La cineasta Margot Benacerraf en el Guárico en 1956
El historiador señala que la artista Margot Benacerraf logró atrapar un tiempo y un espacio vivencial en Santa Rita y Cabruta en Guárico; y en Caicara del Orinoco en Bolívar, tres poblaciones de la Venezuela de 1956.
FELIPE HERNÁNDEZ G.
UNESR / Cronista del Municipio Infante
fhernandezg457@gmail.com
Venezuela no olvida ni las cualidades innegables de sus hijos, ni su ejemplarizante conducta. Hoy 14 de agosto, la nación recuerda con afecto el natalicio de Margot Benacerraf, ocurrido el año 1926, destacada figura del cine venezolano, tanto por su obra cinematográfica, como por su trabajo como gestora cultural e impulsora del séptimo arte. Su formación fue producto de sus estudios realizados en la Universidad Central de Venezuela, donde obtuvo el título en Filosofía y Letras (1947) y su formación sobre cine la obtiene en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de la ciudad de Paris-Francia. Pionera del cine venezolano y latinoamericano, sus dos películas más conocidas son del género documental, “Reverón” y “Araya”, la primera sobre el pintor de la luz y la segunda, registra el trabajo que día a día realizaban los trabajadores de las salinas de Araya en el Oriente de Venezuela. Por Araya fue premiada en Cannes en 1959. Gran dama del arte, fue fundadora de la Cinemateca Nacional en 1966 y de Funda-visual Latina, institución que se encargó de promover el arte audio-visual en el país, también formó parte de la Junta Directiva del Ateneo de Caracas con el apoyo incondicional del escritor Gabriel García Márquez. En 1995 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine y en 1998 el gobierno francés le confirió la Orden al Mérito en primera clase.
Su viaje al estado Guárico: A principios del mes de mayo de 1956 (a entradas de agua), Margot Benacerrat, acompañó en un viaje por los llanos del Guárico al folklorista y musicólogo Luis Felipe Ramón y Rivera y a su esposa, la etnomusicóloga Isabel Aretz. De sus peripecias por estos caminos de Dios, realizando trabajos de campo, investigando, grabando, filmando, tomando fotos y recogiendo datos, se conservan registros de su visita a los pueblos de Santa Rita de Manapire y Cabruta en el estado Guárico y de Caicara de Orinoco en el estado Bolívar. Los testimonios son un reflejo de la vida en los llanos del Guárico a mediados del siglo XX, cuando el país vivía la transición de rural a urbano, en los últimos años de la dictadura del Gral. Marcos Pérez Jiménez.
Refiere la cineasta, que la inspiración para recorrer los llanos del Guárico le nació cuando fue con el Gordo Pérez al pueblo de Ortiz, donde se escribió Casas Muertas;… en el año 1955; deseaba reencontrar el pueblo del cual escribió Miguel Otero Silva. Ese año hizo el guión de Casas Muertas con Miguel Otero… Entonces fue cuando conoció a Isabel Aretz, y le dije: “Isabel necesito recorrer un poco Venezuela…”.
En Santa Rita y Cabruta el portafolio se adentra en la cultura llanera a través de composiciones donde se percibe… la espontaneidad y la inspiración de cantores de tonos del velorio de cruz y la pose premeditada. En ese sentido, el escritor Eduardo Planchart Licea, en el libro titulado: Margot Benacerraf, Diario Visual y Entrevistas. Caracas: Fundef. 2006. Informa que “las fotografías evidencian la intención de acercarse al lenguaje corporal, a la indumentaria y al proceso participativo de la grabación musical llevada a cabo por Luis Felipe Ramón y Rivera. Entre gestos, ropas ligeras, espacios y tiempos rituales queda documentada la celebración de la Cruz de Mayo en 1956… los contenidos simbólicos se evidencian en las fotografías que describen la creación y parafernalia del altar de la población de Santa Rita. Destaca la vestidura de la cruz con flores de papel que asocian la cruz a la crucifixión. Se está también ante algunos momentos importantes del ritual, los rezos nocturnos, que enmascaran el ancestral anhelo de vencer la muerte a través de la vigilia, pues el sueño y el dormir son metáforas de la muerte; el vencerlos equivale a recuperar por un instante la inmortalidad propia del tiempo mítico”.
De la travesía por los llanos del Guárico describe el paisaje de Cabruta, población ubicada a orillas del Orinoco, erigida como puerto de embarque y un paso natural para cruzar el río. Señalando, que Cabruta es un pueblo entre llano y agua, espacio de tránsito de botes, lanchas y lanchones. Entre sus fronteras internas deambulan rostros que van y vienen, y mantiene una tradición vinculada a la pesca.
El esfuerzo investigativo del diario vivir de esos pueblos se transformó en un eterno presente para develar los secretos de su gente, presencias emblemáticas del pueblo de Santa Rita de Manapire, como la de Juan Rivero y su misterioso toque de guarura, los tonos de velorio y los cantos de ordeño tocados por músicos llaneros hasta hoy anónimos, entre ellos: Pedro Lara, Juan Leal, Emiliano Aponte, José Esteban Ortiz y Belisario Matos; o el retorno del hacer demiurgico que hace brotar de la arcilla pimpinas, tinajas, vasijas y ollas, de manos de la alfarera Simona Lara, en Caicara del Orinoco, guariqueña nacida en Santa María de Ipire.
Cabría preguntarse qué importancia tiene esta información de hace más de medio siglo, cuando Santa Rita y Cabruta en Guárico aún no eran poblaciones conocidas por sus campamentos de pesca, o Caicara del Orinoco como lugar de encuentro de culturas y de mineros. El valor está relacionado con la restitución del pasado de estas poblaciones, y con la reafirmación de sus raíces culturales y espirituales, puesto que rescata la memoria visual y oral de un tiempo que se había olvidado. Son puntos de vista de hace más de medio siglo, personajes que con sus miradas y acciones abren las ventanas a historias y memorias silenciadas entre llanos, montes y ríos.
A través de estas miradas, la artista Margoth Benacerraf logró atrapar un tiempo y un espacio vivencial en Santa Rita y Cabruta en Guárico; y en Caicara del Orinoco en Bolívar, tres poblaciones de la Venezuela de 1956. Constituye un recorrido realizado por accidentadas carreteras de tierra o por inexistentes caminos en el Guárico de ese entonces, donde cada viaje realizado consumía semanas nada más para llegar al sitio deseado, para fotografiar y tomar testimonios orales que podrían considerarse acercamientos documentales… Refiere la artista: “Fueron viajes largos, todo era camino de tierra y pasábamos días, semanas, recorriéndolos. De este viaje lo que más recuerdo es el paso de Cabruta atravesando el Orinoco en su zona más estrecha”… Refiere que la primera noche durmieron en Cabruta, “si es que dormimos, porque era bastante inclemente la cosa. Y después fuimos a Caicara, atravesamos el Orinoco, que era la parte más estrecha, entramos a Bolívar; era principios de mayo del 56…Dormimos en Cabruta; al amanecer nos fuimos en la camioneta, pero nos paramos en Caicara, siguiendo el itinerario, donde nos encontramos con una alfarera que conversó con Isabel [Aretz]; también con una artesana de Caicara, con sus pelos canosos y sus manos encallecidas por dar forma al barro, en unas fotos está sola, y en otras con Isabel… Esos niños de Caicara son catiritos, catiritos la mayoría, no sé si es por el sol o por los viajeros que pasan y eran cargadores de agua…”.
La diversidad de la información expuesta es una fuente de conocimiento de un tiempo y espacio que van más allá de las escuetas anotaciones de un diario de viajes,… pues ella nos enfrenta a un fragmento de la realidad del paisaje y de la gente de Santa Rita de Manapire y Cabruta de manera directa, puesto que resume lo que era la vida en ese momento en esos pueblos en las cercanías del Orinoco; las lavanderas, los cantores, la pesca y la construcción de las casas, cuatro cosas esenciales… y la bomba de gasolina de Cabruta. Relatos e imágenes que nos adentran y recuperan un fragmento de una Venezuela y del Guárico que logró subsistir al voraz paso del tiempo.