Acerca de la cuestión agroalimentaria venezolana (dieciséis)

Es impensable la prefiguración de las líneas de acción en los planes agroalimentarios del pais (SAV), si previamente no insertamos todo lo que hasta ahora hemos venido discutiendo, en el marco de lo que significa una moderna visión de la RURALIDAD, ajustada (con la respectiva adaptación a nuestras condiciones socioeconómicas, agro ecológicas y ambientales) a los criterios globales de la agenda 2030 y los 17 objetivos del desarrollo sustentable. En estas entregas referidas a este ítem en particular, trataremos de colocar los elementos neurálgicos que lo caracterizan.



Por Jesús Cepeda Villavicencio


EL ASUNTO DE LA RURALIDAD


I). Hay que romper el molde tradicionalmente convenido para definir a lo rural. La primera impresión que nos llega a la mente, cuando escuchamos algo referido a ello, es una región aislada y de escasa población. De hecho, lo rural se concibe como lo opuesto a lo urbano, se mide y define en razón al número de sus habitantes (bases censales), pero también es común observar como la apreciación sociológica de una modernidad mal interpretada, visualiza al hombre rural, como un ser inculto, atrasado, pobre, como una especie de clase social inferior. Este paradigma se materializa a su vez, en los planos políticos, cuando se definen las políticas para el espacio rural; “políticas pobres, para una región que se considera pobre y atrasada”. Es nuestro deber negar en términos absolutos este tipo de visiones, conceptos y concepciones arraigadas a través de mediaciones históricas, que se han manifestado en eventos como los referidos, y avanzar en la comprensión de su alcance; como cualidad de lo rural, que en esta elaboración se precisara como RURALIDAD, como esencia y naturaleza, de lo que el medio rural puede y debe llegar a ser, como palanca del desarrollo en el devenir de la Venezuela democrática que aspiramos construir.


Es impensable la prefiguración de las líneas de acción en los planes agroalimentarios del pais (SAV), si previamente no insertamos todo lo que hasta ahora hemos venido discutiendo, en el marco de lo que significa una moderna visión de la RURALIDAD, ajustada (con la respectiva adaptación a nuestras condiciones socioeconómicas, agro ecológicas y ambientales) a los criterios globales de la agenda 2030 y los 17 objetivos del desarrollo sustentable. En estas entregas referidas a este ítem en particular, trataremos de colocar los elementos neurálgicos que lo caracterizan.


Dentro de este contexto consideramos conveniente abordar en este asunto, nociones que pueden ayudar a entender la RURALIDAD como una entidad dinamica y compleja, no limitándose solo a la tradicional manera de concebirla, de allí que entenderla con enfoques como “rural disperso”, “rural concentrado” y “periferia urbana”, coadyuvarian, sin lugar a dudas, a capturar la existencia de un gradiente entre lo urbano y lo rural; lo rural-urbano, dejando de lado la dicotomía de las definiciones censales o administrativas. En consecuencia, es esencial entender tres aspectos básicos; las condiciones del mundo rural, los factores que pueden impulsar el cambio y las disyuntivas a las que se enfrentan por un lado la RURALIDAD como un todo, y por el otro, los planificadores, políticos y entidades, desde donde se pueda impulsar la transformación rural.


En Venezuela las condiciones de la RURALIDAD se pueden calificar como dramáticas, en ese medio se expresa con más crudeza; los rezagos, las desigualdades y la exclusión, presentes en la infausta emergencia humanitaria compleja que padecemos, y acerca de la cual ya hemos hecho referencia en artículos anteriores. Estos rezagos y brechas sociales no son estáticos, por el contrario, tienden a reproducirse y a transmitirse de una generación a otra, como resultado de la interacción de las múltiples desigualdades sociales, económicas y territoriales presentes en el entorno rural. Este permanente rezago, es lo que se conoce como trampas territoriales de pobreza, desigualdad y baja movilidad social. Y es precisamente a eso, a lo que nos enfrentamos cuando planteamos una visión holística del desarrollo. Pero este problema no es solo venezolano, es también una realidad en nuestra América Latina y Caribeña (ALC), lo que pasa, es que a esta escala la intensidad con que se manifiesta, es muy sutil, en comparación con lo que aquí se vive.


La FAO estimaba que en ALC, existían para el año 2018 cerca de 40 millones de personas con graves problemas alimentarios, de ese total el aporte venezolano es altamente significativo con aproximadamente 15 millones de personas subalimentadas y con graves déficits nutricionales; como se pudo verificar cuando nos referimos a ello, en la entrega número cuatro. A este grave problema se agregan las dificultades de acceso a los servicios e infraestructura básica, los cuales siguen siendo muy limitados en el ámbito rural. La conectividad, las telecomunicaciones y el internet, son inexistentes o deplorables en la inmensa mayoría de este territorio, al igual que el poder disponer de otros vitales servicios, como agua segura, saneamiento y electricidad. Sin embargo, más allá de estas pronunciadas brechas, el desafío que se tiene por delante, consiste en principio, en asegurar en los planes y programas de acción política, una base mínima indispensable de estos servicios, para poder acercarse al relativo cumplimiento de los objetivos del desarrollo sustentable. Los casos en salud y educación guardan así mismo un paralelismo con lo anterior, y las pretendidas políticas redistributivas de la tierra, significaron un estruendoso fracaso, como también lo alertamos oportunamente.


Estas condiciones que con crudeza expresa la realidad de la RURALIDAD en Venezuela, refuerzan la noción de que este rezago social, no es solo un problema de brechas de activos, bienes y servicios, sino más bien de la reproducción e interacción de esas múltiples desigualdades urbano-rural, lo que nos invita a modificar los enfoques que hasta ahora se han venido utilizando para atacar los problemas en ese medio, porque definitivamente estos, han desembocado en externalidades o condiciones que han agravado aún más este calamitoso cuadro, al propiciar espacios para el incremento de la inseguridad, criminalidad y violencia, nichos ideales para el fomento de actividades económicas ilícitas e ilegales.


Pero a pesar de estos gravísimos desajustes de carácter históricos y socioantropologicos, hay que visualizar la RURALIDAD, desde una perspectiva positivista, conforme a lo planteado en las modernas convenciones sobre este vital asunto para el desarrollo sostenible; a tales efectos citamos textualmente lo siguiente: “El medio rural y las actividades económicas que allí se desarrollan o que dependen de ellas, han sido, son y serán fuentes sustantivas del crecimiento económico, del empleo y de las exportaciones del subcontinente. Sin su economía rural ALC sería una región muy pobre; además sin la producción regional de alimentos, la seguridad alimentaria global sería mucho más frágil.


La producción agrícola y ganadera, la pesca y la acuicultura, las actividades forestales, la minería, la producción de energías renovables y no renovables, y una parte del turismo, son actividades rurales. También son rurales o dependen de lo rural una porción nada pequeña de las manufacturas y de los servicios relacionados con las actividades primarias. La comida y el agua fresca de que dependemos para vivir son productos rurales. A pesar de la idea muy extendida en ciertos círculos de que la economía rural es una especie de máquina anticuada, muchos de los más dinámicos e innovadores espacios de crecimiento económico en las próximas décadas serán rurales: La bioeconomía, las nuevas formas de energía renovables, los servicios ambientales, los servicios de captura de carbono y la conservación y uso sostenible de ecosistemas y recursos”. (Transformación rural, agenda 2030. FAO 2019).

En la próxima entrega culminaremos este asunto de la RURALIDAD, abordando los elementos y factores que pueden contribuir con un salto hacia el progreso, y citaremos las ocho disyuntivas, a las que hay que enfrentar de manera gradual, pero con clara conciencia de la visión holística.


RUMBO A LAS PRIMARIAS DE LA UNIDAD DEMOCRÁTICA VENEZOLANA.


Jesús Cepeda Villavicencio es ingeniero agrónomo, MsSc en Desarrollo Rural, doctor en Ciencia de la Educación, profesor universitario jubilado, ensayista y político.


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