Arturo, o el bayu que llevamos por dentro

Su vasto conocimiento sobre diversos temas es fascinante; es un lector ávido, que habitualmente recorta y archiva todo lo que le interesa.


Por José Obswaldo Perez

texto

Durante muchos años, he sentido una deuda con Arturo Álvarez D' Armas, una conexión que se remonta a finales de la década de los ochenta del siglo veinte. Desde entonces, hemos compartido la amistad y un compromiso por la palabra militante, a pesar de nuestras posturas y nuestras diferencias ideológicas. Recuerdo el día en que lo conocí en la Biblioteca Nacional de Caracas, mientras yo iniciaba mis estudios de Comunicación Social en la UCV, tras haber realizado una pasantía de un año en la Universidad Rómulo Gallegos, como estudiante de agronomía. Desde ese momento, fuí descubriendo sus artículos en la prensa, donde abordaba temas que abarcan la rica cultura afroamericana y otras áreas del conocimiento.

Natural de La Pastora, Caracas, Arturo Álvarez se ha establecido como uno de los pocos investigadores dedicados al estudio de la cultura africana, una pasión que brota de sus propias raíces mestizas. Su vasto conocimiento sobre diversos temas es fascinante; es un lector ávido, que habitualmente recorta y archiva todo lo que le interesa. Este impulso por la lectura nace de su infancia, donde se sumergía en los cómics y artículos de revistas y publicaciones de editoriales mexicanas, materiales que moldearon más tarde su identidad intelectual.

Ese primer contacto con la palabra lo llevó a abrazar el periodismo cultural, convirtiéndose en la esencia de su lucha y su ser. A través de publicaciones como Bongo en el Diario La Prensa en San Juan de los Morros, y Cumbe y Tambor en la Prensa del Tuy; así como en El Suplemento Cultural de Últimas Noticias, El Nacional, la Revista Elite y El Nacionalista, su trabajo ha buscado llenar vacíos y abrir espacios para la reflexión escrita. Posteriormente, su actividad investigativa se consolidó con obras como Apuntes sobre el Estudio de la Toponimia Africana en Venezuela, Bibliografía del Folklore Afroamericano, y Medicina Tradicional y Plantas Medicinales: África y Afroamérica, entre otras publicaciones que mantienen inéditas.

Sin embargo, a lo largo de su vida, Arturo ha transformado su esencia y hoy es un poeta consumado. Sus últimas obras, Plantado en Tierra Llana y Yo pecador, así como Poemas de Lesbos y Vástago de Lesbos, publicados bajo el sello propio de Ediciones Cumbe y Tambor, son un testimonio de su maestría en el lenguaje, las imágenes y los símbolos poéticos. Con estos textos, el amigo Arturo se introduce en un género considerado “duro”, aportando a la poesía un papel que comprende como fundamental para la comprensión del mundo.

En sus poemas, se entrelazan el erotismo y vívidas imágenes sensoriales, que coexisten con la poderosa influencia de los dioses griegos y africanos. La experiencia del amor, el autoconocimiento y el encuentro consigo mismo hacen de la poética de Arturo Álvarez D'Armas una representación del bayu, una palabra americana que resume, en poco léxico, esa energía creativa que todos llevamos por dentro: una explosión de alegría, una fiesta del alma.

Trump en un mundo peligroso

Este agresivo trato con países aliados y amigos daña la imagen internacional de los EE. UU. Con Trump y su “America First”, regresa el aislacionismo anterior a 1941


El presidente de EEUU, Donald Trump, se dirige a los medios en una comparecencia en el Despacho Oval. JIM LO SCALZO / EFE

Por Sadio Garavini Di Turno

 

 

El presidente Trump regresa al gobierno en un nuevo sistema internacional. El orden mundial liberal basado en reglas, que se inició parcialmente en 1945, pero que pareció implantarse definitivamente (nunca perfecto) en 1991, con el final de la Guerra Fría y sustentado, en buena parte, en el poder del momento unipolar de los EE. UU., se acabó. Rusia, una potencia nuclear, país fundador de la ONU y uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, utiliza la fuerza militar para ocupar un vecino, violando burdamente la Carta de las Naciones Unidas, la integridad territorial y la soberanía de un país reconocido internacionalmente. El agresivo revisionismo geopolítico de Rusia en Europa y en África, de China en Asia y de Irán en el Medio Oriente, conjuntamente con el belicismo irresponsable de la satrapía hereditaria comunista de Kim Yong-un, están creando un mundo muy peligroso. Se terminaron “las vacaciones” de la Historia y vivimos el retorno de la geopolítica y de las esferas de influencia. “Might is Wright”, el derecho lo define el poder.

Con Trump y su “America First”, regresa el aislacionismo anterior a 1941. Trump correctamente entiende que, en este mundo peligroso, los EE. UU. deben fortalecer su poderío económico y militar. Pero quizás no aprecia suficientemente que una de las principales fortalezas de los EE. UU. son sus aliados. Contar con Japón, Australia, N. Zelanda y Sur Corea en Asia y con la Otán, en Europa, reforzada por el ingreso de Suecia y Finlandia, son activos muy relevantes en este nuevo mundo. Tiene también razón en exigir a sus aliados un aumento importante en el gasto militar. En cambio, parece no entender lo que entendía Theodore Roosevelt, su admirado presidente republicano, cuando decía: “speak softly and carry a big stick”. Habla suavemente y carga un gran garrote.

Trump no habla suavemente. Comprar Groenlandia tiene mucho sentido geopolítico, militar y económico. Los escasos 57000 habitantes de Groenlandia podrían perfectamente estar de acuerdo con aceptar una relación especial con los EE. UU., una especie de Estado Libre Asociado como Puerto Rico, por ejemplo, a cambio de ganancias económicas. Para Dinamarca, Groenlandia es básicamente un peso económico y un dolor de cabeza. Todo sería más fácil si se manejara el tema diplomáticamente, sin amenazas innecesarias. Con Panamá, Trump tiene también razón en preocuparse que sea una compañía china la que maneja administrativamente el canal y en general que China esté teniendo una creciente influencia en el sistema político y económico de Panamá. Pero aquí también mucho se podría lograr diplomáticamente, sin amenazar en público a un país amigo.

Bromear con la incorporación de Canadá a los EE. UU., también constituye un innecesario insulto para los canadienses. Buena parte de los canadienses son descendientes de los colonos norteamericanos, leales a la Corona Británica y contrarios a la independencia de los EE. UU., y en cuanto a los franco-canadienses es fácil imaginar qué piensan de una incorporación a los EE. UU. Cambiarle el nombre al Golfo de México y en general las amenazas públicas al gobierno mexicano con el aumento de los aranceles (violando por cierto el tratado de libre comercio firmado por el mismo Trump), si México no reduce la inmigración ilegal y el ingreso de drogas a EE. UU., demuestran una grave falta de sensibilidad política. También con México, Trump podría lograr más fácilmente sus objetivos, con una inteligente y discreta acción diplomática. Además, este agresivo trato con países aliados y amigos daña la imagen internacional de los EE. UU., afectando su “poder blando” y fortalece la imagen del “ugly american” imperialista, haciéndole el juego a la propaganda de la izquierda no democrática.


Ojalá hombres capaces, como Rubio, Waltz y Landau, logren que la política exterior de los EE. UU. recupere su calidad diplomática.

 

Una banda sobre el pecho no hace presidente a Nicolás Maduro

Díaz-Canel no podía faltar en la puesta en escena de esta coronación porque él es parte del teatro. La Habana apuntaló aquella ficción que llevó por primera vez a Maduro a la Presidencia y seguirá haciendo todo lo que tenga a su alcance por mantenerlo en su despacho.


texto
Nicolás Maduro, tras ser envestido presidente de Venezuela por la Asamblea Nacional (Foto El Mundo de España)

por Yoani Sánchez

Nicolás Maduro ha concretado este viernes uno de los más sonados casos de secuestro del cargo presidencial en la historia reciente de América Latina. La banda sobre su pecho, la juramentación frente al presidente de la Asamblea Nacional y los pocos mandatarios que asistieron a la ceremonia de investidura eran parte de un elaborado guion que el Palacio de Miraflores diseñó para la ocasión. Pero no basta la pompa para convertir a alguien en gobernante legítimo de una nación. Son los votos ciudadanos el camino legal para lograrlo y el inquilino del Palacio de Miraflores no cuenta con ellos. Su nuevo mandato es ilegítimo, tanto como la toma de posesión que protagonizó este 10 de enero.

Lo que nace de la mentira jamás podrá apegarse a la verdad, habría que subrayar. En otra fecha similar, pero de 2013, la propaganda oficial venezolana estaba volcada en hacerle creer a la opinión pública nacional e internacional que Hugo Chávez se recuperaba de un cáncer en La Habana y pronto regresaría al país para asumir como presidente. Se hablaba de que estaba en una etapa “estacionaria” de su convalecencia, tras sufrir una insuficiencia respiratoria postoperatoria que complicaba su recuperación. Sin embargo, los testimonios e indicios que han ido surgiendo a posteriori indican que, muy probablemente, aquel 10 de enero de hace doce años, el militar golpista ya había muerto o estaba en un estado que lo incapacitaba para jurar como presidente. La pantomima posterior, de su supuesto traslado vivo a Caracas y de su fallecimiento oficial en marzo de 2013 resulta cada vez menos creíble.

Recuerdo que, durante aquellos días, el régimen cubano también desplegó una furibunda campaña mediática para reforzar la tesis de un Chávez en plenas facultades para dirigir el país. Para quienes conocemos bien las trampas narrativas de la Plaza de la Revolución de La Habana, aquello olía a chamusquina por todos lados. El liderazgo de Maduro frente a la nación venezolana surgió justo de aquella farsa, es hija directa de una colosal tomadura de pelo que, sorprendentemente, a los grandes medios internacionales les ha dado todo este tiempo pereza investigar y la mayoría ha aceptado como cierto aquel relato burdamente retocado.

Fruto de ese engaño llegó al más alto puesto un hombre que ha hundido en una crisis económica inverosímil al país dotado de las mayores reservas de petróleo del mundo, ha empujado al exilio a millones de sus ciudadanos y extendido la corrupción y el clientelismo por toda la nación. Aquella falsificación inicial es, en buena medida, la causa de la impunidad con la que Maduro se ha fotografiado este enero sonriente con la banda amarilla, azul y roja sobre el pecho. Como buen timador cree que esta nueva falacia le va a salir bien, le permitirá estar por mucho más tiempo en el poder.

Para ayudarlo a completar el embuste no podía faltar Miguel Díaz-Canel, en definitiva fue el régimen de Fidel y Raúl Castro uno de los gestores de aquella invención original que lo sentó en la silla presidencial. El gobernante cubano ha viajado desde la Isla, incluso, en medio de una situación de extrema gravedad que hubiera hecho desistir a cualquier otro mandatario de abandonar su país. En la provincia de Holguín, 13 militares, de ellos nueve jóvenes reclutas del Servicio Militar, permanecen desaparecidos después de que el pasado martes varias explosiones sacudieran unos almacenes donde se guardan municiones y armamento. La situación merece la presencia ininterrumpida del primer secretario del Partido Comunista en la Isla, pero la cita en Caracas era ineludible.

Díaz-Canel no podía faltar en la puesta en escena de esta coronación porque él es parte del teatro. La Habana apuntaló aquella ficción que llevó por primera vez a Maduro a la Presidencia y seguirá haciendo todo lo que tenga a su alcance por mantenerlo en su despacho. En ello le va al castrismo no solo parte del suministro de petróleo que necesita sino, muy probablemente, su propia subsistencia.

Yoani Sánchez es periodista cubana. Activista por la democracia de Cuba y editora de 14ymedio.com