Los rusos “liberadores” de Ucrania se están percatando de que vivimos mejor que ellos

Ucrania aprendió a construir caminos, escuelas y hospitales. Los ucranianos han podido viajar a la Unión Europea sin visa desde 2017. Por si fuera poco, cuando Volodímir Zelenski, alguien ajeno a la política, resultó electo como presidente en 2019 con una plataforma proeuropea y de combate a la corrupción, el presidente anterior, Petró O. Poroshenko, aceptó la derrota de inmediato.


Soldado ucraniano descansa en medio de la guerra.STR | Crédito: EFE

PorYegor Firsov

A principios de abril, llegué a Andriivka, un poblado a unos 64 kilómetros de Kiev, con mi batallón de las Fuerzas de Defensa Territorial de Ucrania. Fuimos de los primeros militares ucranianos en llegar al lugar tras casi un mes de ocupación rusa. Por todas partes había desperdigadas carcasas de balas y cajas de municiones, y las casas se encontraban en distintos estados de deterioro. En uno de los jardines que pasamos, sobre el pasto había un tanque quemado abandonado.

Los rusos asesinaron a ciudadanos comunes en Andriivka, donde registraron y saquearon casas. La gente del lugar nos habló de algo más que hicieron los rusos: un día, tomaron motocicletas y bicicletas de algunos de los patios y las condujeron por las calles como si fueran niños; se filmaban unos a otros con sus teléfonos y reían con deleite, como si hubieran recibido un regalo de cumpleaños que habían esperado mucho tiempo.

Unos días antes habíamos estado en Bucha, un barrio al noroeste de Kiev que estuvo sujeto a una ocupación de lo más despiadada. Los residentes nos comentaron que, cuando el primer convoy ruso llegó al pueblo, los militares preguntaron si estaban en Kiev, pues no podían creer que hubiera parques y casitas tan idílicos fuera de una capital. A continuación, saquearon por completo las casas locales. Sustrajeron dinero, aparatos electrónicos baratos, alcohol, ropa y relojes. Pero, según relataron los lugareños, parecieron quedar perplejos al ver las aspiradoras robóticas, que en todos los casos dejaron.

Una residente, que dijo haber sido tomada como rehén en su propia casa por los soldados rusos, comentó que estos no podían creer que tuviera dos baños y le preguntaron con insistencia si más personas vivían con ella.

Esta guerra ha sido un error fatal de Vladimir Putin. No debido a las sanciones económicas ni a la pérdida masiva de soldados y tanques, sino porque los soldados de Putin provienen de algunas de las regiones más pobres y más rurales de Rusia. Antes de esta guerra, a estos hombres les hicieron creer que los ucranianos vivían en la pobreza y que eran inferiores en términos culturales, económicos y políticos.

Ahora, los invasores han visto la realidad: los ucranianos viven mejor que ellos.

En lo personal, la guerra también me ha llevado a hacer conciencia de esta realidad. Cuando Ucrania y Rusia salieron de la Unión Soviética hace alrededor de 30 años, teníamos el mismo tipo de economía basada en recursos, la misma corrupción endémica y la misma pobreza. Era frecuente que los extranjeros creyeran que Ucrania formaba parte de Rusia, e incluso los ucranianos no siempre comprendían las diferencias fundamentales entre los rusos y nosotros. Sin embargo, en cierto momento, tomamos rumbos distintos.

Crecí en Avdivka, en la óblast de Donetsk, Ucrania oriental. Cuando era niño, enfermé y tenía fiebre, así que mi abuela pidió una ambulancia. Como no llegaba, llamamos de nuevo, y nos dijeron que no tenían suficiente gasolina para llegar a nuestra casa. Recuerdo el hospital, con el piso cubierto de linóleo soviético desgastado con agujeros. Los pacientes tenían que llevar su propio algodón. También me acuerdo de nuestros vecinos, que trabajaban en una fábrica de pollos. Cuando la empresa no tenía efectivo, cubría su salario con pollos. Por todo su jardín corría un sinnúmero de pollos.

Les hicieron creer que los ucranianos vivían en la pobreza y que eran inferiores en términos culturales, económicos y políticos.

Yegor Firsov

Me fui de Avdivka en 2014 cuando los separatistas apoyados por los rusos declararon al este de mi ciudad la República Popular de Donetsk. Los caminos que recorrí al irme estaban cubiertos de boquetes profundos que nadie había ido a arreglar, así que la gente los había llenado con restos del carbón que quemaba en la estufa de su casa. Podías perder tu auto en esos huecos. En cambio, cuando salí de Kiev esta primavera con rumbo al este, a Avdivka y al frente de batalla, conduje unos 740 kilómetros en menos de diez horas por caminos perfectos.

Cuando vi de nuevo el hospital, tuve la sensación de estar en un hospital de algún pequeño pueblo de Europa Occidental. El edificio estaba completamente renovado y gran parte del equipo parecía nuevo. Tuve una sensación parecida cuando visité una escuela local que sufrió daños por un bombardeo en 2015. También había sido renovada y equipada con computadoras modernas (hace poco, los rusos destruyeron casi por completo tanto la escuela como el hospital).

Ucrania aprendió a construir caminos, escuelas y hospitales. Los ucranianos han podido viajar a la Unión Europea sin visa desde 2017. Por si fuera poco, cuando Volodímir Zelenski, alguien ajeno a la política, resultó electo como presidente en 2019 con una plataforma proeuropea y de combate a la corrupción, el presidente anterior, Petró O. Poroshenko, aceptó la derrota de inmediato.

Por supuesto, Ucrania todavía tiene problemas. Todavía hay corrupción. No podemos decir que estamos satisfechos con nuestro sistema de justicia: nuestros tribunales no son independientes. Antes de que estallara la guerra, grandes números de ucranianos se iban a trabajar a Polonia y a otros países cada año. Todavía tenemos una lista larga de trabajo que necesitamos completar.

No obstante, estos problemas no son iguales a los que tiene Rusia, donde Putin ha estado más o menos al mando durante más de 20 años y las elecciones básicamente son insustanciales, donde los caminos que atraviesan el país no reciben buen mantenimiento —salvo cuando solo terminan— y donde una persona puede ser enviada a la cárcel tan solo por expresar su opinión, como Alexéi Gorinov, miembro de un ayuntamiento local que hace poco fue sentenciado a siete años de cárcel por manifestarse en contra de la guerra en Ucrania.

Hace diez años, los ucranianos podían beber cerveza con los rusos al terminar un partido de futbol del Campeonato Europeo, pero entonces no nos dábamos cuenta de que Ucrania avanzaba, mientras que Rusia iba en dirección contraria. Ucrania intentaba construir un camino hacia la libertad, mientras que Rusia construía un camino de vuelta a la Unión Soviética, con canales de televisión controlados por el Kremlin y petrodólares. Después de un tiempo, nos alejamos mucho… y algo se quebró.

A diario durante varios meses he cargado a ucranianos que han sufrido heridas en la lucha por proteger lo que hemos construido. Ahora los invasores también han visto lo que hemos construido. Es una verdad que se llevarán con ellos cuando regresen a casa.

2022 The New York Times Company
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