Historia y toponimia

Para Marc Bloch, los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos –nombres propios de lugar– reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caserios; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para develarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.


Por José Obswaldo Pérez

Desde la perspectiva epistemológica, la historia tiene un papel importante, así como la geografía u otra ciencia social, en los estudios toponímicos. La utilización de la toponimia como un recurso de la historia en la ocupación del espacio se remonta al siglo XIX. Nació en Europa, como disciplina. En Alemania, su fundador fue Wihelm Arnold con un trabajo titulado Asiendlungen und Wanderun deutscher Stâmne. Zumeist nach hessischen Ortsnamen, aparecido en 1875. En Francia, se remonta a H. D´Arbois de Jubainville con un trabajo intitulado “Recherches sur l’origine de la propriété et des noms de lieux habités en France » (1875).

Sin embargo, el verdadero fundador de la toponimia como ciencia fue Auguste Longnon, quien fue el primero en enseñanzarla, inicialmente en la Ecole Practique des Hautes Etudes, y luego en el Collège de France, hasta su muerte en 1913. Sus estudios sobre Noms de lieux de la France (1920-1929) fue publicado en una obra póstuma, recopilada por sus antiguos alumnos (Dick, 1992:01).

Pero, la critica histórica de las interpretaciones de la toponimia -desde el punto de vista de la ocupación del espacio- ha sido preconizadas por Marc Bloch (1934, 1939,1940). Marc Bloch, en el estudio de la historia rural francesa, profundiza en el origen y significación de los nombres propios del lugar y los relaciona estrechamente con la historia social francesa. Estos estrechos lazos entre la toponimia y la población fueron especialmente subrayados por Marc Bloch en su artículo “Réflexions d`un historien sur quelques travaux de toponymie" (1934)[1].

En este artículo, el autor valora la toponimia como factor predominante en el estudio poblacional, pero no es el único caso. Por tanto, existen otros elementos que tienen que acompañarse para que exista una verdadera razón toponímica de una región, pueblo, villa, etc. Así lo deja ver cuando dice:

La toponimia, por sí sola, no puede permitir resolver los problemas de población. Es preciso recurrir a la ayuda de la arqueología, el estudio de los hechos jurídicos, de las costumbres y especialmente de los usos agrarios, de los hechos de lenguaje y del vocabulario agrario y finalmente del examen de los nombres del lugar[2].

Entre los muchos ejemplos que da Bloch, en su obra La Historia Rural Francesa sobre la toponimia como elemento de apoyo a la investigación agraria en la Edad Media, en el estudio de su hábitat y de la ocupación del suelo, deja entrever lo escaso de los textos y la gran ayuda que la arqueología y la toponimia pueden prestar a él. Hace hincapié en las excelentes notas de geografía histórica sobre "Le pays de Macon et de Chalon avant l`an mille, de Gabriel Jeanton", 1934; ayudándose al mismo tiempo con hallazgos arqueológicos, con el estudio de los nombres de lugar mencionados por los documentos y con la toponimia catastral, la cual conserva el recuerdo de aglomeraciones desaparecidas[3].

Para Marc Bloch, los nombres de los pueblos sirven para recorrer la línea de los tiempos en sentido inverso. Sus topónimos –nombres propios de lugar– reflejan la flora, la fauna, las topografías e hidrografías de la antigüedad; trazan contornos borrosos de viejos hatos, pueblos y caserios; proyectan patrones de colonización y de explotación de la tierra; reafirman diluidas herencias y persistencias indígenas; y exhuman remotos colonizadores para develarnos su hablar, sus costumbres, sus imperativos, sus devociones, y por qué no, sus mentalidades.

Sin embargo, la historia de un territorio tiene, a veces, el parecido a un muñeco ruso: muchos muñecos contenidos en uno; es decir, muchos significados en uno solo. De allí que la toponimia encierra una serie de misterios. Pero, su estudio - desde la concepción de la historia-, debe tener en cuenta algunos aspectos metodológicos fundamentales, a fin de buscar sus últimos orígenes, para no caer en contradicciones o en análisis superficiales e incompletos de etimologías. Este es un aspecto importante que habrán de tomar en cuenta los toponómistas e historiadores. Los topónimos, en los términos en que han sido definidos, no pueden utilizarse en el análisis histórico de cualquier manera. El analista debe prestar atención, a nuestro juicio, a tres aspectos en particular:

· El hecho de que numerosos topónimos no tienen un sentido claro o fácilmente inteligible.
· El problema del cambio (en relación al espacio y en relación al tiempo) y,
· Los principios de pertenencia y permanencia

Respecto al primer punto, Moreu-Rey (1982) considera que, dado un determinado conjunto de topónimos, se pueden distinguir en él dos grandes grupos: los nombres cuyo sentido es claro y comprensible y los nombres que aparentemente no tienen sentido alguno, porque no corresponden a ninguna palabra hablada dentro del ámbito geográfico y lingüístico estudiado. A los primeros, este autor les llama topónimos transparentes; a los segundos, topónimos no transparentes o fósiles. A estos últimos, se trata en definitiva de “antiguos nombres comunes cristalizados o petrificados, y conservados en algunos casos durante milenios” (Moreu-Rey, 1982:13).

Con relación al segundo aspecto, el historiador nunca debe olvidar que la noción de cambio es fundamental a la hora de interpretar cualquier topónimo. Por una parte hay que hablar de cambio lingüístico: los nombres -cualquier tipo de nombre- sufren una evolución determinada a lo largo del tiempo; cuanto más antiguo es un nombre, mayor transformación puede haber sufrido. Pero, por otra parte, debe tenerse en cuenta el cambio geográfico: el hecho de que el territorio -y, por tanto, el “objeto denominado” también está sujeto a las alteraciones que comporta en el transcurso del tiempo. En la práctica, conocer las transformaciones más importantes que hayan afectado a un lugar determinado puede resultar de una gran ayuda para interpretar con exactitud el sentido inicial de un nombre relacionado con este lugar.

Finalmente, el tercer punto, alude a los principios de pertenencia y permanencia, estudiados por la historiografía francesa. El primer concepto es abordado por Heri Dorion (1993), el cual se refiere a la memoria colectiva como punto de referencia básica a la hora de abordar la naturaleza del topónimo como modo de comunicación. Mientras, el segundo concepto corresponde a la particular supervivencia del topónimo en el tiempo. Un autor importante de la lingüística hispánica como lo es Ramón Menéndez Pidal (1952) señala la importancia de la dimensión popular que tienen los nombres de lugar y su permanencia en el tiempo. Señala el autor lo siguiente:

Los nombre de lugar son viva voz de aquellos pueblos desaparecidos, transmitida de generación en generación, de labio en labio, y que por tradición interrumpida llega a nuestros oídos en la producción de los que hoy continúan habitando el mismo lugar, adheridos al mismo terruño de sus remotos pasados; la necesidad diaria de nombrar ese terruño une a través de los milenio la pronunciación de los habitantes de hoy con la pronunciación de los primitivos” (1952:5).

Mucho antes, estas investigaciones habían adquirido un interés para los estudiosos de las palabras y los nombres de lugares. Pero, a raíz de estas publicaciones es cuando se expanden por Europa y América los estudios toponímicos. En Europa citamos al filólogo portugués José Leite de Vasconcelos, con su obra pionera Opúsculo. Vol. III: Onómatologia, publicada en 1931.

En América, especialmente en Estados Unidos y Canadá se conocen las primeras investigaciones ligadas a la historia, la geografía y la lingüística, donde se conforman equipos interdisciplinarios para investigar topónimos en sus respectivos países. En Estados Unidos se publica el trabajo realizado por un equipo de investigadores en la revista Names, órgano oficial de divulgación de la Sociedad Americana de Nombres (conocida por sus siglas en inglés como America Name Society), la que tiene por objetivo el estudio de la etimología, origen y significado, y aplicación de todas las categorías de nombres: geográfico, personal, científico, comercial y popular. George Stewart, autor de las obras Name of the Land y A classification of the Land (1954) es colaborado de dicha revista americana.

En América Latina, la toponimia adquirió importancia como estudio durante los últimos años del siglo XX. Especialmente, en Brasil y Venezuela. Dos países con mayor número de investigaciones toponímicas. En nuestro país se destacan, de manera sincrónica, un grupo de pioneros de esta disciplina como: Lisandro Alvarado, Tulio Febres Cordero, Julio Cesar Salas, Pablo Vila, Juan Pablo Sojo, Ramón Armando Rodríguez, Marco Aurelio Vila, Miguel Acosta Saignes y Adolfo Salar Quijada. Este último fue quien científicamente y académicamente orientó los estudios toponímicos en Venezuela. Sin duda, un significativo número de aportes, en este sentido, permiten que, cada día, se impulsen investigaciones para descifrar los nombres de los lugares. Más aún cuando hoy se necesita una fuerte revisión y actualización de ellos.



NOTAS
[1] BLOCH, Marc (1978) La Historia Rural Francesa. España: Editorial Crítica. Grupo Editorial Grijalbo.; ver su ensayo : Réflexions d’un historien sur quelques travaux de toponymie dans Annales d’histoire économique, t. VI, 1934.

[2] Ídem, P. 98

FUENTES CONSULTADAS

BLOCH, MARC (1978) La Historia Rural Francesa. España: Editorial Crítica. Grupo Editorial Grijalbo.
DICK, MARIA VICENTINA DE PAULA DO AMARAL (2000). A investigação lingüística na onomástica brasileira. Frankfurt am Main
DORION, Henri(1993) : A qui appartient le nom de lieu?.En : Onomastica Canadiana. 75, 1, p. 1-10.
HUDON, H. (1986): Méthodologie des inventaires toponymiques. Québec: Commission de toponymie, Dossiers toponymiques, 16.
MENÉNDEZ PIDAL, RAMÓN (1952): Toponimia prerrománica hispánica. Madrid: Gredos.
MOREU-REY, ENRIC (1995): Tipología toponímica. En ROSSELLÓ, V.M.; CASANOVA, E. (eds.). Materiales de Toponimia. València: Generalitat Valenciana - Universitat de València, 1995, Vuelo. Y, p.
PEREZ ASCANIO, JOSE OBSWALDO (2006).Estudio histórico sobre la toponimia del Municipio Ortiz. Una aproximación a la realidad regional. Tesis de Grado para optar el titulo de Magíster en Historia de Venezuela. San Juan de los Morros: Universidad Rómulo Gallegos.





HEMEROGRAFÍA


BLOCH, MARC (1934). Réflexions d’un historien sur quelques travaux de toponymie dans Annales d’histoire économique, t. VI, 1934).
ECICLOPEDIA WIKIPEDIA. Toponymie française [En línea], http://fr.wikipedia.org/wiki/Toponymie_française
ZADORA RIO, Elisabeth (2001): Archéologie e toponymie: le divorce. France: Les petits cahiers d’Anatole. No.8; pp2-17
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