Ese policía de Ortiz….
Como primera autoridad del pueblo, llegó muy temprano una mañana a su despacho en la prefectura local; colocó su revolver sobre la mesa y llamó a su policía de turno, el gerdamen Raimundo, un guardia analfabeto; pero, muy diligente, jocoso y dicharachero
José Obswaldo Pérez
A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX, el general Luis Benito Crespo Torres, hermano del General Joaquín Crespo —caudillo llanero quien fue dos veces presidente de Venezuela—, fue jefe civil de Ortiz. Como primera autoridad del pueblo, llegó muy temprano una mañana a su despacho en la prefectura local; colocó su revolver sobre la mesa y llamó a su policía de turno, el gerdamen Raimundo, un guardia analfabeto; pero, muy diligente, jocoso y dicharachero:
— Es orden de Calabozo — le dijo el general Luis Crespo Torres, cumpliendo así las instrucciones superiores emanadas del gobierno del Benemérito y del presidente del Estado Guárico.
Crespo Torres —como lo llamaban, con su segundo apellido— fue General de Brigada de los Ejércitos de Venezuela, ascendido a esa jerarquía en mayo de 1885; participó en numerosas jornadas de guerra y con importante actuación, especialmente en la Revolución Legalista que acaudilló su hermano Joaquín en 1892 y en la Revolución llamada Libertadora, entre 1901 y 1903, siendo comandante del 9° Cuerpo del Ejército Revolucionario contra el gobierno del Gral. Cipriano Castro. Nació en Parapara en 1857 y murió en Caracas en 1933. Casó en primeras nupcias por la Iglesia, en Parapara, con María Andrea (o María del Carmen) Belisario, nacida el 23 de febrero de 1859, hija de Vicente Belisario y Victoria Ramírez, en agosto de 1871. Fueron padrinos de la boda Camilo Torres y Concepción Freitas (AP. Parapara. Mat. 1881;p. 57). Mientras, en segundas nupcias, el general Crespo Torres, en acto cumplido en Calabozo el 11 de noviembre de 1887, desposó a la distinguida señorita Carlota Mier y Terán Romero, hija de don Francisco Mier y Terán Matos y doña Emperatriz Romero (AAC. Parr. Las Mercedes. Mat. 1887: 29v). Físicamente, el general era renco de una pierna; se la había malograda con una herida de bala en una de esas batallas por la defensa de la legalidad institucional. Sin embargo, el hombre mantenía su fama de persona recia y arrojada.
— Si, señol enseguida mesmo cumplo sus oldenez, mi generar—respondió avivadamente Raimundo.
—Ved, toma nota de todos los carros que pasen por aquí— dijo Crespo Torres, la máxima autoridad local y le entregó un lápiz y un papel de línea casi amarillento.
Raimundo salió a la antigua calle Comercio, la principal avenida de transito de Ortiz, hoy convertida en avenida Bolívar. Allí se plantó, en la espera de algún vehículo de motor.
Al poco rato apareció un automóvil en la calle principal y Raimundo, como buen servidor público, detuvo el auto. El viejo policía se acercó a los viajantes y educadamente comenzó a hacerles preguntas tales como su jefe la había encomendado. Sacó el lápiz, un viejo papel amarillento y le dijo al conductor:
—Escríbame aquí mesmo, su nombre y pa’ oden van.
El conductor tomó el lápiz y el papel y luego escribió este verso: “Ese policía de Ortiz, / merece que le tire un peo/ en la punta de la nariz”,
El policía inocente de la burla llevó el papel al general Crespo, el cual leyó y luego miró a Raimundo de reojo, echándose una carcajada.
Con el tiempo, un periodista larense quien se desempeñaba en el MSAS en Caracas, me confesó, hacia la década de los 80 del siglo XX, sobre el autor del aquel versito, el cual se hizo popular en casi toda Venezuela.
—Fue Concepción Concho Carrasco- me dijo el versado hablistán-, quien fue tesorero de la gobernación de Apure — durante el mandato del General José “Pepe” Domínguez, en la década de los años 30—, el autor de aquel versito insidioso que, aún, algunos lugareños recuerdan.
José Obswaldo Pérez es periodista e historiador. Actualmente editor de la Revista Electrónica Fuego Cotidiano