Reflexiones para el diseño de una Política de Estado en el Sistema Agroalimentario Venezolano (SAV)

El asunto agroalimentario como palanca en el rescate de derechos fundamentales

Los datos e informaciones aquí expresados, han sido consultados en los informes que al respecto han presentado; la CEPAL, la ONU, el PMA (programa mundial de alimentos), la FUNDACIÓN BENGOA, CARITAS y ENCOVI. Son cifras irrebatibles e inocultables, y por más cinismo que se imprima en su negación, revelan la existencia de un gravísimo problema de carácter humanitario que empuja al pais y a toda su población, a una espiral de violencia, vorágine y a un tremedal que pareciera no tener fondo.


A los candidatos de las primarias


El SAV tiene que ser visualizado como un complejo mecanismo de encadenamientos socioproductivos, que deben ser transversalizados.

JCV

Por Jesús Cepeda Villavicencio.


INTRODUCCIÓN


Hay sectores de la socioeconomía de una nación cuya específica naturaleza, los coloca en una situación de mayor vulnerabilidad y debilidad para enfrentar con éxito, las crisis cíclicas, recurrentes o estructurales que la propia dinámica económica y política impone en determinados momentos de la historia. La dependencia climática y la propia condición biológica de la actividad agropecuaria, ubica a esta, en la cúspide de la pirámide de riesgos, de manera que la importancia vital que ella reviste para la sociedad, debe inexorablemente ser atendida bajo un enfoque integral en sus políticas; racional y consensuadamente, sin ambigüedades, dispersiones o perversos intereses político partidistas.


En cien años de absoluto monopolio del rentismo petrolero, tanto en lo político como en lo cultural, social y económico, el pais ha transitado por innumerables y lamentables capítulos que han comprometido seriamente su propia seguridad alimentaria; por la fragilidad que ha significado la extrema dependencia de ésta, a las importaciones alimentarias, las que a su vez siempre han respondido al carácter volátil de los precios petroleros, que son los que en definitiva han permitido sufragar la histórica facturación importadora. Esta caracterización que resumimos en la siguiente expresión; “Es la cualidad de la bonanza petrolera (la que a su vez está condicionada por los precios del commodity), la que ha condicionado el establecimiento o no de las políticas expansivas o restrictivas en el gasto público, hito al que ha estado históricamente atada la economía no petrolera; un cordón umbilical que debe ser superado, con políticas integrales y planificadas en todos aquellos estamentos productivos que puedan definitivamente contribuir con la diversificación de nuestra economía, y aquí, el encadenamiento socioproductivo que el SAV ofrece, es uno de esos estratégicos eslabones”. Esta incuestionable  realidad historica que nos ha definido, y que ha llegado a sus máximos niveles de criticidad, con el trágico desatino político del actual régimen, hace obligante el accionar consensuado de los diversos sectores y actores pensantes, racionales y dolientes de esta terrible causalidad, conminandonos en consecuencia a repensar y a buscar las necesarias coincidencias para poder abordar con éxito, el desafío que significa proponer las acciones, programas y planes para el SAV, bajo el paraguas de una visión integral, holística y moderna, en el entendido de que esta vez, pareciera que nos estuviésemos acercándonos al más peligroso de los umbrales; EL HAMBRE.

El resumen esquemático que presentamos a continuación, refleja los aspectos más  cruciales y trascendentales que contextualizan lo que ha sido y ha acontecido en 100 años. En primer lugar la génesis; 1924, año que podemos definir como el punto de inflexión entre la economía agroexportadora y el paso de la adolescencia a la adultez de la economía petrolera, a partir del cual se aceleran dos proceso históricos que marcaran el rostro definitivo del devenir de la culturalidad venezolana; El éxodo campo ciudad y el capitalismo rentístico como pivote del desarrollo. La evolución del SAV en esta centuria puede sintetizarse en una sencilla frase; “participación marginal en el cuerpo económico de la nación”. Las agudas crisis tanto estructurales como coyunturales, coadyuvaron en esta gradual pérdida de importancia relativa; históricos problemas de diseños en las políticas macroeconómicas y agrícolas, en la seguridad tanto juridica como personal, en la infraestructura de apoyo, en la ciencia y la tecnología, en los cíclicos inconvenientes de los flujos de insumos, en los rezagos de precios reales de los productos agropecuarios y la falta de visión estratégica para definir programas agrícolas de corto, mediano y largo plazo, se combinaron para crear el mosaico perfecto que condujo a la marginalización de las actividades agropecuarias y del consumo de alimentos. A pesar de todo ello, siempre se ha mantenido la aspiración de construir un SAV que sea capaz de ordenar sus encadenamientos productivos, de aportar como conjunto un mejor rendimiento en el PIB nacional, que garantice por lo menos el 70% de los alimentos que consumimos y que definitivamente funcione complementaria y balanceadamente (producción nacional-importaciones), para garantizar que nuestra seguridad alimentaria descanse mayoritariamente en la diversidad productiva de nuestros ecosistemas, impulsando con ello la estabilidad de las regiones agrícolas nacionales.  

SITUACIÓN ACTUAL (EHC)


Los datos e informaciones aquí expresados, han sido consultados en los informes que al respecto han presentado; la CEPAL, la ONU, el PMA (programa mundial de alimentos), la FUNDACIÓN BENGOA, CARITAS y ENCOVI. Son cifras irrebatibles e inocultables, y por más cinismo que se imprima en su negación, revelan la existencia de un gravísimo problema de carácter humanitario que empuja al pais y a toda su población, a una espiral de violencia, vorágine y a un tremedal que pareciera no tener fondo.

En relación a los medios de vida; los datos abarcan una población para el año 2021 de 27.6 millones de personas que no disponen de los recursos económicos necesarios y suficientes para cubrir todos y cada uno de sus gastos esenciales. De ese total; 18.5 millones padecen grandes necesidades humanitarias, porque perdieron o extenuaron sus medios de vida de forma irreversible para poder alimentarse (agotamiento de ahorros, venta de bienes y artículos del hogar) y para Junio de ese mismo año, el salario mínimo real se había reducido en un 95%, es decir prácticamente había desaparecido, y paralelamente a ello, la producción de alimentos se había reducido a un 20% de su capacidad, con relación a la que tuvo en el año 2008.

Los datos del PMA publicados en el año 2019 confirmaron una crisis alimentaria aguda de elevada escala en por lo menos 9.3 millones de personas sufriendo inseguridad alimentaria, de esa cifra; 44.3% (4.119.900) tiene algún grado de inseguridad tolerable,  24.5% (2.278.500) inseguridad moderada, 17.8% (1.655.400) había reducido el consumo a niveles inaceptables, 12.3% (1.143.900) había llegado a niveles límite, 8.1% (753.300) con inseguridad severa y 5.5% (511.500) se encontraba en déficit extremo. Esta situación ha colocado a Venezuela entre los países con las cuatro mayores crisis alimentarias del mundo, y con una tendencia aún más pesimista después de la pandemia por el agravamiento en todos los órdenes sociales, económicos, políticos y culturales. Una hiperinflación que se ha prolongado en el tiempo, acompañada de una estrepitosa caída de la producción nacional y de las importaciones de bienes alimentarios, y aun cuando estas últimas mostraron leves mejoras a partir del año 2020, los elevados precios de esos bienes, se han tornado inaccesibles a una depauperada población, todo lo cual ha contribuido a que en solo dos años, la inseguridad alimentaria (crisis alimentaria aguda de elevada escala) haya alcanzado la cifra de 14.3 millones de personas (un incremento del 65% en tan solo dos años)), con sus respectivas secuelas.
Para el año 2019 la FAO en la actualización de sus datos para Venezuela corroboraba las informaciones del PMA, utilizando las categorías de subalimentados o con hambre crónica. Entre los años 2015 y 2019 la disponibilidad de alimentos cayó un 73%, afectando a la ingesta proteica en ese mismo porcentaje y a la calórica en un 34%.
La falta de apoyo a la producción nacional se puede definir como una constante en este régimen gubernamental. Desde que se decidió concretar un ministerio para la alimentación, separando este renglón de su nicho natural; la agricultura y la cría,  lo que hicieron fue desarrollar una estrategia que no fue otra cosa, que el fomento de la importación de alimentos a una escala sin precedentes, procedimiento estimulado con una política de tasas preferenciales para tales efectos, del que resultaron mayoritariamente favorecidos las elites militares que fueron las que se apropiaron de ese lucrativo y corrupto negocio, en un abierto y descarado perjuicio de la producción nacional y de la estabilidad de las regiones agrícolas del pais. Este oscuro negocio pudo mantenerse durante todo el periodo de la gran bonanza petrolera.
A lo anterior hay que sumarle la aguda escasez de combustible que se ha hecho crónica no solo desde la pandemia, sino que aún persiste, y ha complicado más el panorama de la disponibilidad y acceso de los alimentos para las grandes mayorías de la población. Hoy lo que ocurre con los productores hortícolas de los Andes Venezolanos, es un patético reflejo de lo que venimos argumentando.

El corolario de todo esto se expresa, al compararlo con el año 2015, en una disminución del consumo de; carne (93%), leche y derivados (85%), arroz (89%) y hortalizas en un (80%), todo lo cual contribuye desde el ángulo alimentario con lo que se ha denominado una emergencia humanitaria compleja (EHC) de proporciones épicas que el gobierno se empeña en desconocer.

Estos déficits tanto calóricos como proteicos, se ven reflejados dramáticamente en un estudio realizado por la fundación  BENGOA, focalizado en niños menores a dos años de los estratos poblacionales C,D y E, encontrándose severos retrasos en el crecimiento en talla (RCT) o desnutrición crónica. A esa edad, ese retraso es una consecuencia cuyo origen se ubica no solo en la etapa postnatal, sino incluso con mayor severidad en la etapa prenatal, por la exposición de las progenitoras a deficiencias alimenticias y nutricionales, siendo obvio que estas anomalías impactarán el desarrollo cognitivo de esos niños, así como su ulterior desarrollo, existiendo como derivación de todo esto, una alta probabilidad de ocurrencia de graves problemas de salud pública en el corto y mediano plazo.

Todas estas referencias antes contextualizadas, explanan con prístina claridad el tamaño del problema del SAV, solo en el análisis del aspecto medular del mismo; el consumo, que es uno de los siete complejos subsistemas que lo integran.

LAS PREMISAS


Dos conceptos, cuatro condiciones y cuatro interrogantes.
Partimos de la convicción de que todos los planteamientos y actos conclusivos que presentamos como propuestas, se inscriben dentro de los marcos y límites;  que aquí definimos como premisas.
Toda pretensión analítica que intentemos abordar con relación al SAV, debe necesariamente partir de la precisión conceptual de dos categorías que son correlativas y complementarias; la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria. Pareciera simple pero no lo es, estas dos acepciones han sido objeto de grandes debates y controversias, en foros y eventos a escala mundial; lo cual refleja la magnitud de su significado y alcance, que cobra mucho más trascendencia en un mundo globalizado tanto económica como políticamente, regido por el comercio como motor que impulsa tales acontecimientos.
La desigual distribución de los recursos planetarios (básicamente aguas y tierras, en el caso de los sistemas alimentarios), hace impensable que las naciones deban centrarse solo en sus visiones soberanas para garantizar sus respectivas seguridades alimentarias, porque ningún pais está aislado y la autarquía plena es una utopía. Los excedentes en la producción de bienes de diversas naturalezas (en aquellos países en los que eso es posible) se expanden en un comercio globalizado que fortalece política y económicamente los Estados nacionales favorecidos por el azar natural, imponiendo grandes desafíos internos en las naciones desfavorecidas, obligandolas a la búsqueda permanente de un equilibrio entre un derecho (seguridad alimentaria) y una capacidad (soberanía alimentaria) determinada por condiciones naturales que en muchos casos limitan su posibilidad, teniendo en consecuencia que recurrir a las importaciones.  En el caso venezolano resulta inaceptable que con los privilegios y potencialidades productivas que se poseen, el pais dependa en grado sumo de las importaciones alimentarias para garantizar su seguridad. Esto es más un hecho político circunstancial de nuestra singularidad rentística, que una necesidad de Estado para garantizar nuestra sostenibilidad como república. Por tal razón y ante la cruda realidad a la que estamos sometidos, no puede haber más demora en la concertación de una política de Estado que atienda la estabilización del SAV.

El diseño de la propuesta se sustenta en cuatro condiciones:
1). Se debe proyectar cuántos seremos los venezolanos en el mediano y largo plazo; aquí ya no basta que proyectemos en función de las tasas de crecimiento poblacional interanual, porque el fenómeno de la diáspora poblacional, ahora es un actor con carácter protagónico.
2).  Se debe precisar cuál  será la cantidad de calorías, proteínas y reguladores metabólicos demandados por esa población, de manera que esta pueda tener una vida socialmente útil.
3). Se deben definir los rubros agrícolas y pecuarios que podemos producir en el pais, y dadas sus conversiones nutricionales (calóricas, proteicas y reguladoras), correlacionar hasta donde puede ser suplida la demanda que esa población requiere.
4). Se debe partir de un real inventario de recursos productivos; tierras, aguas, acervo científico tecnológico, bienes de capital, recursos humanos (productores, agrotécnicos, empresarios agrícolas y agroindustriales, empresas de servicios, etc) capaz de poner en marcha los encadenamientos.
Estas cuatro grandes consideraciones nos conducen a su vez, al despeje de cuatro grandes interrogantes:
1). ¿Por qué debemos actuar?. Porque el hambre de nuestros niños y adolescentes recorre como un fantasma todos los rincones del pais, poniendo en tela de juicio nuestra propia sustentabilidad como república.
2). ¿Cómo debemos actuar?. Consensuando una propuesta entre todos los demócratas de este pais. Enarbolando la bandera de la venezolanidad, nuestras tradiciones y costumbres. Más allá del rentismo, somos un pueblo que tiene ancestrales vocaciones agrícolas.
3). ¿Con qué podemos actuar?. Con las potencialidades agroproductivas que el pais posee. Solo necesitamos un concertado acuerdo político para legislar y planificar.
4). ¿Con quién lo vamos a hacer?. Con el concurso del emprendimiento privado, solo necesitamos un Estado que garantice derechos y favorezca la subsidiariedad.
Esbozadas las consideraciones anteriores, que constituyen las directrices sobres las que creemos se debe actuar políticamente, pasamos a presentar los elementos centrales, sobre los que se aspira se pueda consensuar el acuerdo político.

LA PROPUESTA


La propuesta consiste en el desarrollo concertado, consensuado y simultáneo de cinco grandes líneas de acción, las cuales permitiran ir alcanzando gradualmente los tres grandes objetivos-metas que consideramos básicos para la estabilización del SAV. Estas acciones están enfocadas en la necesidad de estimular una estructura productiva que sea capaz de repuntar consigo, los niveles de producción y encadenamientos de procesos que nos permitan en los lapsos previstos, cumplir los objetivos. Tenemos que estar conscientes que nos estamos refiriendo a una planificación agroalimentaria, no solo a una planificación productiva, que es una fase muy importante de ella. Desde esta perspectiva el enfoque abarca; reformas institucionales, marcos legislativos y planificaciones tanto ejecutivas como productivas para poder atender de manera simultánea  los siete subsistemas que hemos definido dentro del SAV (agrocomercio, infraestructura de apoyo, la unidad productiva, el medio natural y el contexto socioeconómico, la institucionalidad rectora, la agroindustria y el consumo) y que también asumimos como noción de Sistema de Sistemas. No hay más tiempo para improvisaciones y aventuras, separar lo que con urgencia amerita el corto plazo, del mediano y largo plazo, sin que se desvirtúe la transversalidad de la propuesta, es fundamental porque evita las improvisaciones en las asignaciones de recursos, los que además de escasos, con un elevado grado de probabilidades van a provenir de los acuerdos en la normalización de las relaciones económicas y financieras internacionales. Para que este engranaje pueda funcionar, es necesario en primer lugar que se active la producción primaria en el corto plazo (dos años). En este sentido este periodo que consideramos transicional, si necesita con premura un impulso productivo inicial que tiene que estar acompañado de la gradual activación del resto de las líneas estratégicas. Este impulso debe estar dirigido al circuito cerealero (arroz, maíz y sorgo), ya que este es un circuito elástico, que responde con celeridad a los estímulos productivos, además de ser la palanca que activa el subsistema agroindustrial (agroindustrias de arroz, harina precocida y alimentos balanceados para animales) lo cual reanimaria así mismo los circuitos cárnicos, elevando el consumo proteico. Es necesario destacar que en relación a estas acciones a corto plazo ya se tienen los estudios de factibilidad de las inversiones, no solo para la adquisición de los insumos necesarios, sino también para poder subsanar la obsolescencia del capital de explotación fijo muerto (tractores, cosechadoras, equipos en general y repuestos), así como la incorporación de nuevas tecnologías. Esta información se presenta como un apéndice del presente informe.

Los objetivos metas de la propuesta son los siguientes:
1). Garantizar para toda la población venezolana una disponibilidad de alimentos (con accesibilidad) capaz de suplir un per cápita calórico superior a las 2800 k-calorias por día, y un per cápita proteico superior a los 80 gr por día; en un lapso no mayor a 8 años.
2). Garantizar que la demanda nutricional de la población sea suplida en una proporcion equivalente a la siguiente inecuación (producción nacional no menor al 70% e importaciones no mayor a un 30%); en un lapso no mayor a 8 años.
3). Garantizar que la balanza comercial agroalimentaria se aproxime a su equilibrio en un lapso no mayor a 8 años (aproximar las exportaciones agrícolas a un nivel cercano o superior a las importaciones respectivas).

Para que esos objetivos se puedan alcanzar, es necesario un plan que ordene de manera simultánea las cinco grandes líneas de acción que se proponen a continuación:
1). El asunto macroeconómico y su impacto en el comportamiento del SAV. Al respecto solo resaltamos en este breve informe, que el objeto fundamental de un plan de estabilización macroeconómico (que en nuestra visión política lo enmarcamos dentro de la concepción de la macroeconomía socialmente responsable) debe ser abatir la inflación. Este principio debe conducir al establecimiento de una tasa de cambio real (TCR) en equilibrio, porque de lo contrario es imposible hacer de la economía agropecuaria una actividad competitiva.
2). Reformas institucionales; dentro de las que destacan la urgente necesidad del cese de la abultada burocratización del SAV, regido en la actualidad por cinco ministerios y un sin numero institutos autónomos, que deben gradualmente ser fusionados, configurando una estructura institucional pública agrícola de pocos organismos de adscripción, pero de elevado nivel tecnico de gestion. Asimismo es indispensable impulsar las respectivas reformas legales (marco jurídico del sav), el sistema de financiamiento, la integracion vertical de los procesos agroalimentarios y las respectivas reformas fiscales.
3). La visión holística o de sistema de sistemas (como concebimos el SAV). Esto requiere como ya está establecido en los estudios respectivos, un análisis de cada uno de los subsistemas que conforman la referida visión.
4). El enfoque de la ruralidad versus la tradicional concepción de lo rural. Esto implica la definitiva superación del tradicional enfoque de entender lo rural como algo simplemente distinto a lo urbano, y definirlo básicamente por criterios censales, pasando a entenderlo como ruralidad, como una cualidad que responde a una compleja dinamica que se expresa y materializa a través de múltiples gradientes que los define la distancia, la movilidad social y la economía. Esto se puede visualizar al evaluar sus condiciones actuales, analizando los inevitables cambios que deben ocurrir y las disyuntivas que los mismos generaran.
5). Los planes agroalimentarios de corto, mediano y largo plazo. Estos son considerados los elementos propiamente operativos y productivos. Ellos representan una vieja lucha y una deuda nacional que se remonta muchos años atrás. Afortunadamente es copiosa la información que se dispone para su definitiva elaboración y puesta en marcha.

FINALMENTE: Un compromiso de principios y de valores fundamentales para la reinstitucionalización de la convivencia social.
1). Pedagogía política; para poder enfrentar y vencer las amenazas del populismo.
2). Frontalidad ante la demagogia; irrestricto respeto a lo que se puede y debe cumplir.
3). La firmeza en la lucha contra la corrupción; tiene que ser una política de Estado, de estricto cumplimiento, tanto de quienes gobiernan como de quienes delegan la representatividad.
4). Hay que vencer la atonía social; la participación ciudadana debe y tiene que ser activa en las reivindicaciones de todos y cada uno de sus derechos, y dentro de ellos es crucial la libertad de expresión y de todos los medios que puedan hacerla posible. pero también es imprescindible una ciudadanía consustancial con sus deberes.

Y como un acto conclusivo fundamental de estas reflexiones; colocamos la impostergable necesidad de reinstitucionalizar los sistemas de cuentas y estadísticas nacionales, hoy sometidos a la más inmoral ignominia, porque sin ellos, es imposible concretar una planificación agroalimentaria, ajustada a las condiciones que nos impone una difícil y compleja realidad.

NOTA FINAL


Las notas expuestas en este informe, se encuentran desarrolladas en una investigación en curso, “in extenso”, que hemos intitulado “UNA VISIÓN HOLISTICA DEL SISTEMA AGROALIMENTARIO VENEZOLANO”.

Jesús Cepeda Villavicencio es ingeniero agrónomo, MsSc en Desarrollo Rural, doctor en Ciencia de la Educación, profesor universitario jubilado, ensayista y político.TLF:  04243215824.Correo:  cepevillajl56@gmail.com


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