Semana Santa: Vida y pasión de Jesús. Sus enemigos


Manuel Vicente Soto Arbeláez

Mucho se ha escrito sobre la vida, pasión y muerte de N. S. Jesucristo (0-33 dC), presentándolas desde todos los puntos de vista imaginables. El tema es apasionante y seguramente se ha de seguir escribiendo sobre uno de los hombres cuya acción y pensamiento más ha influenciado a la humanidad, sobre todo a lo que hoy llamamos “mundo occidental”. Para poder entender en profundidad todos los hechos ocurridos, es necesario ubicarnos en el escenario y tiempo de los sucesos, pues los juicios de todo evento histórico y cultural deben estar basados sobre el entorno político, social, económico y cultural de la época de los mismos. No se puede intentar entender casos sucedidos hace tanto tiempo, utilizando la óptica de un hombre de la época actual.

La tierra raizal, Palestina, era mucho más grande de lo que fue hasta 1948, cuando desapareció para dar paso a la creación por resolución de la O.N.U., del Estado de Israel, quedando los territorios de Cis y Transjordania -riberas izquierda y derecha del río Jordán-, bajo el protectorado hachemita, cuyo jefe actual es el heredero del Rey Hussein. En el año cero de nuestra época ese país cubría, además de lo descrito, territorios de Siria, Líbano, Jordania y a la Península de Sinaí. Por ser un centro de comunicaciones de todo el Levante, Norte y Sur, su actividad comercial era bastante desarrollada. El paso de mercaderes provenientes de otras regiones, hacía que el habitante de esa nación hablara o entendiera varios idiomas o dialectos. Allí se comunicaban en hebreo, arameo, cirenaico, persa, griego, turco y egipcio (lengua árabe arcaica). Esta es la razón histórica del por qué el judío tiene una facilidad innata para entender idiomas, pues desde hace por lo menos 30 siglos ha tenido que aprenderlos para poder subsistir y comerciar. Deberá también tenerse en cuenta que hace 20 siglos ya Roma señoreaba en el lugar, por lo que la lengua del Lacio (el latín) era dominante entre la burocracia y la clase privilegiada. Uno de los tetrarcas palestinos que impusieron los romanos, Herodes el Grande, fue educado en la corte imperial de la ciudad del Tíber, la capital del mundo. Todo este cuadro nos permite ver que la sociedad en la cual se desempeñó Cristo era bastante compleja y al mismo tiempo influenciable.

Si el dominio romano era completo desde el punto de vista militar y fiscal, se mostraba laxo desde la óptica política y social. Los administradores, burócratas y jueces, eran ciudadanos locales. El Imperio sólo intervenía en casos de cierta entidad; pero a pesar de esa actitud un tanto suave de los conquistadores, el pueblo palestino no presentaba un frente unido en pro de la liberación del país. Todo lo contrario, los judíos estaban profundamente divididos en sectas que se comportaban como verdaderos partidos políticos, cada uno en defensa de sus intereses parciales y, evidentemente, circunstanciales.

Esta división obró en contra de Jesús, pues siendo éste miembro o descendiente de la casa del Rey David, tenía todos los derechos para ser defendido por la ley hebraica, ya que él no había atentado contra la seguridad del Estado o del Imperio Romano. Su reino no era de este mundo. Su prédica se concentraba en la humanización del Judaísmo. Como se sabe, ésta religión monoteísta considera que la relación del hombre con “Jahve” debe hacerse sin intermediarios, es una dualidad deidad-persona y de nadie más. La caridad ni el amor para el que no sea de esa fe le es otorgada o dado por el ortodoxo. Además, el judaísmo denomina al resto de los mortales como “gentiles”, que en hebreo significa “aquellos que parecen gentes”. En época de Jesús se sacrificaban animales en las Sinagogas, pareciendo éstas unas carnicerías. Estaba vigente la ley del “diente por diente, ojo por ojo”, o ley del talión, se lapidaba públicamente a las adúlteras. Todas éstas prácticas inhumanas excluyentes y discriminatorias fueron criticadas por El Mesías. Él trató que las relaciones con Dios fueran más amplias, introduciendo el concepto de la Santísima Trinidad. Para él no existían “gentiles”, sino que todos éramos humanos y dignos de consideración para ser presentados ante el Señor, llevados de la mano al bautizo; a quienes quisieron lapidar a una adúltera les dijo: “quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”; a los defensores de la Ley del Talión los reconvino así: “si te dan por la mejilla izquierda, ponles también la derecha”; “ama a tu prójimo como a ti mismo, del hombre sencillo y creyente será el reino de los cielos”, latigueó a los mercaderes y matarifes en el Templo para adecentarlo. En fin, él quería un judaísmo más amplio, participativo, humano y democrático, proposición ésta que no le iban a perdonar los grupos o partidos existentes.


El “Partido Revolucionario Palestino Pro-Independencia de Roma” era capitaneado por Barrabás, valiente y abnegado patriota hebreo, pero carente de la pasta de líder buscó al hijo de María, a quien el pueblo seguía ciegamente, para que encabezara el movimiento independentista, siendo rechazado de buenas maneras por Jesús, pues su lucha no era por Israel, sino por toda la humanidad. El guerrillero Barrabás fue entonces, el primer enemigo mortal que se ganó Cristo.

Los “Fariseos” eran los judíos burócratas por excelencia. Ocupaban los cargos públicos y la Judicatura. Bailaban al son que tocaran los pretorianos romanos. Ejercían el sacerdocio y eran mayoría en el Sanedrín. Tenían todas las prebendas posibles y no estaban dispuestos a perderlas, fueron ellos los mercaderes y matarifes echados del templo a latigazos. Nunca le iban a perdonar al intruso hacerse llamar “Hijos del Señor” fue el segundo grupo de enemigos que sacrificarían a Cristo.
Los “Saduceos” formaban la clase de la nobleza judía. Estaban por encima de las disputas diarias, pues debían atender sus negocios, pequeñas industrias e intereses económicos. Fue el tercer grupo que en bloque votó contra el nieto de Ana, con la sola honrosa excepción de José de Arimatea.

Estos tres “partidos políticos” fueron los causantes de la desgracia del Salvador, pues el cuarto grupo judío, formado por los “Esenios” no se inmiscuyó; primero porque no vivían en ciudad alguna sino en el Valle del Mar Muerto, alejado éste del sitio de los acontecimientos; y segundo porque eran hombres sanos, ascetas acostumbrados al sacrificio y purificación del alma. Tenían fama de ser grandes médicos (curanderos) siendo visitados por pacientes de todo el Levante, a quienes ellos recibían y recetaban en las cuevas de Jericó y Qunram.

En estos Esenios se cree que está el misterio de los diecisiete años de vacío en la vida de Jesús. De él se conoce casi todo desde su nacimiento hasta los 12 años de edad. Luego hay un misterio insondable de los 13 a los 29 años, cuando de nuevo aparece en el Jordán. Varios tratadistas aseguran que todo este tiempo lo vivió Cristo con esta secta judía, aprendiendo de la Biblia y practicando la medicina que posteriormente usaría en sus curas milagrosas. En 1948 aparecieron en las cuevas de Qunram los famosos “Rollos del Mar Muerto” que los Esenios legaron a la posteridad. De estos rollos se espera se puedan aclarar varios misterios bíblicos. Estudiosos de todo el mundo están abocados a ello. Sin embargo existen fuerzas que no están acordes con que el contenido de estos rollos sea dado a conocimiento del público en general. Mientras tanto nosotros los creyentes demos al “César lo es del César y a Dios, lo que es de Dios”, Jesucristo dixit
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