Ganaderos de Parapara y Ortiz en la campaña fundacional de Calabozo

De Parapara y Ortiz se iniciaba con firmeza la conquista y el poblamiento de los llanos centrales, denominados Llanos de Caracas, cuenta José Obswaldo Pérez, quien describe cómo vecinos de estas localidades se aposentan en la nueva Villa de Calabozo, atraídos por las ofertas de los religiosos capuchinos que ofrecían solares y tierras para fundar casas y hatos.


Con la llegada de los vecinos de Parapara y Ortiz, se fragua un proceso de  movilización de familias ganaderas que contribuyen a la consolidación y definición de la propiedad territorial a principios del siglo dieciocho.

Por José Obswaldo Pérez

UNA TRAMA DE EXPANSIÓN GANADERA


Hacia finales del siglo diecisiete (XVII), con la presencia de dos hermanos don Francisco y don José Nicolás de Vera y Mújica— provenientes de San Sebastián de los Reyes—, quienes figuraban entre los 31 hacendados establecidos en el Paya Abajo y Paya Arriba, en cuyos terrenos se originarían los Partidos de Ortiz y Parapara, con sus respectivas iglesias y territorios, se iniciaba con firmeza la conquista y el poblamiento de los llanos centrales, denominados Llanos de Caracas (Rodríguez Mirabal, 1987; Castillo Lara, 1984). Eran hijos del conquistador, explorador y terrateniente del llano, don Diego de Vera y Mújica y de doña Luisa Landaeta (Botello, 2002; p.34; Viso, 2011). El primero de los hermanos Francisco fue alférez y había sido electo Alcalde de la Santa Hermandad de San Sebastián de los Reyes, en 1683. Una vez elegido en el cargo, Vera y Mújica se estableció por dos años en el Partido de Paya, donde puso horca y cuchillo, símbolo de autoridad y control para asistir a los pobladores del lugar; así como otras comunidades aledañas,  y atender sus necesidades vecinales. Pero, sobre todo, para frenar la violencia indígena que ocurría entre tribus locales. Aunque,  más allá de vigilar, penetrar y dominar los nuevos espacios conquistados había la necesidad de auspiciar una red urbana a partir de este foco demográfico  que servirían de iterinario o cabeza de playa para el proceso de ocupación del sur (Castillo Lara, 1984, p.303; Rodríguez Mirabal, 1987; Rodríguez, 2008, p.23).


Vera y Mújica era criador y progenitor de una familia en la región, casado con Antonia de Jesús. Fue benefactor y fundador de Parapara, junto con su hermano el Capitán José Nicolás [de Vera] Mújica y Landaeta, dueño de hato y esclavos en la jurisdicción (Botello, 2007; p.84). Más tarde, José Nicolás vivió en el Sitio de Ortiz, en un caserío llamado Cañafístula- al norte del pueblo-, viejo vecindario local en la toponimia colonial de esa época. Caso en varias ocasiones en Parapara. El primer matrimonio ocurrió hacia 1720 con doña Josefa Margarita Hurtado. Tuvieron una hija llamada Margarita Josefa Mujica Hurtado que esposó en 1730 con Manuel Fernando Bermúdez de Luna, yerno que lo acompañó en la fundación de Calabozo, junto con otro hermano llamado Juan Nicolás de Vera y Mujica (Castillo Lara, 1996, p.68). Este Juan Nicolás esposó con doña Luisa Candelaria Pérez de Oropeza y Bermudo o Bermúdez (Viso, 2011).


Además, el Capitán Vera y Mujica Landaeta fue el padre de José Nicolás [de Vera] Mújica Loreto, progenitor de los cinco próceres de la Independencia que dieron sus vidas por la libertad de Venezuela. Ellos fueron: José, Andrés Domingo, Juan José Santiago, Antolín y Hermenegildo Mujica Ramos. Todos procreados en el matrimonio con la orticeña doña Leonor de la Cruz Ramos Camacho, hija de Tomás Valeriano Ramos y Camacho y de María Gerónima González y Loreto. En esta unión hubo siete hijos; dos hembras y cinco varones (Alfonzo Vaz,1982; Viso, ídem).


Cuando los hermanos  Vera y Mújica toman el control militar de esta parte del territorio para apoyar la fundación de Villas de Españoles y prestar auxilio a los misioneros, el Paya era un centro de movimiento social producto del “flujo colonizador”, marcado por “corrientes migratorias de signo lucrativas” (Chacín Soto, 1971; pp.35-36). De este lugar se marcha a un proceso de avanzada y de cerco militar-religioso, casi aluvial, debido a la naturaleza expansiva de la ganadería y el establecimiento de los hatos. Es así como el partido Paya sirve como heartland o eje principal de la economía en la Provincia de Caracas o como lo ha denominado el historiador Adolfo Rodríguez: el dorado ganadero de los caraqueños (2008; p.28).


A la par del transcurso de este movimiento social operan las misiones capuchinas  pertenecientes a las llamadas por magnificencia Misión de los Llanos de Caracas, con el fin de evangelizar a los indios y someterlos por la fuerza a pueblos. Pero, temiendo el fracaso—y en vista de que los indígenas huían y mantenía una actitud altanera y amenazante —, los religiosos diseñan un plan para minimizar la fuga de los naturales  y su pacificación. De modo que algunos ganaderos  y vecinos del sitio Santa Catalina de Sena de Parapara y otros de Santa Rosa de Lima de Ortiz — atraídos por la campaña publicitaria de los religiosos capuchinos—tendrán una decisiva contribución en el proceso fundacional de Calabozo.  Hombres, junto a sus familiares—sujetos históricos o agentes de un nuevo cambio social—,  proveerán armas y bastimentos y participaran como escoltas en numerosas entradas y, en muchos casos, se trasladarán con parientes y ganados a la nueva Villa de Resguardo en consonancia con sus expectativas e intereses personales.


LA CAMPAÑA DE LOS CAPUCHINOS


El historiador Lucas Guillermo Castillo Lara, en su libro Villa de Todos los Santos de Calabozo. El derecho de existir bajo el sol (1996) explica los pormenores de la campaña publicitaria que impulsaron los religiosos Fray Salvador de Cádiz, Fray Bartolomé de San Miguel y Fray Marcelino de San Vicente, para atraer nuevos pobladores al incipiente pueblo. Esta cruzada de los religiosos la podemos resumir a consideración en tres puntos: 1) la urgencia de fundar un pueblo de españoles en Calabozo, cerca de las Misiones  Nuestra Señora de los Ángeles y  La Santísima Trinidad como apoyo de resguardo a los indios y centro urbano estratégico, entre las márgenes del río Orinoco y el pie de la Cordillera de la Costa; 2) convencer a las autoridades civiles y eclesiásticas de las razones lógicas y de conciencia de este proyecto fundacional, ya que de lo contrario,  pondrían entredicho la responsabilidad de las autoridades la pérdida de las poblaciones misioneras  y 3) prometer un nuevo porvenir a los nuevos colonos a través de un procedimiento ordenado y jurídico para la repartición de tierras y solares a cordel y cuerda.


Este proceso de fundación de la Villa de Calabozo ocurre entre 1723 y 1734, donde podemos constatar algunas familias idóneas, “de mejor índole y calidad”, provenientes de varias partes del país y de poblaciones cercanas como de Parapara y Ortiz, que se entusiasmaron en establecerse en este lugar como vecinos del nuevo poblado. Así los testimonian algunos documentos primarios como una matrícula de población de 1740, donde se  señala a Silvestre Loreto de Silva y Velásquez, hijo de Luis Loreto de Silva y Pérez, fundador del pueblo de Ortiz y benefactor de su iglesia (Loreto, 1990). Había nacido en La Victoria, en los Valles de Aragua,  en 1706.  Casado alrededor de 1728, en la misma ciudad,  con Juliana Josefa Ortega Gómez, quien falleció el 30 de junio de 1765. Silvestre fue alférez y uno de los vecinos defensores que solicitó la composición de las tierras de Ortiz, en 1714.


Dice el historiador calaboceño Jesús Loreto (1990; p.89) que Silvestre fue un hombre adinerado y de reconocida solvencia social. En la declaración testifical de 1740, Juan Silvestre señalaba lo siguiente: “El declarante fue de los que el reverendo padre Fray Marcelino solicitó permitiéndole más conveniencias que la que el dicho declarante tenía, por cuio motivo se mudó el año 1728 próximo pasado del sitio de Prebo, jurisdicción de la Villa de San Luis a esta nueva fundación de Calabozo”. Más adelante indica Loreto que por razón de los litigios que surgieron en Calabozo, se mudó en el año 35 a San Sebastián de los Reyes (Castillo Lara, 1984, p.71-72). Sin embargo, refiere Loreto que Silvestre se estableció luego en El Sombrero, donde fundo el Hato Carrizalito o Carrizal y fallece en 1760. En el Acta de Entierro se puede leer textualmente: "Oi lunes 11 de diciembre de 1760, yo Don Jaime Francisco Galindo Cura propietario de este pueblo de la Concepción del Sombrero di sepultura Eclesiástica con entierro mayor en el último tramo a Silvestre Loreto casado con Juliana Ortega recibió todos los sacramentos hizo por ante mí Memoria testamentaria. De todo certificó. (Fdo.) Jaime Francisco Galindo" (Loreto Ugarte, 2023;p.26).


De Ortiz, también, fue su pariente el Capitán Francisco Miguel de Silva y Loreto, hijo de Gaspar de Silva y Sarmiento y de Antonia Loreto de Silva Velázquez, casado con Luisa María Álvarez. Miguel Francisco fallece el 12 de junio de 1753, mientras su esposa sobrevive hasta el 27 de octubre de 1760(Loreto Ugarte, 2023, p. 221). Un hijo de la pareja, Francisco Antonio de Silva y Álvarez, nacido en Ortiz, contrae matrimonio con María Antonia Mujica y Loreto, hija de Nicolás Vera y Mujica y Landaeta.


Otro de los avanzados fue el Capitán Juan Borges Méndez, Regidor en San Carlos de Austria, casado con María Martínez de Castro, había emigrado a Parapara— y algunos de sus miembros al sitio de Ortiz—. Desde aquí pasó a Calabozo, con su yerno el Capitán Juan [González] de Araña y Orta, simplemente, conocido como Juan Araña [o Arana]. Era natural de Turmero, bautizado el 8 de julio de 1697, hijo del Capitán José Antonio González de Araña y de doña Teresa de Orta Palenzuela y Fajardo. Este, posiblemente,  había esposado en la Iglesia Parroquial de Santa Catalina de Sena de Parapara, hacia 1720,  con doña Juana Casilda Borges y Martínez (Botello, 2011; p.71).  Fueron propietarios de  hatos en el Tiznados (ídem). En la ciudad villatodasantina llegó a ser regidor y estuvo involucrado en pleitos de tierras, siendo después un enérgico opositor de la fundación de la ciudad.


De Parapara era Antonio Miguel Moreno, español,  casado con Teresa Requena. En 1733 declaraba que era natural de los Reinos de España y estaba establecido en esta jurisdicción desde hacía algún tiempo con su mujer, hijos y con hacienda en el lugar que llamaban El Rincón y Paso de los Píritus. Del matrimonio Moreno Requena procederá la estirpe de los Moreno del oriente del Guárico (Viso, 2024).  De igual manera  lo fue el Capitán Juan Eugenio Díaz de Gamarra, ganadero, también considerado fundador del pueblo de Parapara y benefactor de su Iglesia, fue uno de los vecinos de esta localidad que se residencia en Calabozo en 1733. Era blanco, mientras su esposa María Canela era de color quebrado o mestiza. Una hija, María Díaz de Gamarra, casó con Pedro de Fiedra, avecindado en la Villa de Todos los Santos de Calabozo; pero, también, lo fue en los Tiznados y Parapara, en esta última localidad ejerció como Cura Capellán desde 1715 hasta 1733.  Fue hermano de Gerónimo de Fiedra, también residente en Calabozo. El 28 de marzo de 1751 fue enterrado en la Iglesia de Parapara. Testó a su albacea, su esposa María de Gamarra y a su cuñado Lucas Gamarra. De esta parentela fue Cándida Díaz de Gamarra, quien aparece entre los vecinos del nuevo pueblo como pardos y gente de color quebrado, casada con el Teniente de Capitán José Tiburcio García (Castillo Lara, 1996; p.85), quien fue también Alcalde de Segunda Elección.


Asimismo, vendrá Pedro de Aquino Aponte, natural de Caracas, hijo legítimo de Tomás de Aquino y Ponte y doña María Jacinta de Rivas y Silva. Fue ganadero del Partido Santa Catalina de Sena de Parapara; hombre adinerado y profundamente católico.  Tuvo extensas posesiones, no solo en el Valle de Caracas, sino en toda la zona central, incluidos los llanos del Guárico. En 1723 era uno de los productores agrícolas que se querellaban contra el presbítero Domingo Palacio, propietario en la Posesión Güesipo, entre Parapara y Ortiz, en la jurisdicción de San Sebastián de los Reyes de la Provincia de Caracas, donde sacaba pesas de ganado sin necesidad de realizar las tradicionales vaquerías junto a otros criadores de la zona (Rodríguez, 2008; p.34).  Además, Aquino y Ponte fue el fundador  del hato El Calvario, el cual a sus expensas surgirá el pueblo  San Pedro de El Calvario; y fue mecenas y protector de la Villa de Todos los Santos de Calabozo. Un pariente suyo, un tal Pedro Aquino fue enterrado en la Iglesia Parroquial de Parapara, el 2 de octubre de 1740 (Arch. Calabozo, Parroquia de Parapara, Libro de Defunciones, 1740). No sabemos si se trata del hacendado Pedro Juan de Aquino Ponte y Jaspe de Montenegro.


Martín Juan Joseph Sánchez [Borrego y Mujica] era propietario de un hato en la Posesión de La Platilla, en el Partido de Parapara, se trasladó con su esposa Mariana Bolívar Pérez de Ávila (hija de Ignacio Bolívar y Pérez de Valenzuela y María Antonia Paula Pérez de Ávila),  junto con sus esclavos y ganados a la nueva Villa de Calabozo. Allí compro tierras, entre ellas el sitio denominado “Mata de Torrealba”, a don Pedro Aquino y Ponte, donde fabricó casas y corrales. Un hijo de esta pareja, Gregorio Ignacio Sánchez Borrego y Bolívar, contrajo matrimonio  en San Luis del Rey de Villa de Cura, con María Prudencia Rodríguez Bejarano, hija del Capitán Diego [José Martín] Rodríguez Velásquez y de doña María Anna o Mariana Bejarano Velásquez (Castillo Lara, 1996 p.234; Viso, 2011).


Entre otros llegados a Calabozo está el Capitán José Gómez de Acevedo procedente del Pueblo de Ortiz, donde el 14 de julio de 1736, vendía al Capitán Francisco Alfonso del Carpio, “una posesión de tierras” en el sitio de La Cañada, jurisdicción de San Sebastián de los Reyes, donde tenía tres sitio de hatos “y la acción y derecho que en ellos poseo…” Según el documento de venta, esta propiedad lindaba por el oriente con la juntas de Guarumen y Guesipo, por el poniente con la Quebrada de Báquira;  y por el norte  con la Galera de Ortiz.


Señala Gómez de Acevedo que estos terrenos los había adquirido mediante compra a doña Antonia Palencia, vecina de Caracas. La protocolización fue hecha ante don Juan de Mansaneda, Corregidor y Justicia Mayor del Pueblo de Turmero y sus anexos, el 27 de agosto de 1726. En el citado documento, el comprador expone los pormenores de la venta en los siguientes términos: “(...) me vendió dicha posesión de tierra con  un ganado, yeguas y caballos en cantidad de dos mil pesos para que los reconociese a censo y tributo a favor al Convento y religiosas de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora de esta ciudad…”


Al respecto,  el Capitán Francisco Alfonso del Carpio indica, más tarde,  que compró cada uno de estos tres sitios de hatos a un precio de 720 pesos de ocho reales cada uno. Ese año de 1736,  un hijo del Capitán Alfonso del Carpio, el doctor don Diego Nicolás [Alfonzo] del Carpio, Clérigo Presbítero domiciliario del Obispado de Caracas, solicitaba data y composición de los tres  referidos sitios de hatos.


En un testimonio de su yerno, el Capitán don Juan de Acosta Espinoza de los Monteros— quien había casado con Rosa María Acevedo y Reyes; y quien, también, fue Teniente Justicia Mayor por seis años y medio de la ciudad—, relata: "que el Capitán Don Joseph Gómez de Acevedo suegro del deducente le contó muchas veces que en esta ciudad de San Sebastián, Villa de San Luis de Cura, Valles de Aragua, Pueblo de Parapara y otros, habían andado los Padres Fray Salvador de Cádiz, Fray Marcelino de San Vicente y Fray Bartolomé de San Miguel, publicando unos despachos y convocando vecinos para fundar una Villa en la Mesa de Calabozo, a las riberas del río Guárico, ofreciendo a los que vinieron poblar, solar en el pueblo para sus casa, tierras de labor en los montes del río y sitios de pasto para cría de animales y que el dicho suegro aunque tenía hato de ganado en el sitio de La Cañada, se pasó con su familia por la comodidad de la mesa a avecindarse en esta Villa y le dieron en repartimiento el sitio del Morichal (...)"(Castillo Lara, 1996; p.55).


Por otra parte, el Capitán Gómez de Acevedo participó activamente en los prolegómenos del litis con el Capitán Domínguez de Rojas al adquirir sus derechos en la cuestionada posesión de San Diego a una de las hijastras del segundo Marqués del Valle y señor principal de Caracas, Miguel de Berroterán. El 23 de julio de 1738 el Capitán Gómez de Acevedo vende su parte (la mitad de San Diego), a los hermanos José Antonio y Francisco Verois Obel-Mejía, por 8.000 pesos. Igualmente, en la transacción entraban en la venta 830cabezas de ganado y 5 esclavos. Y, así mismo, compró, en Calabozo, el Hato Torrealba y fundó los hatos de Sabana Larga, en 1732 y Las Cocuizas, al otro lado del Río Orituco.


Por último, también, debió venir de Ortiz, don Eugenio Mejías, casado con María de los Santos Rodríguez, y otros miembros de su familia; pero, después regresaron debido a los conflictos sucedidos entre los terratenientes y los curas capuchinos, relacionados con la propiedad de la tierra ocupada por lo que sería la Villa de Todos los Santos de Calabozo.


LAZOS INTERMUNICIPALES


Con la llegada de los vecinos de Parapara y Ortiz, se fragua un proceso de  movilización de familias ganaderas que contribuyen a la consolidación y definición de la propiedad territorial a principios del siglo dieciocho. Dos razones se arguyen de la importancia de la fundación de Calabozo: el ser un punto de comunicación estratégica, especie de encrucijada, entre ríos y caminos que conducían al sur y el desarrollo de un dinámico mercado comercial ganadero. Así lo comparte el historiador Marcos Aurelio Vila, en los siguientes términos:


“Dos realidades incidieron para que Calabozo se estableciera a principios del siglo XVIII: las cercanas sabanas cruzadas por los ríos Guárico, Orituco y Tiznados y el ocupar un lugar en la mitad de la vía de forzado recorrido, entre los llanos de Apure—donde cundían los hatos y los nuevos centros poblados— y el mercado adquisitivo de la franja centro-norte de la actual Venezuela” (Vila, 1978; p.49).


Sin embargo, el proceso de fundación de Calabozo se da en medio de un conflicto entre latifundista y moradores (Rodríguez, p.34), fenómeno socio-político que consolidará una aristocracia municipal que, en muchos casos, estará definida por vinculaciones de diversas índoles, en la que se actuaba como colectivo, mediante relaciones afectivas y simbólicas. Por ello, los lazos de parentesco se hallan presente en el proceso de conquista y colonización que llevaron a cabo los hacendados ganaderos de Parapara y Ortiz, en la naciente Villa de Calabozo. Sin embargo, este entramado filial se agudizará con el desarrollo de contradicciones, entre los amos del suelo y los misioneros.


Fuentes consultadas


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