El Dios Insustancial del Hombre Sabio

En plena postmodernidad, ya uno se siente intelectualmente hastiado de abordar (ya sea para afirmar o negar) estos temas desde un punto de vista filosófico o científico. Eso cansa, no alimenta, nos tiene famélicos, no vigoriza al ser. ............................................................................................................................................... Por Daniel R Scott UNA LECTURA FALLIDA de un libro de Fernando Savater titulado "La Vida Eterna", un ensayo que pretende ser, según lo que se lee en la contraportada, una explicación lúcida y racional del "creer, en qué creemos o no creemos". Pero ya de entrada y sin preámbulos el autor se conceptúa como un "modesto ateo" que a la altura de la página 10 declara la inutilidad de Dios. El afamado autor del Best Sellers "Etica para Amador" (libro hermoso que me obsequió en el año 2001 mi sobrina Maria Eugenia, para ese entonces estudiante de Filosofía de la UCV) nos dice, entre sabio y sorprendido: "¿Cómo puede ser que alguien crea de veras en Dios, en el más allá, en todo el circo de lo sobrenatural? Me refiero naturalmente a personas inteligentes, sinceras, de cuya capacidad y coraje mental no tengo derecho a dudar". Y así continua por ese tenor, de un capítulo a otro. A Savater le sorprende de veras ese "respeto reverencial que continúa siendo la actitud mayoritaria de los incrédulos respecto a las creencias religiosas" y cita como ejemplo a un lider socialista que reconoció en un debate sobre el laicismo que "desdichadamente" él no tenía fe. Desde su plataforma de Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense, Savater no puede o no quiere entender que el incrédulo sea capas de vislumbrar y apreciar ese ingrediente que orienta y la da sentido al hombre que profesa una fe cualquiera. Dejé a Savater y abrí la Biblia (una traducción por "equivalencia dinámica" hecha en un castellano estándar) y leí el salmo 42: "Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a tí. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida". En plena postmodernidad, ya uno se siente intelectualmente hastiado de abordar (ya sea para afirmar o negar) estos temas desde un punto de vista filosófico o científico. Eso cansa, no alimenta, nos tiene famélicos, no vigoriza al ser. Ya en el pasado un Tomás de Aquino lo hizo con sus "Sumas Teológicas" que, según me dijo un ex seminarista amigo mío en una amena madrugada de tragos, eran como las actuales encíclicas papales. Se sabe que en ellas Tomás de Aquino emprendió la titánica y neurotizante hazaña de "cristianizar" a Aristóteles o, dicho de otro modo, poner el pensamiento Aristotélico al servicio de la fe. Un ejemplo de ello son las famosas "Cinco Vías" con las cuales pretendía probar la existencia de Dios: Aristóteles por donde se le pinché. Argumentos fútiles porque "a Dios hay que buscarlo en lo interior del hombre, no por los caminos exteriores que conducen a la materia cósmica y en ella terminan" (Ignacio Burk) Finalmente Tomás de Aquino lo entendió: Antes de morir tuvo una visión de la que nunca quiso hablar y dejó de filosofar. Le decía a la gente: "Cuanto he escrito no vale nada; en comparación con lo que he visto es paja seca al voleo". En lo personal yo no quiero racionalizar ni a la fe ni a la religión ni a Dios, no por temor de hallar tales cosas falsas, sino por considerarlo la peor de todas las tonterías que se puedan emprender en la vida. Quien lo hace que lo siga haciendo, pero yo ya no. En el pasado lo hice pero ya dejé de hacerlo. Creo que Dios es una incógnita que debe vivirse sin caer en la tentación de explicarla al mundo con las técnicas de lo racional. Vivencia inexplicable. Cosa que se vive mas no se explica. Una caricia de una Madre Teresa de Calcuta explica a Dios mejor que mil argumentos de la Ciencia y la Filosofía porque, a semejanza de Dios, una caricia llega al corazón. En tal sentido prefiero a un Blaise Pascal cuando dijo, místicamente iluminado: "Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no el Dios de los filósofos y sabios". Martín Buber, en su obra "El eclipse de Dios" comenta la frase de Pascal en estos términos: "Subyugado por la fe, ya no sabe qué hacer con el Dios de los filósofos, es decir, con un Dios que ocupa un lugar definido en un sistema de pensamiento, puesto que lo trasciende precisamente porque es Dios". Por eso, con la simplicidad de un niño de pecho, prefiero estar al lado de Dios viendo como engendra al Cosmos a través de cada acto creativo-evolutivo, o salir con Abraham de Ur de Caldea rumbo a lo desconocido, o mirar como la zarza arde sin consumirse, o escuchar los sermones de Jesús, o leer esas cartas de Pablo como recién salidas de la pluma y el tintero. Ir más allá de eso nos impide disfrutar la cosa.
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