Simón Bolívar llamó a su maestro, don Simón Rodríguez, el Sócrates de Caracas, el mejor hombre del mundo, filósofo cosmopolita, sin patria, sin hogar, sin familia, ni nada. En efecto, Simón Rodríguez decía que no quería ser como los árboles que echan raícesen un lugar, sino como el viento, el agua, el sol y todo lo que marcha sin cesar.
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Su carácter y perfil psicológico moldean sus pasos y sus obras: lector de cuanto libro caía en sus manos; escritor vehemente en el momento de defender a su pupilo , el Libertador; políglota, traductor, viajero, aventurero, socialista utópico, anarquista en el sentido bakuniano del término al no aceptar las formalidades sociales a la hora de construir el nuevo modelo de los países americanos recién liberados, hecho que paradójicamente lo convertía en un republicano.
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Simón Rodríguez, Maestro con mayúscula, es el prototipo del educador integral, cuya mística y dedicación en la labor de enseñar es el gran ejemplo para todos los profesionales venezolanos por cuanto siempre aprendemos y enseñamos.
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Como médico y profesor de Historia de la Medicina quisiera destacar el hecho curioso donde vemos a Simón Rodríguez en su papel de profesor de Anatomía, ya que por lo visto ningún campo de las ciencias y las artes le fue ajeno.
En 1839,lo encontramos en Valparaíso en el barrio de la Rinconada, donde mantenía la escuela más desierta del lugar. Entre las originalidades de esa escuela nos recordaba el mismo señor Lastarriade haber oído hablarcomo Don Simón enseñaba anatomía. Un testigo presencialvio a sus discípuloscolocados a ambos lados de la sala, y a Don Simón pasearse delante de ellos completamente desnudo“para que se acostumbraran al cuerpo humano”. (Augusto Orrego Luco)
Julio Mendoza, poeta y escritor, Cronista
de Chabasquén
Por Edgardo Malaspina
18 DE JULIO. JUEVES
Llegamos a Paraíso de Chabasquén por una carretera empinada. Seguimos la ruta de la Campaña Admirable. Eran casi las cuatro de la tarde. Nos reciben en el Museo Arqueológico de la ciudad. El director del museo nos da la mano y se presenta: Luis. Así a secas, con mucha sencillez, con mucha modestia. Luis ha recolectado muchas piezas que adornan el museo: hachas antiguas, armas de fuego, instrumentos musicales, herramientas de trabajo, botellas, pinturas, y muchos otros objetos que la gente ha donado en cariñoso gesto para conservar la memoria del pueblo.
Julio Mendoza, el cronista de Chabasquén, es un hombre pequeño de estatura, pero grande de espíritu. Es un profesor jubilado. Enseñaba castellano y literatura en el liceo, y ahora se dedica con mucho entusiasmo, a escribir la historia de su pueblo. Julio nos da la bienvenida con un trago de cocuy que carga en una garrafa y nos acompaña hasta el hotel Punto Criollo, frente al Cerro Mulato.
Julio señala hacia la intrincada montaña y dice que por allí pasó José Félix Ribas, el héroe de la Campaña Admirable.
Punto Criollo es uno de esos hoteles acogedores de pueblo. Todo tiene una chapa antigua, familiar. La habitación es pequeña con paredes desvaídas pero limpias. El piso de cemento es rojo con matices descoloridos. Hay una mesa de madera y eso me gusta . No tolero las de hierro. Son frías en todos los sentidos.
A las seis estamos en la Villa del Paraíso, un restaurant muy pequeño. Luego nos vamos nuevamente al museo. Nos acompaña Esención, una hermosa chica a quien le manifiesto que su nombre seguramente es Asunción, y que por las conocidas deficiencias idiomáticas de los registradores de hace algunos años, le fue cambiado. Se risa sólo tiene una traducción: eso es imposible.
Nos encontramos con un obelisco. Seguimos unas cuadras más por la calle principal. Hay casas viejas bien restauradas en estilo colonial con colores muy vivos y grandes ventanales de hierro.
En el museo se prepara una velada artística. Julio dice que el nombre de la ciudad se relaciona con la flor paraíso, y agrega que el pueblo es fácil de querer y difícil de olvidar.
Un grupo de niños baila el tamunangue y percibo en el canto y el baile un aire de tristeza. Mientras el conjunto Cuerdas del Paraíso toca valses nos obsequian con vino de mora y cocuy.
Portada del libro del poeta don Julio
Mendoza
Ya en el hotel ojeo los libros que me regaló Julio: De oro púrpura y Rostros de la niebla. Ambos de su autoría. En el primero hay crónicas nostálgicas: “Cuando después de tantos años de ausencia volvemos al lar que nos vio nacer, lo primero que aflora en la reminiscencia son los tiempos inolvidables de la juventud. Correr descalzos por la ribera del Chabasquensito , o del río negro, comerse las guayabas en los potreros del Vargas & Valero, irse río abajo dándole topes a las piedras para pescar cascarrones y lisas…”
Rostros de la niebla es un poemario. Lo abro y cae en Arroyito campesino:
Arroyito cantarino
que vienes de la montaña
lanzando susurros entre la corriente
guardas en tus pozos pececitos tiernos
flores de bucare y espejos de tiempo.
Cerca del hotel pasa el río de los recuerdos de Julio. Me duermo con la música apacible del correr de sus aguas.
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The second monster followed the first, and at that the artilleryman began to crawl very cautiously across the hot heather ash towards Horsell. He managed to get alive into the ditch by the side of the road, and so escaped to Woking