Rogelio Núñez

Venezuela: Del “imperio chavista” al aislamiento de Nicolás Maduro

La OEA se reúne este martes 28 de marzo para decidir si activa o no la Carta Democrática con respecto a Venezuela


por Rogelio Núñez

Venezuela ha pasado, en tan solo un lustro, de ser, en tiempos de Hugo Chávez, una potencia emergente regional con una red de países aliados a encontrarse aislado en el contexto latinoamericano con tan solo tres naciones de peso secundando al régimen de Nicolás Maduro.

La imagen más nítida de ese aislamiento ha tenido lugar este mes de marzo. El pasado 14 de marzo el secretario general de la OEA, Luis Almagro, presentó su nuevo informe sobre la situación por la que atraviesa Venezuela. En sus 75 páginas invocaba la Carta Democrática de la OEA y da inicio a un proceso que podría llevar a suspender a Venezuela del organismo. “Aprobar la suspensión del desnaturalizado gobierno venezolano es el más claro esfuerzo y gesto que podemos hacer en este momento por la gente del país, por la democracia en el continente, por su futuro y por la justicia”, escribe Almagro en el final de su informe.

Este jueves 23 de marzo 14 países, de los 18 miembros del organismo, emitieron una declaración conjunta en la que exigen al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que se “establezca un calendario electoral, que incluya las elecciones pospuestas” y la liberación de los “presos políticos”. El documento fue ratificado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Estados Unidos y Uruguay.

“Consideramos urgente que se atienda de manera prioritaria la liberación de presos políticos, se reconozca la legitimidad de las decisiones de la Asamblea Nacional, según la Constitución, y que se establezca un calendario electoral, que incluya las elecciones pospuestas”, afirmaba el texto publicado por las cancillerías.

Del imperio chavista…

Más allá de que a corto plazo, este martes 28 de marzo, Venezuela sea o no suspendida de la OEA, la situación evidencia de que el “imperio” bolivariano de Hugo Chávez se ha derrumbado de forma paralela a como lo ha hecho el petróleo y el liderazgo del encargado del ejecutivo de Caracas.

El régimen de Hugo Chávez vivía hace un lustro en la cúspide de su hegemonía en Venezuela y de su influencia regional tanto en Sudamérica como en el Caribe.

Cuatro años después de su muerte, la Venezuela de Nicolás Maduro atraviesa una situación diametralmente diferente: la oposición ha conquistado el control de importantes cuotas de poder institucional y el eje Atlántico que apoyaba a Venezuela se ha desmoronado (Brasil y Argentina).

A comienzos de esta década Hugo Chávez controlaba todos los enclaves institucionales (acababa de ganar en 2010 las elecciones legislativas a la Asamblea), la economía se apoyaba en los altos precios del petróleo y la región estaba poblada de regímenes aliados (la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, la Cuba de Raúl Castro y la Nicaragua de Daniel Ortega) o cercanos al gobierno de Caracas (los ejecutivos de Dilma Rousseff en Brasil, la Argentina de Cristina Kirchner, el Uruguay de José Mujica y el Paraguay de Fernando Lugo).

Además, a través de Petrocaribe, la Venezuela chavista contaba con abundantes aliados entre las pequeñas repúblicas insulares caribeñas.

Hugo Chávez estuvo durante seis años (1999-2005) muy solo en América latina más allá de su alianza con la Cuba de Fidel Castro. A mediados de la pasada década el proyecto chavista empezó a ganar aliados en la región: Evo Morales en Bolivia en 2005, Daniel Ortega en Nicaragua en 2006 y Rafael Correa en Ecuador en 2007.

Hasta 2009 la propuesta “antiimperialista” y antineoliberal de Chávez (ALBA, Petrocaribe etc.) siguió expandiéndose con nuevos aliados como Manuel Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay. Además contaba con la comprensión de Lula da Silva en Brasil y con la cercanía de la Argentina kirchnerista.

El proyecto chavista además estuvo acompañado por la creación de numerosos entes que trataban de impulsar la integración regional: la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (Alba -TCP) en 2004, y luego dos años después la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que para Chávez encarnaban el principio del fin de la OEA.

Ese legado de Chávez en cuanto a que Venezuela debe liderar un eje anti-estadounidense en América latna continúa vigente hoy en día en los mensajes de Nicolás Maduro: “(que los EEUU) no vuelvan por el camino de meterse con Venezuela. Quien se mete con Venezuela se mete con los pueblos rebeldes de América Latina”.

No hay que olvidar que el proyecto del ALCA se hundió en la cumbre de las América de Mar del Plata en 2005 de la que fue anfitrión Néstor Kirchner.

El excanciller argentino Jorge Taiana recordaba que “a 8 años de aquel 5 de noviembre de 2005 en el que Mar del Plata fue escenario de un renacimiento regional que nos marcaría para siempre a los países del sur del continente, quiero destacar el valor de aquel hecho que nos encontró diciéndole NO al intento de Estados Unidos por crear en nuestra región un Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fuera funcional a sus intereses y no atendiera nuestras necesidades particulares como países de desarrollo medio o en vías de desarrollo…oy, que el mundo sufre los embates de una crisis que no termina de superarse, podemos confirmar que la firmeza de hombres como Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez nos ha ayudado a mantenernos en pie, poder trabajar por el bienestar de nuestros pueblos y conservar nuestras autonomías que nos permitan construir nuestro propio destino”.

… al aislamiento madurista

Pero esa situación ha cambiado radicalmente en estos últimos años y se ha acelerado con el desplome de los precios del petróleo lo cual se ha convertido en un misil en la línea de flotación del gobierno venezolano. La hegemonía interna y la influencia en la región ha ido decreciendo progresivamente. Dado que el liderazgo venezolano se basaba en el apoyo económico a sus aliados y a los subsidios vía petróleo, la crisis económica del régimen chavista ha ido acotando el margen de acción del gobierno de Chávez, primero, y, sobre todo, de Nicolás Maduro.

Carlos Malamud en un Informe para el Real Instituto Elcano recordaba en 2013 “los ingentes recursos que el presidente de Venezuela invirtió en expandir en América Latina el proyecto bolivariano. El dinero venezolano reforzaba el carisma y el carácter de Chávez, y lo mismo ocurría en sentido inverso. Sin estas dotes y estos recursos, que interactuaban de forma clara, la expansión continental del proyecto bolivariano hubiera sido mucho más complicada. El petróleo venezolano y los dólares por él generado sirvieron para forjar alianzas, consolidar amistades y ganar voluntades en buena parte de América Latina y el Caribe. En este sentido, desde el momento en que comenzó la gran escalada en los precios del crudo, que en pocos años pasaron de algo más de 10 dólares por barril a casi 140 dólares, Petrocaribe se convirtió en una herramienta clave de la política exterior venezolana”.

Otro golpe demoledor al proyecto venezolano ocurrió con la enfermedad (2011-2013) y el fallecimiento de Hugo Chávez (2013). Su carisma y liderazgo eran insustituibles así como sus ideas y su entrega a un proyecto en el que creía firmemente.

“Puede que tras la muerte de Hugo Chávez haya surgido un nuevo mito de alcance continental, equiparable incluso al Che Guevara o a Simón Bolívar. No es éste el asunto en discusión en este punto. Lo que sí está claro es que más allá de su recuerdo, el liderazgo continental de Chávez es intransferible y que en estos momentos no existe nadie en América Latina con el carisma, los recursos, la agenda y la coyuntura favorable como para ocupar su lugar”, concluía su informe Carlos Malamud.

Más recientemente, la decisión de Mercosur de impedir que Venezuela asuma la presidencia del bloque fue otro indicio de que el régimen chavista se estaba quedando solo en la región.

La derrota de Cristina Kirchner en Argentina en 2015 y el juicio político a Dilma Rousseff en 2016 han dejado a la Venezuela chavista sin dos importantes apoyos regionales, países que apoyaron e impulsaron la entrada de Venezuela en el Mercado Común del Sur.

Ahora, por el contrario, tiene enfrente a tres gobiernos situados claramente en sus antípodas políticas: Mauricio Macri y Michel Temer se han unido a Horacio Cartes (Paraguay). Y además Tabaré Vázquez en Uruguay está mucho más alejado del chavismo que lo que estaba Pepe Mujica.

El resultado ha sido que los cuatro países signatarios del Tratado de Asunción del Mercosur, Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay, acordaron ejercer en conjunto la presidencia del bloque en el último semestre de 2016, lo cual anulaba la decisión de Venezuela de asumir ese puesto.

En diciembre, los ministros de Relaciones Exteriores de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay mandaron una carta a la canciller de Nicolas Maduro, Delcy Rodríguez, en la que informaban a Venezuela “(d)el cese del ejercicio de los derechos inherentes a su condición de Estado parte del Merccosur, al haberse constatado la “persistencia del incumplimiento de las obligaciones asumidas en el protocolo de adhesión al bloque del que Venezuela es parte desde 2012.

Esta situación no era sino el resultado final de una progresiva disminución de aliados para Maduro la cual arrancó en 2015 cuando el kirchnerismo perdió el poder en Argentina. La llegada de Mauricio Macri a la presidencia colocaba en la Casa Rosada a un claro enemigo del proyecto chavista. Muy alejado de las posturas más condescendientes de Cristina Kirchner.

El segundo golpe ocurrió en abril de 2016 cuando Dilma Rousseff fue apartada del cargo de presidenta y en su lugar asumió Michel Temer y sobre todo el nuevo canciller, José Serra, quien rápidamente se posicionó contra el gobierno de Maduro. La caída definitiva de Rousseff a finales de agosto vino a ratificar la situación.

Asimismo, el enfrentamiento entre Luis Almagro y el régimen de Maduro ha ido escalando en las formas y en el fondo. El secretario general de la Organización de Estados Americanos ha llegado a equiparar al Gobierno de Venezuela con una “dictadura” tras la suspensión del referendo revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro, una decisión que deja al mandatario “sin legitimidad de origen”. “Solo las dictaduras despojan a sus ciudadanos de derechos, desconocen el legislativo y tienen presos políticos”, escribió Almagro en su cuenta de la red social Twitter.

El resultado final es la gran soledad en la que se encuentra Maduro: aislado internacionalmente y acosado internamente. Venezuela se ha ido quedando sin músculo económico y sin músculo político y la situación interna va a requerir que cada vez el gobierno de Maduro esté centrado en los problemas del país antes que en impulsar ambiciosas políticas internacionales.

Tal y como señalara hace tiempo Andrés Oppenheimmer “la influencia política y económica de Venezuela ha sido proporcional a sus reservas de divisas, y está cayendo rápidamente… No sé que pasará en Venezuela, pero en el resto de Latinoamérica hay síntomas cada vez más visibles de que la influencia chavista es cada vez menos importante y más anecdótica, como el nuevo perrito de la presidenta argentina”.

Fuente: Infolatan
domingo, marzo 26, 2017

La estrategia de Trump frente a la Venezuela de Maduro

por Rogelio Núñez

El Donald Trump acelerado y unilateral con respecto a México, presenta otra cara en referencia a Venezuela. Con el régimen de Nicolás Maduro se está tomando tiempo para afrontar el problema geopolítico y humanitario que representa a la vez que busca apoyos regionales para articular una estrategia unificada.

El muro era una promesa de campaña y Venezuela es un complejo problema internacional. Con México, Trump aspira a que el electorado compruebe que es un político diferente que cumple lo que dice y lo hace a la mayor brevedad.

De Venezuela le pueden llegar dolores y quebraderos de cabeza. El país no solo vive en plena crisis institucional sino que la profundización de su actual crisis puede desembocar en una crisis humanitaria y energética, siendo como es uno de los principales productores de crudo del mundo.

Dos estrategias diferentes: celeridad con México

Trump ha apretado el acelerador con respecto a México y mantiene la cautela con respecto a Venezuela. Fundamentalmente porque México es un caso de política interna y Venezuela un problema de alcance regional americano.

No en vano, durante sus discursos, los seguidores del presidente gritan “¡Construye el muro, construye el muro!”. En tan solo tres meses de la Casa Blanca han salido numerosas propuestas referentes al muro. Por citar solo algunos ejemplos:

En enero tomó posesión de la presidencia y pocos días después Trump firmó una orden ejecutiva para autorizar la construcción del muro fronterizo con México. “Planeamos un gran día para mañana en temas seguridad nacional. Entre otras cosas, ¡vamos a construir el muro!”, escribió entonces en su Twitter.

En febrero, Donald Trump explicaba que el muro que ha prometido construir en la frontera con México “está siendo diseñado ahora mismo”, y detalló que será “grande” y “de mucha ayuda” para garantizar la seguridad del país.

Y en marzo, se inició la apertura de la licitación para el diseño de la estructura que se emplazará en la frontera entre Estados Unidos y México que será “físicamente imponente”, con alturas que oscilarán entre 5,5 y los 9 metros.

Por último, en el borrador presupuestario enviado al Congreso, Trump ha solicitado 4.100 millones de dólares para esa obra. El proyecto de presupuesto del presidente asigna 2.600 millones de dólares para la “planificación, diseño y construcción” del controvertido muro en la frontera con México, informó el jueves la Casa Blanca.

Además provee fondos de 314 millones de dólares para contratación y entrenamiento de 500 agentes fronterizos y 1.000 agentes migratorios. Ese personal tendrá la tarea de reforzar la “integridad del sistema migratorio”, así como también “identificar y remover aquellos que ya están en Estados Unidos y han ingresado ilegalmente”.

En lo referente al Departamento de Seguridad Interna (DHS), el proyecto de presupuesto también asigna recursos adicionales por 1.500 millones de dólares con relación al presupuesto de 2017, para ampliar la capacidad de “detención, transporte y remoción de inmigrantes ilegales”.

Cautela con Venezuela


La situación venezolana está en la mente de Trump desde que era candidato desde la campaña de 2016 y en las semanas previas a la toma de posesión.

En la campaña fue ambiguo: “(Los empresarios venezolanos) han sido terriblemente dañados por los socialistas en Venezuela y el próximo presidente de Estados Unidos debe mostrarse solidario con toda la gente en el hemisferio (América Latina) que está oprimida. Estaremos con los oprimidos y hay muchos oprimidos en Venezuela”.

Durante la reunión que mantuvo con cuatro personalidades latinoamericanas, a menos de una semana para tomar posesión, el tema venezolano ocupó un lugar privilegiado.

Allí estuvieron Julio Ligorría, exembajador de Guatemala en Washington (2013-2015) y consultor internacional; el experto en asuntos hispanos, Freddy Balsera y dos miembros del gabinete de Comunicación de Trump: Carlos Giménez, asesor de Trump en Florida, y David Duckenfield, que fue subsecretario de Estado adjunto durante la era Obama.

Trump en esta primera reunión con latinoamericanos “estaba muy interesado en saber nuestra opinión de lo que está pasando, de lo que va a pasar y lo que falta por pasar” en el país sudamericano, comentó Freddy Balsera.

Especialmente, Trump hizo “énfasis en averiguar sobre la condición” del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y el líder opositor Leopoldo López, dos de los presos políticos más conocidos de Venezuela.

“Me llamó la atención lo directo que fue en preguntar específicamente nuestra opinión sobre cómo está la situación en el suelo en este momento allá y averiguar sobre Ledezma y López”, explicó Balsera.

Ya como presiente, en febrero, cuando se reunió con el mandatario peruano Pedro Pablo Kuczynski, Trump confesó que “tenemos un problema con Venezuela, que lo está haciendo muy mal”.

En esta mes de marzo, el presidente de Estados Unidos ha mostrado su consternación sobre la situación en Venezuela, durante una charla que mantuvo con su homóloga chilena, Michelle Bachelet. “El presidente Trump expresó su preocupación por la situación en Venezuela y los líderes coincidieron en la importancia de avanzar los principios democráticos en todo el Hemisferio Occidental”, informó en un comunicado la Casa Blanca.

Trump, que en febrero se reunió con Lilian Tintori y pidió la liberación de su esposo, Leopodo López-, parece más inclinado a que sean los países de la región y foros como la OEA los que lideren la ofensiva contra la deriva autoritaria del chavismo. En esa línea se inscribe la decisión del Senado estadounidense de instar al régimen de Nicolás Maduro a liberar “inmediatamente a los prisioneros políticos“.

El organismo legislativo llamó además al gobierno venezolano a que acepte la ayuda humanitaria para paliar la escasez de alimentos y medicamentos que enfrenta dicha nación.


En una Resolución de tres páginas, la cámara alta del Congreso estadounidense expresó su apoyo a “esfuerzos significativos” en favor de un diálogo en respeto por los mecanismos constitucionales con el fin de que se “resuelva la crisis política, económica, social y humanitaria”.

Los senadores también manifestaron su apoyo a la decisión del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, de invocar la carta democrática interamericana para evaluar la situación actual en el país suramericano.

Del mismo modo, solicitan con urgencia a Donald Trump que respalde los esfuerzos de la OEA a favor de soluciones constitucionales y democráticas.

Esto supone una legitimación de los esfuerzos que está desplegando el secretario general de la Organización de los Estados Americanos quien ha anunciado que iniciará consultas con gobiernos de la región en busca de apoyo para activar la Carta Democrática Interamericana, con miras a suspender a Venezuela del Sistema Interamericano.

“Vamos a mantener reuniones durante esta semana con el presidente del Consejo Permanente, con los coordinadores (de grupos) regionales para hablar del tema y sobre los pasos futuros”, dijo Almagro a periodistas.

Almagro solicita al gobierno la liberación de todos los presos políticos en Venezuela, resolver la crisis humanitaria, garantizar la seguridad de los ciudadanos ante los altos índices de criminalidad que padece esa nación sudamericana y restablecer el equilibrio de poderes.

Propuso además la suspensión de Venezuela de la OEA si el gobierno del presidente Nicolás Maduro no convoca a elecciones en un mes, tras las negativas de las autoridades electorales a celebrar el referendo revocatorio. Almagro no ha dudado en denunciar al gobierno de Maduro como una dictadura, y dijo que “de una dictadura se sale con elecciones”.

El régimen chavista considera que detrás de la OEA se encuentra EEUU y el gobierno Trump. Muy significativas en ese sentido son las palabras de Diosdado Cabello quien califica de ‘cachorro arrastrado’ al secretario general de la OEA porque, a su juicio, no respeta la democracia venezolana.

“Eres un cachorrito del imperialismo (a Almagro) y crees que vas a venir a darnos órdenes a los hijos de (fallecido Hugo) Chávez. No señor Almagro”, declaró el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello.


Fuente: Infolatam

¿Por qué y cómo resiste el régimen chavista?

Venezuela celebra elecciones presidenciales en 2018



Por Rogelio Núñez

Una de las incógnitas de la política latinoamericana actual es desentrañar las razones de por qué el régimen chavista ha logrado sobrevivir no solo a la pérdida de su líder carismático (Hugo Chávez) sino a una situación económica que bordea el colapso.

El régimen bolivariano ha atravesado desde 2012 a la actualidad situaciones muy complejas y ha sido capaz de superarlas todas. La primera fue la enfermedad (2011-12) y muerte (2013) de su fundador y jefe máximo, seguida de la crisis económica, social y política en la que ha entrado el país (2013-2017).

Venezuela, con un índice de inflación que ronda el 500% y de dos dígitos desde hace años, es el país cuyo PIB más ha retrocedido en esta década: en torno al 20% en el último lustro. Un quinto de su economía se ha volatilizado porque los diferentes gobiernos no han llevado a cabo los ajustes necesarios cuando la economía empezó a dar síntomas de agotamiento.

Desde 2011 los gobiernos venezolanos no han tomado esa clase de medidas por diferentes razones: en 2011 por la enfermedad de Chávez, en 2012 y 2013 porque hubo elecciones presidenciales. En 2014 por la oleada de protestas desencadenadas por la oposición, en 2015 por las elecciones legislativas y en 2016 porque la pugna con la Asamblea Nacional en manos de la oposición consumió las energía de un gobierno progresivamente más débil.

El deterioro económico no deja de avanzar: de acuerdo a las cifras del Banco Central de Venezuela (BCV) para 2015, el PIB se contrajo en un -5,7% (en comparación con el mismo período de 2014). Venezuela continúa por cuarto año consecutivo en un ciclo recesivo y después de un crecimiento muy bajo (1,3%) durante 2013, ha experimentado una constante caída en la producción.

Y pese a todo, el régimen ha resistido esa carencia de liderazgo político de Nicolás Maduro, producto del hueco dejado por Chávez, ha soportado el profundo deterioro social (por el desabastecimiento y la inflación) y la crisis económica (por el desplome de los precios del petróleo y del PIB).

Pero, ¿cómo lo ha logrado? Fundamentalmente por tres razones:

1-. Porque la polarización del país ayuda a la pervivencia del régimen

Hugo Chávez inauguró una forma de gobernar que se ha traducido en la división del país en dos campos enfrentados. La dialéctica amigo-enemigo escinde la sociedad en dos terrenos opuestos, infranqueables y sin posibilidad de reconciliación.

Además, las políticas sociales, las famosas misiones, crearon un fuerte apoyo social al régimen entre los sectores populares que hasta entonces habían recibido muy poco o nada del viejo sistema de la IV República.

Por último, el chavismo consiguió el respaldo de una nueva clase empresarial (los “boliburgueses”) y de las mimadas y purgadas Fuerzas Armadas.

El guerracivilismo y el odio al adversario provocan que ambos bandos ocupen posiciones y cuenten con apoyos similares y, sobre todo, que la posibilidad de tender puentes entre ambos lados sea casi inexistente. Es muy extraño que un chavista pase a engrosar la filas del antichavismo o viceversa.

Así el régimen cuenta con el aparato del Estado y con un estable 30-40% de apoyo que le ha servido para mantenerse en el poder y tener legitimidad por ese respaldo social con el que cuenta.

La mitificación de los tiempos de abundancia (los de Chávez) y el voto del miedo a un cambio que pudiera conllevar la pérdida de ganancias adquiridas funcionado como un poderoso pegamento y provoca que los diferentes sectores sociales (privilegiados o no) sigan apoyando al poder.

2-. Porque existe una oposición sin rumbo fijo

La oposición al régimen ha alcanzado grandes éxitos: logró unirse en toro a la Mesa de Unidad Democrática y ganar las elecciones legislativas de 2015.

Pero sus divisiones internas de tipo estratégico (entre quienes defienden una salida negociada o insurreccional) o de liderazgo (Henrique Capriles vs Leopoldo López) han impedido que se alce como una alternativa creíble.

Ni el control de la cámara legislativa desde 2015, ni el diálogo con el gobierno en 2016, ni las manifestaciones callejeras ni el impulso a un referendum revocatorio han sacado a la oposición de su postración.

En esta coyuntura, la MUD atraviesa un periodo de transición y se halla muy desubicada. La historiadora Margarita López Maya subraya que “el gran reto para esa oposición es volver a recuperar el entusiasmo y la confianza, y ya están haciendo su esfuerzo, han reestructurado la Mesa de la Unidad, han reconocido que cometieron errores y ahora les toca trabajar muy duro para crear otra vez una situación favorable”.

3-. La unificación del chavismo para sobrevivir

Las diferencias internas dentro del chavismo no son despreciables. Sin embargo, ante el riesgo de perder el poder, y por lo tanto perderlo todo, han sabido pasar a segundo plano esas diferencias.

En 2016 el objetivo fue evitar la celebración del referendum revocatorio que habría conllevado no solo la caída de Nicolás Maduro sino elecciones presidenciales anticipadas las cuales habrían provocado, muy posiblemente, el triunfo opositor.

En 2017 el objetivo pasa por sobrevivir para llegar así a 2018 y poder competir con un candidato más competitivo en las presidenciales.

Además, el gobierno ha eludido la puesta en marcha de reformas y ajustes económicos para no perder el respaldo popular.

De todas formas, Asdrúbal Oliveros recuerda que el margen de maniobra se le está agotando al régimen: “El 2017 plantea importantes desafíos para Venezuela, no solo en el frente económico sino también en los frentes político e institucional. Los cartuchos del Ejecutivo para postergar los ajustes económicos parecen acabarse, pues ya no hay fondos en divisas al que apelar, las importaciones se han reducido a un umbral peligroso y el financiamiento externo parece haberse cerrado. La esperanza está en un alza del precio petrolero, pero el modelo chavista necesita que la cesta petrolera venezolana esté por encima de US$ 60/bl y eso hoy luce como un escenario muy improbable”.

Asimismo, el régimen se ha escondido tras el enorme poder institucional que posee: contra la presidencia, el Tribunal Supremo, el Poder Comunal y solo escapa a su dominio la Asamblea.

Luis V. León recuerda que “lo primero es entender que el gobierno sabe que con su respaldo actual no podría ganar una elección. También sabe que controla las instituciones de poder, con excepción de la Asamblea Nacional, y que las decisiones de esas instituciones no van a retar, por ahora, los deseos y necesidades de la revolución. El gobierno entiende que la oposición tiene problemas de articulación y que eso la debilita para defender sus intereses y derechos. Finalmente, esta claro para ellos que su estrategia ha sido la colonización de la democracia con la base de la democracia que es la elección. Saben como moverse en esa realidad, pero cambiar de ahí a una dictadura clásica, que preserve el poder por la fuerza y sin elecciones, los colocaría frente a una caja negra que no saben como funciona”.

El régimen chavista se mantiene así en el poder con una agenda muy reducida que se resume en un solo punto: sobrevivir. Para ello se apoya en una sociedad fracturada y enfrentada que no se va a unificar nunca en su contra a pesar de la alta inflación, el desbastecimiento o el derrumbe del PIB. Además, el régimen, que sabe que enfrente tiene a una oposición sumida en el desconcierto,cuenta con un aparato político unido en un objetivo común y consciente que la división sería letal para el chavismo.

Fuente: Infolatam
jueves, marzo 16, 2017
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