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Una cayena roja en la tumba de Lina Ron

Su error fatal fue decir que ella obedecía a dos líderes, Chávez y Diosdado. Lina no tenía por  qué conocer la patología mental de los tiranos

"Todas las cosas son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre".
André Gide.


Lina Ron, fallecida dirigente popular del chavismo
por Rafael Poledo
Lina era de los Ron del valle del Uñare. Una familia de los llanos orientales que ha dado a la república personalidades de peso, políticamente diversas, pues Ron los hubo y los hay adecos, perezjimenistas, copeyanos, urredistas y chavistas cual Lina. Se distinguieron y distinguen por su energía y su temperamento emotivo, aunque Lina merece atención especial, porque en su caso hubo un factor de resentimiento que no debería mirarse con la superficialidad que nuestra clase media pasa sobre los temas importantes.

Hablo de la clase media porque ella es la base de toda sociedad funcional. Los ricos no. Esos están ocupados rindiendo sus reales y no tienen tiempo para la patria. Los pobres tampoco. Esos no pueden pensar sino en qué van a comer hoy y para conseguirlo son capaces de venderle el alma al Diablo. La clase media, en cambio, es la cantera modesta y fecunda de donde salen los intelectuales, los políticos, los profesionales, los sacerdotes, los artistas, los técnicos, los factores reales de toda sociedad. Una sociedad funcional tiene una ancha clase media. Estábamos ampliando ese segmento cuando el impacto dinerario de los años setenta destruyó la moral pública y personal de los venezolanos y ahí se perdió la república. Chávez, siguiendo el plan de Fidel Castro, ha ido destruyendo esa clase media. Quiere sólo un proletariado envilecido por el hambre, que por un plato de comida le entregue su voluntad y su vida.

Lina Ron venía de esa clase media con formación moral y cívica, que en provincia es donde mejor se da. Su familia era copeyana -como la de Chávez- y ella misma era activista socialcristiana. En la vida de Lina pasó algo que le cambió el rumbo. Su temperamento exaltado y generoso le hizo creer en la utopía revolucionaria promovida por un sociópata capaz de decirle a cada uno la mentira que podía conmoverlo y creer él mismo esa mentira. A esa mentira se inmoló Lina Ron.

El final de su vida fue desgraciado para esa idealista de la violencia. El líder a quien había idealizado, el que la usó para amedrentar a sus adversarios y después lloró lágrimas de cocodrilo sobre su tumba, ordenó apresarla para luego hacerle la merced de la libertad condicional, pero manteniéndola con la cabulla corta. Es el destino de esos combatientes abnegados el que una vez usados se les elimine, en algunos casos físicamente. Lina se había dejado arrastrar por su personaje, el de brazo armado y lengua sucia de su líder. En esa dinámica, se le fue de las manos al comandante. Pero su error fatal fue decir que ella obedecía a dos líderes, Chávez y Diosdado. Lina no tenía por qué conocer la patología mental de los tiranos. No había hecho esos estudios ni tenía esa experiencia. Su ingenua declaración abonó los chismes sobre el peligroso crecimiento de Diosdado que la inteligencia cubana destilaba en las orejas de Chávez. Se ordenó destruirlo. Para eso era necesario amarrar a Lina, la única líder popular venezolana capaz de reunir una poblada no más con sonar el cacho.


Por cierto que a Lina jamás le hablé ni por teléfono. Su columna la trajo Francisco Orta, nuestro chavista, Jefe de Redacción de "El Nuevo País", otro que en estos días se murió de tristeza. Ella me escribió algunas cartas, como aquella donde me pedía permiso para contestar ataques de la columnista Patricia Poleo, quien en la vida privada es una de mis dos hijas. Le dije que en mis periódicos quien sea atacado tiene para su defensa derecho a espacio y ubicación mejores que las del ataque. Por elemental decencia. Si no hay chavistas escribiendo es porque esa gente no abunda en razones que pueda exponer ni se puede exponer a una discusión sobre razones. Lina sí escribió con razones, aunque fueran de esas que la razón no entiende.

La clase media arriba mencionada debería meditar sobre la rebeldía de Lina Ron, arquetipo de un segmento determinante en la sociedad venezolana. Salirse del lugar común y el comentario ligero de quienes sólo quieren pasarlo bien. Hacerlo hasta en el nivel académico, para ayudar a pensar a los estudiantes atosigados de doctrinas darwinistas. Lina Ron fue un fenómeno sociológico alimentado en la torpeza de las clases dirigentes. Un vocero de quienes hablan a gritos porque de otra manera no los oyen. La Acción Democrática de Betancourt les escuchaba y los interpretaba. Después vino la Acción Democrática de las dirigentes femeninas que parecían muestrarios de marcas, de los dirigentes juveniles que viajaban con viático y querida, de los traficantes que arrullaban a los dirigentes con la turbina de sus jets -¿sabía usted que en el partido del pueblo había un jet set? Un partido excluyente y fatuo, esnobista y ridículo -valga la redundancia-, ausente de la realidad social, insensible para oír crecer la hierba, cuyos dirigentes se dejaron arrastrar por sus mujeres codiciosas a su vez manejadas por los traficantes que a los políticos les hicieron la fama de ladrones, se enriquecieron -ellos sí- a su sombra y los abandonaron apenas sintieron el olor de la fritanga.

A Lina Ron la adversé con firmeza, pero nunca la encontré despreciable ni repugnante, como sí me lo fueron las dirigentes femeninas adecas y copeyanas que traficaron a sus partidos, y cuando Chávez soltó el primer eructo se borraron del panorama.

Con todo respeto dejo en la tumba de Lina Ron una cayena roja de las que amorosamente cultivo en mi pequeño jardín de expatriado. ©

Fuente: Revista Zeta (Venezuela) 11 de Marzo de 2011


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Arisela Medina, mujer e historiadora en Vicerrectorado

María Arisela Medina, nueva Vicerrectora
Académica de la UNERG
Por José Obswaldo Pérez
María Arisela Medina se convirtió en la primera mujer en ocupar el puesto de Vicerrectora Académica de la Universidad Rómulo Gallegos (UNERG). Un hecho, sin duda plausible, que enarbola la luchas de las mujeres por ocupar espacios en el ámbito académico y de gobierno en nuestro propio campus universitario.

Esta calaboceña, docente, mujer sensible, egresada de la Universidad de los Andes (Mérida), como licenciada en Historia cuenta con dos doctorados, uno sobre Ciencias de la Educación, otorgado por la UNERG y otro en Educación, mención Currículo,  conferido por la Universidad de Panamá y un postdoctorado en el Epistemología de la Ciencia, otorgado por la Universidad Pedagógica Libertador, Upel.

Además, es paleógrafa, con cursos de mejoramiento en el Archivo General de la Nación. Fue, hasta hace poco, Directora de Cultura  de la UNERG y está ligada a los estudios de investigación popular de los llanos venezolanos, donde ha desarrollado trabajos en tópicos como la música y el folklor.

En el área  docente, es profesora de metodología histórica y  Fuentes de Estudios para la  Historia en el Programa de Historia, del área de Humanidades, Letras y Artes,  así como se ha desempeñado en las unidades curriculares  de Historia de la Cultura Venezolana en el Programa de Educación Integral del área de Educación de dicha casa de estudio.

Medina tiene el reto de promover, desde el despacho académico, las reformas tendientes a la construcción de una nueva arquitectura curricular enmarcada en los planes de desarrollo del Gobierno nacional- especialmente el Plan Simón Bolívar 2007- 2013; en mejorar la calidad académica docente y estudiantil y colocar a la Universidad Rómulo Gallegos en la palestra publica: como hacedora de realidades y sueños.

Tendrá, además,  un papel protagónico, en estrecha colaboración con el rector Ramón Galindo; primordialmente, en impulsar las políticas internas de la universidad, en los valores de corresponsabilidad, socialismo, inclusión, participación y  liderazgo constructivo, que son componentes fundamentales de la Universidad Rómulo Gallegos, en el marco de una nueva redefinición de la educación universitaria.

Entre otros aspectos, la doctora Arisela Medina  gozará la oportunidad de llevar a cabo la continuidad de una serie de planes y proyectos de la gestión del exrector Luis Enrique Gallardo, enmarcados en fortalecer las labores de  investigación y extensión; por supuesto, con la coordinación, supervisión, control y evaluación de  los profesores, alumnos,  empleados y obreros para  dignificar  la excelencia académica de nuestra Alma Mater .


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Libia y Venezuela: petróleo y personalismo

La revolución verde terminó en una guerra civil. Foto EFE
Si uno de esos test de elección múltiple con que los medios de comunicación ponen a prueba la paciencia de sus lectores preguntase qué país petrolero está presidido por un ex militar famoso por su retórica revolucionaria que ha utilizado el dinero proveniente del crudo para construir un régimen personalista, aquellos dispuestos a demostrar sus conocimientos se enfrentarían a un dilema: ­ ¿Libia o... Venezuela? En principio, la tentación de comparar los dos países podría verse como un ejercicio fútil basado en datos superficiales. Pero con Libia saliendo de cuatro décadas de "Revolución Verde" por la vía de la guerra civil, parece legitimo preguntarse si las similitudes van más allá de lo anecdótico y el desenlace de los hasta ahora 12 años de "Socialismo del Siglo XXI" puede ser igualmente caótico.

Las similitudes no se pueden exagerar; pero vale la pena mirar con algún detalle ciertos parecidos. Para empezar, está la cuestión de cómo los regímenes de Trípoli y Caracas ha construido sus respectivas bases de poder. En el caso libio, Khadafi buscó apoyo entre los miembros de su familia para luego comprar el respaldo de las tribus que le son cercanas. Ciertamente, la familia juega un papel clave también para Chávez. Basta con recordar el protagonismo adquirido por los "hermanísimos" del presidente venezolano. Pero además, el régimen bolivariano ha construido su propio de movimiento de apoyo con un grado de adhesión al líder y rechazo a cualquier disidencia que podría merecer el calificativo de "tribu". Para ello, Chávez ha recurrido a identificar las fracturas que dividen a los venezolanos y agrandarlas hasta crear un abismo político entre sus partidarios y una oposición a la que deslegitima calificándola como esbirros al servicio de poderes extranjeros. En otras palabras, Chávez y Khadafi han construido su poder sobre la base de "sectarizar" la política creando diferencias irreconciliables al interior de sus sociedades.

Además, se pueden identificar otras dos similitudes clave. El desmoronamiento del régimen libio demuestra que la riqueza petrolera no es suficiente para mantener en pie un Estado. Una cosa es tener petróleo y otra muy distinta es que éste pueda ser exportado y sus riquezas irrigadas para sostener una economía funcional. Los efectos de años de sanciones por su apoyo al terrorismo debilitaron la infraestructura petrolera libia. Pero es que, además, una combinación de corrupción e incompetencia hizo realidad lo que parecía imposible: pobreza en una población de apenas 6,5 millones de habitantes asentada sobre unas reservas 46.400 millones de barriles de petróleo. Las similitudes con el caso venezolano son claras. Hoy la Venezuela de Chávez sólo mantiene unas exportaciones de 2,25 millones de barriles por día cuyos beneficios de evaporan cada vez más rápido entre las grietas creada por la cleptocracia y el desgobierno.

La otra similitud es igualmente relevante. Libia y Venezuela son dos sistemas personales donde la ley ha sido reemplazada por la voluntad de los respetivos caudillos. En este sentido, Khadafi lo ha tenido mucho más fácil puesto que Libia no ha disfrutado en su historia de un minuto de algo semejante a un Estado de derecho. Por el contrario, Chávez ha tenido que realizar un enorme esfuerzo para someter a una de las democracias más antiguas de América Latina. Un proyecto autocrático que todavía no ha completado con éxito. En cualquier caso, por caminos diferentes, el personalismo y el autoritarismo de ambos regímenes conducen a un punto de llegada similar: no hay transición pacífica posible en sistemas que reemplazan las instituciones por la voluntad de un líder único y el uso sistemático de la corrupción para comprar lealtades. En estos casos, el colapso del régimen equivale al desmoronamiento del Estado.

De momento, los ingredientes para un estallido de violencia están presentes en el país caribeño. Venezuela ha desarrollado un sistema de milicias que sólo responde a la voluntad del Presidente y compite con las Fuerzas Militares. Este deseo de proporcionar entrenamiento militar a los sectores de la población considerados leales al régimen ha hecho más sencillo el acceso a armas para los delincuentes y narcotraficantes que hoy las usan para cometer delitos; pero mañana podrían emplearlas contra el Gobierno. Entretanto, la desinstitucionalización se ha extendido a todos los niveles de la vida nacional. Los presupuestos públicos se manejan como la caja menor de los líderes de la revolución y el grado de fidelidad de los ciudadanos al régimen determina si tienen acceso a los servicios sociales o son excluidos de los mismos.

Ciertamente no se deben extremar los parecidos entre los casos de Libia y Venezuela. El régimen de Khadafi ha sido infinitamente más represivo que el chavista. Además, la larga tradición republicana del país caribeño y la solidez de su sociedad civil han frenado el asalto del régimen bolivariano sobre las libertades civiles y hecho posible la supervivencia de una oposición democrática activa. Sin embargo, no cabe duda que estos reductos de libertad estarán cada vez más amenazados a medida que la radicalización se presente como la única salida disponible para un gobierno cada vez más ineficiente, aislado y débil.

Por otra parte, una serie de factores prometen complicar una posible crisis política del régimen chavista. El narcotráfico está carcomiendo los cimientos del Estado venezolano, en especial sus fuerzas de seguridad y su aparato de justicia. De hecho, buena parte del negocio de la droga se encuentra en manos de sectores corruptos de las fuerzas armadas cuyas lealtades están más con el negocio que les enriquece que con el Estado al que sirven. Todo este proceso de descomposición institucional tiene lugar en un escenario geográfico de gran complejidad estratégica. A diferencia de Libia, la población venezolana se encuentra dispersa sobre el territorio al tiempo que selvas y montañas crean barreras al control del Estado. En caso de un estallido de violencia, las autoridades tendrán sustanciales problemas para afirmar su dominio sobre el conjunto del país.

Entonces, ¿está condenado el chavismo a seguir a la revolución de Khadafi en su descenso al caos?­ No necesariamente. Una multitud de factores pueden empujar el proceso venezolano en una dirección distinta. Pero también es cierto que la principal lección que dejan los acontecimientos de Libia es la sencilla regla de que nada es para siempre en política. Khadafi se convirtió en parte de un paisaje estratégico que algunos dieron por eterno. Pero el caso libio -como antes Europa del Este o los Balcanes- demuestra los límites de los Estados para resistir el desgobierno y las sociedades para soportar la represión. Algo así puede pasar con Venezuela. Muchos han terminado aceptando el autoritarismo, la corrupción y los coqueteos con el terrorismo del presidente Chávez como un mal menor con el que toca convivir en la medida en que confrontarlo supone un ejercicio político costoso. Sin embargo, esta opción por el pragmatismo siempre supone ocultar bajo la alfombra dosis de autoritarismo y miseria que terminan por estallar de forma violenta. Pactar con el tirano de al lado sólo es una solución momentánea que siempre conlleva un precio político y estratégico muy caro en el futuro.


Fuente: Infolatam




Román Ortiz es Master en Administración y Dirección de Empresas, Director de la firma de asesoría en seguridad y defensa Decisive Point y profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes. Desarrolla un proyecto sobre Violencia política en América Latina