No escribir sobre Fidel

Fidel Castro
por Claudia Cadel
He hecho un esfuerzo bastante grande por no escribir sobre Fidel Castro. Primero, porque no soy capaz ya de decir nada serio sobre su persona (a veces me gustaría tomármelo menos a la ligera); segundo, porque la lectura de sus reflexiones me hacen el mismo efecto que algunos fanzines de ciencia ficción (me gusta el género), y tercero, porque el Comandante en Jefe es hoy, a su pesar, un fantasma del pasado de la política cubana.

¡Pero no deja de hablar! Publica libros; predice el futuro de la especie humana; habla de sí mismo; mezcla a José Martí con Lenin; cambia el pasado, anula el mañana y patalea en el presente porque se le acaba el tiempo. Sigue apareciendo una y otra vez en escenas más parecidas a un teatro del absurdo que a la política desesperada de un sistema en ruinas. Ya sea en el acuario o en una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional, las costuras del montaje son burdas, pero la pieza se juega al precio del capricho. Rodeado siempre de guardaespaldas (les llamamos avatares por la apariencia física), el anciano no se cae, pero resbala por los recovecos de su mente destruida por el poder. Después de tantos años disfrutando de una vida de Mesías, es imposible para Fidel Castro hoy asumir que su muerte no cambiará el curso de la historia, que el año cero no se repetirá; que Cuba seguirá su camino, y que su hermano hará o no hará algunos cambios cuando él ya no esté (antes de ser él mismo absorbido por el Cambio cuando se quede solo). Ha redactado su apocalíptico guión como antesala de la partida. No nos llevará con él porque no puede, pero hasta el último instante de su estancia en la tierra repartirá roles, cortará cabezas, vilipendiará a sus enemigos y anunciará -a través de cualquier alucinante teoría- el fin del mundo. Morirá, pero no sin antes intentar hacernos creer que toda la humanidad se irá al hueco con él.

Aislado de todo, la realidad se ha vuelto el espejo de un futuro donde su imagen no está incluida. Ya no le importa la historia, y la guerra fría es un cadáver putrefacto que nunca más será reanimado. Su única opción es construirse un escenario donde él no sea la premonición de su propia enfermedad, sino la enfermedad del resto de nosotros: la guerra nuclear como paliativo de la mortalidad de un simple ser humano. Al que se la crea bien, y al que no, el miedo o el oportunismo le hará el trabajo sucio. Cada uno de los actores de sus puestas en escena cumple cabalmente su libreto, desde pedirle a toda la plástica cubana que reproduzca a los cinco, hasta solicitarle entre lágrimas un beso al Comandante.

Mientras en el gobierno se rompen la cabeza para evitar que la economía no colapse a corto plazo, los poderes se reacomodan y la corrupción se reajusta a la nueva cara del totalitarismo insular, en la Universidad de La Habana, Fidel Castro busca su propia eternidad en la tierra que se lo va a tragar "... le ha correspondido a Cuba la dura tarea de advertir a la humanidad del peligro real que está confrontando, y en esta actividad no debemos desmayarnos". Sin embargo, la tramoya de su acto se deshace en los rostros de esta audiencia veinteañera aburrida, que no se siente en deuda, que añora salir del país por cualquier puerta, y cuyo recuerdo de una confrontación nuclear se reduce a una película llamada Lisanka. El compañero Fidel se enfrenta a un público al que le importa un pepino su mortalidad incomprendida y su augurio de hecatombe atómica, porque lo único insondable del estudiantado de la Universidad de La Habana son sus veinte años.


Claudia Cadelo es una joven bloguera cubana, graduada en Contabilidad y Finanzas y Lengua Francesa. Desde La Habana, donde da clases particulares de francés, escribe el blog
Octavo cerco
lunes, septiembre 06, 2010

El padre Alberto González Pérez

Altagracia de Orituco. Casco Urbano. Foto RLG
Por José Obswaldo Pérez
La historia de la Iglesia católica en Guárico está por escribirse, como las de sus pastores y religiosos. Sólo me voy referir, en este momento, a un párroco orticeño, pero lo haré con otros más adelante. Me refiero al doctor y presbítero Alberto González Pérez. Un personaje nacido en Ortiz, hijo de don Nicolás González y doña Vicenta Pérez González. Pertenece a una familia de productores agropecuarios y descendiente de militares conformada por siete hermanos: Benigna, Gertrudis, Eulogio, Alberto e Ignacio González Pérez.

El padre del presbítero Alberto González fue ganadero, propietario de tierras en Guardatinajas y su madre doña Vicenta Pérez González era hija del político y militar José Francisco Pérez, actuante de la Guerra Federal y de la política local orticeña. Sus nombres hoy relucen en la documentación sobre los ejidos del municipio Ortiz, específicamente los concernientes a la posesión La Cañada, donde se centra un juicio por la propiedad de estas tierras.

El doctor Alberto González Pérez fue un cura de brillante lucidez intelectual que ocupo altas labores en la iglesia venezolana, durante el difícil episcopado de monseñor Silvestre Guevara y Lira. Le toco ocupar cargos en Caracas como Secretario del Arzobispado, Canónigo de la Catedral, Rector y vicerrector del Seminario de Santa Rosa y Capellán de las Mojas Concepcionistas .

Durante el conflicto del gobierno de Guzmán Blanco y el arzobispo Guevara y Lira, fue designado Vicario de Zaraza , desempeñando allí, por dos años, una gran labor al integrarse a todas las obras sociales, culturales y educativas. Dice Soto Arbelaiz (2001) que fue él quien participó, en 1878 a las autoridades eclesiásticas, la existencia en la villa del Unare de una imprenta llamada El Farallón, con lo cual quedó demostrado que en esta ciudad la imprenta existió mucho antes de lo establecido por los historiadores.

En su ejercicio de sacerdocio, en el Oriente del estado Guárico, fue propulsor de la creación de la parroquia El Socorro, mediante capitulaciones firmadas en 1879 y que, posteriormente, el Obispo Salusiano Crespo creó, oficialmente, el 14 de octubre de 1882. Posteriormente, el doctor González Pérez fue designado sacerdote de Altagracia de Orituco, el 8 de septiembre de 1879 . En esta localidad cumplió una ardua labor espiritual, entre la que destaca la de servir de guía a Susana Paz Castillo, una joven mujer que se entregará a la fe de Dios y se conocerá después como la Madre Candelaria de San José.

En Altagracia de Orituco y San José de Guaribe son los dos lugares donde gran parte este prelado de la Iglesia católica ejerció el sacerdocio. Allí murió, el 11 de septiembre de 1902 , en Sabana Grande de Orituco, a consecuencia de un derrame cerebral. “El P. González era un excelente confesor y director espiri¬tual, así como un buen educador. Era un hombre caritativo con los pobres, a los cuales protegía con amor, desprendi¬miento y sacrificio”, señala Verónica de Sousa, en su libro Madre Candelaria de San José: Fuerza y Ternura de Dios (2008).

NOTAS BIBIOGRAFÍAS


DE SOUSA, VERONICA (2008). Madre Candelaria de San José: Fuerza y Ternura de Dios. Caracas: Paulinas Editorial
GONZÁLEZ ROJAS, SORAYA (2008).Datos Históricos sobre san José de Guaribe.En :
Articulos y Anecdotas de Orituqueños y Orituqueñas.
LA ROSA WERNER, LUIS A(2008). “Madre Candelaria de San José”. En: madrecandelariadesanjose.blogspot.com
PEREZ MARTINEZ, VICTOR MANUEL (1996).Vida y obra de la sierva de Dios Madre Candelaria de San José. Caracas: Ediciones Tripode
RODRIGUEZ, MOISES (1972). Zaraza: (desde una esquina con faroles). Caracas: Publicaciones "Vale Juan González
SOTO ARBELÁEZ , MANUEL (2001). El Guárico oriental, Volumen 2‎
domingo, septiembre 05, 2010

Mirada al Arauca apureño

Por José Obswaldo Pérez

¿Hacia dónde viajan los límites de un paisaje? ¿Qué palabra ondula frente al ojo que intenta describirlo, hacerlo sentido a partir de la reanudación de la memoria? El Llano tiene la ventaja de perderse en su extensión: alisa la mirada y la perturba. Siempre retorna polvoriento al mismo sitio.
El paisaje emigrante. Alberto Hernández/crónicas del Olvido, en
Ciudad Letralia.

Brazo del río Arauca. . Sabana de la Candelaria. Edo. Apure
Foto Arturo Álvarez D´Armas. 
 Arturo Álvarez D´Armas ha tomado, entre sus saberes, el arte de la fotografía como otras de sus pasiones. Arrebiatándose su mochila y su cámara compañera, se ha rumbado auscultar el llano apureño, lleno de maravillas y sorpresas. Se ha hecho etnólogo de la imagen, captando percepciones de las vivencias del paisaje, de su cotidianidad circundante y su menuda naturaleza: las aves, la fauna, la chalana, el hombre. Quizás, atraído por indagar la poesía de la vida, sea el resumen de una colección de graficas digitales; la cuales, con su modestia, nos la hace llegar a sus amigos para muestra de arte de su afición.

Lancha en el río Arauca. . Paso Arauca. Edo. Apure.
Foto Arturo Álvarez D´Armas 

Vía correo electrónico, el poeta Arturo Álvarez D´Armas no ha enviado estas imágenes en un día rumbo al Arauca apureno, en las tierras místicas de los Yaruro, en la de la copla de Ángel Custodio Loyola y en la escritura de Julio César Sánchez Olivo. O en de las líneas narrativas de Rómulo Gallegos, por allí cerca de La Candelaria, donde aún se oyen las voces de los espantos y las higaldías de las maricelas.
martes, agosto 31, 2010
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