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Revista Fuego Cotidiano

Narrativas desde la memoria insurgente

Danzas y bailes en el Gu谩rico colonial

La celebraci贸n del Corpus Christi, la cual integraba la tarasca y los diablos danzantes, dej贸 de ser modelo de moralidad, convirti茅ndose en una expresi贸n popular distinta a la estrictamente religiosa.

Felipe Hern谩ndez G.
UNESR/Cronista de Valle de la Pascua

A partir de la llegada de los europeos a tierra firme, y de la mano de obra esclavizada procedente de 脕frica, se establecieron nuevas formas de danza que se convertir铆an en las expresiones art铆sticas en la Provincia de Venezuela.
           
A partir del a帽o 1595 se comenzaron a conmemorar festejos religiosos en las calles de Caracas y de otras ciudades y pueblos. Estas fiestas se realizaban en los d铆as de Santiago Ap贸stol (patrono de la ciudad), el Sant铆simo Sacramento, San Sebasti谩n y el Corpus Christi, entre otros. En todo caso, la que tuvo especial relevancia fue la del Corpus Christi, pues ten铆a una gran tradici贸n en Espa帽a desde principios de la Edad Media.

El Corpus Christi se remonta al 8 de septiembre de 1264, cuando a trav茅s de la bula “Transiturus” el Papa Urbano IV efectu贸 la aprobaci贸n universal, y mediante una alegor铆a art铆stica, intenta demostrar al pueblo la superaci贸n del mal y los pecados a trav茅s de la Cruz de Cristo. En esa 茅poca la diversi贸n se llevaba a cabo mediante manifestaciones teatrales, musicales y danc铆sticas que se oficiaban con una tarasca que representaba una figura de drag贸n gigante acompa帽ado de diablos danzantes, cabezudos y enanos.

El 8 de mayo de 1595, es consignado en las actas del Cabildo de Caracas como el d铆a en que se incluyen por primera vez bailes al Corpus Christi: “Mandase al maiordomo de esta ciudad tenga cuenta que se haga alg煤n regocijo de alguna danza y comedia para el este a帽o el d铆a de corpus christi y gaste lo que fuere necesario”. Para este cometido, el Ayuntamiento design贸 a Melchor Machado, quien ser铆a el primer maestro de danza en la Venezuela colonial. Para el a帽o 1619, las danzas eran organizadas seg煤n las diferencias raciales de la poblaci贸n y con un claro car谩cter callejero. As铆 se ver谩 en la participaci贸n de negros, esclavos, ind铆genas y mulatos.
            
La danza es prohibida pero no abolida: En 1697 se produjo la primera censura emitida por el obispo Diego de Ba帽os y Sotomayor. En este caso, se intent贸 impedir los bailes de mulatas, negras e indias, porque los d铆as de ensayo y los vestuarios que utilizaban eran grandes ofensas a Dios. Y esto se extend铆a a todas las mujeres que participaban en las danzas del d铆a de Corpus Christi en toda la provincia de Caracas.
           
As铆 mismo, desde el Arzobispado de Caracas se promulg贸 un edicto prohibiendo “los bailes vulgarmente llamados fandango, zambique y danza de moros”. As铆, el 20 de mayo de 1761, el obispo Diego Antonio Diez Madro帽ero (1757-1769), que se distingui贸 por su rigurosidad en la aplicaci贸n de c谩nones morales y religiosos, elementos importantes en la sociedad colonial de la 茅poca, expuso la resoluci贸n que suprim铆a las danzas. Esto 煤ltimo fue suscrito por los cabildantes, quienes se quejaban de los des贸rdenes, faltas a la moral y robos, entre otros agravios. Sin embargo, es probable que la costumbre de estos bailes que se llevaban a cabo por casi un siglo en Caracas haya permanecido en otras regiones de la Provincia, hasta bien entrado el siglo XVIII, y la desaprobaci贸n eclesi谩stica pudo haber influenciado en su desarrollo hacia otras expresiones danc铆sticas y musicales.
           
La celebraci贸n del Corpus Christi, la cual integraba la tarasca y los diablos danzantes, dej贸 de ser modelo de moralidad, convirti茅ndose en una expresi贸n popular distinta a la estrictamente religiosa. Por ello, su presencia fue desapareciendo de las festividades eclesi谩sticas de las calles de Caracas, para transformarse en una diversi贸n carnavalesca. Esta manifestaci贸n hisp谩nica esencialmente religiosa, se amalgam贸 con las costumbres y tradiciones que trajeron en sus mentes los esclavos africanos, lo que determin贸 un proceso de sincretismo donde se mezclan la fe cristiana con elementos rituales, musicales y danc铆sticos africanos.

Aunque no se conocen documentos que se帽alen que estas festividades se manifestaron en otros pueblos del interior a la usanza caraque帽a, en distintas regiones del pa铆s estas manifestaciones danc铆sticas se han mantenido. En el Gu谩rico, su representaci贸n ha perdurado hasta el presente, especialmente en la poblaci贸n de San Rafael de Orituco, y es parte fundamental del acervo folcl贸rico y cultural de los valles orituquenses. 

La primera noticia de los diablos de San Rafael, la aporta el obispo Mariano Mart铆 (1969), en su visita pastoral del 23 de Marzo de 1783, cuando anota en su libro de Documentos… […] “…se celebra el corpus…”. Otra referencia hist贸rica sobre la presencia de los Diablos en San Rafael de Orituco, la ofrece don Adolfo Machado (2009) en su obra, donde informa que “el d铆a del Corpus de 1820, el Comandante realista Bartolom茅 Mart铆nez, en uni贸n de algunos oficiales tropez贸 con m谩s de una comparsa de diablitos. Parece ser que las tropas patriotas aprovecharon esta circunstancia para disfrazarse de diablos y de esa manera tomar la poblaci贸n por asalto”.

Existen referencias que en el Gu谩rico esta festividad tambi茅n se celebraba en los pueblos de El Sombrero, Tucupido y San Juan Bautista de Espino, desconoci茅ndose cuando se dej贸 de celebrar y porqu茅.

En consonancia con el devenir hist贸rico, el 6 de diciembre de 2012, la Organizaci贸n de la Naciones Unidas para la Educaci贸n, Ciencia y la Cultura (UNESCO), aprob贸 en Paris-Francia, el ingreso de esta manifestaci贸n venezolana, compartida por 11 cofrad铆as en el pa铆s, las cuales rinden culto al Sant铆simo Sacramento, nueve jueves despu茅s del Jueves Santo, como forma de recrear el triunfo ancestral del bien sobre el mal. Son ellas, las hermandades de Diablos Danzantes que celebran el Corpus Christi en: San Francisco de Yare, estado Miranda. Turiamo, Cata, Ocumare de la Costa, Cuyagua y Chuao, en el estado Aragua. San Mill谩n y Patanemo, en el estado Carabobo. Naiguat谩, en el estado Vargas. San Rafael de Orituco, en el estado Gu谩rico; y en Tinaquillo, estado Cojedes. Los Diablos danzantes son la primera manifestaci贸n venezolana considerada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
           
Otro si: El Joropo Escobillado: El gobernador Luis Francisco de Castellanos se preocup贸 mucho en 1749 cuando lleg贸 a su “superior conocimiento (…) que en algunas villas y lugares de esta Capitan铆a General de Venezuela” se acostumbraba “un baile que denominan Xoropo escobillado, que por sus extremosos movimientos, desplantes, taconeos y otras suciedades que lo informan”, hab铆a sido mal visto“por algunas personas de sesos (…)”.

REFERENCIAS
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脕LVAREZ D’ARMAS, Arturo. (2012): Los Diablos en el Estado Gu谩rico. Publicado en: Amigos Protectores de las Letras – Uruguay. http://letras uruguay.espaciolatino.com/aaa/alvarez_d_armas_arturo/los_diablos_en_el_estado_guarico.htm
ARETZ, Isabel. (1947): “La fiesta de los diablos”. En: Revista Venezolana de Folklore. Caracas: Tomo I, N° 2, julio-diciembre de 1947. pp. 91-110.
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HERN脕NDEZ, Osman y Willmar Rodr铆guez. (2011): “La navidad vista por viajeros”. Publicado en:Memorias de VenezuelaN潞 23. Caracas: Ministerio de la Cultura / Centro Nacional de Historia. Diciembre 2011. pp. 48-50.
MACHADO, Adolfo A. (2009): Apuntaciones para la historia (obra escrita entre 1875 y 1899). Introducci贸n de Don J.A. De Armas Chitty. Altagracia de Orituco: Publicaciones de la Alcald铆a del Municipio Jos茅 Tadeo Monagas. Caracas: Tipograf铆a de Miguel 脕ngel Garc铆a e hijo.
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SANCHS, Curt. (1943): Historia Universal de la danza. Buenos Aires: Ediciones Centuri贸n.
            

Petr贸leo y mitolog铆a

El escritor venezolano Ibsen Mart铆nez


Por Ibsen Mart铆nez
1- Con casi cien a帽os de actividad aceitera a cuestas, no hemos producido ning煤n libro de historia econ贸mica comprehensivo y 煤til que sea comparable a, digamos, El caf茅 en Colombia, de don Marco Palacios.
Las visiones prevalecientes en nuestra literatura sobre el tema, ya sea en obras de ficci贸n o en las pretendidamente f谩cticas, acerca de c贸mo nos hicimos una naci贸n petrolera -y m谩s a煤n c贸mo nos convertimos en esa monstruosidad llamada “petroestado”- han sido poco felices, por decir lo menos.
Roland Barthes, el desaparecido pensador estructuralista franc茅s, afirma en un ensayo dedicado a las “narrativas hist贸ricas” -o “relatos”, como los llaman los posmodernos de lengua romance- que el tropo primordial al que con m谩s frecuencia recurren los historiadores imposta una “voz objetiva” que , seg煤n 茅l, “a menudo solo resulta ser una forma particular del g茅nero ficci贸n”.

No s茅 si Barthes tuvo en esto raz贸n -sospecho que s铆, aunque solo sea porque soy un escritor de ficciones-, pero de algo s铆 estoy seguro, luego de a帽os enfrascado en el tema: es poco lo que hay digno de llamarse “objetivo” en buena parte de lo que entre nosotros pasa por “historia petrolera”.

La mayor铆a de nuestros “relatos” -como llaman los posmodernos a casi cualquier cosa que pueda leerse- muestran un descaminador sesgo anti-norteamericano y, machaconamente, recurren a f贸rmulas que hablan de “imperialismo” y de “enclaves neo-coloniales”. En el proceso, yerran a menudo el tiro y muestran su ignorancia, sobre todo al confundir los designios de las corporaciones petroleras con los del Departamento de Estado o el Pent谩gono.

Todo esto puede resultar sumamente enga帽oso gracias a las paparruchas “posmarxistas” que se han fundido en la corriente primordial que riega casi todos los cultos sincr茅ticos del mundo acad茅mico, notablemente el estadounidense. As铆, toda laya de “relatos” dan hoy forma a muchas inconmovibles nociones acerca de nuestra historia como pa铆s petrolero. Ejemplo protuberante es el relato de c贸mo surgi贸 la Opep.

La versi贸n oficial -la que se nos ense帽a en la escuela elemental, el bachillerato y la universidad- sostiene que el doctor Juan Pablo P茅rez Alfonso, un distinguido abogado venezolano, fue el “padre” de la Opep.

P茅rez Alfonzo, notable profesor de la Universidad Central de Venezuela, no era ge贸logo ni ingeniero de yacimientos. Sin embargo, en el curso de los a帽os 40 y 50 lleg贸 a convertirse en el indiscutible vocero de los intereses nacionalistas venezolanos y de las pol铆ticas p煤blicas que, bien o mal, habr铆an de atenderlos.

“Era un hombre asc茅tico y parsimonioso”, nos dice de 茅l Stephen G. Rabe en un penetrante retrato moral del doctor P茅rez Alfonso, que detestaba el despilfarro en cualquiera de sus formas, incluyendo, desde luego, el de los recursos naturales de Venezuela. Constantemente predic贸 a sus compatriotas un evangelio de frugalidad. Seg煤n propia admisi贸n, era un calvinista en una tierra de Jauja despilfarradora. Como muchos otros adecos, padeci贸 10 a帽os de duro exilio durante el cual vivi贸 por un tiempo en Washington, luego del derrocamiento de R贸mulo Gallegos en 1948.
“Toda una d茅cada de reflexi贸n afil贸 la visi贸n de P茅rez Alfonso acerca del papel que su naci贸n y el petr贸leo deber铆an jugar en la econom铆a mundial. En una era de sobreoferta y precios declinantes insisti贸 en que el petr贸leo, el bien primario por excelencia de la civilizaci贸n moderna, ten铆a un valor ‘intr铆nseco’ muy por encima de su valor de mercado y que por ello deb铆a dosificarse y preservarse en bien de las generaciones futuras. Sus observaciones de la vida estadounidense, hechas durante su exilio, lo persuadieron de que las naciones industriales estaban desperdiciando imprudentemente un recurso invaluable”. (Stephen G. Rabe, The Road to Opec, United States Relations with Venezuela, 1919-1976, University of Texas Press, Austin, 1982. P谩g. 159.)

En 1959, luego del derrocamiento del general Marcos P茅rez Jim茅nez, P茅rez Alfonso se convirti贸, a pedido de su amigo don R贸mulo Betancourt, en nuestro ministro de Minas e Hidrocarburos. Aspiraba por entonces a controlar los precios mundiales del crudo instaurando un cartel de pa铆ses productores que enfrentara al cartel de las corporaciones petroleras multinacionales.

A principios de 1960, P茅rez Alfonso y Abdula Tariki, el ministro de petr贸leos de Arabia Saudita, se reunieron en El Cairo donde nuestro ministro confi贸 a su hom贸logo sus pareceres. En agosto de aquel mismo a帽o -hace ya 50 a帽os- fue fundada la Opep en Bagdad. Fin de la versi贸n oficial.
2- Ciertamente, se trata de una edificante historia acerca de un tenaz ciudadano del Tercer Mundo enfrentado a los grandes y voraces clientes de los pa铆ses productores de crudo. Y por cierto que, en lo esencial, no es falsa.
Pero el modo en que desde siempre ha circulado entre nosotros, tanto en rese帽as period铆sticas como en textos de estudio, minimiza -cuando no oculta por completo- el hecho de que, durante su exilio en los Estados Unidos, P茅rez Alfonso estudi贸 intensamente y con mucho provecho, seg煤n se vio a帽os despu茅s, las estrategias reguladoras desarrolladas por la Divisi贸n de Gasolina y Crudo de la Comisi贸n de Ferrocarriles de Texas (TRC, por Texas Railways Comission) durante los a帽os veinte del siglo pasado. M谩s a煤n, lleg贸 a sentir una gran admiraci贸n por el se帽or Clarence G. Gilmore, a su vez un distinguido abogado, por largo tiempo comisionado jefe de la TRC.
“En el contexto de las tensas relaciones entre el gobierno estatal y los hombres de empresas, en el estado de Texas prosper贸 en los a帽os veinte un sentimiento de conservaci贸n del preciado recurso natural”, afirma William R. Childs, un autorizado estudioso de la historia de las pol铆ticas reguladoras en los Estados Unidos. (William R. Childs, “Origins of the Texas Railroad Commission’s power to control production of petroleum: regulatory strategies in the 1920″, Journal of Policy History, Vol. 2, No. 4, 1990).

Seg煤n Childs, la TRC es una verdadera rara avis entre las contadas entidades reguladoras estadounidenses de todos los tiempos. Lo fue en la medida misma en que cooper贸 con la incipiente industria petrolera texana en su lucha contra los monopolios refinadores y ferrocarrileros del este, impuestos por John D. Rockefeller (Standard Oil ) y William Brickell (East Coast Railway) a los peque帽os y medianos productores independientes del estado.

El se帽or Gilmore, al frente de la TRC, logr贸 reconciliar las estrechas doctrinas legales que en su pa铆s favorec铆an a los m谩s grandotes y abusones con la idiosincr谩sica naturaleza de la naciente industria petrolera en su estado natal. Cre铆a que con una administraci贸n paritaria del recurso natural -entre productores y la agencia gubernamental que dirig铆a- era posible racionalizar costos y ganancias y conservar las reservas del crudo.

El mayor logro de la TRC fue establecer, concertadamente entre los productores tejanos, un sistema de cuotas de producci贸n que estabilizara los precios por la v铆a del volumen de oferta. Ni m谩s ni menos que lo que, cuarenta a帽os m谩s tarde, P茅rez Alfonso, con el asesoramiento de dos antiguos funcionarios de la TRC, desarroll贸 como la propuesta aceptada sin reservas por los pa铆ses del Golfo P茅rsico.

La conservaci贸n de los recursos naturales y un sistema regulador de la producci贸n son la nuez del pensamiento de P茅rez Alfonso en cuanto a c贸mo Venezuela ha debido salir del subdesarrollo. Que no lo haya hecho no es culpa de este, quien muri贸 desconsolado en 1979. Hay algo sin duda aleccionador en el modo en que un irreductible luchador nacionalista como lo fue P茅rez Alfonso inspir贸 su acci贸n pol铆tica futura en el legado de la agitaci贸n antimonopolios, que en los estados del Sur, all谩 por los lejanos d铆as de 1890, dio lugar a la creaci贸n de la Texas Railways Comission.
As铆, la Opep bien puede ser vista como una impensada consecuencia del movimiento regulatorio del gran capital que cundi贸 en los Estados Unidos a comienzos del siglo pasado. Las tendencias del negocio petrolero mundial que luc铆an fatalmente favorecedoras de las Siete Hermanas fueron enfrentadas por un honesto abogado latinoamericano que no tuvo empacho en estudiar con ah铆nco un momento muy especial de la historia del capitalismo en el pa铆s rival de los intereses del suyo propio. Y dio a luz un organismo internacional que, valga lo que valieren sus dirigentes de hoy, desde hace medio siglo es un factor insoslayable del juego petrolero global.

Publicado originalmente en el diario El Mundo Econom铆a y Negocios

El tiempo del historiador



Germ谩n Carrera Damas
SIM脫N ALBERTO CONSALVI

A fines de febrero ser谩 presentada por Los Libros de El Nacional la obra En defensa de la Rep煤blica del historiador Germ谩n Carrera Damas.
A solicitud del editor escrib铆 una breve introducci贸n. Quiero compartir ese texto y una breve posdata, porque se trata de un libro que demanda la atenci贸n y la reflexi贸n de los venezolanos. La posdata se explica porque, como es obvio, el historiador envi贸 sus materiales al editor antes del 7 de octubre. Los hechos que se han sucedido desde entonces confirman las aprensiones del intelectual que, al dolerse por el destino de su pa铆s, ve铆a venir con claridad la demolici贸n de la Rep煤blica. La introducci贸n dice as铆:

“En enero de 2005, el historiador Germ谩n Carrera Damas dirigi贸 a todos los venezolanos, pero de manera especial a sus colegas de oficio, el primero de lo que con el tiempo se consagrar铆an como sus ‘mensajes hist贸ricos’. Aquel primer mensaje fue un campanazo y una advertencia, y dec铆a: ‘Lo que inicialmente parec铆a ser disparate historicista se ha revelado como parte de una estrategia ideol贸gica dirigida a despojarnos del orgullo derivado de haber creado, como pueblo, la porci贸n m谩s sentida y significativa de nuestro pasado inmediato, el r茅gimen sociopol铆tico democr谩tico, nuestra obra fundamental del siglo XX.

“A partir de entonces, como un cronista antiguo que observaba y anotaba y llevaba la memoria de los d铆as y de sus avatares, el historiador fue registrando los episodios que iban confirmando sus tempranas aprensiones: los asedios sistem谩ticos a la historia, sus negaciones y deformaciones y, sobre todo, los prop贸sitos de destrucci贸n de lo que con gran propiedad llam贸 ‘nuestra obra fundamental del siglo XX’, o sea, la democracia pluralista que garantizaba alternabilidad, equilibrio de poderes, rendici贸n de cuentas, derechos humanos, etc茅tera. Paralelamente, el historiador volv铆a la mirada a todo lo que se quer铆a o pretend铆a destruir como ocurri贸, por ejemplo, con su tercer mensaje, ‘Recordar la democracia’. Pedag贸gicamente confrontaba el r茅gimen democr谩tico con el desorden an谩rquico y personalista que se presentaba como alternativa.

“Los ‘mensajes hist贸ricos’ se multiplicaron con los d铆as, al tiempo que los sucesos pol铆ticos (o las t谩cticas) variaban de curso y tomaban otros atajos. En uno de ellos se refiri贸 a ‘La larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia’. En otro, a ‘Lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos’. En el 19° abord贸 el tema de ‘El vano intento de enterrar el Proyecto Nacional Venezolano’. El 20°, ‘Demoler la Rep煤blica’. El 59° (22 de diciembre de 2011) se titul贸 de esta manera: ‘Derrotado por la democracia, el militarismo arremete contra la Rep煤blica’. El avance de la llamada ‘revoluci贸n bolivariana’ hab铆a optado por f贸rmulas m谩s radicales, ante la resistencia que le opon铆a o le opuso la sociedad civil.

“Ahora se trataba de demoler la Rep煤blica, erosionar sus bases y destruirla. En este mensaje, el historiador confiesa: ‘Hace alg煤n tiempo que vengo dando, por esta v铆a, la voz de alerta ante lo que he denominado la demolici贸n de la Rep煤blica, concebida como la manera de abolir el ejercicio de la Soberan铆a Popular como fuente necesaria de la legalidad y legitimidad del Poder P煤blico’.  Como fracas贸 en sus intentos de burlar la soberan铆a popular ‘vali茅ndose de toda suerte de ventajismos y disposiciones atrabiliarias, contuvo sus afanes antipopulares’.

“Las sociedades –escribe el doctor Carrera Damas– se desenvuelven en el curso del tiempo hist贸rico, y 茅ste no admite la delimitaci贸n entre pasado, presente y futuro. S贸lo anal铆ticamente,  y para los fines de la comprensi贸n espec铆fica y relativa de procesos y acontecimientos, cabe establecer demarcaciones cronol贸gicas aproximadas. Pero teni茅ndose en cuenta, siempre, que a lo largo del tiempo hist贸rico corre un haz de l铆neas perdurables que determina el que toda demarcaci贸n, por lata y convencional que fuere, debe tener en cuenta la din谩mica de continuidad y ruptura que rige la correlaci贸n incluso de las etapas hist贸ricas revolucionariamente contrapuestas’. Con estos principios como gu铆a y m茅todo, el historiador analiza el proceso venezolano desde sus or铆genes.

“Al editar estos papeles, conferencias, foros, di谩logos, ‘mensajes hist贸ricos’, Los Libros de El Nacional contribuye al registro y comprobaci贸n de lo que el profesor Carrera Damas llama ‘demolici贸n de la Rep煤blica’. No cabe duda de que se trata de un aporte fundamental y de una toma de posici贸n ejemplar del ciudadano y del historiador”.

Posdata, febrero 2013:
El presidente Ch谩vez Fr铆as result贸 vencedor en la tercera reelecci贸n el 7 de octubre de 2012, pero llegado el 10 de enero de 2013, d铆a fijado por la Constituci贸n para su juramentaci贸n, no pudo hacerlo. Al dirigirse al pa铆s la noche del 8 de diciembre, el jefe del Estado contempl贸 la posibilidad de que no podr铆a juramentarse, y se帽al贸 lo que constitucionalmente deb铆a hacerse.

Quienes se suponen sus albaceas desconocieron su carta de navegaci贸n, por incapacidad o temor, y recurrieron al TSJ que, inexplicablemente, conden贸 a la naci贸n a una crisis constitucional sin precedentes. En defensa de la Rep煤blica aparece en el momento en que textos como “Derrotado por la democracia, el militarismo arremete contra la Rep煤blica”, parecen confirmarse como una antigua condena.

Fuente: El Nacional