Acerca de la cuestión agroalimentaria venezolana  (dos)


En cien años de absoluto monopolio del rentismo petrolero, tanto en lo político, como en lo cultural, social y económico, el país ha transitado por innumerables y lamentables capítulos que han comprometido seriamente nuestra propia seguridad alimentaria, al estar bastante lejos de una actuación responsable, en lo que a definiciones de soberanía respecta


Por Jesús Cepeda Villavicencio

En la entrega anterior, se hizo énfasis en lo amplio y  complejo que resulta una temática como la que pretendemos abordar, resaltamos un hecho concreto, que por supuesto no compartimos, como lo es, la calificación de ser considerados por la organización mundial de comercio (OMC), como un país netamente importador de alimentos; primero, porque no se justifica que siendo poseedores de un enorme potencial para la producción de alimentos a gran escala, así se nos califique, y en segundo lugar, porque sabemos que esto es el resultado de un gran desarreglo político, que tiene por supuesto sus raíces históricas e institucionales. Estos dos ejes, constituyen los elementos centrales sobre los que discernimos en los análisis que presentaremos en sucesivos capítulos.


Hay sectores de la socioeconomía cuya específica caracterización, los coloca en una situación de mayor vulnerabilidad y debilidad para poder enfrentar con éxito, las crisis cíclicas, recurrentes o estructurales que la propia dinámica socioeconómica y política, imponen en determinados momentos de la historia. La dependencia climática y la propia naturaleza biológica de la actividad agropecuaria, ubica a esta, en la cúspide de la pirámide de riesgos, de manera que la importancia vital que ella reviste para la sociedad, debe inexorablemente ser atendida bajo un enfoque integral en sus políticas; racional y consensuadamente, sin ambigüedades, dispersiones o perversos intereses político partidistas.

En cien años de absoluto monopolio del rentismo petrolero, tanto en lo político, como en lo cultural, social y económico, el país ha transitado por innumerables y lamentables capítulos que han comprometido seriamente nuestra propia seguridad alimentaria, al estar bastante lejos de una actuación responsable, en lo que a definiciones de soberanía respecta. En el siguiente epitafio ilustramos tal afirmación: “Épocas de alta bonanza petrolera, políticas expansivas del gasto público, atenuación del hambre y la pobreza relativa. Épocas de crisis en los precios petroleros y ahora con producciones en franca caída, incrementos del hambre y la pobreza relativa”. Esta lamentable realidad que nos ha caracterizado, y que ha llegado a sus máximos niveles de degeneración, con el trágico desatino político del actual régimen, hace obligante el accionar consensuado de los diversos sectores y actores pensantes, racionales y dolientes de esta terrible causalgia, así mismo nos compromete no solo a los que conformamos una amplia plataforma agroalimentaria, sino también a todos los consumidores, a repensar y buscar las coincidencias para la atención del enorme desafío, que significa proponer las acciones, programas y planes para el sector agroalimentario, bajo el paraguas de una visión integral, holística y moderna.

El abordaje de los problemas de la agricultura en Venezuela, así como las soluciones presentadas históricamente, se han realizado bajo diferentes visiones (cada una de ellas respondiendo a determinados intereses); gremiales, empresariales, institucionales, políticos, de demagogia y populismo, en fin, un largo etc. De manera que siendo el prisma y los intereses que se defiendan distintos, igual multiplicidad de problemas y soluciones serán planteados, y esto, precisamente, es lo que no podemos permitir que siga sucediendo, es propicia en consecuencia la ocasión y el momento histórico, para el encuentro de los arreglos y registros necesarios, es decir, es en el aquí y el ahora, donde tenemos que parir las coincidencias oportunas, que se adecuen a una sola dirección orquestal, que no puede ser otra que la ley que materialice, el plan nacional agroalimentario de largo plazo, aspecto sobre el que volveremos en próximas entregas.

Concluimos este segundo capítulo de la serie, con una síntesis de lo que ha sido la génesis, evolución y perspectivas de nuestro SAV. La génesis la ubicamos en el año 1924, por una razón estrictamente de carácter económico política; ese año, por primera vez en la historia de la república, los ingresos por concepto de exportaciones petroleras superan a los percibidos por las exportaciones cafetaleras, constituyéndose esa fecha como un punto de inflexión histórico ( la economía petrolera comienza formalmente a desplazar a la agroexportadora ) a partir del cual se acentúan dos grandes acontecimientos que marcarán el rumbo definitivo de Venezuela; el éxodo poblacional campo ciudad por un lado (en la década que va de 1910 a 1920, la población rural era del 80% y la urbana el 20% restante, para la década de los años 80, esa ecuación se había invertido ), y el segundo gran acontecimiento fue la consolidación del rentismo que cambió el rostro de la nación en todos sus órdenes. En este largo siglo que transcurre a partir de la referida fecha se puede observar, como apreciaremos en posteriores capítulos, como la actividad agropecuaria fue perdiendo gradualmente importancia relativa, hasta llegar a tener prácticamente una participación absolutamente marginal en el concierto de la economía nacional, a pesar de que importantes regiones del país continuaron dependiendo de ella en su economía. Problemas estructurales y coyunturales ( de políticas macroeconómicas y agricolas, de seguridad jurídica y personal, de infraestructura de apoyo a la producción, de ciencia y tecnología, así como los precios , los flujos de insumos, los créditos y los desacertados programas agropecuarios ) tributaron para reducir a niveles insignificantes la participación del PIB agrícola en el PIB de la nación.

Finalmente, la pregunta obligatoria  ¿qué hacer? para transversalizar el SAV desde la producción de alimentos hasta su consumo. Esto pasa porque logremos encontrarnos y coincidir, según nuestro modesto punto de vista, solo en tres objetivos básicos, que estamos convencidos  podemos alcanzar, si y sólo si, logramos el encadenamiento holístico que proponemos ( simultaneidad de acciones políticas en los siete subsistemas que hemos definido y que analizaremos más adelante ).

1) En el plano productivo, nuestra demanda de alimentos debe ser suplida por producción nacional, en al menos un 70% (capacidad productiva nacional, acercarnos a ser más soberanos). 2) todos los venezolanos; niños, jóvenes, adultos y mayores deben consumir las calorías, las proteínas, las vitaminas y minerales necesarios, que garanticen su seguridad alimentaria (derecho a tener una vida sana y socialmente útil), y como punto 3) estamos en la obligación de convertirnos en exportadores de alimentos, en aquellos rubros en los que tenemos buenas ventajas comparativas, debemos generar divisas, debemos competir, debemos ser en consecuencia eficientes y zonificar estratégicamente nuestras regiones agrícolas, pero también debemos reinstitucionalizar y armonizar la macroeconomía, con acertadas políticas agrícolas sustentables ambientalmente, acordes con los modernos conceptos de ruralidad, por eso la importancia del plan nacional agroalimentario de largo plazo.Continuaremos precisando en próximas entregas, los elementos que hemos tratado por ahora, solo a grandes rasgos.

Jesús Cepeda Villavicencio es ingeniero agrónomo, MsSc en Desarrollo Rural, doctor en Ciencia de la Educación, profesor universitario jubilado, ensayista y político.

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