¿Qué va a pasar ahora?
¿Puede ser distinta esta historia? Claro. Si la acción internacional se convierte más bien en una fuerza que eleva el poder de negociación de la oposición y obliga al gobierno a buscar mecanismos de negociación política, que no comprometen su cabeza, pero si le presionan a abrir espacios para el rescate de la democracia a futuro
Por Luis Vicente León
Si vamos a ser sinceros, la única respuesta certera a esa pregunta es que puede pasar cualquier cosa, desde lo que más deseas hasta lo que más temes.
Pero, aunque esa sentencia es cierta, nos sirve poco para la toma de decisiones. Entonces voy a hacer algo riesgoso: describir lo que creo más probable, aunque sea sólo uno de los muchos escenarios posibles.
A diferencia de la visión de mis amigos, que piensan que la agudización de la crisis, condimentada por sanciones y aislamiento internacional, generará las condiciones de salida del gobierno, mi opinión es que mientras más fuerte sea ese deterioro, más primitiva sea la economía y más autocrático se vuelva el gobierno; la probabilidad de su permanencia en el poder se amplifica.
Pero, ¿cómo es posible que debilitando económicamente al gobierno, pueda más bien afianzarse? Veamos.
La primitivización del país, producida por un modelo intervencionista y controlador, se ve amplificada por la aplicación de sanciones. No me refiero a las sanciones personales, que afectan sólo a sus destinatarios. Se trata de las sanciones financieras y económicas al país, que si bien no son la razón de la crisis, sin duda la amplifica. Es un absurdo decir que restringir las operaciones financieras de Pdvsa y el financiamiento del país no tiene impacto en la gente. No me tienen que explicar qué buscan esas medidas. Obviamente lo sé. Lo que si me deben explicar es por qué esas mismas acciones no funcionaron para sacar a los gobiernos sujetos a sanción en prácticamente ningún país donde han sido utilizadas. ¿Te suena Cuba, Rusia, Corea, Zimbabue, Siria, incluso Irán?
Ahora, si reconocemos que el objetivo de esas medidas es aislar a esos gobiernos (que permanecerán en el poder) y debilitarlos económicamente para que no se conviertan en un riesgo a la región y de carambola le den una ayudadita de popularidad a algunos líderes de los países donde se originan las sanciones, entonces estamos siendo más sinceros y podría acordar que las mismas les funcionan perfectamente. El tema es que para quienes vivimos en Venezuela sólo sirven para complicarnos la vida y empobrecernos más, como si el gobierno venezolano ya no fuera suficiente karma para nosotros.
La tesis de que retar más al pueblo tiene el efecto equivalente a las banderillas en un toro y finalmente la gente se rebelará para sacar por las mechas al gobierno, además de chocar contra la evidencia empírica de los países sujetos a sanciones, donde nada de eso ha pasado, parece olvidar un tema central del comportamiento humano. Bloquear al gobierno por supuesto lo empobrece a él y a los suyos. El problema es que también empobrece aún más al resto de la gente y ahora con un nuevo culpable para explicar porqué estamos tan mal (probablemente olvidando que ya lo estábamos).
Resulta que en esa primitivización, el gobierno afectado es, de todas maneras, el único capaz de conseguir algo de oxígeno, por ejemplo en Rusia o en China. Y es además el único que tendrá algo que vender, aunque sean migajas. Es decir, seguirá siendo el único repartidor de algo y puede convertirse en el Big Brother del charquero en el que ya estamos.
¿Puede ser distinta esta historia? Claro. Si la acción internacional se convierte más bien en una fuerza que eleva el poder de negociación de la oposición y obliga al gobierno a buscar mecanismos de negociación política, que no comprometen su cabeza, pero si le presionan a abrir espacios para el rescate de la democracia a futuro y se plantean claramente los mecanismos de reducción del costo de salida de ese gobierno, cuando corresponda, entonces, y sólo entonces, podríamos ver una luz al final del túnel.
luisvicenteleon@gmail.com