Carlos Belisario: “ A costa de la demagogia reivindican memoria de la Negra Matea”

El dirigente político solicitó al presidente Nicolás Maduro reivindicaciones por parte de su gobierno con el municipio Ortiz, quien se encuentra sumergido en el olvido por todas las instituciones y entes gubernamentales

Carlos Belisario, médico de la población de
 San José de Tiznados (Ortiz)
El medico Carlos Belisario lamentó que se pretenda reivindicar la memoria de la negra Matea a costa de la demagogia y de una gran desidia con el pueblo que la vio nacer, en alusión a los actos programados para el traslado de sus restos simbólicos al Panteón Nacional.

Belisario, quien estuvo en los actos que comenzaron en San José de Tiznados, el pasado miércoles 1 de marzo, se refirió al evento resaltando: “Nuestros pueblos han escrito su nombre en la historia de Venezuela; pero es una verdadera lástima que, en 18 años de revolución bolivariana, nos encontremos hoy sumergidos en la desidia y en el abandono total. Ni el gobierno nacional, regional y mucho menos el municipal le han dado el valor y la importancia histórica que tienen nuestros pueblos al tenerlos con la vialidad intransitable, falta de alumbrado público, fallas en el aseo urbano, en los servicios públicos, instituciones educativas, culturales, deportivas y recreativas totalmente deterioradas, ausencia en construcción de viviendas”.

Además, el dirigente aprovecho la oportunidad para enviarle un mensaje al Presidente Nicolás Maduro “Sr. Presidente celebramos que los restos simbólicos de Nuestra Matea Bolívar sean exaltados en el Panteón Nacional; pero, aprovecho la ocasión para exigirle reivindicaciones por parte de su gobierno a nuestro municipio Ortiz quien se encuentra sumergido en el olvido por todas las instituciones y entes gubernamentales”, finalizó.

Ese policía de Ortiz….

Como primera autoridad del pueblo, llegó muy temprano una mañana a su despacho en la prefectura local; colocó su revolver sobre la mesa y llamó a su policía de turno, el gerdamen Raimundo, un guardia analfabeto; pero, muy diligente, jocoso y dicharachero


Avenida Bolívar de Ortiz, año 1965

José Obswaldo Pérez

A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX, el general Luis Benito Crespo Torres, hermano del General Joaquín Crespo —caudillo llanero quien fue dos veces presidente de Venezuela—, fue jefe civil de Ortiz. Como primera autoridad del pueblo, llegó muy temprano una mañana a su despacho en la prefectura local; colocó su revolver sobre la mesa y llamó a su policía de turno, el gerdamen Raimundo, un guardia analfabeto; pero, muy diligente, jocoso y dicharachero:
— Es orden de Calabozo — le dijo el general Luis Crespo Torres, cumpliendo así las instrucciones superiores emanadas del gobierno del Benemérito y del presidente del Estado Guárico.
Crespo Torres —como lo llamaban, con su segundo apellido— fue General de Brigada de los Ejércitos de Venezuela, ascendido a esa jerarquía en mayo de 1885; participó en numerosas jornadas de guerra y con importante actuación, especialmente en la Revolución Legalista que acaudilló su hermano Joaquín en 1892 y en la Revolución llamada Libertadora, entre 1901 y 1903, siendo comandante del 9° Cuerpo del Ejército Revolucionario contra el gobierno del Gral. Cipriano Castro. Nació en Parapara en 1857 y murió en Caracas en 1933. Casó en primeras nupcias por la Iglesia, en Parapara, con María Andrea (o María del Carmen) Belisario, nacida el 23 de febrero de 1859, hija de Vicente Belisario y Victoria Ramírez, en agosto de 1871. Fueron padrinos de la boda Camilo Torres  y Concepción Freitas (AP. Parapara. Mat. 1881;p. 57). Mientras, en segundas nupcias, el general Crespo Torres, en acto cumplido en Calabozo el 11 de noviembre de 1887, desposó a la distinguida señorita Carlota Mier y Terán Romero, hija de don Francisco Mier y Terán Matos y doña Emperatriz Romero (AAC. Parr. Las Mercedes. Mat. 1887: 29v). Físicamente, el general era renco de una pierna; se la había malograda con una herida de bala en una de esas batallas por la defensa de la legalidad institucional. Sin embargo, el hombre mantenía su fama de persona recia y arrojada.
— Si, señol enseguida mesmo cumplo sus oldenez, mi generar—respondió avivadamente Raimundo.
—Ved, toma nota de todos los carros que pasen por aquí— dijo Crespo Torres, la máxima autoridad local y le entregó un lápiz y un papel de línea casi amarillento.
Raimundo salió a la antigua calle Comercio, la principal avenida de transito de Ortiz, hoy convertida en avenida Bolívar. Allí se plantó, en la espera de algún vehículo de motor.
Al poco rato apareció un automóvil en la calle principal y Raimundo, como buen servidor público, detuvo el auto. El viejo policía se acercó a los viajantes y educadamente comenzó a hacerles preguntas tales como su jefe la había encomendado. Sacó el lápiz, un viejo papel amarillento y le dijo al conductor:
—Escríbame aquí mesmo, su nombre y pa’ oden van.
El conductor tomó el lápiz y el papel y luego escribió este verso: “Ese policía de Ortiz, / merece que le tire un peo/ en la punta de la nariz”,  
El policía inocente de la burla  llevó el papel al general Crespo, el cual leyó y luego miró a Raimundo de reojo, echándose una carcajada.
Con el tiempo, un periodista larense quien se desempeñaba en el MSAS en Caracas, me confesó, hacia la década de los 80 del siglo XX, sobre el autor del aquel versito, el cual se hizo popular en casi toda Venezuela.
—Fue Concepción Concho Carrasco- me dijo el versado hablistán-, quien fue tesorero de la gobernación de Apure — durante el mandato del General José “Pepe” Domínguez, en la década de los años 30—, el autor de aquel versito insidioso que, aún, algunos lugareños recuerdan.

José Obswaldo Pérez es periodista e historiador. Actualmente editor de la Revista Electrónica Fuego Cotidiano


Soplones y declarantes contra Zamora

miércoles, febrero 01, 2017


Por Oldman Botello

El general Ezequiel Zamora luego de detenido en la Sierra del Sur de Villa de Cura, en Guambra, comenzando el camino hacia Tacasuruma o Belén, fue sometido en Villa de Cura a juicio criminal entre abril de 1847 y en julio del mismo año cuando fue sentenciado en primera instancia a la pena de muerte. Quien ordenó seguir el juicio fue el Dr. José Santiago Rodríguez, abogado caraqueño, político conservador, exministro y amigo del general Páez; tenía el cargo de Auditor General de Guerra y comisionó para incoar el juicio contra Zamora, preso en la cárcel de Villa de Cura, al Dr. N. González Méndez, Juez de 1° Instancia del Circuito y como secretario al subteniente José Pardo Gil y luego asumió este puesto Alfonso Brizuela. Los médicos que reconocieron los cadáveres en la batalla de Los Bagres fueron los doctores Juan Manuel Manzo y José Rafael Briceño; el fiscal lo fue el licenciado Juan Martínez, hombre despreciable y traidor quien después de ser amigo entrañable y con quien viajó Zamora a los Tiznados y otros lugares para predicar el liberalismo, se volvió conservador y acusó de todo lo malo a Zamora en tribunales. El Jefe Político de Villa de Cura o jefe civil era el comerciante y terrateniente Aureliano Otañez; luego pasó a ser juez de la causa el Dr. Manuel Alfonso, de la godarria de La Victoria y quien más adelante, fiel a su credo godo, falló contra los indios de Turmero en un litigio por sus legítimas tierras. Estos fueron los funcionarios a la orden del Gobierno para juzgar al general Ezequiel Zamora.

Los soplones y declarantes en contra fueron casi todos villacuranos, de las clases pudientes, comerciantes usureros y hacendados. Todos conocían a Zamora, pero cuando cayó preso se ensañaron con él; vieron sus intereses en peligro y accionaron con todo su poder de común acuerdo con el régimen conservador de Caracas liderizado por el general José Tadeo Monagas (después se convirtió en liberal por conveniencia).

Del sumario instruido contra el líder Zamora extraemos quiénes fueron esos declarantes; no los inventa quien esto escribe sino que están en el expediente de 1847 publicado por Manuel Landaeta Rosales, Antonio Leocadio Guzmán y Laureano Villanueva en tres obras diferentes. El primer declarante fue Wenceslao González, con grado de sargento, de 61 años, agricultor, habitante de Los Bagres quien echó el cuento ante el juez, secretario y fiscal, de lo que vio en su lugar de residencia. Luego vino José Jaén, quien había guardado rápidamente su ropa y enterrado su dinero al saber que venía la invasión de Ezequiel, a quien mucho conocía y manifestó en su declaración ser “amante como el que más del orden, las instituciones y las leyes”.

Un grupo de esas figuras villacuranas enemistadas con Zamora por querer entregar la tierra al campesinado, denunciaron al caudillo porque contrario a la Constitución, había solicitado el voto para sí en las elecciones de 1846. Esos firmantes fueron: Joaquín Jaén, pariente del anterior; Juan Martínez, el fiscal traidor; Benito Martí Manzo, abuelo del poeta calaboceño Francisco Lazo Martí; Luis María Ceballos, Jacinto Santaella, José Jaén, Braulio Otañez, Nicolás Ovalles, villacurano muerto en 1861, fue concejal y tío-abuelo del Dr. Víctor Manuel Ovalles Carlomán; José Joaquín González Ascanio, caraqueño radicado en Villa de Cura y bisabuelo de los González Gorrondona; Fortunato Torralva; José Jacinto Fuentes, de notables familias terratenientes esclavistas del valle del Tucutunemo; Delfín Fernández y Jesús Peraza. Fueron delatores de Zamora acusándolo de todo lo que quisieron para engordar el expediente: Francisco Gil Ceballos, Trinidad Celis, barquisimetano radicado en La Villa, casado con Rosalía de Ávila y Bolívar, pariente del Libertador, nacida en Parapara, es decir, en la sierra al sur de San Juan de los Morros, San Antonio de La Platilla; Fausto Celis Ávila, su hijo; José Antonio Istillarte, de Cagua, criado en Villa de Cura; José Ramón Hernández Motamayor, genearca de la familia Hernández Pérez; Joaquín Paúl, hermano de Coto Paúl, quien se radicó en La Villa y vivió en San Francisco de Tiznados y Ortiz, donde murió; Socorro Telles, de Magdaleno, herrero, murió de cólera en 1855; Eustaquio Barreto, arrendatario de la hacienda Tocorón y casado con Belén Quero; Dr. Jaime Bosch, médico y músico (Caracas 18114-Vilal de Cura 1890); Pedro Bofill, de padre español realista, yerno de don Benito Martí Manzo; Cayetano Ayala, emparentado con los Ayala Bofill y ascendiente de los Capriles-Ayala; Braulio y Aureliano Otañez, siempre en el lado de los godos, latifundistas y comerciantes agiotistas.

 Fueron descendientes suyos dos Aureliano Otañez: un canciller de Cipriano Casto y un canciller de Pérez Jiménez. La cabra siempre tira al monte.

 oldmanbotello@hotmail.com