Esclavitud y ganadería: Los orígenes antropoculturales de la llaneridad

La ganadería y la esclavitud africana son dos fenómenos que determinaron un cambio radical en modo de vida de las comunidades indígenas en los llanos centrales y sabanas de Apure. La efímera duración de la extracción minera dio paso a la actividad agropecuaria, un nuevo ciclo que coexistió con el final de las extracciones auríferas y con el comienzo del establecimiento de hatos ganaderos, siguiendo un criterio de preferencia marcado por los vínculos sociales y regionales que conectaban a los hombres con las diferentes costumbres de Castilla, Extremadura o Andalucía.




Por José Obswaldo Pérez

Introducción
Los términos de esclavitud y ganadería parecen haberse relacionado en una dinámica mucho más intensa de lo que podríamos haber pensado. El fenómeno de la esclavitud en nuestros llanos tuvo unas características muy particulares. Más allá de una sociedad ganadera-pastoril que giraba en torno a la res y al caballo, nuestros esclavizados, de una forma casi invisible y a través del mestizaje, contribuyeron juntos con otros grupos humanos (indios, pardos) a la construcción de un tipo de sociedad abierta y armónica consustanciada con la realidad del medio ambiente.




La presencia y el aporte de los africanos a la cultura llanera han abierto un debate intelectual entre algunos estudiosos del tema. Una rotura paradigmática dio paso a una nueva concepción teórica para abordar el asunto desde otro modelo de investigación. La idea según la cual los llanos colombianos y venezolanos no tenían sino pocos esclavos fue defendida hasta hace poco por algunos historiadores que no le daban importancia a este asunto. En Guárico, Arturo Álvarez D´Armas advierte la forma de cómo llegaron los negros africanos a las regiones llaneras del sur y el occidente del país. Dos vías dice el investigador: Uno, por aquellos que llegaron huyendo desde la región central y dos, por quienes fueron traídos por los ganaderos como esclavos para trabajar de sirvientes en los hatos.

La historiadora Irma Mendoza, de sus arduas investigaciones en el Archivo General de la Nación, comprueba el gran número de esclavos que existió en haciendas y hatos del Alto llano, especialmente en localidades como Altagracia de Orituco, Ortiz, Calabozo, Camaguán, Santa María de Ipire y Valle de la Pascua. Estudios que demuestran las predecesoras investigaciones que adelantó nuestro historiador guariqueño José Antonio de Armas Chitty y que introducen un nuevo enfoque en los estudios africanos en la región llanera , lo que ha permitido conocer la gran importancia de la esclavitud negra en los hatos ganaderos y la propiedad territorial esclavista a lo largo del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

A estos aportes se unen los estudios de Felipe Hernández y Adolfo Rodríguez, este último estudioso de la etnicidad llanera; y así se suman nuevos investigadores locales, quienes con distintos métodos abordan una temática aún incipiente en la región. A través de estas investigaciones se demuestra que los africanos negros aportaron a la cultura y a la sociedad colonial llanera un conjunto de rasgos propios, una vez que fueron adquiridos por sus amos blancos para las labores en los hatos.


La ganadería en los Llanos


La ganadería y la esclavitud africana son dos fenómenos que determinaron un cambio radical en modo de vida de las comunidades indígenas en los llanos centrales y sabanas de Apure. La efímera duración de la extracción minera dio paso a la actividad agropecuaria, un nuevo ciclo que coexistió con el final de las extracciones auríferas y con el comienzo del establecimiento de hatos ganaderos, siguiendo un criterio de preferencia marcado por los vínculos sociales y regionales que conectaban a los hombres con las diferentes costumbres de Castilla, Extremadura o Andalucía.

La tradición de la dehesa española y la presencia de esclavos procedentes de culturas africanas ganaderas facilitaron este tipo de explotación pecuaria en base al trabajo de los esclavos negros y hombres libres de color, contando con la facilidad con que se reprodujo el ganado llevado a Hispanoamérica por los colonizadores . Por eso es que a partir de entonces se dieron una serie de medidas legales que favorecieron la introducción de la mano de obra esclava, en una época en que las grandes potencias decidían dar por finalizado la trata esclavista. Desde luego estas nuevas unidades de producción necesitaban de mano de obra esclava. La ganadería sin el trabajo de los esclavos no podía prosperar. De este modo desmotamos la tesis de que en los llanos no arraigo la esclavitud negra porque la ganadería, tal como se practicaba absorbía pocas manos.

La introducción de ganado vacuno en el siglo XVI se explica en función de tres rutas reconocidas: la de Francisco Ruiz, que proveniente de Oriente, pasa por los Llanos de Paya (Alto Guárico Central) y llega hasta Acarigua; la de Juan de Carvajal que de El Tocuyo pasa por Guanaguanare (Guanare) hasta Pedraza la Vieja y la ruta de Cristóbal Guerra que proveniente de Santa Fe (Bogotá) alcanza el desparramadero del Sarare hasta los Llanos Altos Occidentales (Vila et al. 1965), aunque para Humboldt (1985), las localidades de Coro y El Tocuyo fueron desde donde provino el ganado.

El juez de Llanos Don Francisco Carlos de Herrera señala en un Censo Ganadero de 1723 que la introducción de la ganadería vacuna comenzó a implantarse en 1561 para el “sustento y permanencia” de la ciudad de Santiago de León de Caracas. Para ese cometido fundaron hatos en los llanos y en los sitios de Paya, San Antonio, Las Palmas, Aricapano, La Platilla y Tinaco, así como otros lugares y términos que comprendían la ciudad de Caracas y San Sebastián de los Reyes.

Llano adentro se encuentran los establecimiento de ganado vacuno a partir del eje San Juan de Los Morros - Ortíz, por Cristóbal Rodríguez (Siso Martínez, 1957) y Francisco Ruiz, siendo aquél también fundador del primer hato en un lugar cercano a Parapara, conocido como Uberito, en 1530. Esta última información es cuestionada severamente por Vila et al. (1965) al señalarla como una especie de invención costumbrista. Por su parte, Alejandro de Humboldt (1985) le reconoce a Guerra la introducción del ganado en los Llanos en el año 1548.

San Sebastián de los Reyes fue el núcleo propagador de la introducción de ganado hacia el interior de los Llanos. El establecimiento de la ganadería en los llanos y su rápido crecimiento van a ser determinantes para la vida del hombre llanero, sus sistemas de producción, la economía y el poder político en general. Precisamente, el éxito de la cría de ganado fue lo que atrajo a la población colonizadora, tanto españoles de Castilla, Andalucía y Canarias, como los negros esclavos de África. El establecimiento de hatos ganaderos facilitó el poblamiento y dio origen a un mestizaje muy temprano en estas regiones. De modo que la actividad ganadera, en Hispanoamérica, está asociada al llanero, figura heredera del mayoral hispánico.


La antropocultura afrollanera


El hato llanero va a ser el hábitat que permitirá la simbiosis entre blancos, indios y negros. Aquí los esclavizados coexistirán como una fuerza de trabajo libre. Muchos de ellos como mayordomos de las propiedades de los ganaderos; mientras otros, se fugaban formando cumbes o rochelas en las vecindades y áreas rurales. Este modo de producción condicionó, a su vez, la vida cotidiana de las tres categorías étnicas, las cuales aportaron un conjunto de técnicas antropoculturales en el manejo directo de la ganadería, mediante “ese esquema tetraedral en que se ejecuta la producción: sabana, res, caballo y hombre” . La integración simbiótica y étnica, en un mismo territorio y en una misma área económica, dio origen no sólo a un mestizaje pluricultural sino a la constitución de esa nueva cultura antes descrita.

En el estudio de las culturas ganaderas o sociedades ganaderas se aborda el concepto de la llaneraridad como producto de un proceso de mestizaje entre indio, blancos y negros. Desde esta perspectiva antropocultural la huella de los esclavizados africanos se halla ligada, al lado de los indígenas, en las labores de agricultura y ganadería.

Los llanos de Apure y Guárico tuvieron un predominio de africanos, y esta fusión claramente afectó la cultura aborigen. La migración forzada de africanos siguió un patrón invariable a través de la diáspora. El proceso de sangría demográfica evidencia cómo la migración de esclavizados significaría una migración de culturas. Mientras muchos esclavizados se movían alrededor de la diáspora, más cultura se transmitía, pese a la aculturización sometida de estos grupos humanos en sus respectivas zonas de asiento . De este cruce etnico-cultural surge el llanero mulato. Un ejemplo de este mestizaje es el mandadero o mayordomo, como máxima autoridad en el hato después del propietario. Otro caso específico es el de Pedro Camejo, quien fuera uno de los soldados negros de la independencia que peleó con coraje y valentía en aquel escenario relucha y libertad.

De los primeros establecimientos de esclavos, diversos grupos de esclavizados vivieron y trabajaron en los llanos de Guárico y Apure, mezclando tradiciones culturales, tecnológicas, y sociales en una perspectiva distintiva de mestizaje y creollización. La nueva cultura reflejó la entrada de esclavizados en el crecimiento de hatos ganaderos dedicados a la economía de agroexportación, principalmente de cueros y manteca. Ese espacio de vida no sólo fue un modo de hacer un lugar sino una forma de convivencia natural, entre los márgenes de una “tierra de frontera”, abierta y libre para la construcción endógena de una nueva “neoetnia” cultural: los llaneros .

Los pobladores españoles y mestizos llevaron los primeros subsaharianos a los partidos de Tiznados, Paya, Las Cañadas y San Roque de Las Lajas, jurisdicción de San Sebastián de los Reyes, entonces unidades de producción agropecuaria en siglo XVII , para ser explotados. En medio de este espacio geográfico, el pueblo de Ortiz tenía una posición privilegiada. Era punto de paso o encrucijada para el comercio de ganado, cuero, tabaco y otros rubros hacia los centros de consumo urbano.

Un diagnostico documental y analítico nos permite identificar la cuantificada mano de obra africana en hatos ganadero de Guárico , es una muestra global de la concentración de esclavos en el ámbito de todo territorio colonial, tal como lo hemos comprobado en censos y matriculas de la microregión de Ortiz-Tiznados. Su presencia era notoria. Por ejemplo, en 26 sitios de hatos registrados para 1793 en San Francisco y San José de Tiznados, 14 negros esclavos administraban en calidad de mayordomos y suplían la ausencia del amo, cuatro lugares eran administrados por sus mismos dueños, cuatro por morenos libres y dos blancos (familiares del dueño del hato) administraban igualmente dos sitios para cría de ganado mayor .

El investigador Miguel Ángel Ortega nos ofrece información sobre 345 esclavos, sin contar a los negros libres en la hoy Parroquia San Francisco de Tiznados, que ascendía a 1.132 almas. Igualmente debemos destacar la presencia de negros cimarrones en las montañas aledañas a los hatos y pueblos de Ortiz, San Francisco de Tiznados y San José de Tiznados . Datos del obispo Mariano Martí, durante su vista al poblado de Ortiz, el 5 de mayo de 1780, encontramos que vivían 107 esclavos, 90 negros libres y 99 pardos, los cuales representaban un 24,8% de la población total.

De la antropocultura afrollanera se hallan muchos aportes de la cultura africana a la cultura llanera. Algunos rasgos significativos persisten aún en nuestros llanos. Principalmente, el canto, la posición en el ordeño, el arreo del ganado, la quema de los rastrojos en los conucos, la construcción de viviendas de adobe, forman parte de técnicas aprendidas por los llaneros y adoptadas en el Nuevo Mundo como evidentes huellas de africanía en nuestra cultura llanera . Un ejemplo, también, son las emigraciones o traslados de ganado de un sitio a otro en tiempo de lluvia o de sequía para la escogida de lugares más seguros o con suficiente pastos. Esta práctica es reconocida en algunas culturas de África, quienes arriaban el ganado vacuno esparcido desde Senegambia a través de Nigeria y Níger al Sudán . Este oficio- en nuestros llanos guariqueños y apureños- estaba casi siempre en manos de “gente de color”, es decir, pardos, zambos y mulatos.

Tomas Polanco Martínez (1960) destaca el papel que cumplieron los esclavos en la agricultura, señalando lo siguiente:

"Con el sudor del negro, puede declararse sin ambages, se creó la verdadera agricultura nacional. Su aporte fue decisivo en este sentido, tanto mas cuanto que con el simultáneamente se colocaba la primera piedra del edificio de nuestro comercio exterior [...] Surgieron entonces las haciendas costeras para suplir las necesidades de los maestros contrabandistas, que llenaban sus bodegas con los frutos que habían hecho producir los negros, poco tiempo ha, dejados por aquellos en esas mismas playas
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Con relación a las funciones desempeñadas por los negros esclavos en la Venezuela colonial, veamos la opinión de Miguel Acosta Saignes:

"...En la Colonia todo, en último término, dependía de los esclavos. Sobre sus hombros recayó el mantenimiento de aquella sociedad: fueron pescadores de perlas, descubridores de minas, pescadores, agricultores, ganaderos, fundadores de pueblos, buscadores del Dorado, fundidores, trabajadores especializados en los trapiches y las minas, herreros, toreros, cantores, domésticos, músicos, pulperos, verdugos, pregoneros, soldados, juglares..." .


Acosta Saignes examina en su obra Vida de Esclavos de Venezuela el régimen alimentario a que fueron sometidos o acostumbrados los esclavos negros, particularmente aquéllos que fueron empleados en el trabajo minero y agrícola. En este sentido, explica Acosta Saignes que la carne y el maíz constituían la base alimenticia de los esclavos. Ocasionalmente se les suministraba pescado seco y gallina .

Igualmente describe las formas de curación de las enfermedades que solían padecer los esclavos, resaltando el uso de brebajes preparados con hierbas y flores de diversa especie, el caldo de gallina para curar pasmos (costumbre, por cierto, muy extendida entre nuestros campesinos), y el empleo de hierbas para la atención de heridas y enfermedades de la piel. También refiere nuestro autor la manera como se registraban los nacimientos y las defunciones que acaecían entre los esclavos y las ceremonias que acostumbraban llevar a cabo con motivos de los mismos .

Otros rasgos significativos –aún cuando en menor grado- son las manifestaciones musicales con acento africano. Estas expresiones se reflejaban en los cantos de arreo, vaquería, zafra y gritos de monte. Todas memorias propias de las zonas ganaderas y agrícolas, surgidas de circunstancias concretas y utilizadas durante las faenas cotidianas de manejo del ganado y limpieza de terrenos, con el fin de hacer las jornadas menos fatigosas y más productivas. El hombre, sometido cotidianamente a trabajos de diez o más horas, materializa su necesidad de comunicación social, improvisando cantos muy libres en los que narra el último acontecimiento del pueblo o de la región, el incidente familiar, amoroso o de trabajo. Todas son expresiones de lo vital, de lo que se siente y se resiente, de lo que se ha perdido, se imagina o se desea, de lo accidental o de lo trascendente .

Los cantos de trabajo, con claras influencias indígenas y africanas, se cristalizaron también en los cantos de los decimeros mediante tonadas en que se mezclaron entre giros melódicos y temáticos provenientes del coplero español, con viejos estribillos y coros en alternancia, en los que se fundió lo narrativo local y la sátira tradicional características del África con la picaresca española. Ya para finales del siglo XVIII los instrumentos de Europa, de África y de América, se habían encontrado, mezclado, concertado, en ese crisol de civilizaciones, encrucijada planetaria, lugar de sincretismos, transculturaciones, simbiosis de músicas aún muy primigenias o ya muy elaboradas en el Nuevo Mundo .


Conclusiones


Como propuesta del tema tratado en este ensayo podemos concluir que, en general, el tema de la esclavitud en Venezuela, particularmente de los esclavos de origen africano y sus descendientes criollos, ha sido poco estudiado en el contexto de nuestra historiografía regional especialmente en lo que atañe a la formación y dinámica de la estructura económica de la sociedad colonial. La huella de África en los llanos de Guárico y Apure es un factor principal, casi único, en la construcción de nuestra cultura llanera. La recolección de datos estadísticos e investigaciones recientes permiten mostrar los aportes culturales de los subsaharianos. Por ejemplo, el trabajo de “peonaje” de los negros, zambos y mulatos tuvo una importancia para la expansión de la economía colonial, el crecimiento del mantuaje y la expansión de la propiedad territorial.


El número total de esclavos de origen africano que entró con la trata esclavista al Alto Llano dictamina un papel considerable que contribuyó al desarrollo y el enriquecimiento de la cultura llanera, como médula importante en la etnogénesis de la cultura afrovenezolana, hoy integrada y diluida en la población venezolana como raíz principal de nuestro mestizaje. Desde una perspectiva cultural-antropológica, se enfatice el papel desempeñado por los esclavos en la conformación socio-demográfica y cultural del pueblo llanero. Lo que hace que este planteamiento sobre la esclavitud y la ganadería sea un tema que me interesa seguir desarrollando ampliamente como parte del esfuerzo historiográfico venezolano.



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