CANTO A PAURARIO

Desde la límpida atmósfera rebosante de luz y sol los Morros se elevan con la sólida y pétrea serenidad que dan los años y la ancianidad llena de humilde sabiduría. Me parecen que ocultan en sus oscuras entrañas y en sus cavernas milenarias misterios sagrados a la espera de ser descubiertos. Si que lo creo, no es poesía.
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Por: Daniel R Scott A Don Alí Almeida Visitando un día viernes a unos buenos amigos en la urbanización "Bella Vista" me resulta prácticamente imposible quitarle de encima la mirada a los Morros de San Juan. Siendo un hombre irremediablemente contemplativo (una especie de San Francisco de Asís protestante y secularizado) no deja de maravillarme cómo se yerguen vastos, silenciosos, majestuosos y sin vanidad alguna este conocido monumento natural. Sean vistos desde la universidad "Rómulo Gallegos" o caminando al final de la "calle Páez" donde resido actualmente, siempre tengo la inefable impresión de que los veo por primera vez. Su grata influencia sobre mí permanece intacta, sin alteraciones de ningún tipo. Sabe Dios cuantas veces el lente inexacto de mi cámara ha capturado sus formas desde diversos puntos de mi San Juan querida. Y es que los Morros no nos infectan de ese tedio que deja en el alma lo cotidiano y lo mil veces visto o vivido. Este días viernes, caminando embelesado entre calles sin nombre y casas anónimas la cercanía de "Paurario" me abruma y llena del más absoluto y sincero asombro.
Desde la límpida atmósfera rebosante de luz y sol los Morros se elevan con la sólida y pétrea serenidad que dan los años y la ancianidad llena de humilde sabiduría. Me parecen que ocultan en sus oscuras entrañas y en sus cavernas milenarias misterios sagrados a la espera de ser descubiertos. Si que lo creo, no es poesía. Con sobrada razón a esta urbanización la bautizaron con el nombre de "Bella Vista".
Pasan los años y mi amor por Paurario lejos de cesar va en aumento. Es la "octava maravilla" del municipio. ¿Quién no le ama en mi terruño? Solo el que tenga el alma lisiada. Concebidos en el fértil vientre del Paleoceno, con la piedra caliza arrecifal corriéndole por las venas y vestido con su túnica gris azulada, los Morros son paisaje ineludible a todo ojo y vecinos obligados de los habitantes de mi pueblo. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos ante su mirada imperturbable. ¡Qué no contaría y cuanta cosa no habrá visto! En un pasado remoto y geológico dialogó con peces prehistóricos y se hizo amigo y confidente de la mar. Luego, un dia que ningún humano vio ni registraron los calendarios, la mar se echó atrás y Paurario quiso elevarse muy alto para besarle los labios al cielo y guiñarle el ojo a la luna y a los luceros de la noche. A la aurora le dijo "¡Buenos días!" y al ocaso le dijo "¡Hasta luego!" Vió la huella que dejó el indígena sobre la tierra virgen, se sobresaltó ante la piel blanca del español que todo lo conquistaba, se regocijó cuando se echaban los cimientos de mi pueblo y lloró amargamente cuando la daga realista de hundía en el pecho de la joven y moribunda II Republica.
Paurario ha inspirado a todo aquel de alma pura y sensible. Ha posado para artistas de todo tipo. ¿Qué no se ha dicho, escrito o pintado de él? Su belleza no les es ajena. Ved a mi buen amigo Felipe Rodríguez: en su lienzo ingenuo retrató a unos Morros asediados por el océano y las estrellas de mar. Cuando los neófitos se ríen de lo que parece ser una extravagancia surrealista de Felipe, el pintor me dice con una voz de profeta que profetiza no mirando al futuro sino al pasado: "Ellos no saben que a estos morros los cubrió en el pasado un mar interno. ¿Viste Sócrates? ¡Los locos son los que saben!" Y Paurario, atento a nuestra conversación, interviene diciendo: "Sí, Felipe tiene razón: revisad con cuidado mis dominios y hallaréis fósiles marinos" Y para quienes no querian creerles ni a Felipe ni a Paurario, Tibisay Vargas y Jeroh Montilla organizaron expediciones para irlos a ver. A mí se me invitó pero como yo andaba por esos días en planes de casorio no quería saber de expediciones, ni de caminos polvorientos abrasados por el sol de junio, ni de fósiles marinos, ni de nada. ¡Oh mi buen Paurario, amigo de toda la vida! Dime: ¿Cuál el nombre del primero que te vio y cual el corazón del primero que te admiró? ¡Cómo hubiera querido, cual ojo eterno de un dios, presenciar tu evolución! El pincel y el cincel del tiempo definieron tu belleza, regalándote las mediavales formas de una inmensa catedral en ruinas que nunca dejó de conservar su atractivo original.
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Arturo Rodríguez, en el espejo de papel

Don Arturo Rodríguez Rodríguez fue periodista, poeta y funcionario público. Ejerció varios cargos burocráticos. Entre ellos, Jefe del Estacionamiento Ganadero de Ortiz, adscrito a la dirección del entonces Ministerio de Agricultura y Cría. Prefecto del municipio Ortiz, entre los años 1945-1948; y, varias veces, miembro de la Junta Comunal, vicepresidente de la misma y empleado de rentas municipales.


por JOSE OBSWALDO PÉREZ

He aquí un personaje histórico de nuestra historia local. Un personaje que me unió una sincera amistad desde tiempos cuando cursaba estudios de bachillerato en nuestro querido liceo y luego en resto de la vida hasta su muerte. Se trata de un orticeño que vivió y actuó a lomo del siglo XX, cuyo primeros pasos coinciden con el inició de las dictaduras andinas (1899-1935).

Don Arturo Rodríguez nació el 8 de Julio de 1910, dos años después del nacimiento de su hermano mayor Nicanor Rodríguez Rodríguez (1908-1992); dos años después que el gobierno de Venezuela paso de la manos de Cipriano Castro a las de Juan Vicente Gómez (es decir, de una dictadura a otra), y a unos seis meses de la muerte de su padre el general Nicanor Arturo Rodríguez Moreno[1], quien tenía 42 años cuando ocurrió su fallecimiento, el 18 de diciembre de 1910.

Fue descendiente de una modesta familia originaria de Cagua[2] (estado Aragua), establecida en Ortiz a mediado siglo XIX, fundada por el General Pedro Pablo Rodríguez. Aunque nació sin conocer a su padre, don Arturo convivirá en un ambiente familiar regido por su anciana abuela Evarista Moreno Vilera de Rodríguez (n. 1860)[3], su madre doña Beatriz Benigna Rodríguez Sierra (1883-1961)[4] y su tío don Domingo Rodríguez Moreno (n. 1886)[5], en la vieja casona La Loretera, ubicada en una esquina de la Plaza Bolívar. En ese ambiente familiar crecerá don Arturo Rodríguez. En un círculo lleno de fascinación por el pasado orticeño, recuerdos de familias beneméritas

No obstante, la familia Rodríguez Rodríguez se muda posteriormente a una vieja casa del general Joaquín Crespo Torres, conocida como la Casa Crespera o Casa Atravesada, ubicada en el viejo camino del ganado y a la entrada del Barrio La Romana. Allí su madre, Doña Beatriz Rodríguez Sierra, les enseñará sus primeras letras. Más tarde, en aquella vieja casona funcionará la Escuela Federal No. 33, a la cual iban los muchachos, hembras y varones, a recibir las primeras letras de manos de Doña Beatriz de Rodríguez.

De la formación escolar de Don Arturo Rodríguez de las manos de Doña Beatriz de Rodríguez pasó a la dirección de los maestros privados don Guillermo Aderson, Guillermo Matute, Albina Gómez, Pacifico Paredes y el padre José Carmelo Matute Moreno. Todos ellos influyeron en la personalidad de Don Arturo Rodríguez, quien perteneció a la generación palúdica y llagosa que afecto, traumáticamente, al pueblo de Ortiz. Una generación que fue inmortalizada por el escritor Miguel Otero Silva en su novela Casa Muertas. Don Arturo Rodríguez nos recuerda que cuando era niño se colocaba en las barandas de la Casa Atravesada, para contar los muertos de la peste. Desde allí veía pasar a tempranas horas de la mañana a los difuntos, envueltos en chinchorros o traslados en la Urna de la Caridad, un ataúd negro, fabricado para uso público del Concejo Municipal que prestaba sus servicios gratuitamente a las desamparadas víctimas del paludismo, la hematuria, el vomito negro y últimamente a los de la peste española. Uno tras otro iban desfilando hacia el cementerio hasta casi tarde de la noche. Don Arturo señala que no solamente la peste causó estragos en el pueblo orticeño sino que se expandió por casi toda Venezuela. Pero, aquí, en el pueblo de Ortiz fue más terrible porque encontró el terreno abonado: un pueblo palúdico, con hambre, y en el último estado de desidia como estaba en esa época.

Don Arturo Rodríguez Rodríguez fue periodista, poeta y funcionario público. Ejerció varios cargos burocráticos. Entre ellos, Jefe del Estacionamiento Ganadero de Ortiz, adscrito a la dirección del entonces Ministerio de Agricultura y Cría. Prefecto del municipio Ortiz, entre los años 1945-1948; y, varias veces, miembro de la Junta Comunal, vicepresidente de la misma y empleado de rentas municipales. Fue fundador del partido Acción Democrática local y luego del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), en la tercera división de AD.

Un septiembre de 1932 apareció en Ortiz, un curioso periódico manuscrito que se llamó El Pampero[6]. Eran aún días de la dictadura de Juan Vicente Gómez y el pueblo de Ortiz vivía los últimos coletazos de la “fiebre española”, una de las epidemias que remató a muerte, junto con el paludismo, esta población llanera. El Pampero fue un vocero ocasional de intereses generales, escrito en letras de molde en pluma fuente. Había salido a la luz pública para reivindicar el progreso y los anhelos de superación de un pueblo sumergido en el atraso y la miseria. Al frente de este órgano informativo estaban los jóvenes Arturo Rodríguez Rodríguez, como director-administrador y Luís Acosta Rodríguez, como su redactor. Debió ser una tarea titánica y elogiosa de estos muchachos inquietos y emprendedores. Hacer un periódico manuscrito no era cualquier cosa para el contexto histórico en que nos ubicamos.

Para el momento en que salió El Pampero, la capital del Guárico estaba establecida en el pueblo de Ortiz. Era la tercera vez que por razones políticas un gobernante había escogido como sede de gobierno a esta localidad. La primera vez fue el general Joaquín Crespo Torres, quien la trasladó por razones estratégicas militares; la segunda vez lo hizo la Asamblea Legislativa de 1877[7] y esta última por el general Juan Alberto Ramírez, que aún por razones no estudiadas, dícese que por un disgusto con los estudiantes calaboceños, mudó casi todo el gobierno regional hacia Ortiz [8].

El general Juan Alberto Ramírez le había confesado a Nicanor, a Arturo y a Luís Acosta Rodríguez sus intensiones de mudar la capital de Calabozo a Ortiz. Esto generó un cierto movimiento de opinión solapado en otras localidades guariqueñas, que se disputaban la capitalidad regional. Por su puesto, el pueblo de Ortiz no se quedaba atrás. Muchas veladas y agasajos ofrecieron varias familias orticeñas al presidente del estado a fines de promover la capitalidad de Ortiz.

El general Juan Alberto Ramírez, hombre de confianza del régimen gomecista[9], tiene una gran significación en la historia contemporánea del estado Guárico, quien no sólo le tocó trasladar la capital de dicho estado desde Ortiz hasta San Juan de los Morros en 1934. Durante su gestión de gobierno, se percibe una tímida transformación en el paisaje urbano de Ortiz. Se inicia una campaña de saneamiento ambiental y limpieza de escombros de las viejas casas muertas, derrumbadas. Se arboriza la avenida Bolívar, entre otros espacios públicos. El diario El Universal de Caracas reportaba el incipiente esfuerzo que hacían sus pobladores y el gobierno para revivir la localidad de la ignominia. “El mejoramiento de los jardines y parques de la Plaza Bolívar – señala la nota periodística-, construcción de un surtidor que abastece el agua para el riego de la plaza y para el servicio de gobierno y otra para el local del registro público, reconstrucción para otra casa para una oficina publica”.

Muchas veces el lápiz rojo del gobierno les impuso la censura a los incipientes periodistas de El Pampero. Una nota del Secretario de Gobierno, doctor José Tomás Sosa Altuna -cuenta Don Arturo Rodríguez-, exigía que antes de publicar el periódico teníamos que llevar los trabajos para ponerle el visto bueno. Eso era una censura de prensa. Eso ocurrió así, pues, yo recogía los trabajos que se iban a imprimir y los llevaba a la casa del señor Sosa, entonces lo dejaba allá hasta el otro día cuando lo iba buscar. Lo que no convenía lo tachaba. En eso, de una ida a la secretaría de gobierno del Guárico, me vio el General Ramírez que iba entrando:

-Hola. ¿Qué se le ofrece amigo? Nada general- respondió Don Arturo. Sólo vengo a traerle los trabajos del periódico al doctor Sosa, para que los vea, lo examine y lo que no convenga al gobierno que se publicará. Muy mal hecho, dijo el general Ramírez: Eso no, ustedes son amigos del gobierno y no tienen porque pasar esto.

En la segunda etapa de El Pampero -cuenta Arturo Rodríguez- que la dirección y la administración del periodiquito pasó a manos de Vicente Loreto y Francisco Arteaga, quien este último firmaba con el seudónimo “Pancho el Gatea”,[10]. También destaca Arturo que, en la primera etapa, salieron ocho o diez números y en la segunda se publicaron dos ediciones.

En 1935, el periódico La Puerta del Guárico anunciaba el establecimiento de don Arturo Rodríguez y su familia en San Juan de los Morros.[11] El redactor de la noticia no nos deja pistas, por lo menos en la nota periodística, sobre cuáles eran las razones de su permanencia en la capital del Guárico. En 1944, el pueblo de Ortiz mostraba signos de resurrección. Funcionaba aquí una misión técnica agropecuaria encargada del resurgimiento de la población, con lo cual el Ministerio de Agricultura y Cría accedería darle agua tratada a la población. “El abastecimiento de agua potable – escribía Don Guillermo Matute – es la tragedia máxima de este pobre pueblo...”. En ese año se casó Don Arturo Rodríguez con doña Josefina Trujillo Herrera (n.1921-1994), oriunda de San José de Tiznados y de ancestros de reconocida vida política, militar y académica de Ortiz y Villa de Cura. De este matrimonio nacen: Arturo (fallecido al nacer), Domingo Silo y los morochos Froilán y Aurys Beatriz Rodríguez Trujillo.

Don Arturo Rodríguez fue un promotor de actividades de culturales. No sólo con su hermano Nicanor Rodríguez y su primo Luís Acosta Rodríguez promovió la creación del Centro Cultural Pro-mejoramiento, que fue lugar de cita de grupos intelectuales, musicales y teatrales como el Retablo de Las Maravillas (conocido hoy como Danzas Venezuela), con la actuación de la famosa artista Yolanda Moreno, y que fundó el profesor Manuel Rodríguez Cárdenas[12]. En 1950 fue socio de la primera sala de cine que funcionó en el Ortiz. Esta sociedad la conformaba también el Padre Grau y Ernesto Rodríguez Medina, la cual se había establecido para adquirir un proyector de películas 16mm y una planta eléctrica.[13]

Don Arturo fue un hombre religioso. En su poesía se plasma esa personalidad en el catolicismo y la fe. Muchos de sus poemas guardan la influencia del poeta colombiano Héctor Guillermo Villalobos y por el gran bardo nicaragüense Rubén Darío, que le permitió dejar una interesante obra literaria que permanece hoy ignorada. Una vez me contó que la poesía había nacido con él a la edad de los 15 años. “No puedo decir que soy un poeta, pero he tratado que mis versos tengan sentido común”, me dijo.

Dejó una recopilación de poemas para un libro de poesía con el tentativo nombre de Chubasco. Estos materiales permanecen bajo la custodia de su hijo el doctor Froilán Rodríguez Trujillo. Algunos de ellos incluimos al final de este texto. Fue un gran lector y un amante del periodismo. Colaboró en la publicación Orientación, revista fundada por el padre Ricardo Pínter Revert el 18 de febrero de 1962, impresa en los talleres gráficos que funcionaron en la Casa Parroquial. Igualmente lo hizo en la revista multigrafiada Ortiz, también fundada por el párroco Pínter, en mayo de 1967. Como también escribió artículos y poemas para los periódicos multigrafiados El Estudiantil y Luz y Pensamiento, fundados por mi persona y el bachiller Orlando Cordero Castillo. El primero fundado en 1984 y el último el 17 de julio de 1985.

En los últimos años de su vida, Don Arturo Rodríguez vio crecer el desarrollo urbano de Ortiz. Sus calles y sus barrios. Eso le motivó una gran alegría y satisfacción por el crecimiento de sus lar narivo. Desde 5 de enero de 1990, la pequeña biblioteca comunal del Barrio La Romana lleva el epónimo de nuestro biografiado. En esa fecha, don Arturo Rodríguez pronunció estas breves palabras:

“ Doy un saludo de agradecimiento al Barrio La Romana. A este barrio donde pase yo largos años de mi vida, por eso reciban mi cordial saludo y un abrazo muy afectuoso. Al mismo tiempo quiero llamar a los jóvenes, de ambos sexos, los cuales sé que hay bastante en este barrio para que vengan a esta sala de lectura para que le den calor, para que le atiendan porque es preferible nutrir la mente con un buen libro que caer en los vicios funestos del alcoholismo y la droga”.

De este modo hemos querido honrar la memoria de Arturo Rodríguez como la del intelectual, ciudadano y hombre público. Porque, ante todo, fue un hombre sin tacha, cabal, bondadoso y sapiente Un modelo para nuestra juventud.



ANEXOS


(Elegía)
Ultimo vestigio de un pasado de esplendor del viejo Ortiz.
Para: Orientación

Más de cien años pesan sobre tu arqui
(tectura
de molduras doradas de exquisito esplen
(dor
que con manos benditas o con manos
(impuras
te brindó las caricias algún predicador

En la penumbra sobria de ésta Iglesia
(de pueblo
desfilaron dolientes los recuerdos re
(motos
de campanas que alegres repicaban al
(vuelo
de campanas que a muerte doblegaban
(quejumbrosos
De aquel Ortiz de entonces tu fuiste
(fiel testigo
y tal vez cual ninguno te tocó des-
(cifrar
la prédica elegante del padre Franchis
(quini
y del padre Tineda su verbo irregular
Hoy cuando Ortiz renace de su propia
(tragedia
y deja atrás un siglo de ficticio esplen
(dor
caístes cual coloso sobre la misma
(tierra
como Cristo el Mesías, como Judas el (traidor.

Ortiz, 20 de Agosto de 1.965. Por Orticeño Católico.



AÑO NUEVO
A mí apreciado y distinguido amigo Don Vinicio Jaén Landa

Renacen en nosotros frustradas esperanzas
tan humanas en los seres, que esperan sin rencor
que brille un nuevo día sobre un mar de bonanzas
para todo el que sueñe con un mundo mejor

Como todo el augurio de las primeras horas
pasa y se desvanece como cruel espejismo
Sigue tenaz el tiempo; se hace la espera
bajo el pálido ambiente de un hondo pesimismo

Sólo aquellos que viven arrastrando penas
sin que brille una estrella, en su lúgubre noche
ahogan en sollozos el año que se aleja
recibiendo el que viene con mudo reproche

Ortiz, 27 de febrero de 1995

Arturo Rodríguez


Lagrimas de Niño

(Estampas Navideñas
Para: “Orientación

(1)

Fue dolor, decepción inocente
Que le hicieron brotar de sus ojos
Por negarle mezquino, indolente
Un juguete que calme su antojo
(
Contemplé la criatura en su roç
se marcaba una pena, tal vez la primera.
Que ;e plasmó en su sueños ignotos
Cual soplo de brisa en la noche serena.

(1 1 1)

Reteniendo en sus ojos divnos
El infante prilijo en ernuras
Transform6 las lágrimas del niño
En cántico de amor en las alturas.
Ortiz: 20 de Diciembre de 1.962
POR: Orticeño Católico



El pecador

(Para Orientación)
Dedicado a los jóvenes cursillistas: Pérez, Seijas, Baloa, Ramos y Rojas.

(I)

El pecador entró con su paso, tardío
Con sus ojos sin brillo, su fe derrumbada
A una Ig1esi de pueblo como el mío
Donde un buen Sacerdote una Misa oficiaba.

(II)

El Pecador salió con brillo en la mirada
Con el paso ligero y su fe restaurada
De esta Iglesia de pueblo que fue el ara
Que redimió sus culpas y confortó su alma.

Ortiz, 10 de Abril de 1962
Por “Orticeño Católico”


MADRE
Dedicado en su día

(1)
Madre es nombre sacrosanto
Que inspira fervoroso gran cariño
Lo pronuncia llorando todo niño
Con la inocencia de su tierno llanto

(II)

Madre dice en su cruel quebranto
El moribundo infeliz en su agonía
Madre, madre te evoco con mi llanto
Cuando te nombro muerta Madre mía

(III)

Cuando contemplo con pesar profundo
Del claro día muriéndose la luz
Madre, madre pronuncio en la cruz
El infinito Redentor del Mundo.

Por: Orticeño Católico
Ortiz, 15 de Mayo de 1962


NOTAS



[1] Hijo de Doña Evarista Moreno Vilera y Don Fernando Rodríguez Moreno. Había sido comerciante, político y distinguido personaje de la aristocracia burocrática de Ortiz. Llegó a ser concejal y presidente del Concejo Municipal, en el año uno. Asimismo, participó en diversas funciones y actividades públicas. Fue Jefe Civil de San Juan de los Morros (en aquel tiempo perteneciente a la Jurisdicción de Aragua) y luego del pueblo del Señor San José de Tiznados, donde falleció a causa de una fiebre palúdica.
[2] BOTELLO, OLDMAN (1995): Apuntes para la historia de Ortiz. Ortiz: publicaciones de la Alcaldía de Ortiz, p. 68. Según Fernando Rodríguez Mirabal señala que, quienes por ser nativos de Cagua, en el pueblo de Ortiz se dieron a conocer como los hermanos Rodríguez Cagua. Ver RODRIGUEZ MIRABAL, FERNANDO (2006).”Los Rodríguez Moreno de Ortiz”. Valle de la Pascua: X Encuentro de Cronista e Historiadores del Estado Guárico. 29, 30 y 31 de marzo.
[3] Doña Evarista Moreno Vilera ejerció una gran influencia matriacal en los hermanos Nicanor y Arturo Rodríguez. Fue hija de Antonio Moreno Sierra y Rita Vilera Moreno. Nieta del famoso militar Roso Vilera, joven orticeño, quien se alistó en el ejército del general José Antonio Páez, en el Apure de 1818, y que continuó en campaña hasta el año 21, cuando llegó a Carabobo.
[4] Doña Beatriz Rodríguez Sierra fue hija del general Pedro Pablo Rodríguez y Doña María Dolores Sierra García. A la edad de 28 años contrae nupcias con Don Nicanor Arturo Rodríguez Moreno. Del matrimonio nacieron cuatro hijos. Una niña que falleció a nacer; Fernando Antonio, que murió a los pocos días con gripe. Nicanor y Arturo Rodríguez, quienes lograron sobrevivir de las enfermedades palúdicas.
[5] Político, comerciante y concejal pro gomecista.
[6] PEREZ A, JOSE OBSWALDO (1990, 03 Agosto). El Pampero: Un periódico manuscrito. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, p. 18
[7] PEREZ A, JOSE OBSWALDO (2004, 15 Octubre): Ortiz: Dos veces capital de Guárico. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, p.5
[8] CORDERO VELASQUEZ, LUIS (1991, Marzo).”Cambio de ciudades y capitales. Gómez determinó la capital de Guárico”. Caracas: Revista Elite, pp, 40-42. Ver también ADOLFO RODRIGUEZ (1989, 01 septiembre). “Don Nicanor Rodríguez: oráculo de la resurrección de Ortiz”. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, pp. 12-13
[9] El general Juan Alberto Ramírez fue músico, compañero de serenatas y farras del general Juan Vicente Gómez, considerado su medio hermano o criado de Don Pedro Cornelio Gómez.
[10] PEREZ A, JOSE OBSWALDO (2004, 15 Septiembre): “ El Periodismo en Ortiz” San Juan de los Morros: El Diario El Nacionalista, p. 21
[11] La Puerta del Guárico, 15 de septiembre de 1935
[12] PEREZ A, JOSÉ OBSWALDO (2000): Orígenes Históricos del pueblo de Ortiz. Ortiz: Ediciones de la Cámara de Comercio de Ortiz, p.15
[13] RODRIGUEZ, FERNANDO (2006,10 Marzo).”El cine en Ortiz”. San Juan de los Morros: El Diario El Nacionalista, p,A-8

EL ARREBATÓN

Eduardo López Sandoval eduardolopezsandoval@yahoo.es ES ÉSTA LA HISTORIA del primer arrebatón realizado en Guardatinajas. Guardatinajas es un pequeño pueblo del Guárico donde todos se conocen. Todo guardatinajeño da la misma dirección: “Al llegar, pregúntale al primero que veas por fulanito”. Nunca falta una inmediata respuesta: “Cruce en la segunda cuadra a la derecha, la tercera casa”. Guardatinajas está muy alejado de los centros de poder, más por el abandono que por la distancia. No hay agua, la escuela no tiene comedor, la carretera casi nunca sirve… mas no hay balandros. Sí, increíblemente esta es una especie exótica. En la producción de delincuentes sólo se limita a ladrones de gallina, politiqueros, ladrones de ganado y sindicaleros. Por lo general es un poblado tranquilo. Sin embargo, un mal día, dos adolescentes incursionaron en el desconocido rubro de los arrebatotes. Todo comenzó por un acto político en la capital del Estado con motivo de la aprobación de la Memoria y Cuenta del Gobernador de turno. Les entregaron una pancarta, se aprendieron una consigna y les pagaron con ron y con dinero sustraído fraudulentamente de la Cuenta que ese día se aprobó. Terminado el acto, los choros nuevos se dirigieron a la licorería más cercana; un choro viejo, de los más curtidos, contaba desprevenidamente a un pequeño auditorio las artes del arrebatón en moto. Nuestros amigos oyeron, entendieron y se vieron a los ojos, y con un cruce de miradas sellaron el compromiso de ser precursores del arrebatón en Guardatinajas. Ya en el autobús de regreso… -Y cómo hacemos sin moto?, preguntó uno. - ¡Que moto na! ¡En la bicicleta! Nuestros aprendices de cacos sólo tenían en sus curricula la ejecución de un robo de hallacas en la casa de Parrita. Todo les salio perfecto, solamente que con el nerviosismo metieron en el saco bollos en vez de hallacas y que uno de ellos perdió una alpargata. En esta ocasión todo estaría planificado. La víctima el boticario del pueblo. Era conocido que diariamente después de cerrar la botica, a la misma hora, con una bolsa en la mano, el boticario se dirigía a su casa en las afueras del pueblo. (Los malandrines suponían que en la bolsa llevaba el producto de la venta del día. No sabía que el dinero lo llevaba en el bolsillo derecho del pantalón, tampoco sabían que en la botica no había baño). Pues, sí, en esta bolsa llevaba el boticario, muy higiénicamente, sus deposiciones diarias. El arrebatón fue perfecto, lo realizaron en la oscurana de la escuela, después del policía acostao. Corrieron, corrieron y corrieron. El autor de estas líneas, que en ese momento pasaba casualmente por el lugar, observó en la cara del boticario, en pocos segundos, disímiles matices; primero asombro, luego susto, y por último una sonrisa se impuso en su boca. Más adelante, en la vía que va hacia Monteoscuro, el pichón de azote que pedaleaba ya no podía y se paro en la pata de un guasito. El otro que iba en la caja de la bicicleta de reparto, iba abriendo la bolsa… -¡Pija, primo, me llené! Se oyó la exclamación en el llano. El otro, que pensó que el pana lo quería bajar de la mula, olvidó el cansancio y se le abalanzó. -¡¿Cómo que te llenastes?! ¡Esta vaina es pa` los dos! Y le arrebató la bolsa. Y también se llenó. (Publicado en El Nacional el lunes 23 de enero de 1995)

EL ATENEO DE CALABOZO CONVOCA A LAS LETRAS

En el marco de la celebración de sus 25 años de existencia el Ateneo de Calabozo declara abierta desde la presente fecha su XII Bienal Literaria con sus dos menciones, poesía Francisco Lazo Martí y cuento Daniel Mendoza, según lo informó el presidente del Ateneo de Calabozo, Rubén Páez.

Dijo Páez que esta bienal se realiza con los auspicios del Instituto de las Artes Escénicas y Musicales IAEM y la Fundación para el Fomento de la Cultura del estado Guárico FUNDACULGUA y en ella podrán participar todos los escritores venezolanos, cualquiera sea u domicilio, y los extranjeros residenciados en el país.

Los aspirantes deberán remitir los originales con tres copias de sus respectivos trabajos, los cuales no deberán tener una longitud mayor de 15 cuartillas tamaño oficio a doble espacio en la mención cuento y un libro en la mención poesía, en ambos casos los trabajos deben ser inéditos. El plazo de admisión de los trabajos concursantes expira el 15 de septiembre y los premios, que consisten en la cantidad de dos millones de bolívares (Bs. 2.000.000,oo) para cada mención, serán entregados en el mes de octubre en acto especial que se realizará en los salones del Ateneo en fecha que oportunamente se anunciará.

Los trabajos deberán ser enviados en sobres cerrados y firmados con seudónimos o lemas, cuya identidad con dirección y teléfono constará en sobre aparte que se incluirá en el mismo envío, a la siguiente dirección: Ateneo de Calabozo, calle 5 N° 9-85 Calabozo estado Guárico. No se devolverán trabajos enviados a concurso.

Los jurados para la calificación y concesión de los premios están integrados así: Mención poesía Francisco Lazo Martí, los poetas Armando Rojas Guardia, Igor Barreto y Jorge Gustavo Portella y en Mención cuento Daniel Mendoza, los escritores Ana Teresa Torres, Víctor Bravo y Krina Ber.

Los organizadores aspiran tener una gran participación en ambas menciones, de todo el país y del extranjero, como ha sucedido en bienales anteriores, máxime cuando se trata de una actividad que nace con el Ateneo hace 25 años.
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Una insinuación de recato

ESA NOCHE, bajo una luna de cazar venados, la piel de Filomena Bucal de Ducler se había enrojecida, cuando se mecía en el sillón de tablita. Estaba casi muda, en un silencio sepulcral transportado de vergüenza. Era una mujer blanca. Siempre tenía las manos frías como la misma noche. Su casa, ubicada en una esquina de la calle El Cuartel, se le tenía como fama de aposento de citas, memoria de paredes de tierra guardando escondidos secretos placeres y amores ocultos.

Filomena Bucal había sido la esposa del culto comerciante y general Luis María Ducler. Caballero que había llegado de Cumaná a Villa de Cura fundando La Perla, una de las mejores sastrerías que existía en esa localidad en 1897. Luego pasó a Ortiz, donde murió el 24 de octubre de 1910. Allí, Ducler se desempeñó en el cargo de Juez de Distrito y fue, además, secretario del Concejo Municipal; un gran orador y miembro de la Logia Sol de Los Llanos. Tenía a penas cinco meses de haber sido nombrado Mayordomo de Fabrica de Ortiz, cuando la muerte lo sorprendió y su noticia fue publicado en el diario El Universal, el 13 de junio 1910.

“Era una mujer de alta categoría, muy entrada en años, pero aún muy buena moza”, contaba Nicanor en esa noche cuando el cortejo de damitas llevaba a las nupcias a una hija del general Julián Correa. Esa misma noche, Ducler conoció a Filomena, una joven dama que había dejado sus zapatillas enterradas en medio del barrial del camino; a pesar de que, el general Correa había entablado la calle para que nadie se enlodara de fango, durante la marcha nupcial. Era agosto y agosto era sinónimo de lluvia y barrial en Ortiz

- Mañana le voy hacer una visita, señorita Bucal.

- Cuando lleve gusto, señor Ducler - había dicho aquella joven tímida al hombre afrancesado.

A poco tiempo Filomena y Ducler se casaron. Pero, fue corto su noviazgo, como sus días de maridaje. Su viudez la encontró sola y con tres hijas, tiernas y señoriales. Ducler había muerto.

Doña Filomena vivía en una vieja casona que todavía se le seguía insinuando como el burdel del pueblo, en medio de erróneas y situaciones pretéritas con la cual se originaban malos entendidos y confusas intenciones.

Esa noche de la insinuación, Filomena debió ponerse - bajo el manto del mosquitero- de un mal gusto con aquellas palabras que le lanzó un desconocido por la ventana; pensando - quizás en las mujeres de la vida- que, en un tiempo atrás, rindieron su culto a la carne y animaron a hombres y viajeros con sus oraciones de cuerpos desnudos, entre aquellas cuatro paredes donde se oteaba el silencio de las estrellas.

Juancho Rodríguez pasó esa noche con su atajo de ganado hacia La Romana, el joven pueblerino despreocupado - sin saber que la casa había sido comprada por los Ducler - llegó hasta aquel lugar mordiendo tentaciones y soñando con apetitos sexuales.

Tocó la puerta y nadie le respondió.

- ¿Quién es? - pregunto Filomena, minutos después.

- Yo amor querido, ábreme la puerta que vengo muerto de frío – dijo el joven.

Aquellas palabras de recato causaron estupor en los oídos de Filomena, luego que las escuchara perpleja en la soledad. Otra noche, el viejo Don Perfecto Diamón - amigos de los Ducler -, paso por la vieja casa de la Calle Cuartel, con un saco de verduras y recados de familia. Venía de la Sierra de Tiznados, con su único amigo un burro bisoño, al trote de un viaje largo.

Diamón tocó la puerta de la familia Ducler, y como era de esperarse Filomena y sus tres hijas se pusieron nerviosas, pensando en los vagabundos y aprovechadores de mujeres indefensas.

- ¿Quién es el que está tocando la puerta? – asistió Filomena.

- Yo, Perfecto Diamón – le respondieron, desde afuera.

- ¡¿Qué?! ¡Secreto de amor! – replicó Filomena, sobresaltada.

Inmediatamente, sin pensarlo dos veces, Filomena le respondió a su visitante: “ - Hazme el favor, sea quien sea, retírese de la puerta”.

Pero, seguidamente, una de sus hijas replicó:

- Nooo, mamá. No es Secreto de Amor, es don Perfecto Diamón; y parece que viene de la Sierra, porque nos trae un saco de verdura de casa de la tía Julia.

Esa noche, bajo una luna de cazar venados, Filomena Bucal se mecía en silencio. Había terminado siendo sorda, pero con el privilegio de conversar con los muertos. Siempre tenía las manos frías, faltas de calor; y su murmullo en su habitación se sentía como de otro mundo.