Acerca de la cuestión agroalimentaria venezolana (doce)
Las vialidades rurales constituyen sin duda alguna, uno de los factores que más dinamizan el desarrollo territorial, sin ellas, es prácticamente imposible amplificar e impulsar no solo el desarrollo socioeconómico local, sino también el regional. Estas vialidades forman una parte complementaria de las redes primarias y secundarias de carreteras, que permiten la movilización de lo que podemos definir como patrimonio de la ruralidad (la producción agropecuaria).
Por Jesús Cepeda Villavicencio.
La infraestructura de apoyo a la producción primaria, o agrosoporte como otros lo definen, constituye un eslabón fundamental en el sistema agroalimentario venezolano (SAV). Sin él, se imposibilita el transporte de los insumos agropecuarios y de los productos agrícolas. Sin él, no es posible la siembra en la época de sequía. Sin él, no se alcanzará la operatividad del capital de explotación fijo muerto. En fin sin electricidad, sin agua y sin vialidades, no es posible pensar en el incremento de las productividades, y mucho menos en el ansiado mejoramiento de la calidad de vida en el medio rural
Este subsistema para fines de la planificación agroalimentaria, debe ser abordado sobre tres ejes temáticos, que conformarian la columna vertebral de lo que hemos denominado; infraestructura de apoyo a la producción primaria. Estos ejes se corresponden con las vías de comunicación en las comunidades rurales, los embalses para riego que existen en el pais y la electrificación rural.
1). Las vialidades rurales constituyen sin duda alguna, uno de los factores que más dinamizan el desarrollo territorial, sin ellas, es prácticamente imposible amplificar e impulsar no solo el desarrollo socioeconómico local, sino también el regional. Estas vialidades forman una parte complementaria de las redes primarias y secundarias de carreteras, que permiten la movilización de lo que podemos definir como patrimonio de la ruralidad (la producción agropecuaria). No tenemos certeza de la cuantificación de las vías rurales en venezuela, algunos autores, dentro de los que me incluyo, simplemente hacemos aproximaciones, que terminan siendo eso,estimaciones que se plantean para fines de orientaciones en planificación, al respecto consideramos que en Venezuela deben existir entre 80 y 90 mil kilómetros de vías agrícolas, de las que, una gran mayoría se encuentran en condiciones de elevado deterioro, lo cual contribuye con el agravamiento del SAV, al encarecer el transporte y reducir la seguridad de la la transitabilidad. Estas cifras contrastan con los datos que muestra el instituto autónomo de vialidad agrícola (SAVA), ente dependiente del MPPTT, que afirma que actualmente en venezuela existe un déficit de 150 mil kilómetros de vialidades rurales agrupadas en aquellas que necesitan rehabilitaciones y las que deben ser construidas. Este asunto plantea un enorme reto para el desarrollo del SAV, se necesita un mapeo profesional y preciso para la cuantificación real, además de que las rehabilitaciones o nuevas construcciones, exigen el impulso de nuevos paradigmas con la opción de tecnologías (como por ejemplo el uso de polímeros) y la combinación de los conocimientos de las comunidades rurales, la ingeniería y las teorías de la mecánica de suelos y materiales, todo lo cual requiere de investigaciones, y eso, por ahora como diría el difunto aquel, está negada de plano por la anorexia mental de quienes desgobiernan esta lastimada nación.
2). Este segundo aspecto referido a los embalses, debemos ubicarlo dentro de un contexto mucho más amplio que tiene que ver con las potencialidades hídricas del pais. La abundancia de estos recursos son de dos tipos; superficiales o subterráneos, las aguas superficiales se drenan a través de más de 1000 ríos, de los cuales 124 tienen cuencas superiores a los 1000 kilómetros cuadrados. El 85% de las aguas que se generan cada año lo hacen como escorrentías superficiales, estas se ubican al margen derecho del orinoco (vertiente atlántica) y el restante 15% en las otras dos vertientes ( la caribe y la del lago de valencia), lo cual revela que este potencial no está uniformemente distribuido en el territorio nacional, por el contrario está en una relación inversamente proporcional con el asentamiento urbano y los problemas que se generan con la demanda de agua en los grandes centros poblados.
La precipitación media anual del país es de un poco más de 2000 mm, lo cual supone un equivalente a más de 1800 kilómetros cúbicos sobre todo el territorio nacional. Esta cifra representa el potencial de recursos hídricos renovables que la naturaleza nos lega anualmente, lo que nos debe conminar al raciocinio político en el manejo de este vital recurso, muy amenazado por el fenómeno mundial del cambio climático, por la incertidumbre que se cierne en las predicciones pluviométricas. Según distintas fuentes como AQUASTAT, FUNDAMBIENTE y el MPPAT, las potencialidades para un uso racional en el consumo humano, agrícola e industrial, estarían por el orden de: 783 km cúbicos año por escurrimiento superficial, 227 km cúbicos año en acuíferos subterráneos, 520 km cúbicos años externos provenientes de ríos Colombianos y en base a los que escurren fuera del pais que son aproximadamente 160 km cúbicos año, dispondríamos de unos 1165 km cúbicos año, de los que según esas mismas fuentes, los realmente aprovechables estarían por el orden de los 552 km cúbicos año, lo que constituye un enorme potencial para el reciclaje sistemático y permanente de nuestros embalses que son alrededor de 92 a lo largo y ancho del país.
Esta panorámica nos dibuja una capacidad potencial para riego (con el respectivo saneamiento de tierras y adecuado manejo y mantenimiento de la infraestructura) de cerca de 3000000 de hectáreas, adicionales a las que se podrían desarrollar con sistemas de pozos profundos, que estarían por ese mismo orden, si partimos de la siguiente premisa; “En Venezuela el método de riego usado es equilibrado, un 53,7% del área bajo riego se abastece de ríos, lagunas y embalses y un 46,3% mediante diversas formas de extracción en pozos profundos”. Finalmente consideramos necesario destacar, que se puede manejar el impacto que el riego tiene en el incremento de las productividades agropecuarias, entre un (11 y 14%).
3). En relación a la electrificación rural, no hay que ser un genio o un adivino, para imaginarnos lo que allí acontece, solo basta con observar la profunda crisis que hay a nivel nacional, como consecuencia del irracional manejo de nuestras principales fuentes generadoras de energía eléctrica ( que mayoritariamente son de origen hidroeléctrico ), para concluir que en el espacio rural, históricamente deprimido en este sentido, hoy, hay un retroceso a la caverna.
Es imperativo retomar los objetivos del programa de electrificación rural (PER), que fue creado a finales del año 1994 y readaptar su manejo, en el marco de nuestra propuesta de crear el instituto autónomo de electrificación rural, como garantía en la reducción de las migraciones, el fomento del desarrollo productivo y el mejoramiento integral de la calidad de vida de la ruralidad. El acceso eléctrico a las zonas rurales puede alcanzarse mediante la extensión de redes de suministro (la más habitual), pero también puede lograrse mediante sistemas aislados de redes, bien sean individuales o micro redes. Hay definitivamente una variada gama de alternativas, para la solución del problema eléctrico rural, solo necesitamos voluntad política y una planificación acorde a los modernos enfoques de la ruralidad.
El desarrollo rural integral solo será posible con; VIALIDADES; AGUA Y ELECTRICIDAD. Ese es nuestro reto en la planificación del SAV.
Jesús Cepeda Villavicencio es ingeniero agrónomo, MsSc en Desarrollo Rural, doctor en Ciencia de la Educación, profesor universitario jubilado, ensayista y político.