Una banda sobre el pecho no hace presidente a Nicolás Maduro

Díaz-Canel no podía faltar en la puesta en escena de esta coronación porque él es parte del teatro. La Habana apuntaló aquella ficción que llevó por primera vez a Maduro a la Presidencia y seguirá haciendo todo lo que tenga a su alcance por mantenerlo en su despacho.


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Nicolás Maduro, tras ser envestido presidente de Venezuela por la Asamblea Nacional (Foto El Mundo de España)

por Yoani Sánchez

Nicolás Maduro ha concretado este viernes uno de los más sonados casos de secuestro del cargo presidencial en la historia reciente de América Latina. La banda sobre su pecho, la juramentación frente al presidente de la Asamblea Nacional y los pocos mandatarios que asistieron a la ceremonia de investidura eran parte de un elaborado guion que el Palacio de Miraflores diseñó para la ocasión. Pero no basta la pompa para convertir a alguien en gobernante legítimo de una nación. Son los votos ciudadanos el camino legal para lograrlo y el inquilino del Palacio de Miraflores no cuenta con ellos. Su nuevo mandato es ilegítimo, tanto como la toma de posesión que protagonizó este 10 de enero.

Lo que nace de la mentira jamás podrá apegarse a la verdad, habría que subrayar. En otra fecha similar, pero de 2013, la propaganda oficial venezolana estaba volcada en hacerle creer a la opinión pública nacional e internacional que Hugo Chávez se recuperaba de un cáncer en La Habana y pronto regresaría al país para asumir como presidente. Se hablaba de que estaba en una etapa “estacionaria” de su convalecencia, tras sufrir una insuficiencia respiratoria postoperatoria que complicaba su recuperación. Sin embargo, los testimonios e indicios que han ido surgiendo a posteriori indican que, muy probablemente, aquel 10 de enero de hace doce años, el militar golpista ya había muerto o estaba en un estado que lo incapacitaba para jurar como presidente. La pantomima posterior, de su supuesto traslado vivo a Caracas y de su fallecimiento oficial en marzo de 2013 resulta cada vez menos creíble.

Recuerdo que, durante aquellos días, el régimen cubano también desplegó una furibunda campaña mediática para reforzar la tesis de un Chávez en plenas facultades para dirigir el país. Para quienes conocemos bien las trampas narrativas de la Plaza de la Revolución de La Habana, aquello olía a chamusquina por todos lados. El liderazgo de Maduro frente a la nación venezolana surgió justo de aquella farsa, es hija directa de una colosal tomadura de pelo que, sorprendentemente, a los grandes medios internacionales les ha dado todo este tiempo pereza investigar y la mayoría ha aceptado como cierto aquel relato burdamente retocado.

Fruto de ese engaño llegó al más alto puesto un hombre que ha hundido en una crisis económica inverosímil al país dotado de las mayores reservas de petróleo del mundo, ha empujado al exilio a millones de sus ciudadanos y extendido la corrupción y el clientelismo por toda la nación. Aquella falsificación inicial es, en buena medida, la causa de la impunidad con la que Maduro se ha fotografiado este enero sonriente con la banda amarilla, azul y roja sobre el pecho. Como buen timador cree que esta nueva falacia le va a salir bien, le permitirá estar por mucho más tiempo en el poder.

Para ayudarlo a completar el embuste no podía faltar Miguel Díaz-Canel, en definitiva fue el régimen de Fidel y Raúl Castro uno de los gestores de aquella invención original que lo sentó en la silla presidencial. El gobernante cubano ha viajado desde la Isla, incluso, en medio de una situación de extrema gravedad que hubiera hecho desistir a cualquier otro mandatario de abandonar su país. En la provincia de Holguín, 13 militares, de ellos nueve jóvenes reclutas del Servicio Militar, permanecen desaparecidos después de que el pasado martes varias explosiones sacudieran unos almacenes donde se guardan municiones y armamento. La situación merece la presencia ininterrumpida del primer secretario del Partido Comunista en la Isla, pero la cita en Caracas era ineludible.

Díaz-Canel no podía faltar en la puesta en escena de esta coronación porque él es parte del teatro. La Habana apuntaló aquella ficción que llevó por primera vez a Maduro a la Presidencia y seguirá haciendo todo lo que tenga a su alcance por mantenerlo en su despacho. En ello le va al castrismo no solo parte del suministro de petróleo que necesita sino, muy probablemente, su propia subsistencia.

Yoani Sánchez es periodista cubana. Activista por la democracia de Cuba y editora de 14ymedio.com

Venezuela se mira en Doña Bárbara

Los métodos de Maduro y del chavismo son los mismos que los de la tiránica Doña Bárbara, que quiere apoderarse de las tierras de su vecino

Rómulo Gallegos, nacido en Caracas en 1884 y su ópera magna es ‘Doña Bárbara’ una novela publicada en 1929, verdadera fiesta del lenguaje.

Por Pedro García Cuartango

HAY países que parecen destinados a revivir una vieja maldición. Es el caso de Venezuela, que ha alternado períodos democráticos con crudas dictaduras como las que sufrió Rómulo Gallegos, nacido en Caracas en 1884. Fue elegido presidente en 1947 por una aplastante mayoría, pero sólo ejerció su cargo nueve meses porque fue depuesto por un golpe militar, encabezado por Carlos Chalbaud.

Rómulo Gallegos estuvo exiliado en España, en la época de la II República y no volvió a su país hasta la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Si hoy se le recuerda no es tanto por su lucha por la libertad y la democracia como por el extraordinario talento literario. Su ópera magna es ‘Doña Bárbara’ una novela publicada en 1929, verdadera fiesta del lenguaje.

Quien quiera entender lo que sucede en Venezuela encontrará muchas claves en la protagonista de esta ficción, una bella, soberbia y desinhibida mujer que logra hacerse con una gran hacienda sin el menor escrúpulo moral. Doña Bárbara elimina cualquier obstáculo que se interpone a su ambición y destruye todo lo que toca. Carlos Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez expresaron su admiración por esta novela.

EI personaje ha sido visto por muchos críticos como la representación de una Venezuela poseída por la brutalidad la corrupción y el despotismo, en la que los latifundistas imponen su ley y abusan de los débiles. Casi cien años después de la aparición de la obra, la Historia se repite, aunque en clave de farsa.

Los métodos de Maduro y del chavismo son los mismos que los de la tiránica Doña Bárbara, que quiere apoderarse de las tierras de su vecino, sembrar el terror, martiriza a su hija y utiliza las artes de la seducción para volver locos a los hombres. Manipula, miente e incluso recurre a la brujería.

Hay un paralelismo entre las prácticas de una dictadura que falsifica los resultados electorales y encarcela a los opositores y el carácter de una Doña Bárbara que no escatima ningún medio para lograr sus propósitos tras burlarse de la ley y la moral.

En un postrero mérito de generosidad, Doña Bárbara se redime al internarse en el tremedal y abandonar el mundo que ha construido. No es nada probable que Maduro siga el mismo camino. Intentará mantenerse en el poder hasta el último aliento, apoyado por el entorno corrupto que le protege y reprime al pueblo. Maduro, Cabello, los Rodríguez y Padrino saben que tendrán que responder ante el Tribunal Penal Internacional por sus crímenes y no tienen otra salida que el uso de la fuerza para eludir sus responsabilidades.

“El mal es temporal, la verdad y la justicia imperan siempre", pone Rómulo Gallegos en boca de uno de sus personajes. No parece posible que esto se haga realidad a corto plazo en Venezuela, donde apenas hay lugar para la esperanza.

Lucila Herrera Rachadell, una actriz de raíces sanjosedeñas

Simón Díaz, Lucila y Aquiles L. Guerrero, en el famoso programa cómico de TV La Quinta de Simón(1960).

Lucila comenzó su actividad artística en la década de los años 40, cuando se inició en la radio, cantando tangos y haciendo radio novelas, época inolvidable que dio como resultado el florecimiento de muchas figuras, cuenta don Domingo Silo Rodríguez.


Por José Obswaldo Pérez

A nivel de los medios de comunicación impresos, la muerte de la actriz Lucila Herrera Rachadell no transcendió a los lectores; pese a su trayectoria actoral pionera de la televisión venezolana (y supongo que de la radio), ya que ésta gran mujer trabajó muchísimos años en Venevisión hasta su retiro a comienzos de la década de los 80 del siglo XX. Sin embargo, su obra fue reconocida por artistas y seguidores de su talento.

Lucila Herrera Rachadell nació en Camatagua, estado Aragua, el 23 de agosto del 1913, hija de José Ramón Herrera Medina y de Rosa Rachadell Polanco, ambos naturales de San José de Tiznados y vinculados con familias de Calabozo, Villa de Cura y Ortiz. En este último lugar, su padre, José Ramón, fue farmacéutico y maestro de escuela. Vivió en la casa donde actualmente reside la familia Rodríguez Trujillo, en el cuadrilátero de la Plaza Bolívar, donde estuvo su farmacia. “Mi padre se la compro después “, me cuenta Domingo Silo Rodríguez, en un chat por Messenger.

Lucila Herrera, en la década de los 40, en una fotografía autografiada para su hermana América Herrera

A los 48 años de edad, Lucila casó en la Iglesia Parroquial la Aparición de Nuestra Señora de la Coromoto de la Arquidiócesis de Caracas, el 21 de octubre de 1961, con el actor Aquiles L. Guerrero, de 61 años de edad, oriundo de Santa Bárbara del Zulia, hijo de Éramos Guerrero y Teresa de Jesús Flores. Sin embargo, la pareja no dejo descendencia.

Cuenta su primo Domingo Silo Rodríguez que Lucila comenzó su actividad artística en la década de los años 40, cuando se inició en la radio, cantando tangos y haciendo radio novelas, época inolvidable que dio como resultado el florecimiento de muchas figuras que aunque se iniciaron como locutoras y locutores, luego despuntaron como excelentes actrices y actores. Tal es el caso de nuestra Lucila que trabajo en el teatro y luego pasa a formar parte del mundo televisivo, dónde realizó una labor bastante amplia. Más tarde, su interés se extendió a la labor gremial, un área en plena efervescencia durante aquellos años de la transición a la democracia y la dictadura. Así, participó en el Sindicato Profesional de Trabajadores de la Radio y Televisión del Distrito Federal y Estado Miranda (SPTRTVDFM). Figuró como secretario de Cultura y Propaganda en la Junta Directiva durante el periodo 1954-1955, con Luis Germán Meza como(Arcila Salvatierra, 2010).

A finales de los 50, Lucila debutó en la pantalla chica con la serie televisa Destinos cruzados (1959). Igualmente, formó parte del elenco de Radio Caracas Televisión (RCTV), participando en la obra Tiempo para la Angustia, protagonizada por Zoe Ducos y el galán argentino Enzo Bellomo, además de Tencha Bauzá, Alonso de Los Ríos, Renée de Pallás y Pedro Hurtado. La dirección artística estaba a cargo de Zoe Ducos y la dirección técnica la hacía José Fariñas. El coordinador era Miguel Toro. Entre otros papeles, interpretó a Mercedes, en la versión de Lucecita, protagonizada por Adita Riera y Humberto García. E igualmente participo en las series televisivas Soledad (1969), Esmeralda (1970), en el rol de Hortensia; Una muchacha llamada Milagros (1973), como Clemencia; Peregrina (1973), en el papel de Elvira; Rosángela (1979), María Fernanda (1981), como Mami; Andreína (1981), Ligia Elena (1982), Diana Carolina (1984), Sueño contigo (1987) y Amor de Abril (1988).

En su filmografía podemos destacar su participación en las películas venezolanas: Venezuela también canta (1952), Tambores en la colina (1956), donde participa con Enrique Faillace; Cuentos para mayores (1963), El raspado (1964), El pequeño milagro (1964), Bodas de papel(1979), donde protagonizó como la madre de Esther junto a Marina Baura. E igualmente, en la película No es nada, mamá, sólo un juego (1979).

Teatro Ford (Montserrat) César Castillo López, Lucila Herrera, Maria Escalona Jorge Reyes y José Poveda

LUCHADORA POR LA DEMOCRACIA

Quizás es poco conocido el rol político de esta venezolana en la lucha por la democracia. Fue simpatizante de AD, ayudando a sus dirigentes a resguardarse de la dictadura y de las garras de los esbirros de la Seguridad Nacional (SN). Refiere Domingo Silo que Lucila escondió en Caracas a su primo el villacurano Francisco [Pancho] Arteaga Pérez, quien era dirigente de Acción Democracia en Villa de Cura. “Cuando le pregunté sobre este episodio, ella me contestó que hasta lo disfrazo de vendedor de perro calientes”, nos recuerda Domingo Silo.

Al respecto, sobre Francisco José Arteaga (conocido también como Pancho), señala Oldman Botello que nació en San Luis de Villa de Cura, el 27 de septiembre de 1912 y murió en Maracay, en 1976; fue hijo de Francisco G. Arteaga y de la sanjosedeña Elvira Jacinta Pérez Rachadell. Contrajo matrimonio en Ortiz, en 1937, con Segunda Antonia Delgado Delgado, natural de La Unión, en Barinas, hija de Agapito Delgado y de María Eugenia Delgado. Falleció en Maracay, en 1976. También, Domingo Silo nos dice que Pancho fue el padre del reconocido transportista Evelio Ramos - a quien conocimos fraternalmente cuando ejercía la profesión de chófer de buseta por puesto-, producto de una relación con María Bendiga Ramos, hermana de la maestra Nelvia Ramos de Donaire (Botello, 2004;p.33; Rodríguez Trujillo, 2022). El niño Juan Evelio había nacido el 24 de junio de 1934 y fue bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 19 de marzo de 1935, siendo sus padrinos sacramentales Jorge Elías Nedder y doña Rosa de Berroterán.

Este Arteaga Pérez, me contó Arturo Rodríguez -entonces memorialista de Ortiz y padre de don Domingo Silo - fue el mismo que en los años 30 escribía en el periódico El Pampero, con el seudónimo de “Pancho el Gatea”. Esta publicación fue fundada por el bachiller Luis Acosta Rodríguez y el citado don Arturo, un septiembre de 1932. Eran aún días de la dictadura de Juan Vicente Gómez y la población vivía los últimos coletazos de la «fiebre española», una de las epidemias que remató a muerte, junto con el paludismo, aquella localidad llanera del estado Guárico. El periódico tuvo dos etapas. En la segunda, la dirección y la administración pasaron a manos de Vicente Loreto y de Pancho. También, destacaba Arturo que, en la primera etapa, salieron ocho o diez números y, en la segunda, se publicaron tan sólo dos ediciones.

El progenitor del niño Evelio Ramos vivió en esa década de los treinta en Ortiz, cuando el gobernador del Guárico era el general Juan Alberto Ramírez. En eso días había revuelo por el cambio de la capitalidad a Ortiz; y, según, el mandatario regional le había confesado a Nicanor, a Arturo y a Luís Acosta Rodríguez sus intenciones de mudar la capital de Calabozo a este pueblo.

Otros de las anécdotas de Lucila, me lo contó en vida don Chipilo Velásquez, en una larga conversación que sostuvimos mucho antes de la aparición de la pandemia del Covid 19 y que está última se lo llevó para no volver.” La última vez que la vi fue el 2006. Tenía creo que unos 90 años, en una reunión que tuvimos en Ciudad Alianza en la casa de nuestro primo Héctor Villasana Donaire”, rememora Domingo Silo.

Doña Lucila murió el 24 de enero del 2008, en el Estado Carabobo, a la edad de 94 años.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ARCILA SALVATIERRA, DAVID (2010). Panorama cinematográfico a través de las Juntas Directivas del Sindicato Profesional de Trabajadores de Radio-Teatro-Cine-Televisión y afines del Distrito Federal y el estado miranda (1943-1980). Tesis presentada como requisito para optar al Grado de Licenciado en Artes. Mención Cine. Caracas: Universidad Central de Venezuela.

AGUIRRE, JESUS M Y BISBAL MARCELINO (1980). El nuevo cine venezolano. Caracas: Editorial Ateneo de Caracas.

BOTELLO, OLDMAN (2004). El linaje Fuentes Ceballos de Landazuri de Villa de Cura y sus entronques. Trabajo de incorporación como Miembro de Número del Instituto Venezolano de Genealogía. Serie Cuadernos de Genealogía.

RCTV(S/F). 25 años. Bodas de Plata de Radio años Caracas Televisión. Anuario. Edición publicada en Caracas por la planta televisiva.

RODRÍGUEZ, DOMINGO SILO (2024). Comunicación vía Messenger.