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Editorial de El Comercio: Historia sin héroes


Ayer Pedro Pablo Kuczynski presentó su renuncia. (Foto: Archivo El Comercio)

Ayer cayó el presidente de la República. Es decir, se desplomó sobre nuestro suelo político algo de gran tamaño (más allá de la dimensión de la persona que ocupaba el cargo, está la de la institución). Es solo natural que vayan a demorar varios días en disiparse el polvo y el ruido levantados.

Ni el polvo ni el ruido, sin embargo, deben impedir que se pierdan de vista algunas cosas que estaban ya claras antes del desplome final, entre las que creemos vale la pena destacar hoy dos ideas.

La primera idea es que esta es una historia sin héroes. El escándalo de los unos no debe servir para tapar al de los otros y crear confusión sobre quién es quién en nuestro escenario político actual.

Por una parte, sin duda, el presidente ha caído de manera vergonzosa. Manchado por audios y videos en los que aparecen aliados y ministros suyos involucrados en operaciones de compra de votos a cambio de favores gubernamentales. Y manchado, sobre todo, por un conflicto de intereses que arrastraba de su pasado y por la inverosímil irresponsabilidad con la que manejó ese rabo de paja desde que estalló el escándalo Lava Jato: haciendo, primero, como si el asunto no fuese a salir y negándolo todo, después, como si no se pudiese probar.

Una inverosímil irresponsabilidad que, tristemente, solo encajaba con la igualmente desconcertante levedad que el presidente demostró tener como rasgo central y que tantas veces durante su gobierno hizo pensar, al verlo actuar y declarar, en el famoso título de Milan Kundera.

Difícilmente pudo acabar peor la ilusión del presidente de lujo que los cartones y la experiencia hicieron surgir en buena parte del país alrededor de Kuczynski. No solo no logró ningún cambio verdaderamente importante a lo largo de sus veinte meses en el gobierno, sino que puede decirse que tampoco lo planteó.

No obstante todo lo anterior, la vergüenza no está solo en el modo en que Kuczynski ha caído. La vergüenza también está en el modo en que Fuerza Popular (FP) lo ha tumbado.

Ciertamente, vergonzoso ha sido el comportamiento de dicho partido en la recta final de la caída de Kuczynski. Como bien ha sentenciado el escritor Luis Jochamowitz, lo que hemos visto en estos días ha sido un ignominioso combate de ‘Montesinos contra Montesinos’: la compra de votos, por un lado; las “denuncias” manipuladoras, los chuponeos, los topos y los videos, por el otro.

Sin embargo, más bochornosa todavía que esta recta final fue la mala fe que FP mostró para con el gobierno aun desde antes de que este asumiera sus funciones (cuando Keiko Fujimori declaraba que ella gobernaría desde el Congreso) y luego, ni bien las asumió, cuando lo sometió a un constante cerco que hizo caer, con malas excusas, a 5 ministros en 14 meses; para acabar forzando la figura de una ‘incapacidad moral permanente’ cuyo mayor sustento, cuando fue planteada, descansaba en la fuerza de los votos.

Detrás de todo, según parece, estuvo la herida de una sorpresiva derrota electoral que, de manera preocupante, FP demostró no poder asimilar (pese a haber sido causada por actos propios). En este sentido, su conducta fue coherente: nacida de una reacción poco democrática –la no resignación ante las urnas– no se detuvo luego en consideraciones constitucionales. Por citar solo algunos ejemplos adicionales a los ya mencionados, la bancada no se frenó a la hora de amenazar al fiscal de la Nación con una descabellada acusación constitucional ni a la de cambiar a su favor, y por la puerta falsa de un reglamento, el sistema de contrapesos constitucionales.

También hay que mencionar, indudablemente, que tan lamentable como la conducta de FP ha sido la de la izquierda, que fue su cómplice clave en el ataque final al gobierno salido de las urnas el 2016. La de la facción de Marco Arana, que participó de forma entusiasta del intento inicial de vacancia. Y la de la facción de Verónika Mendoza, que estuvo dispuesta a negociar con la bancada de Keiko Fujimori la causa ética por la que supuestamente habían pasado a estar a favor de la vacancia (el indulto), terminando por firmar una moción de vacancia sustentada en el motivo que inicialmente habían calificado de “golpista” (Westfield).

Nada de esto, empero, debe hacernos perder de vista la segunda idea que, decíamos, ya estaba clara antes del desplome de ayer. Esa idea es esta: la ciudadanía es consciente de estas conductas vergonzosas y no es cómplice de ellas. Lo único que en la última encuesta nacional que publicamos tenía menos aprobación que el gobierno era el Congreso. Les quedan, pues, pocas municiones a las fuerzas de la vacancia para, sin incurrir en suicidio político, intentar cercar también al nuevo presidente. Ergo, que hasta acá no haya habido héroes en esta historia, no quiere decir que no haya espacio para que surjan.

A Martín Vizcarra las circunstancias y la Constitución le han puesto un reto grande por delante, incuestionablemente. Pero tan objetivo como eso es que, si se crece para enfrentarlo, no estará solo. Tendrá al Perú detrás.

N
jueves, marzo 22, 2018

La voz de las mujeres libias

Las mujeres aspiran a incorporarse con plenos poderes en el Gobierno de transición y a desempeñar un papel más relevante en la sociedad


Una maestra sostiene una bandera libia del bando rebelde,
en el primer día de colegio en Trípoli.- JOSEPH EID (AFP)
FRANCISCO PEREGIL /Elpais.com
Respeto. Esa es la palabra que más se oye estos días en la boca de muchas mujeres libias. Dado que muchas arriesgaron la vida y la libertad durante la revuelta, transportando municiones o asistiendo a heridos, ahora intentan organizarse para reclamar su parte en el nuevo Gobierno de transición que se está fraguando estos días en Bengasi. Saben que con el poder será más fácil combatir los agravios.


"Mi problema es que sonrío mucho y los hombres pueden pensar que quiero algo con ellos", comenta Ibtihal el Mgeri, de 21 años. "Tengo que esforzarme siempre en mantenerme seria para que no se malinterpreten mis intenciones". Su amiga Nahla Mukasabi, le dice: "No te preocupes, tú hazte la seria ahora y cuando te cases ya podrás reírte todo lo que quieras".

Nahla, que vivió tres años en el norte de Europa, es una de las pocas mujeres que llevan en Trípoli el cabello descubierto. "Mi sueño es viajar sola por el mundo. Y llegar a Libia y que me respeten, que no me estigmaticen". El de su amiga Sarah Omar, de 24, es hablar sin miedo. "Las mujeres aquí no teníamos derechos. Toda la gente hablaba por nosotras, pero no podíamos decidir. A mí me echaron de la universidad donde estudiaba Turismo porque dije que Trípoli era una ciudad que debería cuidar mejor su patrimonio y limpiar sus calles".
Todas se quejan de lo que llaman una sociedad asfixiante. "Tengo una amiga que cuando ya no puede más en su casa se monta en cualquier taxi y pide que le den una vuelta por la ciudad. Simplemente, para respirar", comenta Nahla. Andar a solas no siempre resulta aconsejable. Hacer deporte, ni se menciona. "Aquí, por el hecho de andar por la calle sola ya te insultan", señala Alaa Murabit, de 22 años. "En estos días la gente trata de ser mejor persona. Por eso ayer nos ocurrió lo que nunca antes había pasado: un hombre nos dijo algo y otro le recriminó su conducta. Antes eso era inconcebible. Aunque vayas tapada de la cabeza a los pies, te dicen algo. Has de ir acompañada, aunque sea por un niño".

Alaa Murabit, de 22 años, y Sofia Alharezi, de 25, registraron el 16 de septiembre una ONG con el nombre de La Voz de las Mujeres Libias. Ambas son creyentes, llevan el velo en la cabeza, se criaron en Canadá, pero viven en Libia desde hace 12 y 3 años. "Aquí a la mujer se la empieza a respetar cuando tiene un hijo, no una hija. Cuando vine de Canadá a los 16 años mi madre me decía que saliera a la calle con mi hermano de cinco años. Y yo me reía, porque él no iba a impedir que nadie me violase. Pero cuando la gente empezó a llamar a casa diciendo que me habían visto en el coche por la ciudad, mis padres les callaban la boca diciéndoles: 'iba con el hermano".

Ahora, Sofia y Alaa pretenden darles un espacio a las mujeres para que cuenten sus casos de violencia machista. "En Libia, una de cada tres mujeres, según la ONU, ha sido golpeada o violada o se ha abusado de ellas. Y muchas no saben siquiera que eso está mal. Si vas a contarle a otra mujer que tu marido te ha pegado te dirá que es por tu culpa. Y en cuanto a las denuncias de violaciones... Esto no es como El Cairo, donde viven ocho millones de personas. Aquí somos seis millones en todo el país. Nos conocemos todos. Si denuncias una violación estás marcando también a tu hermana, que ya no podrá casarse nunca", indica Alaa.
-Tal vez Gadafi no era el culpable de todo esto, -sugiere Sofia-. La situación de la mujer ya era mala antes de que llegase él.
-¡Claro que lo es!-, le contesta Alaa. -Gadafi puso a los hombres en una situación degradante y ellos, para sentirse superiores, degradaban aún más a la mujer. Mi madre me enseñaba fotos de ella, cuando vivía el rey, en las que iba con falda por las rodillas en Trípoli y en la calle nadie te decía nada. Gadafi trajo la cultura del irrespeto.
Farida A. Kobar, de 67 años, esposa de un antiguo diplomático, recuerda que Gadafi siempre hablaba en defensa de la integración de la mujer en todos los puestos de trabajo. "Las ponía de guardaespaldas y hasta nombró a cuatro o cinco ministras. Pero, en realidad, eran sus amantes. En la sociedad nunca se vieron esos cambios", comenta. "Ojalá ahora no ocurra lo mismo. Nosotras somos el 60% de la población de este país. Pero me temo que el presidente Abdel Yalil tiene miedo de los radicales religiosos. Y ellos no quieren a las mujeres. Pretenden que sigamos haciendo las mismas labores de siempre: enseñar en las escuelas y cuidar a los pobres, que es lo que hago yo".
En el mismo discurso público donde el presidente prometió un país con ministras y embajadoras, Mustafá Abdel Yalil anunció que la base jurídica del país iba a ser la sharía, o ley islámica. En principio, la implantación de este código basado en el Corán, implica para las mujeres la prohibición de actos como fumar o viajar sin la compañía de un hombre en distancias largas. A excepción de Farida y Nahla, todas las mujeres consultadas en este artículo se mostraron a favor de la sharía.
martes, septiembre 20, 2011
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