Falleció el escritor Pedro Sivira

miércoles, octubre 20, 2010

Amenaza a la dinastía Castro

El Estado cubano guarda silencio sobre la ratificación de los pactos internacionales en materia de Derechos Humanos.

Foto: Jurisconsulto de Cuba
por Laritza Diversent
Mientras la Unión Europea y Estados Unidos condicionan sus relaciones con el gobierno de la isla, a un progreso de los derechos humanos, el Estado cubano guarda silencio sobre la ratificación de los pactos internacionales en esa materia.

El 28 de febrero de 2008, cuatro días después que Raúl Castro asumiera el poder, el destituído canciller Felipe Pérez Roque, firmaba en Nueva York el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

¿Hubo una intención o fue una simple estrategia?

Les explico. Desde diciembre de 1966, estos dos Pactos están abiertos a la firma y ratificación de todos los estados miembros de las Naciones Unidas. La Habana los firmó hace dos años, pero todavía no los ha ratificados. La reacción internacional fue positiva. Dio la impresión de que al firmarlos, el renovado gobierno salía del aislamiento y se garantizaba legitimidad. Incluso se habló de posibles cambios dentro del cerrado sistema cubano y de la visita a Cuba de Manfred Nowak, relator especial del la ONU contra la tortura. Pero ni se produjeron cambios ni el relator pudo viajar a visitar las cárceles en la isla.

A golpe de anunciar (y no cumplir) el levantamiento de prohibiciones, el gobierno logró el cese de las sanciones de la Unión Europea y un diálogo privado, sin resultados, sobre derechos humanos. Sin embargo, hasta la fecha, el Estado cubano no ha dado su consentimiento para contraer obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

¿De quién depende la decisión?

La Constitución cubana de 1976 y el Decreto–Ley 191/99, regulan el procedimiento interno para la ratificación de tratados internacionales. En el trámite deben integrarse las respectivas decisiones o acuerdos del Consejo de Ministros y del Consejo de Estado. El primero aprueba, el segundo ratifica. No se conoce ningún otro país en el cual el visto bueno del gobierno esté dividido en dos actos.

Al ser distinto el procedimiento en Cuba, el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene que esperar por ambos consentimientos, el de los Consejos de Estado y de Ministros, y luego elaborar el instrumento de depósito o nota diplomática para ratificar los Pactos en la ONU.

¿A qué se debe la demora?

Según especialistas consultados, los dos Pactos no han sido ratificados porque la vigencia en el país de estos instrumentos jurídicos internacionales, son vistos como una amenaza para la dinastía de los hermanos Castro. Y es que los Estados, al ratificar estos Pactos, se comprometen a adoptar las medidas oportunas para dictar las normas legislativas necesarias que hagan efectivos los derechos civiles, políticos, sociales y económicos de sus ciudadanos.

Eso significaría que el gobierno cubano tendría que realizar importantes reformas en su sistema legal. Tendría que derogar, por ejemplo, la Ley 88 (ley mordaza), que impide la libertad de expresión.

También abolir la Ley 989 de diciembre de 1961, que impone los permisos de entrada y salida del territorio nacional, así como el abandono definitivo y la confiscación de bienes de los emigrantes. Igualmente eliminar el Decreto 217, que regula la migración en Ciudad de la Habana, y prohíbe a los residentes de otras regiones, domiciliarse en la capital.

La vigencia de los Pactos exigiría reformar la Constitución de la República, que penaliza el ejercicio de los derechos que se oponen a la existencia y fines del Estado socialista. Implicaría además, una seria modificación del sistema político, sobre todo lo relativo a la existencia de un partido único. La Constitución reconoce al Partido Comunista de Cuba (PCC), como la “fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado”. Este reconocimiento incluye también la ideología.

El pluralismo político está legalmente prohibido. El PCC no admite igualdad con otros partidos, ni reconoce legitimidad a ninguna ideología diferente. La Ley de Asociaciones tampoco contempla la existencia de otras organizaciones políticas. Las actuales normas y particularidades del sistema jurídico cubano contradicen los principios sostenidos por el Pacto de los derechos civiles, que reconoce la libertad de opinión, movimiento y asociación.

La demora en estas ratificaciones ante las Naciones Unidas, es responsabilidad del gobierno cubano. El motivo principal de la demora lo resume un abogado independiente: “Si el régimen ratifica y pone en vigor los Pactos internacionales sobre derechos humanos, estaría comprando soga para su pescuezo”.

Lo que el defenestrado Pérez Roque firmó en Nueva York en 2008, fue sólo una estrategia de distracción del gobierno cubano para ganar tiempo político.

Laritza Diversent es cubana, licenciada en Derecho y autora del blog Jurisconsulto de Cuba
miércoles, octubre 13, 2010

Vargas Llosa y los bárbaros

El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos critica la frivolidad con la que muchos comunicadores reseñaron el Premio Nobel de literatura a Mario Vargas Llosa

Foto: Cristóbal Manuel
Por Alberto Salcedo Ramos
En cierta ocasión un periodista que no había leído a Jorge Luis Borges tuvo la osadía de abordarlo, micrófono en mano, a la salida de un aeropuerto. Las dos primeras preguntas que hizo dejaron en evidencia su colosal ignorancia. Entonces Borges, perverso como siempre, le dijo: “tranquilo, amigo, que yo tampoco leo mis libros”.

Me acordé de este episodio al oír la retahíla de banalidades con la cual muchos informadores radiales y televisivos registraron la noticia de que Mario Vargas Llosa había obtenido el Premio Nobel de Literatura. Volvieron a cotorrear abundantemente – cómo no – sobre el puñetazo que, a principios de 1976, el peruano le dio en el ojo a Gabriel García Márquez. Dijeron que era apuesto, que se casó primero con una tía y después con una prima. Un reportero se explayó en el veto que, según él, le fue impuesto a Vargas Llosa por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Otro se preguntó olímpicamente por cuál de todos los libros de Vargas Llosa sería que los académicos suecos decidieron concederle el galardón. En medio de esta sucesión de frivolidades, las referencias a la obra del escritor laureado fueron mínimas e insulsas.

Hace más de 15 años, María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges, fue ultrajada en Colombia por un entrevistador cuya fobia a la lectura es legendaria. De repente, casi en los albores del diálogo, el tipo planteó un asunto grotesco: ¿qué tal era Borges en la cama? Aquel periodista pretendía encontrar en los coitos del escritor argentino las claves que jamás había buscado en sus libros. Lo hacía por burdo, claro, pero también porque era consciente de que las cobijas que le sirvieron a Borges para resguardar sus relaciones íntimas podían servirle a él para esconder su incultura.

Guardadas las proporciones, fue lo mismo que pasó esta vez con los informadores encargados de transmitir la noticia de Vargas Llosa. Al extenderse en el chismecito fácil sobre la figura del autor, esquivaban su obra. ¿Para qué perder el tiempo siguiéndoles el rastro a los personajes de sus ficciones, a Antonio Conselheiro, el predicador que desencadena una guerra sangrienta en Brasil; a Ricardo Arana, el alumno paralizado por el miedo dentro de un colegio militar, o a Fonchito, el niño lujurioso que fisgonea a su madrastra, si es posible salir del paso recitando los títulos de la bibliografía o comentando una minucia de su vida personal?

La aversión por las letras no es exclusiva de los gacetilleros encargados de escribir sobre frivolidades: está presente, incluso, en muchos de quienes manejan el tema cultural. Algunos de ellos parecieran tomarse a pecho lo que el escritor George Creoly aconsejaba en broma. Y así, cuando tienen que comentar un libro no lo leen, “para no llenarse de prejuicios”. En estos países nuestros – lo dijo el propio Vargas Llosa en Cartas a un joven novelista – “la literatura no significa gran cosa y sobrevive en los márgenes de la vida social”. Eso, que suena como una calamidad, en realidad es una bendición. El problema no es que estos bárbaros excluyan a la cultura de sus agendas sino que se ocupen de ella como si fuera un aspecto más de la farándula.

Fuente:
El Heraldo Colombia.
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