Mario Vargas Llosa, el escritor que cambió el idioma narrativo

Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010
Desde luego ganó el Premio Cervantes en 1994: la mayor distinción a las letras en castellano reconoce una obra que transforme el idioma, y pocas lo han hecho tanto como la del peruano Mario Vargas Llosa. En su país, tal vez sólo César Vallejo y José María Arguedas dejaron -y por razones muy distintas- una marca tan profunda en la literatura.

Su capacidad para narrar atrapa: una multitud de detalles dan verosimilitud a los mundos que crea. Su habilidad en la construcción de voces abre tanto el mundo de los pandilleros de Lima (Los perros) como en el Tahití de Paul Gauguin (El paraíso en la otra esquina), entra en la cabeza de un guerrillero (Historia de Mayta) con la misma comodidad que en la del dictador dominicano Rafael Trujillo (La fiesta del Chivo). Y nunca pierde por eso las ambiciones mayores de la novela moderna: las grandes estructuras, la experimentación inagotable, el juego técnico.

La fama le llegó rápido.


Tenía treinta años cuando publicó La casa verde y cambió el rumbo de las letras, en un continente que bullía de grandes autores: eran los tiempos del boom. Al año siguiente de su salida, en 1967, la obra recibió el premio Rómulo Gallegos, que comenzaba entonces con finalistas de peso: Vargas Llosa compitió con Julio Cortázar por Rayuela, Carlos Fuentes por La muerte de Artemio Cruz y Gabriel García Márquez por El coronel no tiene quien le escriba. También ganó el Premio Nacional peruano y el Premio de la Crítica Española.

Antes de que terminara la década publicó otra obra enorme, Conversación en La Catedral. Su interés por la política se revela en las cuatro historias que intercambian los dos protagonistas, ubicados en las antípodas sociales, en el bar que da título al libro: el fondo son los años de la dictadura del general Manual Odría. Hasta 1981, con La guerra del fin del mundo, no volvería a publicar un trabajo tan ambicioso.

Los comienzos

Nació en Arequipa, Perú, en 1936, y vivió una experiencia infrecuente en aquellos años: el divorcio de los padres cuando él todavía no había nacido. Se mudó a Cochabamba, Bolivia, donde se crió en casa de sus abuelos maternos. Creció consentido hasta los diez años, cuando conoció al padre: la madre se reconcilió con él y llevó al niño de regreso a Lima.

Preocupado por las inclinaciones literarias del muchacho, el padre lo envió a un colegio militar. Lejos de cambiarle la vocación, le dio tema para su primera novela: en La ciudad y los perros, de 1962, el internado Leoncio Prado aparece con su nombre y su violencia: "los perros" es el calificativo despectivo que recae sobre los alumnos del primer año. Por algo, en el patio del instituto se quemaron mil ejemplares de la novela.

Es curioso que la fama instantánea que le trajo esa novela -mitad elogio literario, mitad acusaciones de falta de patriotismo, cuando no comunismo- lo haya sorprendido. La envió sin esperanza a Seix Barral, que la publicó de inmediato en España. Quedó finalista del Prix Formentor en 1963.

Cuando eligió estudiar Letras en la Universidad de San Marcos (Lima), el padre se enfureció. La relación entre ellos ya era difícil: a los 18 años Vargas Llosa se había casado con su tía política. La historia, apenas transfigurada, aparece en esa pieza sobre la educación sentimental llamada La tía Julia y el escribidor. Se la dedicó a la que ya era, cuando la publicó, su ex mujer: "A Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y esta novela".

Se reconoce más que influido -"envenenado", declaró- por la literatura francesa: Alejandro Dumas y Victor Hugo, pero sobre todo Gustave Flaubert. Ya lo había impresionado Jean-Paul Sartre cuando viajó a Francia por primera vez, a los 22 años, como parte del premio que le otorgó la Revue Française por su cuento "El desafío".

Había estado en Europa para doctorarse en la Universidad Complutense de Madrid el mismo año en que salió su libro de cuentos Los jefes, 1958. Pero España parecía otro planeta comparado con aquel París de los 60, en el que deambulaban el mexicano Carlos Fuentes, el argentino Julio Cortázar, los beatniks. Se instaló durante siete años.

Allí lo entrevistó el crítico Luis Harss, quien articuló el fenómeno que se conoció como el boom en su libro Los nuestros. "Estaba casado y no tenía dinero ni trabajo", lo describió. "Vivía en la buhardilla de un hotel y se pasaba los días trajinando por todas partes en busca de una colocación. Por fin consiguió un puesto mísero, como profesor en la escuela Berlitz. El sueldo era andrajoso, y el horario, devorador". Más lo corroía el miedo a perder el idioma: lo que más quería en el mundo era escribir.

Lo hizo. A sus obras mayores sumó ensayos (ver aparte lista completa) como Historia de un deicidio, sobre Gabriel García Márquez, o El viaje a la ficción, sobre Juan Carlos Onetti; teatro (La señorita de Tacna, Odiseo y Penélope), periodismo (Diario de Irak) y, desde luego, una enorme obra narrativa que se tradujo a más de treinta idiomas, del francés al árabe, del inglés al chino, del alemán al islandés, del hebreo al japonés

Las polémicas

La suavidad de sus maneras nunca afectó la contundencia de las opiniones de Vargas Llosa. En 1965, fascinado como tantos intelectuales latinoamericanos con la Revolución Cubana, fue jurado de los premios Casa de las Américas; sin embargo, en 1971 se pronunció contra el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla. Fue uno de los sesenta intelectuales -Guillermo Cabrera Infante, Juan Rulfo, Marguerite Duras y Sartre, entre ellos- que firmaron un documento que dio trascendencia mundial al caso. Se distanció para siempre de Fidel Castro.

No fue esa la razón, sin embargo, por la que se peleó con su amigo García Márquez, otro Nobel latinoamericano, fidelista fiel. El asunto incluyó un puñetazo en público. Aunque nunca se conocieron las razones, es un secreto a voces que la mala interpretación de un comentario inocente del colombiano sobre la belleza de Patricia, la segunda esposa de Vargas Llosa, reveló que los grandes escritores también son seres humanos falibles y tiernos.

En cambio, su pelea con Perú fue política. Desde que en 1983 el presidente Fernando Belaúnde Terry lo nombrara al frente de una comisión investigadora sobre el asesinato de ocho periodistas, Vargas Llosa desarrolló su pasión por los asuntos públicos. En 1987 lideró el Movimiento Libertad contra la estatización de la banca que proponía el presidente -de aquel momento y del presente- Alan García.

Desde esa posición de referencia para la ideología liberal, tres años más tarde fue candidato a la presidencia por el Frente Democrático, y cuando perdió en la segunda vuelta volvió a Europa. Se quedó en Londres, volvió a escribir y en 1993 se convirtió en ciudadano español.

A los 74 años, de regreso al primer amor de la literatura, se ha reconciliado con la realidad política de su lugar de origen. "Mal que mal América Latina va entrando también en el campo político en la edad de la razón", dijo hace poco en el diario español El País . "Si pienso en lo que era cuando yo era joven... De un confín a otro, no había más que dictaduras militares. Y en el otro extremo, el sueño revolucionario. La democracia tenía muy poca base".

Su vida volvió a centrarse en las palabras. Hace poco se declaró feliz porque luego de tres años había concluido otra novela, El sueño del celta, y trabajaba en una colección de ensayos, La civilización del espectáculo. Ahora tendrá que preparar el discurso de aceptación del Nobel, acaso la obra de mayor exposición mundial que pueda tocarle a un escritor.
jueves, octubre 07, 2010

El conversatorio en el caserío Cumbito

Una reconstrucción desde la microhistoria de las rutas que siguieron los viajeros que vinieron a los Llanos de Calabozo y del Guárico en los siglos XVIII, XIX y principios del XX.

Historiadores guariqueños con la familia Vilera Díaz,
en Cumbito, municipio Ortiz, Guárico/Foto JOP
Felipe Hernández G.
Unesr

Atendiendo a la invitación que nos formulara el cronista de la Ciudad de Maracay, Prof. Oldman Botello, asistimos al Conversatorio que el sábado 18 de septiembre del corriente año, el diligente cronista de Ortiz, Prof. Fernando Rodríguez Mirabal, organizó en el Caserío “Cumbito” de ese municipio, específicamente en la Finca “La Ceiba” de los Hermanos Vilera Díaz. La reunión tuvo como objetivo, reflexionar sobre: Los viajeros y las rutas y caminos que comunicaban con Calabozo y otras partes de los Llanos del Guárico desde finales del siglo XVIII hasta principios del siglo XX.

A la cita acudimos, los investigadores Adolfo Rodríguez, Oldman Botello, Edgardo Malaspina, Jeroh Juan Montilla, Eduardo López Sandoval, Rubén Páez, José Obswaldo Pérez, Felipe Hernández, y el cronista anfitrión, Fernando Rodríguez.

Como escenario un bien plantado caney sabanero que en una loma, junto a la casa, el paradero y los corrales del hato “La Ceiba”, en una cálida mañana de mediados de septiembre que pronosticaba lluvia, y con la brisa cargada con los aires del tiempo, que desde la Mesa de Paya peinaba el monte en su discurrir hacia las Galeras imponentes de Guarumen al Norte. Que nos hablaba de las tantas rutas, del caño Antón Pérez y del hato “El Caimán” o La Guadalupe ¡donde nació el Llanero!, por donde pasó el barón de Humboldt, Simón Bolívar y Friedrich Gestäcker. Iniciamos la jornada reconstructiva que nos convocaba.

A sabiendas que la microhistoria es muy útil para la reflexión metodológica, porque desde el estudio concreto de los sucesos individuales y su relación con el contexto, permite entender la verdadera dimensión del desarrollo de los acontecimientos históricos en su conjunto; nos marcó el rumbo para generar el intercambio de ideas sobre las rutas, los caminos, el paisaje, la fauna, las impresiones, referencias y sitios que en distintas épocas y meses transitaron religiosos, naturalistas, geólogos, espeleólogos, fisiólogos, médicos. Viajeros todos, que dejaron a la posteridad su particular visión de las bellezas, los rigores y vicisitudes que les tocó vivir en su paso peregrino por estas inmensidades.

En ese sentido, hablamos del obispo Mariano Martí en Ortiz, cuando llegó a ese pueblo el 5 de mayo de 1780, después de pasar por Paya y Parapara.

Del sabio, naturalista y viajero alemán, Alejandro de Humboldt, y su universal obra: Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente. Del paisaje del llano y los llaneros que vio en la ruta de Villa de Cura a Calabozo en viaje hacia San Fernando de Apure, por el mes de marzo del año 1800. Y la admiración que le causaron los experimentos de física que realizaba en Calabozo don Carlos del Pozo.
La presencia del Libertador Simón Bolívar en el hato El Caimán en 1818, donde probablemente pernoctó algunas veces y otras estuvo de paso.

Las experiencias que narra en su obra: Escenas Rústicas en Suramérica o la vida en los Llanos de Venezuela, don Ramón Páez Ricaurte, de paso hacia el hato San Pablo Paeño, en diciembre de 1946: “…era la Mesa de Paya,… después de… errar sin brújula… una inmensa extensión de sabanas bajas… el más bello panorama que hubiera contemplado en mi vida…”

El camino recorrido por el maracayero Francisco Michelena y Rojas, en 1857, en su viaje de exploración de los ríos Amazonas y el Alto Orinoco. Sus precisiones sobre los pueblos de Parapara, Ortiz, La Horca, Tiznados, y los sitios de Morrocoyes, San Pablo y Morichal. “Desde la Mesa de Paya fue que empecé a gozar más de los llanos de Calabozo… con morichales en todas direcciones y lagunas cubiertas de aves de todas clases”.

El itinerario desde San Sebastián de los Reyes a Calabozo por Mesa de Paya en 1873, Expuesto en los Apuntes Estadísticos del Estado Guárico: Ortiz, Veladero, Palacio, Mesa de Paya, Caimán, Caño Corozal, Mapurite, quebrada La Laja, Morichal, Calabozo. El viaje a Calabozo, del fisiólogo alemán Carlos Sachs, en el año 1876, cuando fue enviado a Venezuela por la Real Academia de Ciencias de ese país, a realizar investigaciones científicas e investigar el “Gymnotus” o pez temblador.

La expedición médico científica con fines sanitarios y de recolección de datos inherentes a la flora y la fauna del Guárico, del Dr. Juan Iturbe, en abril de 1927, conocida como la Misión Iturbe. Viaje en que le acompañó el médico personal de Juan Vicente Gómez, Francisco “Pepe” Izquierdo, el botánico Henri Pittier y el médico vallepascuense Miguel Lorenzo Ron Pedrique. “Muy avanzado el medio día abandonamos a Ortiz para de allí a poco, en “Los Dos Caminos”, equivocar el nuestro, tomando por la abandonada vía que conduce a Calabozo, vía del Rastro y perdiendo las ventajas de la magnifica carretera de los Llanos,…”. La descripción de los pueblos y sitios de Ortiz, Veladero, Dos Caminos, Morrocoyes, Matapalo, Platanito, El Caimán, La Yegüera, Mapurite, Las Lajas, El Rastro y Calabozo.

Las carreteras y obras del Gomecismo, las llamadas imaginarias. Entre las que se cuenta, la que va desde Villa de Cura, El rastro y Calabozo en 1913.

Hipótesis bien fundamentadas, como la formulada por el Dr. Eduardo López Sandoval, sobre ¿Dónde nació el Llanero como etnia?, y sus lógicos razonamientos sobre el Hato El Caimán o la Guadalupe.

Como han cambiado las rutas y los caminos, el paisaje que obnubiló a los viajeros, su historia: sitios viejos que dejaron de ser, y de los que aún son. La historia de los caminos: Un trabajo que está por hacerse a decir del Dr. Adolfo Rodríguez. La necesidad de ir a los sitios que vieron y describieron estos viajeros, para entender sus pareceres. Los lugares y sitios que ya no existen pero que dejaron huella (La Horca por ejemplo) que hay que desentrañar y reconstruir.

Un Conversatorio con muchas interrogantes, datos del pasado que aparentemente pueden parecer intrascendentes, pero que han dejado huella en nuestro devenir, nuevos aprendizajes, lugares y sitios que expresan los desarrollos histórico-sociales de cada momento. Una realidad profunda de la historia del Guárico, que nos habla de lo importante que es la microhistoria y de lo mucho que falta por hacer.

Finalmente, al profesor Nicolás Vilera y a toda la familia Vilera Díaz, nuestro agradecimiento por el recibimiento y las amables atenciones que nos dispensaron.

En Valle de la Pascua, a los veintiún días del mes de septiembre de 2010.
jueves, septiembre 23, 2010

Un revolucionario con sotana

Nada fue fácil para el joven sacerdote. Sufrió la dictadura de general Francisco Franco y la guerra civil española; fue encarcelado en el Castillo Bocairente y torturado una y varias veces. Buscó el exilio y refugio en Sudamérica.

Reverendo Ricardo Pínter
Revert/reprodución
Omar Parra
Por  
José Obswaldo Pérez
EL PADRE RICARDO Pínter Revert estaba malhumorado. Razones no les faltaban para ponerse molesto. El titulo que le daban de comunista no era para menos. Cuando eso ocurría, la hiel del padre Pínter se reventaba en el teclado de la maquina de escribir. “Ni capitalista, ni comunista”, advertía en aquellas hojas multigrafiadas de la revista “Ortiz”, una publicación que él mismo editaba semanalmente en los talleres gráficos de la Vicaría de Ortiz, en el año 1965.

Aún es memoria fresca para doña Eva Pittalugo de Sojo y otras personas lugareñas el recuerdo cariñoso de este hijo de la Iglesia, cuyos pasos en la vida dejo sus huellas en Ortiz, como sembrador de cultura y pastor de almas. Nació en 1907, en Agullent (Valencia, España), hijo de don Custodio Pínter y doña Dolores Revert. Estudió en la Universidad Pontificia de Valencia, humanidades y filosofía. Asimismo cursó estudios de cinco años de teología y dos años de derechos canónico. En 1929, una vez graduado, ejerció el sacerdocio en la Parroquia Benavides. Era el segundo clérigo de la familia Pínter Revert.

Nada fue fácil para el joven sacerdote. Sufrió la dictadura de general Francisco Franco y la guerra civil española; fue encarcelado en el Castillo Bocairente y torturado una y varias veces. Buscó el exilio y refugio en Sudamérica. Al parecer llegó a Colombia, a un pueblito llamado San Pedro de Usme, donde era su párroco en 1949. De allí pasó a Venezuela, cuyo destino ineluctable lo trajo a Guardatinajas, estado Guárico. Aquí adopto a este país como suyo y se decía ser venezolano de “cabeza y corazón” y, en verdad, él lo era porque el gobierno lo nacionalizó el 2 de septiembre de 1953, según Gaceta Oficial número 393.

Durante su permanencia en aquel pueblo rural, el padre comenzó a escribir una novela autobiográfica, comprimida y sintetizada, bajo el seudónimo de Don Bernat. La novela tenía como titulo Mirando atrás y publicó algunos capítulos por entrega en la revista Ortiz. Allí fundó la primera emisora popular llamada La Hora de la Cultura Popular al Aire, un medio de comunicación perifoneado, a través de parlantes ubicados en la cúpula parroquial de la Iglesia, donde colaboraron M. Hurtado y Julio Betermit, este último prefecto civil de la localidad. También creó la revista Venid, vocera de la actividades religiosas y de los problemas que aquejaba aquella comunidad.

Según él, fue nombrado a la fuerza párroco de Ortiz. Esta medida generó protestas por parte de los feligreses de Guardatinajas. Pero, el día 10 de 0ctubre de 1958, Monseñor Domingo Roa Pérez, Obispo de Maracaibo, le dio posesión de la Parroquia de Santa Rosa de Lima de Ortiz. “El nómada no tiene cariño a nada”, decía. “Su vida es vivir errante. Hoy aquí y mañana allá…”, concluía.

El padre Pínter fue fundador de dos importantes publicaciones en Ortiz, durante trece años al frente de la Parroquia Santa Rosa de Lima. La Revista Orientación, que apareció el 31 de mayo de 1967 y otro periódico con el sugestivo nombre Ortiz, vocero del “Resurgir de un Pueblo Llanero”, como decía su eslogan. Ambos medios fueron acogidos amablemente por sus lectores; principalmente, por el exaltamiento de los valores y las virtudes del pueblo orticeño y por el impulso del progreso y la cultura que se libró en sus páginas.

También, el reverendo refundó y dirigió el programa radiofónico llamada La Hora de la Cultura Popular al Aire, esta vez perifoneado por los jóvenes Víctor Seijas Pérez y Domingo Silo Rodríguez Trujillo, a través de parlantes ubicados en la cúpula parroquial de la Iglesia Santa Rosa de Lima. Según Fernando Rodríguez, actual cronista de la ciudad de Ortiz, en dicho espacio se realizaban concursos de canto, dirigido por Silverio Chipilo Velásquez y charlas para la juventud de aquel entonces, con la participación del joven Froilán Rodríguez Trujillo.

Fue un hombre muy crítico y polémico”, nos contó don Parminio González, editor de El Nacionalista, quien conoció a este personaje que, además, usó el seudónimo de Antonio García para fustigar las malas obras y los gobiernos de turno. A él se le debe la electrificación de Ortiz, la reconstrucción total del templo parroquial y otras obras de beneficio colectivo.

Una vez el párroco escribió en sus publicaciones que “para ser sacerdote se pago todos los estudios” y que no le debía a la Iglesia ni un cuaderno, es decir, ni un centavo. “Igual que pagamos la carrera de cura te podemos pagar la carrera de abogado o medico. Ya en la familia tenemos un sacerdote”, le decía muchas veces sus padres.

En 1975 Pinter Revert vuelve a España y es designado, por un año, como capellán de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Burjasot. Al año siguiente es nombrado capellán de las Carmelitas de la Encarnación de Valencia, con fecha 1 de septiembre. El reverendo D. Ricardo Pinter Revert falleció el cinco de enero de 1992. Todo un personaje que influyó e hizo historia en la vida de los pueblos de Guardatinajas y Ortiz.
miércoles, septiembre 22, 2010
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