El inesperado Adiós de Felipe Hernández

El historiador y profesor universitario, José Manuel Aquino, recuerda la trayectoria vida del doctor Felipe Hernández González, Cronista Municipal de la Ciudad de Valle de la Pascua, recientemente fallecido en aquella localidad. En este artículo, Aquino repasa las dimensiones de este gran hombre de la cultura guariqueña desde su actuación como gremialista, docente e historiador reconocido.

In memoriam

Por José Manuel Aquino H.

El día sábado 3 de octubre de 2.020, en horas de la noche, las redes sociales estuvieron activas en el ambiente académico por la región llanera, con la noticia del deceso del insigne profesor universitario e historiador Doctor Felipe Hernández. La nota luctuosa fue difundida por el cronista de Ortiz, profesor Fernando Rodríguez Mirabal. A Felipe lo conocía desde su estancia en la ciudad de Valencia, cuando él cursaba estudios en la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo, a mediados del año 1.977, cuando quien escribe entró a cursar el tercer semestre en la especialidad de Ciencias Sociales en dicha institución. A partir de ese tiempo, comenzó un inquebrantable aprecio. Desde esa época se destacó por su alto grado de solidaridad con sus compañeros de curso y, especialmente, por el equipo de estudio integrado por Gloria Salinas, José la Gruta, Raúl Ruiz, Arturo Franceschi y Coromoto Domínguez. Demostrando no solamente su camaradería sino también el interés por la formación intelectual del colectivo. En los lugares de esparcimiento y en la biblioteca aportaba no solo sus conocimientos a cualquier otro estudiante que le solicitara su asesoría; también, de manera, desinteresada prestaba sus libros para cualquiera que los necesitase.

Por otra parte, debemos destacar la más firme disposición por obtener una buena formación; por eso, constantemente, lo encontrábamos participando en talleres y foros que el Departamento de Ciencias Sociales programaba, con el fin de despertar el interés del estudiantado en el mejor desarrollo de su consecución académica y es, precisamente, en esos encuentros en que Felipe asistía regularmente conjuntamente con su equipo de estudio y ocupaban los primeros puestos de los eventos cuando floreció la amistad; de ahí radica su éxito como buen estudiante, porque ese intercambio de ideas le permitía no solo orientarse sino también averiguar más de los temas tratados. Así que al concluir su período académico acumuló excelentes calificaciones y una preparación tanto académica como intelectual que le generaría posteriormente ser un eficiente catedrático y un destacado investigador en la rama de las Ciencias Sociales.

Una vez obtenido el título de Licenciado en Educación, Especialista en Ciencias Sociales, con un excelente promedio que le garantizó estar ubicado en el primer tercio de su promoción de 1.981, con la opción de quedarse laborando en la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo, decide volver a su terruño, porque siempre consideraba que en la entidad guariqueña había oportunidades para laborar en Educación Superior en algún momento; porque la economía estaba en expansión debido al aumento de la actividad agropecuaria, en esa parte de la región llanera a través de la siembra de maíz y sorgo y esta demandaba todo tipo de servicios y especialmente el educativo, necesario para impulsar el bienestar de los pobladores. Su primera experiencia docente la tuvo en la Escuela Granja de San José de Tiznados, para luego laborar en la instituciones de Educación Media, Diversificada y Profesional de su ciudad natal, Valle de la Pascua, donde demostró su alta capacidad en el desempeño de su actividad docente en esa modalidad educativa, que le permitió por su currículo ganar un concurso para trabajar a nivel universitario.

Es necesario señalar que en ese lapso de tiempo, mientras Felipe Hernández, trabajó en Educación Media, incursionó en la actividad gremial como miembro activo de la directiva del Colegio de Licenciados en Educación en el Estado Guárico, acompañando a la Licenciada Azucena López de Álvarez en la conducción de dicha organización a mediado de los años 80, destacando logros importantes en el mejoramiento de las condiciones laborales de sus colegas. En su gestión, también, se consiguió aumentar considerablemente el número de agremiados a dicha corporación en Valle de la Pascua e incorporarlos al seguro corporativo de asistencia médica que promocionaba dicha agrupación, demostrando de esta manera la alta capacidad de liderazgo y de convocatoria para el logro de los beneficios sociales de sus colegas de Educación Media.

Un nuevo reto para este destacado paladín de la educación guariqueña, a finales de la década de los años ochenta del pasado siglo, forma parte del cuerpo profesoral del Núcleo de la Universidad Simón Rodríguez. En esa institución de Educación Universitaria desarrolla toda su capacidad tanto intelectual como gerencial al servicio de la comunidad vallepascuense, destacándose por su alto nivel de eficiencia y eficacia en el aula, al igual que en la realización de cursos de extensión universitaria, lo que le permitió recorrer la región actualizando los conocimientos a los miembros del magisterio regional y al mismo tiempo realizó una amplia actividad investigativa, específicamente en la reconstrucción histórica regional y local, ascendiendo al escalafón de Profesor Titular, cumpliendo así con los estándares de un excelente profesor universitario a nivel de pregrado y postgrado mediante el cumplimiento de las actividades de docencia, extensión e investigación universitarias, su éxito de gestión radicó en su permanente interés por perfeccionar el conocimiento. Realiza estudios de maestría y doctorado con gran esfuerzo, al tener que trasladarse desde su localidad, a la capital de la República para cursar y obtener el grado académico de Magister y luego el de Doctor en Historia en la Universidad Santa María.

Es necesario señalar asimismo que este docente también sobresalió en el campo de la gerencia universitaria al desempeñar con acierto la Dirección del núcleo en la institución mencionada durante el lapso establecido, cuando pudo demostrar su capacidad administrativa al valorar principalmente al personal del centro educativo, dando óptimos resultados de su gestión, a través de su marcado liderazgo que permitió llevar a feliz término una excelente planificación, organización, control y dirección de las actividades académicas.

Es importante hacer referencia de manera precisa y explícita de su gran labor investigativa en la reconstrucción de los procesos históricos, desde la matria o patria chica parafraseando al historiador mexicano Luis González. Es la microhistoria de su localidad el interés de este historiador, en indagar la relación temporoespacial mediante su excelente manejo de categorías para presentar los hechos desde una visión de totalidad, al estudiar los momentos del acontecer regional, local y parroquial. En sus escritos está reflejado su estilo de concebir la memoria colectiva de los pueblos, justificando debidamente la importancia del tema a tratar, acompañado siempre de un tratamiento en el buen uso de los tipos de fuentes, en cada una de las particularidades de estudio con el fin de analizar o rehacer el hecho dentro de un contexto espacial. Todas estas consideraciones antes señaladas fueron tomadas en cuenta a la hora de la designar cronista de la ciudad, por parte de la Cámara Municipal del municipio Leonardo Infante, por muerte del doctor Luis Fernando Melo, que antes había relevado al presbítero Rafael Ángel Chacín Soto.

Ante esta designación, como buen llanero de tener la responsabilidad al asumir todos los compromisos que se le presenten, se dedica a cumplir sus funciones como cronista de la entidad municipal, tal como lo estipula la Ordenanza Municipal y los estatutos que rigen la Asociación de Cronistas de Venezuela del cual era miembro activo. Le imprime su estilo personal al cumplir sus funciones inherentes a tal designación, que consiste no solamente en investigar, sino también en recabar, registrar y publicar los hechos y procesos de ese espacio, al igual que ser un celoso guardián en la preservación de la memoria colectiva y del patrimonio cultural de la localidad.

Todas estas disposiciones las cumplió a cabalidad, dejando honda huella en el acontecer historiográfico de las parroquias, la localidad y la región. Su libro Valle de la Pascua, en los llanos del Guárico (1725-2000), es una lectura obligada para conocer la historia de la ciudad llamada por los poetas la princesa del llano. Del mismo modo, la obra titulada Espino y Parmana (Crónicas y Apostillas).También debemos destacar las innumerables trabajos de investigación presentados en los diferentes encuentros de Historia Regional y Local en la Entidad guariqueña y en otros estados del país, en representación del Municipio Leonardo Infante.

De igual manera, gran cantidad de sus trabajos se encuentran insertos en los distintos portales de internet especializados en temas históricos, en el estado Guárico, entre los que se destaca el de Historiografías y Fuego Cotidiano y también aparecen en el diario digital Notipascua, sin dejar de mencionar que en su red social facebook se podrá comprobar la calidad de sus investigaciones con lenguaje sencillo los hechos históricos, aportando de esta manera con su conocimiento e integridad en el ejercicio de la escritura, calificativos expresados por el cronista, Alberto Pérez Larrarte en un encuentro de Historiadores en la ciudad de Barinas, en diciembre de 2.008 titulada: Ponencia para un libro de Felipe Hernández.

Es un serio revés para el haber historiográfico venezolano y la cultura guariqueña este inesperado adiós de Felipe Hernández, tal como lo expresara el Doctor Adolfo Rodríguez al conocer la noticia, pero su obra estará para ser estudiada y difundida a profundidad, tanto en su labor como docente como también en la de sus investigaciones históricas. Por tanto, es un paradigma a seguir para las nuevas generaciones por su entrega, sencillez y vocación de servicio para la cultura guariqueña. Por tal motivo, los próximos encuentros de Historia Regional de Historia deben ser propicios para estudiar su legado y trascendencia para la actividad académica a nivel regional y nacional.

Adelfo Morillo escribe en una de las páginas de la bitacora Calabozo tierra de dios Platón en el Diálogo Simposion, El Banquete, hace hablar a Sócrates, su maestro y a Alcibíades también discípulo de Sócrates, y sendos discursos expresan el invalorable tesoro de la amistad, vaya esta memoria de tiempos griegos, para enaltecer al amigo que se ha ido…

Roso Vilera, una lanza en Carabobo

Uno de los próceres de la Independencia de Venezuela, natural de Ortiz, fue el Comandante Roso Vilera. Peleó en el ejército de José Antonio Páez, en Carabobo; y casó con la nieta de una prima del escritor costumbrista venezolano Daniel Mendoza, también nativo del pueblo de Casas Muertas. Su consorte se llamó Juliana Moreno Hurtado.

Por José Obswaldo Pérez

La vida y las actuaciones del Comandante Roso Vilera se sumergen en unas breves líneas de su Hoja de Servicio como Ilustre Prócer de la Independencia de Venezuela. Este joven llanero se convirtió en una importante figura militar nativa de Ortiz. Aunque no sabemos con claridad en qué año nació ni quiénes fueron sus padres. Sin embargo, se señala que fue hijo natural de María Antonia Vilera. Fue hombre de lanza y heroísmo. Desde 1812 formó parte del afamado Escuadrón de Ortiz, conformado por jóvenes orticeños que respondieron al llamado del cumplimiento del decreto de la Ley Marcial y las instrucciones del general Francisco de Miranda, llamado el generalísimo y comandante en jefe de las tropas patrióticas del país. Dicha convocatoria consistió en reclutar varones entre trece y sesenta años de edad para incorporarse al Ejercito Libertador.

Se trataba de un batallón de lanceros de la “mejor gente” lugareña de Ortiz. Contó con fuero de guerra y fue organizado y entrenado por el sargento José Manuel Olivares, bajo las órdenes del Coronel Luis Santinelli. Estaba conformado por unos 50 hombres aguerridos y patriotas. El brigadier español Domingo Monteverde y Eusebio Antoñanzas los acusó de “insurgentes” y quizás sea esta la razón porque Ortiz pagó con sangre su afrenta al ejercito realista con la toma de la localidad en 1812. Un hecho de la Guerra Magna en nuestra jurisdicción guariqueña que tiene una gran importancia historiográfica por la postura colectiva de sus habitantes frente al conflicto bélico. Dos años antes, La Gaceta de Caracas anunciaba que los pueblos del Guárico se habían abrazado a la causa independentista. Después vinieron las retaliaciones y muchos fueron los sacrificados.

Cuando Ortiz ardió en llamas, por provocación de las fuerzas realistas, era este pueblo distrito, perteneciente a la Villa de Todos los Santos de Calabozo o el llamado Cantón Sur del Departamento San Sebastián de los Reyes, tal como lo expresaba la primera Constitución venezolana, sancionada el 31 de enero de 1812. Precisamente, la población estaba floreciente y su crecimiento demográfico desde 1780 a 1813 era ascendente. Para esta última fecha, alcanzaba aproximadamente 2.000 habitantes, la cual estaba discriminada de la siguiente manera: 58% era gente blanca, 19 % mestizos (entre indios y negros), 15% pardos libres y 8% esclavos.

De ese universo étnico son aquellos hombres integrantes del Escuadrón de Ortiz pertenecieron a una geografía rural, cuyo paisaje albergaba el crisol de la insurgencia contra la opresión española. De una toponimia agraria basada en una estructura monoproductora, sustentada en la explotación de peones en los hatos y haciendas ganaderas. Entre estos individuos se citan a los hermanos Mujica, Santos Utrera, Miguel Antonio Pérez, Manuel Maldonado, Policarpio Díaz, Francisco Salgado, José Francisco Ramos (Capitán de Caballería), Antonio Mariam (Celador de Alta Policía), José Francisco Rodríguez, Evaristo Montenegro, Vicente Pérez, Remigio Tovar, León Ochoa, Vicente González, Antonio Tovar y otros. Todos naturales de Tigüigüe, Mesa de Paya, Los Cartoncitos, El Roble, Las Patillas, Puepe, Mapire, San Antonio y Cañafistula (Alfonzo, 1982; pp.21-22).

Roso Vilera debió ser de Mesa de Paya. Apellido que se funda mediado del siglo XVIII, en el Paya Abajo – recuérdese que existía Paya Arriba, en la actual Parapara-. Después de la pérdida de la primera República en manos del generalísimo Miranda, Vilera se alistó en el ejército del general José Antonio Páez. A su lado participa en la campaña libertadora del centro con ímpetu de luchador hasta el año 21, cuando llegó a la Batalla de Carabobo. En su participación militar logró conquistar el grado de Capitán. Más tarde, en Valencia, el 28 de noviembre de 1826, obtiene el grado de Teniente Coronel, graduado en Caballería (Dávila, 1924).

En julio de 1835, Vilera es uno, entre los orticeños, que acude con el Escuadrón al Hato San Pablo -en la jurisdicción de Ortiz-, propiedad del expresidente y general Páez, donde el Centauro lanza una proclama para enfrentar a los militares que se rebelan contra el poder civil del presidente José María Vargas, en la conjura conocida como la Revolución de las Reformas (Rodríguez, 1994; p.84; Arráiz, 2007; p.32). Desde este hato, Páez se puso en marcha para dominar la situación y restablecer el hilo constitucional. Por ello, el gobierno de Carlos Sublette, el 25 de abril de 1837, lo asciende a primer Comandante con mando en dicho escuadrón. Más tarde, el 12 de abril de 1839, en el segundo gobierno Páez le concedió letras de retiro con goce de sueldo.

El Comandante Vilera contrajo matrimonio en la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 17 de septiembre de 1823, con Juliana Moreno Hurtado, hija legítima de Dámaso Moreno Mendoza y Rosa María Hurtado. Su mujer era nieta por línea paterna de doña Micaela Mendoza y Ramos, madre de Dámaso y hermana de José del Sacramento Mendoza y Ramos, padre del poeta y escritor costumbrista venezolano Pedro Daniel Mendoza García, también nacido en Ortiz, y mejor conocido como Daniel Mendoza (1823-1870), autor de "El Llanero en la Capital", publicado en el folleto Flores de Pascua, en 1846.

Entre los hijos de la pareja Vilera-Moreno cuenta con Rita Vilera Moreno, quien casó en la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 6 septiembre de 1847, con su pariente Antonio Moreno Sierra, hijo de Juan José María de la Concepción Moreno y de Dolores Sierra. Antonio muere en la Parroquia Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 20 de enero de 1857 y doña Rita lo hace en 1861, dejando huérfanos a tres hijos aún pequeños: Evarista, Ana Julia y Adolfo Moreno Vilera.

La mayor de los Moreno Vilera, doña Evarista- nieta de Roso Vilera- esposó en la Iglesia Parroquial de Santa Rosa de Lima de Ortiz, el 18 de junio de 1869, con Fernando Antonio Rodríguez Vargas, hijo de Aniceto Rodríguez Vargas y de María de Jesús Vargas. De esta pareja surge la prodiga familia Rodríguez Moreno, donde provendrán dos figuras destacadas del Ortiz contemporáneo: Nicanor y Arturo Rodríguez, ya fallecidos.

Evarista murió el 8 de septiembre de 1924, a la edad de 80 años, viuda. Fue sepultada en el Cementerio General de Ortiz, con solemnidad y con la Extremadura oficiada por el párroco Francisco Javier Peña. Sobre sus hermanos, sabemos que Ana Julia contrajo matrimonio con Ramón Loreto Pérez, hijo de José de Jesús Loreto Pérez y María Escolástica Pérez López; y de Adolfo aún desconocemos datos de su vida.

En la Casa de los Rodríguez-Moreno – en la vieja Casa de Baranda, ubicada en la Calle del Ganado o Calle del Llano (hoy avenida Dr y Gral Roberto Vagas)- las hazañas de la Guerra de la Independencia habían quedado guardadas en la memoria de doña Evarista Moreno Vilera, mujer férrea, locuaz y memorialista. En su sangre tuvo el linaje de aquellas familias mestizas, provenientes de Valencia, Cojedes y San Sebastián de los Reyes que se establecieron en Ortiz, desde tiempo coloniales. De ella supimos de la memoria viva de don Nicanor Rodríguez, quien nos contó en largas horas del mediodía aquellos anécdotas que venían del más allá. Supimos oírlos gratamente con detenimiento y como un buen sastre de la Historia, entre deconstrucción y reconstrucción, se fueron armando aquellos recuerdos del olvido.

El comandante Roso Vilera murió en Guaderrama, cerca de Barinas y su esposa obtuvo en el año de 1847 una pensión de viudez, refrendada por el Ejecutivo Nacional en el 52 y 67. En el año 1874, doña Juliana Moreno Hurtado hizo una nueva solicitud.

Fuentes bibliográficas

ALFONZO VAZ, CARLOS (1982): Los Muxica Guariqueños de la Independencia. San Juan de los Morros: Editorial Los Llanos.

ARRAÍZ LUCCA, RAFAEL (2007). Venezuela: 1830 a nuestros días. Caracas: Editorial Alfa.

DÁVILA VICENTE (1924). Diccionario Biográfico de Ilustres Próceres de la Independencia. Suramericana. Tomo I y II. Caracas.

PÉREZ A, JOSÉ OBSWALDO (2010, 19 febrero). Roso Vilera. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, p.5

RODRÍGUEZ, ADOLFO (1994): El estado Guárico. Orígenes, Mundo y Gente. San Juan de los Morros: Ediciones de la Comisión regional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos Mundo.

Julián Mellado Lineros, sombrereño, paladín de la Independencia

Julián Mellado participa activamente en  La  Campaña  del  Centro, en los primeros días  del mes de febrero, con la acción de la toma de las Flecheras, en Apure, a las órdenes del comandante Julián Infante; con el grado de capitán participará seguidamente en la batalla de Villa de Calabozo, cuando los patriotas logran sorprender y  vencer  al  mariscal Pablo Morillo

Por José Manuel Aquino H

 

 E stamos  celebrando  230 años del nacimiento de este  prócer  de la independencia, nacido  en  Barrancas, predio aledaño a la población de El Sombrero, el 14 de septiembre de 1.790. En tiempos en que dicho poblado, fundado en las primeras dos décadas del siglo XVIII, gozaba de un relativo bienestar para los propietarios de las tierras a las márgenes del río Guárico, tal como lo describe el historiador José Antonio De Armas Chitty y también  el obispo Mariano Martí  en su  visita pastoral a esta localidad durante el mes de febrero de 1.783, cuando daba cuenta de  no solamente del acontecer religioso, sino también en el orden social referente a la convivencia de las distintas castas. Así como también el desarrollo de la actividad económica representada en  producción agrícola, donde se destacaba el cultivo del tabaco entre otros rubros y la cría de ganado, que va a ser de gran utilidad para comprender las aptitudes y comportamiento  personal de este destacado patriota durante  el desarrollo de su  vida.

    Este destacado patriota, hijo de José Julián Mellado y de Ana Josefa Lineros, perteneciente a la condición  social de los  pardos, la cual tenía sus limitaciones de acuerdo al orden estamental, impuesto durante el período colonial; por lo cual, se  forma en un ambiente de trabajo  agropecuario desde temprana  edad en las riberas del río Guárico,  que le permitió  aprender las  faenas de ese ambiente llanero, especialmente en manejar con destreza la conducción de los caballos para los distintos trabajos del quehacer diario, que le van a ser de  gran utilidad cuando se convierta en  soldado de la causa republicana.

Julian Mellado

     Llegamos al año 1.813, en plena guerra de independencia, una vez consumada la pérdida de la Primera República por parte del ejército patriota y los intentos de Simón Bolívar por retomar la lucha por la independencia con la Campaña Admirable, ganando batallas sucesivas  sobre la  fuerza armada realista, dirigida por Domingo Monteverde, obligándolo  a replegarse y reagruparse. Nos  encontramos con el Capitán Francisco Rosete, de origen canario que  va a cumplir  órdenes  de sus superiores por el bando de los partidarios de la Corona de reclutar soldados para su causa, así llega a la población de El Sombrero  a  cumplir con  esa misión. Mellado tenía la firme convicción de permanecer en las filas de los representantes del Rey de España, ingresa a dicha tropa, pero ese  mismo día de presentarse al batallón militar, ocurre un hecho inesperado que va cambiar con sus planes, como miembro de la milicia monárquica.

     El altercado de un oficial de la tropa realista con un anciano, que en ese momento se estaba despidiendo de sus dos  hijos  de dicha milicia. Mellado reaccionó de inmediato a detener la acción del soldado  agarrándole su mano, al momento de  agredir al señor entrado en años y asestarle un fuetazo al agente y salir con los dos jóvenes del sitio de concentración, tal como lo reseña la historiografía de  dicho incidente. Este hecho digno de resaltar el alto grado de sensibilidad  social de este patriota, contra el maltrato físico y demás  vejámenes realizados por los partidarios de la  corona española al pueblo para intimidarlo. Actos como estos y muchos más atroces y sanguinarios motivaron durante ese tiempo al Libertador, Simón Bolívar, a emitir el Decreto de Guerra a Muerte el  15 de junio de 1.813 contra los partidarios de la Corona Española.

    A consecuencia de  esta acción, Julián Mellado  y los dos jóvenes del altercado se incorporan  al ejército patriota, a la orden en primera instancia para ese tiempo del capitán  Julián Infante, oficial   perteneciente a las fuerzas de combate del coronel Pedro Zaraza, donde aprenderá todo  lo relacionado con la organización militar, empezando por obtener el valor de la lealtad al código  castrense, expresado en la fidelidad a sus jefes, y a las leyes establecidas en el estamento marcial; de  igual manera, adquirió el compromiso con sus compañeros del ejército por la causa republicana y esto va a contribuir a  elevar su patriotismo por una causa justa, la independencia de España y el  bienestar social  para los  conciudadanos.

    Este accionar cotidiano generó en este prócer el deseo de luchar incansablemente por esos ideales. Su primera incursión guerrera fue en la batalla de San Marcos por los predios de la población de Villa de Calabozo, en diciembre de 1.813, donde el ejército republicano es vencido por José Tomás Boves, que comienza a tomar protagonismo a partir de ese encuentro bélico,  mediante asesinatos, saqueos y quema de propiedades por parte su tropa conformada por llaneros de  El Rastro  y luego de distintos lugares por donde pasaba  con su ejército. Esta derrota no amilana a este destacado soldado sombrereño. Sigue a las órdenes  del comandante Infante y luego  del coronel Zaraza  incursionando con valor y coraje por tierras del  oriente  venezolano  en 1.814, donde participa activamente en la Batalla de Urica, obteniendo el grado de alférez. En  ese encuentro bélico las fuerzas republicanas son vencidas por el sanguinario militar  asturiano Boves, que muere en  el  enfrentamiento de un lanzazo que impacta su cuerpo.

    En el año 1.815, después de haberse perdido la Segunda República los partidarios de la independencia se dispersan. Los principales jefes militares estaban  exilados  en las islas del Caribe esperando el mejor momento para continuar sus propósitos liberadores. Mellado, por su parte, sigue a las órdenes en ese momento del coronel Pedro Zaraza. Se refugian por las riberas del Orinoco. En esa zona se enfrentan a la tropa realista en Manapiare, sitio perteneciente al hoy Estado Amazonas, obteniendo una victoria en dicha incursión. Luego  cumpliendo órdenes de su superior acompaña  al comandante  para esa época Julián Infante en las distintas actividades bélicas  por dicho territorio. El siguiente año lucha con arrojo y valentía  al lado de los generales   Gregorio Mac Gregor y Manuel Piar en los combates de Quebrada Honda y los Alacranes respectivamente que le permitieron ganar  el grado de teniente, por su  alto desempeño en  dichos encuentros, luciéndose y destacándose este héroe de la patria por sus habilidades para manejar la lanza contra sus enemigos.

       Una vez consumada la victoria del ejército patriota en la provincia de Guayana, con la batalla de San Félix en el mes de abril de 1.817, el Libertador, Simón Bolívar, se propuso como meta la Campaña del Centro, para  llegar a la ciudad de Caracas. El operativo se dio inicio en los primeros días de septiembre, Julián Mellado estaba  en ese entonces a  las órdenes del general Pedro Zaraza, que se encontraba por los lados de  Villa de Calabozo, con la misión de esperar la entrega de caballos y municiones provenientes de Angostura, hoy Ciudad Bolívar. Pedro Zaraza desobedece la orden del Libertador  de no atacar a sus contrarios, se enfrenta en los primeros días del mes de  diciembre  al  comando  realista, en La Hogaza, dirigido por el brigadier Miguel de La Torre, que le imprime una costosa derrota para los patriotas con la pérdida de soldados y arsenal  de guerra. Obligado  con  este  percance el ejército partidario de la independencia retarda  los planes propuestos de la Campaña del Centro  de  llegar a la ciudad de Caracas, hasta comienzos del nuevo año.

 

    Este destacado patriota de la independencia, Julián Mellado participa activamente en  La  Campaña  del  Centro, en los primeros días  del mes de febrero, con la acción de la toma de las Flecheras, en Apure, a las órdenes del comandante Julián Infante; con el grado de capitán participará seguidamente en la batalla de Villa de Calabozo, cuando los patriotas logran sorprender y  vencer  al  mariscal Pablo Morillo, hasta  hacerlo huir  y presentarle  breve combate  en el sitio de La Uriosa, para luego enfrentarse con el  ejército realista en su  lugar de nacimiento,  El Sombrero, en la  zona del Samán, a orilla del río Guárico; también tomará acción en los encuentros bélicos de la Cuesta en Ortiz y Semen; igualmente estuvo presente en el intento de asesinato del Libertador,  en  el  cuartel general  instalado en el hato  denominado Rincón de los Toros, cerca del poblado de  San José de Tiznados, el 16 de abril de ese mismo 1.818.

   Una vez fracasada la Campaña del Centro, con el intento  de llegar a la ciudad de Caracas con su ejército, el Libertador, Simón Bolívar, regresa a Guayana. Julián Mellado queda a partir del mes de julio a las órdenes del general José Antonio Páez, en  los llanos apureños. Esa estada por esa región va a ser productiva para este héroe,  porque compartirá con   la tropa patriota todas las estrategias y tácticas puestas en práctica por Páez, para dominar a sus enemigos en las batallas de El Yagual, Mata de Miel y Mucuritas, entre otros encuentros destacados. El sombrereño Julián Mellado aportará su experiencia como soldado usando su lanza en los distintos encuentros bélicos, donde sus superiores reconocieron  su gran empeño en el campo de batalla que le permitió ganarse el ascenso de capitán.

    Llegamos al mes de abril del año 1.819, el general Páez acantonado en la región apureña con el fin de contener la arremetida del ejército realista comandado por el general Pablo Morillo, que intenta aplastar al ejército patriota con su poderoso ejército. En tal sentido, organiza  un ejército  de lanceros a caballo con el fin de atacar a sus contrarios, en ese grupo estará Julián Mellado, junto a los destacados guariqueños, Juan José Rondón y Hermenegildo Mujica y más de un centenar de soldados, que tendrán destacada actuación en el sitio de las Queseras del Medio.

     Después de realizar incursiones de despiste y desgaste el ejército patriota comandado por el general Páez, decide el día 2 de abril de 1.819 entrar en combate una vez adiestrados sus lanceros a caballo; Mellado y los demás soldados tratan de iniciar un ataque, para luego  huir en grupos; después devolverse rápidamente, al grito de vuelvan caras sorprender al ejército enemigo, causándole cuantiosas pérdidas humanas y la huida despavorida del resto de la tropa realista que temían morir de esas armas afiladas; esta operación fue recompensada por el Libertador, Simón Bolívar, al oficial a cargo de la operación y a los 152 soldados al conferirles  la orden de los Libertadores, por tanto este sombrereño se ganó tan distinguida condecoración, según el boletín oficial del Estado Mayor del ejército  que sale publicado en el diario Correo del Orinoco,  el día 4 de abril de ese mismo año y  es  reseñado por Páez en su Autobiografía (1.867 p.186 ).

    Esta acción bélica desplegada por estas milicias, mayormente llaneros, fue considerada  por el Libertador, Simón Bolívar, para sus próximos  objetivos independentistas. Un gran número de estos lanceros fue tomado en cuenta en la conformación de su ejército, para la Campaña de liberación de la Nueva Granada. Julián Mellado y los demás soldados partieron  para tan arriesgada misión; a comienzos del periodo lluvioso, el 27 de mayo de ese mismo 1.819 parten de Mantecal, rumbo a Guasdualito y luego pasan  el río Arauca, para entrar en territorio neogranadino en condiciones difíciles, soportando las      inundaciones  en  las praderas del Casanare; luego toman la decisión estratégica para enfrentar al enemigo de atravesar el páramo de Pisba, en la región andina, pero esta milicia no estaba preparada para transitar tan difíciles condiciones embarazosas por el frío y el ascenso del terreno.

    Luego de haber ascendido las alturas del páramo, el ejército se repone de las inclemencias del viaje, presenta batalla en el sitio de Pantano de Vargas, en  los predios del Municipio de Paipa, el día 25 de julio de 1.819, logra una gran victoria el ejército patriota, en los últimos momentos  del combate, donde el  capitán Julián Mellado tuvo destacada participación al estar entre  los 14 jinetes lanceros que inician la remontada dirigida por el coronel Juan José Rondón, para definir la contienda a favor del ejército patriota y  la retirada apresurada de la milicia defensora de la causa realista.

    Este importante triunfo patriota en este encuentro bélico fue de gran significación, porque el ejército libertador descolocó las intenciones de la milicia defensora de la corona española de contener el avance de los patriotas, que después alcanzaría el triunfo definitivo  de la independencia neogranadina,  días más tarde en la batalla de Boyacá. Debido a su importancia histórica, en  el  sitio de la  confrontación en la ciudad de Paipa, la  república de Colombia construyó el monumento más grade de esa nación, para rendirle honor a los héroes de  tan importante gesta; es un monolito dedicado a Juan José Rondón que comandó la irrupción y a los  14 lanceros que le acompañaron, por tanto, entre estos jinetes está el nombre del capitán Julián Mellado, para honra de los sombrereños, por su destacado valor y coraje por alcanzar la emancipación en esas tierras suramericanas.

    El ejército patriota verá cumplida la Campaña por tierras neogranadinas, cuando el día 7 de agosto intercepta a las milicias defensoras de la causa realista y las derrotan, en el puente de Boyacá que cruza el rio Teatino muy cerca de la ciudad de Tunja, hoy capital del Departamento que  lleva el nombre de la acometida gloriosa que pone fin al mandato del virrey Juan de Sámano. Julián Mellado por pertenecer al grupo de lanceros a caballo,  entró en combate cuando al coronel Juan José Rondón, se le ordenó confrontar al enemigo entrando por el centro de la refriega, dando punto final al choque con la rendición y el desmantelamiento del ejército realista, según el parte oficial del boletín  número 4, emanado por la institución castrense el día 8 de agosto de 1.819, citados por  Franceschi y Domínguez (p.183). Como consecuencia de esta gesta, el Libertador ordenó conferirle tanto  a este soldado, Juan José Rondón y a los demás miembros de la tropa  pertenecientes a los batallones y escuadrones actuantes la orden Batalla de Boyacá, la máxima  distinción por tan importante victoria.

    Una vez terminada la exitosa  Campaña de Nueva Granada, Julián Mellado Lineros está a las órdenes del general Bartolomé Salom, con quien estará combatiendo por los  lados  de San Antonio del Táchira a  finales de diciembre de 1.819. En ese lapso de tiempo, se le reconoce por su sacrificio y abnegación en el campo de batalla por la independencia, al ser ascendido al grado de Teniente Coronel. Sigue luchando con más ahínco por la causa republicana y lo conseguimos luchando por la región andina en la batalla de Carache, a pocos días antes de firmarse el Armisticio y acuerdo de regularización  de la Guerra, en la ciudad de Santa Ana de Trujillo, los días 25 y 26 de noviembre de 1.820 , por el Libertador Simón Bolívar representando a la Gran Colombia y el General Pablo Morillo de parte del Reino de España.

      Estos acuerdos de Armisticio firmados en Santa Ana de Trujillo se mantienen hasta finales de enero de 1.821, cuando el ejército patriota ocupa Maracaibo, para declararla entidad provincial anexada al gobierno de la Gran Colombia, lo que motivó el desacuerdo con el ejército realista, a pesar de las intensas  negociaciones, convienen el reinicio de las hostilidades el 28 de abril de ese año; el transcurso de ese tiempo fue aprovechado por los independentistas para no solamente reagrupar su tropa, sino fortalecer un gran ejército  a través de la recluta de milicianos para  la causa republicana, con el fin de darle el golpe definitivo a los defensores de la Corona española.

    Este tiempo lo aprovecha el Libertador en concentrar su ejército por los lados de Tinaquillo, con más de 6.500 soldados agrupados en tres divisiones enfrenta el 24 de junio de 1.821 al ejército  realista comandado por el Mariscal de Campo, Miguel de  La Torre  que se encontraba en la inmediaciones de la llanura de Carabobo; aquí el héroe Julián  Mellado  estará bajo el mando del general caraqueño Ambrosio Plaza, que comandaba varios  batallones a su mando, incluyendo el regimiento especial de lanceros, creado con el nombre de Escuadrón de  Dragones, donde estaba adscrito el sombrereño; en tenaz lucha la victoria se estaba decidiendo para los independentistas, obligando a sus contrarios a  retirarse. En ese momento Mellado  recibe la orden  de perseguir junto a los demás lanceros a los soldados del batallón Expedicionario 1 de Valencey, que  intentaba  huir por disposición del Teniente Coronel Andrés Riesco, para cubrir la retirada del general La Torre, y al tratar  de darles alcance fueron alcanzados y heridos de muerte por  el fuego enemigo gran cantidad de soldados, incluyendo a los jefes de las divisiones, generales Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza, así como también queda tendido  en las  inmediaciones de la quebrada de Barrera, el cuerpo del héroe sombrereño; sus restos fueron enterrados en Tocuyito el día siguiente del encuentro bélico que selló definitivamente la independencia de Venezuela; su nombre aparece en el monumento más grande de la República de Colombia, también en el Arco de Carabobo,  el monolito más grande de la República Bolivariana de Venezuela.  

    En la magna historia está bien significado el calificativo que la historiografía le ha dado a Julián Mellado, paladín de la independencia, porque su desempeño como militar fue excelente. En el campo de batalla demostró su capacidad para afrontar con éxito, todas y cada una de las misiones al servicio de la patria, de las cuales podemos destacar, en primer término, el honor en el cumplimiento de sus deberes no solamente en el renglón castrense, sino también en ocuparse por los problemas del prójimo; un ejemplo de ello es  el episodio  en el día de  incorporación  a las filas españolas  en 1.813, deteniendo la acción de un  oficial realista que intenta vejar a un anciano en un acto público, dando  muestra de rectitud y respeto al desvalido, mediante  tal acto de insurgencia.

     Como segundo aspecto, resaltamos la lealtad por los ideales republicanos desde el mismo momento que asumió esta causa, al incorporarse al bando patriota bajo las órdenes de Julián Infante, expresados en los principios de igualdad y libertad para actuar en los asuntos que le competan a todos los ciudadanos y no para un estamento social en particular. Por último, destacamos su patriotismo representado en cada vez que ascendía de rango tanto de capitán o de teniente coronel, sentía más amor y compromiso por servir a la patria y  dispuesto para afrontar con  éxito, cualquier acción o sacrificar su vida por los intereses del país; expresadas significativamente en las operaciones realizadas en las batallas de Las Queseras del Medio, Pantano de Vargas y Boyacá, demostrando de esta manera el alto sentido de abnegación por los logros  del  colectivo nacional.

    Debemos destacar también su gran muestra de  arrojo en el manejo de la lanza, en los distintos combates en los cuales se enfrentó a sus oponentes. Por esta habilidad  siempre fue tomado  en cuenta para realizar estas intrépidas  acciones, llegando a comandar antes del momento de su deceso, en las sabanas de Carabobo una compañía  especial  denominada Escuadrón  de Dragones; por estas acciones gallardas Julián Mellado se ha ganado un lugar en la historiografía por ser un valeroso soldado que luchó por los ideales de libertad e igualdad social para los ciudadanos de la patria.

    Cabe destacar que estos atributos expuestos de su personalidad, se deben también por su condición de haber nacido y vivido en los espacios de la región llanera, en las  que tuvo que  afrontar en  difíciles condiciones  realizar  actividades productivas de la zona, lo que le permitieron  ser un excelente jinete a caballo y transitar por los diferentes lugares de la geografía colombovenezolana al lado de tantos soldados de estas pampas, entre los cuales podemos destacar al coronel Juan José Rondón, a su coterráneo teniente coronel Juan Ángel Bravo y otros valientes que realizaron un aporte heroico a la causa independentista, en busca de esos esperados estándares  de  bienestar general a través de mejores condiciones de la gente.

    Estas líneas tienen misión no solo para recordar la epopeya, sino también para destacar la voluntad  del teniente coronel  Julián Mellado, por ser un  hombre útil a su región y a la gente en cualquier actividad que se le presentó, con el fin de obtener el máximo bienestar posible para sus conciudadanos, tal como afirmara el Libertador, en el discurso de  instalación del Congreso de Angostura, el  15 de febrero de 1.819; estuvo en el sentir de Julián Mellado su tenacidad y empeño en conseguir el bienestar social, económico y cultural de su patria independiente y soberana y este debe ser el legado a seguir por nosotros sus paisanos.     

          

  

 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

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