Nicolás Maduro se enfrenta en la OEA a la doctrina de Rómulo Betancourt

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Hoy el régimen de Maduro es objeto de una doctrina política interamericana concebida por otro venezolano: Rómulo Betancourt. Después de que el chavismo invirtiera tanto en crearse una clientela que le asegurara apoyo internacional incondicional, ahora Maduro se ve forzado a retirar al país de la OEA.
Por Pedro Benítez
Fue el expresidente venezolano Rómulo Betancourt quien en su segundo gobierno (1959-1964) propugnó una estrategia en Latinoamérica destinada a “cercar con cordón sanitario”, en sus palabras, a los regímenes con orígenes no legítimamente democráticos. Es decir, a las dictaduras que por entonces abundaban en la religión.
El 12 de octubre de 1960 remitió un telegrama al presidente Arturo Frondizi de Argentina en el que le aseguraba que “Venezuela ratifica su decisión de no mantener relaciones diplomáticas ni comerciales con gobiernos no legitimados por el voto de los pueblos y de propugnar en la Organización de los Estados Americanos (OEA) que los regímenes de usurpación sean excluidos de la comunidad jurídica regional”.
Durante su administración Venezuela rompió relaciones diplomáticas con todos los gobiernos latinoamericanos surgidos de golpes militares en un intento por desalentar el golpismo. A esa actitud se le bautizó como la doctrina Betancourt.
La pasión chavista por reescribir la historia
Aunque Betancourt falleció en 1981, Hugo Chávez y el chavismo no se cansaron de atacar y cuestionar su memoria. Probablemente haya sido el enemigo histórico favorito, incluso por encima del tan denostado Carlos Andrés Pérez.
Nicolás Maduro no solo heredó el poder de Chávez, también su empeño por reescribir la historia. Construir su particular relato del pasado nacional ha sido para el chavismo algo fundamental. Una conocida máxima de George Orwell lo resume magistralmente: “Quien controla el pasado, controla el presente”.
No se puede entender la historia venezolana del siglo XX sin conocer la actuación pública y el pensamiento de Rómulo Betancourt, fundador del socialdemócrata Acción Democrática, el partido político más importante de Venezuela hasta el ascenso de Chávez en 1998.
En Venezuela, Betancourt fue lo que el presidente liberal Alberto Lleras Camargo para Colombia o el también presidente José Figueres para Costa Rica. Muchas veces se le comparó con el fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, pero a diferencia de este último el venezolano sí coronó su carrera con el ejercicio del poder en dos ocasiones.
Betancourt fue el primer presidente venezolano electo en comicios democráticos que le entregó el poder a otro presidente también electo popularmente en 1963. En Venezuela, y en Latinoamérica, por esa época era todo un record. Cinco años después sería un factor clave en el traspaso pacífico de poder de su partido a otro que venía de la oposición.
Por lo tanto, demoler la figura (polémica por lo demás) del arquitecto de la democracia representativa que le precedió en el poder, ha sido algo más que una fijación para el chavismo, y con buenas razones (desde su punto de vista).
Además, Betancourt fue el primer presidente que logró sujetar a las Fuerzas Armadas a la autoridad civil, derrotando las sucesivas conspiraciones castrenses en su contra, todo un hito en un país donde la mayoría de los gobernantes han sido militares. En cambio, Chávez se empeñó en darles protagonismo público a sus compañeros de armas, implementando la idea de la “unión cívico-militar”.
Por otra parte, pese a que fue un hombre de izquierda, incluso con un pasado de simpatía comunista en la juventud, Betancourt fue un acérrimo anticomunista la mayor parte de su vida.
Las viejas rivalidades de la política caribeña
En el Caribe tuvo dos grandes rivales: el dominicano Rafael Leonidas Trujillo y el cubano Fidel Castro. El primero organizó un atentado en su contra en Caracas, cuando sus agentes colocaron un artefacto explosivo que casi acaba con su vida en 1960 (siendo presidente). El segundo patrocinó la lucha armada en Venezuela de los años 60 y conspiró para derrocarlo.
Para apuntalar el por entonces incierto experimento democrático venezolano, Betancourt se acercó a la administración Kennedy (Venezuela fue la primera beneficiaria de la Alianza para el progreso). Mientras que Fidel Castro, precisamente para asegurar su régimen, se alió con el otro bando de la Guerra Fría, la Unión Soviética.
Hugo Chávez, quien se consideraba a sí mismo (con un orgullo que no disimulaba) el más aventajado discípulo de Castro, no dejó pasar nunca por debajo de la mesa esto último.
No fue por casualidad que el enfrentamiento de Betancourt con Trujillo, por un lado, y con Castro, por el otro, trascendiera las fronteras venezolanas llegando hasta los pasillos de la OEA. En los dos casos Betancourt, que no solo era un hombre de acción, sino también un teórico de calado, apeló a su propia doctrina en materia internacional para justificar la expulsión de la República Dominicana primero, y luego de Cuba, usando el mismo argumento: Estaban bajo gobiernos no democráticos. Esto ocurrió 30 años antes de la aparición pública de Hugo Chávez en la vida venezolana.
Sin embargo, durante varias décadas la doctrina Betancourt no fue exitosa. En la segunda mitad de la década de los 60 y durante la siguiente, una ola de golpes militares barrió con los frágiles gobiernos democráticos de Suramérica, donde los que sobrevivieron (Venezuela por ejemplo) quedaron cercados por juntas militares. Por su parte el Gobierno de La Habana transformó su expulsión de la OEA en otra de las gestas antimperialistas de la revolución cubana.
Durante los años 80 la historia dio un giro y las democracias fueron progresivamente barriendo las dictaduras del continente. En esa nueva etapa los gobiernos civiles empezaron a tomar medidas para que los golpes militares fueran definitivamente cosa del pasado en la región. Así, la doctrina Betancourt se puso de moda nuevamente, pero ampliada en su concepción por el desarrollo de los derechos humanos como principios no sujetos a fronteras nacionales.
La doctrina Chávez se queda sin apoyos
Con la llegada del siglo XXI, otro venezolano, en este caso Hugo Chávez, haciendo uso de los abundantes petrodólares, empezó a promover una nueva arquitectura interregional donde gobiernos ideológicamente afines pudieron darse mutuo apoyo. Así se fueron creando nuevos organismos regionales que tenían una diferencia fundamental con la OEA: No estaba presente en su seno Estados Unidos: el ALBA, Unasur y la Celac. En esta última Chávez hizo uno de esos gestos a los que era tan aficionado; él y sus aliados hicieron funcionar la doctrina Betancourt pero al revés, eligieron a Raúl Castro, el único dictador del continente, como presidente pro tempore de una organización que agrupa a países supuestamente democráticos. Justicia poética o venganza política, depende como se lo mire.
Pero la historia ha dado otro giro, los gobiernos aliados del chavismo han perdido terreno y por esas ironías del destino hoy una nueva mayoría de gobiernos hacen causa común en la OEA aplicando los principios de la doctrina Betancourt… contra el gobierno que encabeza el heredero de Hugo Chávez, que ahora se ve forzado a retirar a Venezuela de la OEA.

@PedroBenitezF

Fuente: Elnavio.com

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