego, que nos hacen libres frente a las dictaduras de cualquier naturaleza y otros amarres.


Lo que hay en la en la poesía, en la música, en la obra de ese auténtico llanero que fue don Julio César Sánchez Olivo, es un valor indómito de lo venezolano, que no se encuentra presente en ninguna otra expresión cultural vernácula, y que frente a la soledad, la distancia, la escasez y el olvido, propone una forma de vida que trastoca la idea de que: “íngrimo e ingrávido nos mira el llano desde los ojos de un llanero”. Así lo vio Sánchez Olivo, por eso su obra constituye una emoción vital incomparable que despierta el amor que llevamos por dentro y no nos deja. Por eso y más, mientras llueve el peligro, los invito a leerlo, a rescatar y preservar su vigencia, a escucharlo en la música, a conocerlo. Porque como dijo el poeta Efraín Subero: “Julio César Sánchez Olivo es un hombre a quien el olvido no puede olvidar”.

REFERENCIAS

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Felipe Hernández es doctor en Educación.Profesor de la Universidad Simón Rodríguez, Nucleo Valle de Pascua, donde ejerce la investigación y la docencia. Es colaborador de la Revista Electrónica Fuego Cotidiano.

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