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Afrodescendientes en los llanos: la historia que el relato oficial margino

Portada del libro

En los llanos, los afrodescendientes eran mucho más que mano de obra. Fueron constructores de paisaje, cultura y economía. Sin embargo, la historiografía tradicional los ha reducido a figuras subordinadas o folclóricas desconociendo su aporte al mestizaje nacional como base fundamental en la construcción y configuración de nuestro país.


Por José Obswaldo Pérez

En Venezuela, la historia oficial ha sido contada desde los balcones del poder. Caudillos, batallas y pactos republicanos han ocupado el centro del relato, mientras las voces de los pueblos llaneros, afrodescendientes e indígenas han sido relegadas al margen (aunque formen parte de contexto nacional) sin considerar las apreciaciones particulares de cada región.

En este aspecto, la obra de los autores, Armando González Segovia y Rosa Mujica Verasmendi, representa una ruptura necesaria. Su ensayo sobre Afrodescendientes en los llanos de Venezuela (Presencia, desagravio y reparaciones), con prólogo del doctor José Marcial Ramos Guedez y publicado recientemente por la editorial estatal El Perro y la Rana, no sólo recupera una memoria silenciada, sino que cuestiona los cimientos mismos de la narrativa nacional. Es el primer libro que aborda globalmente el tema sobre la afrollaneridad como un intento de “reparación epistémica”, como indican los autores.

González Segovia y Mújica Verasmendi parten de tres premisas fundamentales: 1) con la llegada de los colonizadores europeos, ya se registraba la presencia de africanos esclavizados desde el siglo XVI, especialmente mineros. Esto desmonta la idea de un poblamiento tardío y confirma que las africanías estuvieron presentes desde los inicios del proceso colonizador en los llanos; 2) Que aunque los índices de esclavitud oscilan entre 5 y 10 %, al incluir zambos, mulatos y pardos, se estima que más del 50 % de la población tenía raíces africanas. Esta cifra desmiente la creencia de que dichas culturas tuvieron poca incidencia en la región, y 3) que las comunidades afro-llaneras han sido históricamente invisibilizadas, desconociéndose que sus huellas están en la música, la religiosidad, la oralidad y las prácticas comunitarias. Reconocerlas es un acto de justicia y memoria.

De tal modo, en los llanos, los afrodescendientes eran mucho más que mano de obra. Fueron constructores de paisaje, cultura y economía. Sin embargo, la historiografía tradicional los ha reducido a figuras subordinadas o folclóricas desconociendo su aporte al mestizaje nacional como base fundamental en la construcción y configuración de nuestro país. González Segovia y Mújica Verasmendi desmonta esa visión y los coloca en el centro del proceso histórico, con una metodología que combina archivos locales, memoria oral y análisis crítico del discurso. Su enfoque se inscribe en el pensamiento decolonial y en una historiografía comprometida con la verdad histórica.

Pero su exhaustiva propuesta va más allá de la academia. Tiene implicaciones directas para la educación, la ciudadanía y la reconstrucción del tejido social. En tiempos de polarización y crisis de sentido, recuperar las historias de quienes han sido sistemáticamente excluidos es también una forma de sanar colectivamente. La historia no debe ser un museo de estatuas, sino un espacio vivo de reflexión y transformación.

Hoy, cuando el país busca nuevas formas de entenderse y narrarse, obras como la de González Segovia y su esposa nos recuerdan que no hay futuro sin memoria histórica. Y que esa memoria debe incluir, con dignidad y claridad, a quienes han sido históricamente invisibilizados.


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