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ENTIERROS DE MUERTOS VIVOS
POR JOSÉ OBSWALDO PEREZ ARTURO RODRIGUEZ decía que, cuando niño, se colocaba en las barandas de la Casa Atravesada , para contar los muertos de la peste. Desde allí veía pasar a tempranas horas de la mañana a los difuntos, envueltos en chinchorros. Uno tras otro iban desfilando hacia el cementerio hasta casi tarde de la noche, hora en que los espíritus y las almas en pena salían a retozar con el ganado en el silencio de la soledad.
- Yo me ponía a contar a los muertos, desde por la mañana hasta las nueve o diez de la noche, cuando todavía seguía la procesión de moribundos y, entonces, mi mamá me llamaba adentro.
Las enfermedades fueron aniquilando la población y, poco a poco, convirtiéndola en una aldea de fantasmas, cuyos rostros exhibían aflicción y tristezas. El aguijón del aedes había cobrado sus víctimas sin respetar edades, sin que valieran las medicinas, los rezos ni los más variados menjunjes para espantar aquella diabólica peste.
El pueblo estaba casi deshabitado. Todos habí…